La única forma de evitar que todo empeore es que Estados Unidos entable un diálogo respetuoso con Rusia y China como verdaderos iguales, algo que detesta hacer.
Recuerden la crisis de los misiles en Cuba
El liderazgo no es intimidación, a diferencia de lo que parece pensar la actual administración estadounidense
Por Andrew Korybko
Ilustración: Chen Xia/GT
Este mes marca el 60 aniversario de la Crisis de los Misiles en Cuba, que fue lo más cerca que el mundo estuvo jamás de una guerra nuclear. Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaron por Cuba, donde este último había desplegado en secreto armas nucleares en respuesta a que Washington las había desplegado anteriormente en Turquía. Al final prevalecieron las cabezas frías, y ambas superpotencias terminaron retirando sus armas de cada uno de estos países. Sin embargo, esta crisis enseñó a todos algunas lecciones duraderas que son relevantes hoy.
La primera es que los dilemas de seguridad son muy peligrosos. Este concepto se refiere a que un país realiza unilateralmente movimientos que afirma que son defensivos, pero que otro país interpreta como ofensivos. Por lo tanto, el segundo país corresponde a su manera para defender sus intereses, lo que perpetúa un ciclo aparentemente interminable que puede alcanzar proporciones dramáticas si no se controla. En el caso de la crisis de los misiles en Cuba, todo comenzó con el despliegue secreto de armas nucleares de Estados Unidos en Turquía.
La segunda lección es que la política de las superpotencias puede llevar a que los jugadores comparativamente más pequeños sean explotados como piezas de ajedrez en la lucha global entre los más grandes. Turquía ya era miembro de la OTAN en el momento en que Estados Unidos desplegó en secreto armas nucleares allí. Por lo tanto, habría estado protegido por esa superpotencia en caso de agresión y, por lo tanto, no necesitaba albergar esas armas. Aun así, este estado geoestratégico seguía siendo explotado por su aliado como pieza de ajedrez para obtener una ventaja militar sobre la URSS.
En tercer lugar, el mundo entero es rehén cada vez que las superpotencias compiten entre sí, ya sea directamente o por poderes. Hay mucho en juego sin precedentes considerando el hecho de que se trata de la supervivencia continua de la humanidad, pero solo una fracción minúscula de la población mundial, los principales tomadores de decisiones en cada superpotencia, tienen algo que decir sobre lo que podría suceder. Esto hace que la competencia entre superpotencias sea antidemocrática hasta la médula, ya que el futuro de todos depende literalmente de un puñado de personas.
Cuarto, el diálogo respetuoso entre sí como verdaderos iguales es la única forma de reducir los dilemas de seguridad entre las superpotencias, especialmente cuando están al borde de la guerra como durante la Crisis de los Misiles en Cuba. Los líderes estadounidenses y soviéticos permanecieron en contacto regular durante esos tiempos tensos. Si no lo hubieran hecho, entonces una guerra nuclear podría haber estallado por un error de cálculo, algo de lo que cada uno de ellos era consciente y trató de evitar.
Y finalmente, la última pero más obvia lección es que la guerra nuclear siempre es absolutamente inaceptable. A toda costa, hay que hacer todo lo posible para evitarlo. En consecuencia, se debe hacer todo lo posible para evitar de manera preventiva los dilemas de seguridad, garantizar que no se explote a jugadores comparativamente más pequeños como piezas de ajedrez y que la competencia entre las potencias nucleares siga siendo amistosa y bajo control. El diálogo también debe mantenerse siempre, ya que interrumpirlo o terminarlo podría resultar catastrófico en el peor de los casos.
Todas estas lecciones son relevantes para los asuntos contemporáneos, especialmente en lo que respecta a la agresión no provocada de los EE. UU. contra Rusia y China, que son potencias nucleares. En cuanto al primero, la continua expansión de la OTAN liderada por Estados Unidos, la constante construcción de sistemas "antimisiles" cerca de las fronteras de ese país y la negativa a considerar seriamente sus solicitudes de garantías de seguridad de fines del año pasado llevaron a Moscú a recurrir a medios militares para garantizar la integridad de sus líneas rojas de seguridad nacional en Ucrania.
La última fase del conflicto de Ucrania puede describirse objetivamente como una guerra de poder, ya que ambas potencias nucleares luchan entre sí en la antigua República Soviética. El presidente ruso, Vladimir Putin, insinuó muy fuertemente que podría recurrir a las armas nucleares para defender la integridad territorial de su país en el peor de los casos, lo que ha aumentado enormemente las apuestas e influido en el presidente de los EE. UU., Joe Biden, para advertir que el mundo supuestamente está al borde del abismo. de Armagedón una vez más.
En cuanto a la agresión no provocada de EE. UU. contra China, esto implica su intromisión en la región de Taiwán y amenazas implícitas de interrumpir las líneas de comunicación marítimas en el Mar de China Meridional bajo el pretexto de operaciones de "libertad de navegación" descritas falsamente. Todos estos amenazan con cruzar las líneas rojas de seguridad nacional de China en la región, aunque no está claro cómo respondería Beijing si eso sucede.
En cualquier caso, el patrón es evidente para todos los observadores objetivos: Estados Unidos ha provocado imprudentemente dilemas de seguridad con Rusia y China. Cada uno de estos implica movimientos militares unilaterales por parte de EE. UU. que afirma ser defensivos, pero que esos dos consideran ofensivos. Estados Unidos también está explotando a jugadores comparativamente más pequeños para poner en peligro la seguridad nacional de Rusia y China. Esto podría conducir a una dinámica incontrolable que pondría la vida de todos en peligro.
La única forma de evitar que todo empeore es que Estados Unidos entable un diálogo respetuoso con Rusia y China como verdaderos iguales, algo que detesta hacer. Eso se debe a que, a diferencia de la crisis de los misiles en Cuba, los tomadores de decisiones estadounidenses están intoxicados con nociones supremacistas desacreditadas del llamado excepcionalismo derivado de su victoria sobre la Unión Soviética en la Guerra Fría. Consideran a su país como la hegemonía mundial y creen erróneamente que está por debajo de ellos mismos para tratar a los demás como iguales.
No se puede enfatizar lo suficiente lo peligrosa que esto hace que la dinámica en evolución en cada mitad de Eurasia, provocada por la agresión no provocada de los EE. UU. contra Rusia y China. El liderazgo no es intimidación, a diferencia de lo que parece pensar la actual administración estadounidense, sino que requiere compromisos pragmáticos en la búsqueda del mayor bien global. El primer paso hacia ese camino es entablar un diálogo respetuoso con Rusia y China como verdaderos iguales, lo que el mundo espera que Estados Unidos haga pronto.
________________________
El autor es un analista político estadounidense residente en Moscú. opinion@globaltimes.com.cn
________
Fuente: