La voz del presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha tenido repercusión internacional por el nuevo enfoque que ha expuesto en torno al tratamiento del flagelo del
narcotráfico a nivel mundial.
POR MISSY RYAN /
Uno de los principales periódicos del establishment norteamericano, el conservador The Washington Post publicó un reportaje dedicado a resaltar la concepción del presidente colombiano Gustavo Petro Urrego respecto de lo que debe ser una nueva política antidrogas ante el fracaso rotundo de la estrategia de Estados Unidos en esta delicada materia.
El mencionado rotativo que entrevistó recientemente en Nueva York a Petro con ocasión de su participación en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), destacó el “cambio de paradigma” que está planteando el Presidente de Colombia respecto del tratamiento que debe darse a nivel mundial al problema del narcotráfico.
A continuación el texto de la nota de The Washington Post, aparecida en su edición de este 27 de septiembre.
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Poniendo a prueba relación con EE.UU., líder colombiano propone cambio en política de drogas
El nuevo líder izquierdista de Colombia propone medidas para despenalizar elementos de la floreciente industria de narcóticos de su país, lo que indica una ruptura potencial con una estrategia anterior de línea dura contra las drogas y una prueba de los lazos de Bogotá con su aliado más poderoso, Estados Unidos.
El presidente Gustavo Petro, un exinsurgente cuya elección el pasado mes de junio marcó el fin de décadas de gobiernos conservadores en Colombia, describió un plan estratégico que permitiría a los pequeños agricultores cultivar legalmente la hoja de coca, la materia prima de la cocaína, y abordar la deforestación y el cambio climático al pagar a los agricultores para que no siembren el cultivo, o cualquier otra cosa, en la selva tropical de este país suramericano.
Dijo que el floreciente comercio internacional de drogas, más poderoso que en los días del famoso líder del cártel colombiano Pablo Escobar, y el costo desestabilizador que había cobrado en las naciones latinoamericanas ilustraban el “fracaso rotundo” de la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos.
“Necesitamos construir un camino más efectivo”, dijo en una entrevista al margen de la reunión anual de líderes mundiales en la Asamblea General de la ONU en Nueva York la semana pasada. Hizo un llamado al apoyo de las naciones consumidoras, principalmente de los Estados Unidos.
“No puedo ir solo por este camino, dado que la demanda viene de fuera de Colombia”, afirmó.
El deseo de Petro de buscar cambios significativos en las políticas de Colombia, que durante décadas han incluido esfuerzos financiados por Estados Unidos para erradicar por la fuerza las plantas de coca y rociar pesticidas en los campos sembrados de este sicotrópico, refleja un deseo de cambio profundo en un país donde la desigualdad económica persistente y el número de víctimas de la pandemia del coronavirus han generado olas de malestar popular, como en otras partes de América Latina.
El sector ultraconservador liderado por el uribismo marchó el pasado lunes 26 de septiembre en oposición a las propuestas progresistas de Petro, que incluyen aumentos de impuestos y reforma agraria.
La agenda del Presidente también podría causar fisuras en la relación entre Estados Unidos y Colombia, una asociación que ha proporcionado a Bogotá miles de millones de dólares en ayuda estadounidense y representó una piedra angular en los tratos de Washington con la región. Petro ya ha abandonado la política del gobierno anterior sobre Venezuela, restableciendo los lazos con el presidente izquierdista Nicolás Maduro y reabriendo las fronteras de los dos países al comercio por primera vez desde 2019.
Brian Winter, vicepresidente de política de Americas Society/Council of the Americas, dijo que Petro representa un “cambio de paradigma” en los temas que han dominado la relación entre Estados Unidos y Colombia, incluido el narcotráfico, la seguridad fronteriza y la política de cada país hacia Venezuela. Petro también está instando a cambios en las prácticas de extradición que han permitido a los tribunales estadounidenses juzgar a narcotraficantes colombianos.
“Está hablando de una reinvención total de la relación entre Colombia y Estados Unidos tal como ha existido durante los últimos 30 años”, dijo Winter. Si bien ambas partes proceden con cautela mientras se evalúan mutuamente, precisó, “no hay duda de que esta relación tan importante está cambiando y podría verse dramáticamente diferente dentro de dos años”.
En las Naciones Unidas la semana pasada, Petro expresó su voluntad de desafiar la opinión predominante entre los aliados de Estados Unidos, no solo sobre el tráfico de drogas sino también sobre la guerra en Ucrania. En un altivo y contundente discurso, advirtió a las naciones latinoamericanas que desconfíen de la presión de las potencias externas “para aliarnos en los campos de batalla”.
Petro asumió el poder en Colombia mientras otros países de la región han dado un giro a la izquierda, con la elección del exlíder de protesta Gabriel Boric en Chile y el marxista Pedro Castillo en Perú. A medida que la administración Biden busca reafirmar la influencia de EE.UU. en América Latina y responder a las incursiones cada vez más profundas de China, tendrá que navegar por el deseo de esos gobiernos de establecer una relación diferente con Washington.
