No hay que tenerle miedo a la movilización popular, como tratan de inculcarlo los medios de comunicación afectos al sistema, siempre y cuando esté orientada por las banderas democráticas del cambio social como son las reformas a la salud, el trabajo, las pensiones y la reforma política
"Hay que cerrar filas y concentrar fuerzas desde las izquierdas, pasando por todos los matices progresistas, para defender los cambios democráticos"
Por: Tiberio Gutiérrez Echeverri
Foto: Leonel Cordero
Por ser una noticia que ha causado revuelo en la radio, la televisión y la prensa escrita, vale la pena hacer algunos comentarios sobre el llamamiento del presidente Gustavo Petro a salir a las calles para defender de las reformas que prometió en la campaña electoral, especialmente la reforma a la salud, laboral y pensional, que se presentarán al Congreso el 7 de febrero y el 16 de marzo respectivamente.
No se compadece con la realidad el grito en el cielo puesto por los fondos de pensiones, las EPS, los gremios económicos de la Andi, Fenalco, Asobancaria,y demás agremiaciones del gran capital, cuando el presidente Petro convoca a movilizarse en las calles para defender las reformas prometidos en la campaña electoral, con el argumento de que no se conocen los textos ni el contenido de las reformas y que estas no se han debatido ampliamente en la opinión pública nacional.
Aduciendo además con una incoherencia irrisoria que estas reformas van a conducir a una desestabilización de la economía, llevando a la institucionalidad del país a una crisis de consecuencias irreparables, a un caos que afectaría seriamente la gobernabilidad de la coalición de gobierno, llevándonos al borde de una guerra civil, parecida a la situación que está padeciendo el Perú y el mismo Brasil, cuando precisamente dicen que no conocen el contenido de las reformas, ni saben del contenido de las reformas; abrase visto semejante lógica para argumentar con la mentira y con la caja de resonancia de las falsas noticias?
Por supuesto que esta visión de la clase dominante tiene su caja de resonancia en los medios de comunicación del sistema, que no paran de estar entrevistando a los voceros de los gremios económicos, que se sienten en tierras movedizas para defender sus privilegios, amplificando con titulares de prensa tendenciosos, sesgados y mentirosos los verdaderos propósitos del gobierno popular para barrer con la inequidad, la corrupción, la ineficiencia y la ineficacia de la mayoría de las instituciones colombianas.
Sin conocer el contenido de los textos de las reformas ya están armando semejante alboroto. ¿Cómo será entonces cuando empiecen los debates en el Congreso el 7 de febrero? Mejor dicho, como para alquilar balcón. ¿Se imaginan el escándalo que van a desplegar los gremios económicos, las partidos de oposición y los medios de comunicación del establecimiento, cuando se empiecen a destapar los nidos de corrupción con el manejo de la plata de los colombianos para la salud a trasvés de las EPS?, ¿o cuando se ponga al descubierto la gran injusticia con los contratos de prestación de servicios a término fijo y con los contratos temporales de las empresas “cooperativas” que manejan la tercerización laboral?, ¿o con la administración billonaria de la plata de los trabajadores a través de los fondos privados de pensiones, con sus ganancias multimillonarias con el ahorro de los colombianos?
De modo que la alharaca y el sonajero de la clase dominante no es más que el miedo y el temor de los grandes capitalistas de perder sus privilegios y exenciones de que han disfrutado sin contraprestaciones para los creadores de la riqueza social, ausentes del mercado, excluidos de la política y marginados del manejo del Estado y del sistema político excluyente, autoritario, corrupto y violento como ha sido hasta ahora el sistema social político y económico de la clase dominante.
Entonces cuando viene la convocatoria a salir a las calles para defender las reformas la élite dominante sale despavorida amenazando con “el imaginario para vender el miedo”, desplegando todos los instrumentos de la especulación. En esta situación, el Pacto Histórico y los sectores democráticos no se pueden llamar a engaño, ni muchos menos caer en la ingenuidad política. No se pueden dejar confundir ni enredar por la propaganda de los sectores dominantes que aún conservan el poder real en el aparato económico y político y en la hegemonía cultural sobre la mayoría de la población colombiana.
