El fantasma de la inflación recorre las capitales europeas y no hay indicios de que vaya a desaparecer pronto. Al contrario, las perspectivas no son alentadoras.
Por Agustín Fontenla
Imagen: EFE
Desde Madrid
La guerra en Ucrania domina la agenda europea pero la preocupación de los ciudadanos no parece ir en la misma línea. Esta semana se anunció que la inflación en España alcanzó el 10,2 por ciento interanual, la mayor desde 1985. El domingo pasado, la derecha logró una victoria aplastante en la decisiva comunidad de Andalucía, y esta semana el líder del Partido Popular afirmó que el plan antiinflacionario del socialista Pedro Sánchez no da resultados.
En Alemania, uno de sus principales diarios del país, el Die Zeit, informó esta semana que la confianza del consumidor alemán alcanzó su peor registro en las últimas tres décadas.
En Italia, las asociaciones de consumidores se concentraron en Roma con olla y cuchara en mano para reclamar un freno en el alza de los precios.
En Reino Unido, la industria de la alimentación advirtió sobre una inflación del 15 por ciento en alimentos durante el verano. El Daily Express lo reflejó a su forma: “Shock por una suba del 15 por ciento en alimentos”.
El fantasma de la inflación recorre las capitales europeas y no hay indicios de que vaya a desaparecer pronto. Al contrario, las perspectivas no son alentadoras.
El petróleo y el gas no parece que vayan a costar menos en los próximos meses. Como contó Emmanuel Macron en un descuido durante la cumbre de la OTAN, Arabia Saudí, uno de los principales productores de hidrocarburos, está al límite de su capacidad. Rusia, por su parte, está redirigiendo su caudal energético de Europa a Asia.
Junto a los precios altos de la energía, la logística también suma presión. El costo del transporte de cereales aumentó un 60 por ciento en febrero y marzo, y se proyecta que impactará sobre el precio de los alimentos con un alza del 4 por ciento.
Mientras la crisis económica se agudiza y los gobiernos lanzan medidas para paliar sus efectos, la guerra y la (in) seguridad se roban todas las portadas y los flashes.
Esta semana, los jefes políticos de Europa y EEUU se dieron cita en una Madrid blindada por 25 mil efectivos policiales para celebrar una de las cumbres de la OTAN más relevantes de los últimos años.
Con el telón de fondo de la agresión rusa a Ucrania, los líderes de la alianza militar resolvieron dar un salto hacia adelante luego de asomarse al abismo de la disolución durante los años caóticos de Donald Trump. Estacionarán 300 mil soldados en la frontera oriental de Europa, y llevarán armamento y municiones a la zona.
Por otra parte, la diplomacia logró romper la negativa turca, y Finlandia y Suecia se unirán al bloque militar llevando los límites de la OTAN a la frontera norte de Rusia. Si Moscú estaba preocupada por la militarización de Ucrania, no sabemos cuál será su reacción ahora que un misil de la OTAN debe viajar menos de 300 kilómetros para alcanzar los pintorescos canales de San Petersburgo.
El aumento militar, lejos de resolver la inflación y la crisis económica, pondrá más presión sobre los presupuestos de los Estados. A su vez, no está claro que el “efecto disuasorio” de reforzar el flanco oriental de la OTAN traerá más estabilidad a la región.
El único aliciente a este difícil panorama son la llegada de las vacaciones y el verano europeo, que empieza asomar estos días. Sin embargo, habrá que estar preparado para un clima recalentado con una inflación desafiante y máximas de cuarenta grados.
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