Petro, quien cumplió condena en prisión en la década de 1980 por sus vínculos con un grupo guerrillero (el M-19), instó a Estados Unidos a seguir a Colombia en la despenalización general del consumo de drogas y la adopción de un enfoque “pragmático” en lugar de “fundamentalista” respecto del narcotráfico.
Los cultivos de coca han alcanzado niveles récord en los últimos años en medio de la creciente inseguridad en las zonas rurales de Colombia, una señal de problemas más de cinco años después de que el gobierno firmara un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el poderoso grupo rebelde de izquierda.
Para responder a esos problemas, Petro dijo que seguiría un plan para implementar una “despenalización por etapas”, comenzando con la producción de hoja de coca por parte de pequeños agricultores. Describió a esos campesinos como víctimas de la guerra contra las drogas y otras fuerzas sociales, citando su expulsión de ricas tierras de cultivo a áreas remotas de la selva donde el suelo pobre y la distancia de los mercados hicieron de la hoja de coca uno de los pocos cultivos económicamente viables.
“El campesino que cultiva hoja de coca, en mi opinión, no es un delincuente”, dijo. Explicó que su propuesta tiene como objetivo en parte proteger a una parte vulnerable de la sociedad colombiana y eliminar un potente impulsor de la violencia.
“Mientras haya prohibición, habrá mafia”, manifestó. Despenalizar parte de la producción “no significa acabar con el mercado estadounidense de cocaína, pero sí significa sacar a Colombia de este ciclo de violencia”.
Petro enfatizó repetidamente la responsabilidad de los países consumidores, especialmente Estados Unidos, de asumir una mayor responsabilidad para abordar la demanda en el país en lugar de centrarse en suprimir la producción en el extranjero.
Parece ser un paso más cauteloso de lo que habían propuesto previamente personas cercanas a su gobierno, quizás debido a la oposición de Estados Unidos a una despenalización amplia y la falta de apoyo explícito de sus vecinos andinos Perú y Bolivia, quienes junto con Colombia representan la mayor parte de la producción de la coca a nivel mundial. Petro se negó a decir si pensaba que los legisladores colombianos apoyarían tal medida.
En lo que llamó una “sinergia” potencial que aborda las drogas y el cambio climático, el mandatario colombiano propuso que países, incluido Estados Unidos, podrían ayudar a pagar a algunos campesinos colombianos para que se conviertan en administradores de la selva tropical, evitando el cultivo de coca u otros cultivos en nuevas áreas y asegurando que sobrevivan zonas vírgenes de la Amazonía colombiana.
Renata Segura, subdirectora de programas para América Latina en International Crisis Group, dijo que Petro parecía estar intentando posicionarse como un líder internacional en política de drogas, pero enfrentaría desafíos para forjar un consenso más allá del fracaso del enfoque actual.
“A muchos sectores conservadores de derecha [de Colombia] les horrorizaría la idea de cualquier tipo de regulación, pero hay una opinión muy extendida de que la guerra contra las drogas ha sido muy mala para Colombia”, expresó Segura. En ese sentido, agregó, “creo que está leyendo la realidad”.
Un portavoz del Departamento de Estado, hablando bajo condición de anonimato según las reglas de esa instancia de las relaciones exteriores de Washington, dijo que la administración de Biden trabajaría con Colombia para “interrumpir el suministro de drogas ilícitas y promover políticas holísticas” que apoyen la paz y el desarrollo en las áreas de cultivo de coca, además de esfuerzos para reducir la demanda en casa.
Algunos republicanos del Congreso ya están expresando su preocupación. En una carta la semana pasada a Rahul Gupta, el principal funcionario de política de control de drogas de la administración Biden, los senadores ultraconservadores Marco Rubio (de Florida) y Charles E. Grassley (de Iowa) expresaron su consternación por los posibles planes de despenalización de Petro y otros temas.
“La política de drogas y la postura del presidente Petro hacia Estados Unidos es alarmante”, escribieron estos dos congresistas caracterizados por propalar declaraciones de desprestigio contra el mandatario colombiano.
A diferencia de muchos países estrechamente aliados con Estados Unidos, Petro también cuestionó la política liderada por Estados Unidos de apoyo a la guerra de Ucrania contra la invasión de Rusia, que también cuenta con el respaldo de la mayoría de los países europeos.
“Que las naciones eslavas hablen entre sí; que la gente del mundo lo haga”, dijo en su discurso ante la ONU. “La guerra es solo una trampa que acerca el fin de los tiempos en una gigantesca orgía de irracionalidad”.
Petro sostuvo en una entrevista que enviar armas a Kiev intensificaría el conflicto. Citando a la población de habla rusa de Ucrania, dijo que la afirmación de Ucrania de que la lucha era un medio justificado para defender su soberanía era una de varias versiones de los hechos que rodearon el conflicto.
“Hay dos narrativas, como en toda guerra”, puntualizó.
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