El Pacto tiene que tener claro que en la medida en que se vayan profundizando las contradicciones de clase con la implementación de las reformas populares, pues la élite dominante con sus gremios económicos, con el capital financiero, sus partidos políticos y sus medios de comunicación, va a tratar por todos los medios, incluida la violencia, de atajar como sea cualquier intento de democratizar la economía, el estado y la sociedad colombiana.
Por eso va quedando claro que a los sectores democráticos no les queda otra salida que la unidad, la organización y la movilización popular en la plaza pública para confrontarse con las fuerzas de la reacción política, señalando el camino de la implementación de las reformas democráticas propuestas en la campaña electoral.
No hay que tenerle miedo a la movilización popular, como tratan de inculcarlo los medios de comunicación afectos al sistema, siempre y cuando esté orientada por las banderas democráticas del cambio social como son las reformas a la salud, el trabajo, las pensiones y la reforma política, para no hablar sino de las principales a debatir y aprobar en este semestre.
El cuento trillado de que la convocatoria de masas a la plaza pública es “populismo trasnochado”; una manera de ejercer el “Estado de opinión” por encima de la institucionalidad democrática no es más que el discurso mentiroso para ejercer el miedo como herramienta política para defender sus intereses y privilegios de clase.
Son síntomas inequívocos de desesperación de los círculos dominantes que están indicando con claridad que la aprobación e implementación de las reformas democráticas no van a tener un camino fácil de transitar, y que, en esta batalla, la oligarquía dominante se la va jugar toda por echar para atrás los intentos de democratización del Estado colombiano con los cambios a favor de las mayorías populares, por lo cual no queda otro camino que organizar la resistencia civil y popular para continuar adelante so pena de traicionar el mandato popular y sumir al pueblo en una nueva y larga frustración.
Si la institucionalidad “democrática” se opone a los cambios institucionales, el pueblo, el Pacto, los sectores democráticos y el gobierno, no les queda otro camino que convocar a una Asamblea Nacional Constituyente Democrática Popular, para poder abrirle campo a los cambios democráticos que necesita el país.
Hay que ver el avispero que están haciendo con las listas cerradas, con el cese al fuego con el ELN, con las órdenes de captura contra los cabecillas del Clan del Golfo, con la excarcelación de delincuentes para rebajar el hacinamiento en las penitenciarías, con las cifras y las firmas presentadas por la ministra de Minas y Energía; es toda una carga de profundidad contra el gobierno popular por parte de la burguesía dominante, ante la cual el Pacto Histórico y el gobierno no pueden permanecer impasibles, sin acudir a la iniciativa de la movilización de masas.
Es la estrategia de propiciar el caos, el desorden, la guerra y la confrontación para poder justificar ante la opinión pública el regreso de un gobierno duro, autoritario y guerrerista, que le ponga orden a la casa con un papá que mande en la hacienda como mandaban los señores feudales a sus siervos y esclavos.
Por eso la estrategia de pasar a las calles, sin abandonar el escenario del Congreso, mientras vienen de nuevo las elecciones locales y regionales, se constituye en la iniciativa oportuna para la coyuntura política del momento. Hay que cerrar filas y concentrar fuerzas desde las izquierdas, pasando por todos los matices progresistas, para defender los cambios democráticos y evitar el regreso del fascismo al poder.
En las elecciones de octubre vamos a tener el termómetro para medir la temperatura política del momento y, consecuentemente, el avance del proyecto político del Pacto Histórico, para avanzar en una nueva versión corregida y aumentada del pacto en el 2026. Así las cosas, nos vemos el 14 de febrero en la plaza pública apoyando los cambios democráticos.
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