Uribe se está cayendo y sus zarpazos siempre serán asesinos
Felipe Tascón Recio*
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Por decirlo de forma elegante, el paro nacional es bicéfalo: una cabeza es el Comité del Paro, la jerarquía sindical organizada que lo convocó cuando supo leer el descontento acumulado y lo madura que venía la protesta; la otra es la lucha callejera, la juventud popular en las primeras líneas, que soporta las barricadas con apoyo de la retaguardia barrial en el país, con particular fuerza en Cali y el Valle del Cauca, en la cual empieza a darse una incipiente organización.
Esta diversidad le da la fuerza al paro, pero al tiempo puede ser bumerán contra sus metas. Para avanzar, se necesitan estas dos cabezas coordinadas y respetándose. Para lograr sinergia se requiere una lectura común del momento histórico que estamos viviendo, no se trata de la negociación tradicional de un pliego laboral, tampoco es la revolución anticapitalista. En las calles inició una protesta pacífica del pueblo cansado de un régimen que lo esquilma con impuestos, reforma a la salud, laboral y pensional, etcétera. Pero esto tumba al régimen uribista.
¿Qué particularidad da pie a la violencia exponencial con que responde el régimen? La hegemonía política en Colombia es la alianza entre tres clases sociales: 1. Los empresarios financieros nacionales y foráneos; 2. Los grandes terratenientes filo-feudales, y 3. Los empresarios de la cocaína. El poder es de una alianza triple entre feudo, narcotráfico y neoliberalismo, y este combo sólo sabe gobernar con guerra.
En 15 días la población urbana ha conocido lo cotidiano del campo. La alianza del poder usa, primero, la represión con paracos [paramilitares], soldados y policías, sólo que ahora las masacres no son rurales, sino que las ejecuta en el pavimento; segundo, la guerra económica, que en el campo se traduce en retención de remesas, en lo urbano incluye despidos de marchantes y sobre todo el bloqueo a la entrada de alimentos, medicina y gasolina, y a la recogida de basuras, busca enfrentar pueblo contra el pueblo, para deslegitimar la protesta social; y tercero, la herramienta ideológica, mentiras y rumores a granel en los medios y a través de sus bodegas informáticas; así en este país feliz no hay hambre, por ende la causa tiene que ser externa, los culpables son todo el catálogo de chicos malos de Colombia y el planeta.
Focalizar la represión en la Guardia Indígena no es sólo racismo, los nasa en estos días fueron claves en el principio de organización de las barricadas. Mientras, generalizar contra Ciudad Jardín es errado y peligroso, es cierto, ahí hay traquetos [traficantes], pero la mayoría de la comuna 22 es clase media alta profesional en medicina, derecho, ingeniería, cátedra universitaria, etcétera, son gente también afectada por el paquete uribista y deben ser nuestros aliados.
Uribe se está cayendo y sus zarpazos siempre serán asesinos. Ayer, cuando el régimen barrió Sameco, una señora nos dijo que todo sería en vano, le contesté que era hora de mover la estrategia ¿de qué sirve la juventud popular muerta?, ¿acaso la meta es que sus nombres remplacen a Belalcázar? No, a la juventud de esta pelea, el futuro la necesita para construir el nuevo país desde 2022, por eso las barricadas deben dar paso a manifestaciones masivas, el régimen nunca tendrá paracos suficientes para masacrar millones protestando. En paralelo, una negociación cuya meta es una sola: derrumbar los cimientos económicos del régimen.
En guerra, Uribe y su régimen conservan el poder; en paz, ganamos nosotros, el pueblo.
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* Economista, experto en proyectos de prevención de drogas, cohesión social y cooperación al desarrollo. Publicado en Cuarto de hora.
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