La sociedad demanda la solución a problemas complejos que requieren la coordinación, inversión y riesgo que sólo la visión de largo plazo de un Estado puede lograr
Alonso Romero*
El covid-19 nos vino a enseñar varias lecciones sobre el estado actual de la sociedad y el rol de los diversos actores dentro de ella. Las expectativas de los ciudadanos fueron inmediatas. No importaba el modelo de salud pública –fueran Estados Unidos (EU) o los países nórdicos–, todas las expectativas (con justa razón) recayeron en el estado y su capacidad para atender la crisis sanitaria. El inicio de la pandemia en todo el mundo fue igual; turbulento y lleno de errores. Esto demostraba lo que en palabras de la economista Mariana Mazzucato, era la gran falla del Estado pequeño. Poco a poco, modelos de manejo exitoso de la pandemia fueron surgiendo como Corea del Sur, Finlandia, Noruega o Nueva Zelanda. Todos estos países tenían en común que desde mucho antes de la crisis, la presencia del Estado en el sector salud era considerable. No sólo administraba contratos y delegaba al sector privado toda la atención. En contraste, el país más civilizado y rico, EU, tuvo resultados desastrosos. El Estado pequeño falló.
Posteriormente, cuando surgieron las primeras vacunas de tecnología RNA, la iniciativa privada (IP) se llevó todas las palmas. Las felicitaciones a la mano invisible no se hicieron esperar y en el mundo, se luchó y se logró que se mantuvieran las patentes de las vacunas, argumentando que era moralmente correcto y necesario que las farmacéuticas capturaran grandes ganancias, pues habían desarrollado todo ellos solos. ¿Es esto cierto? No. Como bien documenta Mazzucato en su libro Misión economía, fue el Estado a través de la Agencia de Proyectos de Defensa e Investigación Avanzada (DARPA) de EU la que tuvo la iniciativa y la visión para tomar el riesgo de largo plazo que implicaba invertir en la investigación y desarrollo (I+D) de la tecnología de las vacunas de RNA, que en sus inicios era clasificada por los inversionistas como riesgosa y altamente especulativa (el tipo de tecnología que por lo general no logra financiamiento privado). Después, a través de la famosa Operación warp-speed el Estado financió, no sólo las vacunas, sino toda la infraestructura para su producción en masa, transporte, almacenamiento, resguardo y aplicación.
Una de las lecciones más importantes que se deben aprender de la pandemia debe ser que la solución de los grandes retos sociales requiere visión de largo plazo y alta tolerancia al riesgo. Situación que no es apta para la IP, puesto que ésta se encuentra totalmente enfocada en las ganancias y resultados trimestrales, por lo que contrario a la sabiduría popular este enfoque le inhibe de tomar riesgos. Si algún fundamentalista pregunta por evidencia, falta apuntar a las tres grandes petroleras que después de que recortaron sus compromisos en la lucha contra el cambio climático alcanzaron los niveles más altos de cotización en muchos años.
No hay mayores retos sociales que el cambio climático y la alta desigualdad social, ambos causados en gran medida por el modelo de capitalismo neoliberal seguido desde los 80. Resulta ilógico pensar y leer tantos proponentes de que sea el mismo modelo el que resuelva todo esto. Son varios los que abogamos por que el Estado debe tener mayor intervención en la resolución de dichos problemas, para nombrar algunos, pondría de ejemplo a Jon D. Erickson en su libro The Progress Illusion; Adrienne Buller, en The Value of a Whale, y la misma Mazzucato, El Estado emprendedor, propósito público y misión economía, quien atinadamente dice: Los mercados no tomarán una dirección verde por sí solos. Lograr los objetivos contra estos retos requiere sí o sí del Estado en roles mucho más variados que sólo no estorbar y facilitar. Como bien documenta Mazzucato, una de las tecnologías predilectas (aunque no la mía) para combatir el cambio climático, la energía fotovoltaica no sería posible sin la intervención de cuatro estados. EU con fondos para I+D y compras directas de los paneles para generar un mercado para una tecnología nueva. Japón a través del Ministerio de Industria coordinó a grandes multinacionales para compartir I+D e incorporar la tecnología en productos de consumo e implementó el primer programa de subsidios de instalaciones residenciales. El Estado alemán implementó una combinación de lo que hicieron EU y Japón. El gobierno chino implementó políticas industriales, capturó la cadena de valor y estimuló la demanda a través de préstamos con condiciones especiales. Es decir, la inversión en I+D y subsidios de Occidente combinado con las políticas industriales y facilidades de crédito de Pekín son responsables del éxito que goza la energía solar, no es como se quiere hacer creer, un milagro del mercado.
La sociedad demanda la solución a problemas complejos que requieren la coordinación, inversión y riesgo que sólo la visión de largo plazo de un Estado puede lograr. Los estados tendrán que decidir si acatan el mandato de la sociedad y gobiernan en pro de ella o continúan amortiguando toda la crítica de un modelo que ya dio lo que tenía que dar.
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* Maestro en finanzas en el sector energético por la Universidad de Edimburgo (@aloyub)
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