“Desafía el pensamiento ortodoxo sobre el papel del Estado y del sector privado en impulsar la innovación; cómo se crea y comparte el valor, y cómo se pueden crear y conformar mercados convocando el Estado a misiones que resuelvan los grandes problemas de la humanidad”.
Como sus ideas podrían incidir en el próximo plan de desarrollo, Daniel Coronell le hizo el martes pasado una reveladora entrevista a la economista Mariana Mazzucato.
Piensa que la redistribución y la protección del medio ambiente deben darse en la forma misma de estructurar la producción y en la escogencia de qué se produce; así, se redistribuye y se protege el ambiente desde el comienzo.
Por: Clemente Forero
Tiene cuatro formas de ser maestra: sus clases, sus publicaciones científicas, sus escritos de divulgación y sus asesorías a organizaciones internacionales. En su sitio de internet dice que trabaja en cuatro áreas: repensar el sentido del valor; transformar las instituciones; moldear la innovación; orientar las finanzas. Tiene cuatro hijos, ha recibido cuatro grandes premios como economista y publicado cuatro libros muy reconocidos. Seguramente habla más de cuatro idiomas, pero tiene dos nacionalidades: italiana y norteamericana. Muchos le seguimos la pista desde hace años cuando escribía con Giovanni Dosi, uno de los principales economistas que usan la teoría de la evolución para entender la innovación en poblaciones de organizaciones.
Se ha dicho de ella que busca salvar al capitalismo de sí mismo, con la intervención del Estado. Mariana Mazzucato es una economista admirada por el papa Francisco y por Bill Gates. Sin embargo, dudo que esa admiración sea compartida por Elon Musk, aunque el ejemplo que ella usa para explicar sus propuestas es la misión Apolo para llegar a la Luna.
En Colombia, inspiró las propuestas de la Misión Internacional de Sabios. El Estado no debe limitarse a administrar, ni siquiera a regular, dice. Debe ser emprendedor y convocar al sector privado y a toda la sociedad a grandes emprendimientos de largo plazo. La Misión focalizó sus propuestas en misiones como Conocimiento e innovación para la equidad (hoy diríamos “hambre cero”); el acceso universal a la infraestructura digital, cabeza de playa para acrecentar la productividad, especialmente la agrícola; aprovechamiento de la diversidad biológica y cultural, para abrir el mercado de la bioeconomía; ríos limpios y agua potable para todos los municipios; y, quizá la más importante, universalizar la educación de 0 a 5 años y la media, porque la educación es la base de todo lo demás.
Sin embargo, Mazzucato ha sido criticada -con ligereza Twitter- por algunos economistas ortodoxos del saliente gobierno; por seguir la moda, la citan en algún documento Conpes, pero terminan ignorándola en sus recomendaciones.
Y la critican porque, como ella misma lo dice, su trabajo “desafía el pensamiento ortodoxo sobre el papel del Estado y del sector privado en impulsar la innovación; cómo se crea y comparte el valor, y cómo se pueden crear y conformar mercados convocando el Estado a misiones que resuelvan los grandes problemas de la humanidad”.
Como sus ideas podrían incidir en el próximo plan de desarrollo, Daniel Coronell le hizo el martes pasado una reveladora entrevista. A continuación, resumo mi interpretación de las tres o cuatro principales ideas que Mazzucato desarrolló en esa conversación.
Coronell inicia preguntándole cuál es la frontera entre los sectores que crean valor y los que no, una vieja polémica de la economía que generalmente se discute en términos abstractos. Y ella responde de manera concreta, proponiendo ejemplos de lo que constituye el valor y explicando el rol indispensable del Estado. Este consiste en emprender, liderar la conformación de nuevos mercados, incentivar la creación de valor social-ambiental y beneficiar a todos los sectores de la población.
Sabe que en Colombia la brecha digital es profunda y propone como ejemplo una misión en la que gobierno, sector privado y sectores sociales se comprometan a cerrar esa brecha: la investigación y la innovación se disparan, el sector privado obtiene ganancias en el largo plazo, las poblaciones desventajadas se vuelven más productivas y eso mejora la distribución de los ingresos.
En esos procesos, nos dice, el Estado debe incentivar al sector privado a buscar ganancias en el largo plazo y alejarse de su obsesión por las ganancias de corto plazo. Por otro lado, los gobiernos deben ser líderes y no limitarse a resolver problemas o fallas del mercado. Y menciona otros ejemplos de misiones que deberían movilizar a la humanidad: la producción de vacunas y enfrentar el cambio climático.
Enfatiza en la entrevista la importancia de desarrollar política industrial corrigiendo, dice, las políticas neoliberales que se han aplicado en Colombia en las últimas décadas. Una política industrial acertada busca que los sectores de la producción se hagan más productivos, economicen los recursos naturales que usan e innoven hacia la sostenibilidad, en vez de siempre buscar subsidios que los convierten en parásitos. Ve como necesario un nuevo contrato social alrededor del objetivo de construir ese ecosistema.
También insiste en que un país como Colombia debe atraer capital de largo plazo, no un capital que busque ganancias en el corto plazo atraído por incentivos tributarios. Pero eso implica adoptar misiones como la de cerrar la brecha digital. Si un país tiene un ecosistema de innovación, el Estado asumirá la innovación de alto riesgo (que el sector privado suele evitar); eso catalizará e impulsará necesariamente la inversión del sector privado. Los impuestos pueden ser un complemento de los grandes programas o misiones, pero la inversión que le sirve a Colombia es la que se haría alrededor de esas misiones de largo plazo, no la que viene a buscar ventajas tributarias.
Mazzucato critica a muchos gobiernos de izquierda que piensan solo en redistribuir y no en cambiar las estructuras de producción-distribución (dos cosas que son inseparables en una economía), para producir más y generar más bienestar. Pero esto no quiere decir que adopte el modelo de “producir ahora para distribuir después”, como algunos han interpretado. Esa concepción está lejos de ser la visión de Mazzucato y se acerca más al “desarrollismo” que en los años setenta se propuso en Colombia y se practicó por la dictadura militar de Brasil, con el economista Delfim Netto como ministro de Economía. En ese país efectivamente se dieron tasas de crecimiento muy altas en ese período, pero la distribución de la riqueza nunca llegó. Por varias décadas, Brasil (y Colombia también) estuvieron entre los países de más altas concentraciones del ingreso en América Latina.
Por el contrario, ella piensa que la redistribución y la protección del medio ambiente deben darse en la forma misma de estructurar la producción y en la escogencia de qué se produce; así, se redistribuye y se protege el ambiente desde el comienzo.
La variante del desarrollismo que consistiría en dejar que la economía produzca y crezca sin freno, para luego redistribuir la riqueza y recomponer el medio ambiente a través de subsidios o paliativos gubernamentales, es rechazada de frente por Mazzucato. Pienso por ello que la declaración más interesante que la entrevistada le dio a Daniel Coronell fue la siguiente: “Un modelo donde hacemos negocios de mala manera y después necesitamos filantropía privada o gobierno para limpiar el reguero no es la forma correcta de capitalismo”.
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