DEBATE:
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1. La importante decisión que debe tomar ya la derecha boliviana tras el triunfo del MAS
(y una reflexión para el progresismo)
La más preciada lección es la importancia de la paciencia a la hora de establecer estrategias y resistir los embates de las fuerzas con mayor poder de fuego y mayor rencor político.
Militares toman las calles de La Paz tras el golpe de Estado en Bolivia, 12 de noviembre de 2019.Manuel Claure / Reuters
El triunfo este domingo de Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) dirigido por Evo Morales (ahora en el exilio), deja importantes reflexiones para todos los bandos políticos, las democracias y los socialismos en América latina.
La más preciada lección, la que más nos importa porque se refiere al éxito de los pueblos en lucha, es la importancia de la paciencia y la cabeza fría a la hora de establecer estrategias y resistir los embates de las fuerzas con mayor poder de fuego y mayor rencor político.
La paciencia y estrategia de Evo Morales
Desde los días previos al golpe de Estado en Bolivia hasta la consumación total del hecho, varios actores políticos del progresismo advirtieron con responder al adversario de la misma manera con la que este acechaba: llamar a movilizaciones radicales y abrir un escenario de guerra prolongada.
Nada de esto ha sido necesario.
La paciencia se impuso y Evo prefirió optar por el largo y tortuoso camino que incluía su salida de la política y del país para no establecer un enfrentamiento directo con las fuerzas reaccionarias que tenían, sin duda, una mayor fuerza militar y policial.
Evo Morales y Luis Arce en una reunión del partido celebrada en Buenos Aires, Argentina, 17 de febrero de 2020.Agustin Marcarian / Reuters
La estrategia de un retorno posterior al gobierno, frente a la de 'mantener el poder a costa de lo que sea', ha salido victoriosa, aunque todavía hay que esperar al reconocimiento del resultado por parte de todos los actores, incluidas las fuerzas militares y policiales.
Esto no significa que la gente del MAS y los movimientos sociales pusieran eternamente la otra mejilla, sino que dejaron que la ola derechista pasara sin confrontarla directamente y, una vez la situación se calmó, con la mayor de la perseverancia, volvió a medirse en el terreno que ha sido prolijo en victorias populares de América latina: el electoral. Y lo hace con una fórmula que aunque no tenía al líder histórico como cara visible, sino a un economista sin mucho carisma, superará la votación del propio Evo Morales hace casi un año.
Evo no se dejó matar ni que mataran a su pueblo. Hoy su movimiento vuelve 'hecho millones' debido a la paciencia y a una estrategia adecuada, a pesar del golpe militar racista que estaba preparado para reprimir a fuego cualquier resistencia.
Hay que recordar que el MAS no solo evitó una profundización del conflicto después de las masacres de Senkata y Sacaba, también negoció su estadía en el Congreso con acuerdos pragmáticos. Los movimientos sociales, por su parte, no respondieron a la ultraderecha con las mismas armas cuando esta quemaba casas de dirigentes del partido y linchaba a varios de sus hombres y mujeres.

Evo no se dejó matar ni que mataran a su pueblo. Hoy su movimiento vuelve 'hecho millones' debido a la paciencia y a una estrategia adecuada, a pesar del golpe militar racista que estaba preparado para reprimir a fuego cualquier resistencia. La pregunta que queda en el aire después del resultado conocido es: ¿vendrá un golpe definitivo y más radical?
La derecha, ¿aprenderá con este resultado?
Si algo le cuesta aprender a los sectores racistas y reaccionarios es cómo enfrentar políticamente a las mayorías populares.
El triunfo del MAS le deja ahora amargos sabores que le obligan a replantear su estrategia, lo que hace que se pueda convertir en una fuerza más agresiva y antielectoral o, por el contrario, que tenga que volver a ocultar bajo la alfombra a sus sectores más racistas.
El reconocimiento de la presidenta de facto, Jeanine Añez, así como del principal oponente de Arce, Carlos Mesa, y el propio secretario general de la OEA, Luis Almagro, al triunfo del MAS, aleja una posible radicalización como respuesta inmediata, aunque habrá que esperar por los jóvenes cruceñistas de la ultraderecha y su candidato más extremista, Luis Fernando Camacho.
La derecha boliviana deberá decidir si va a trabajar para presentarse a unas futuras elecciones o si, por el contrario, va a buscar un atajo inmediato para impedir la consumación de la vuelta del MAS al gobierno
La derecha boliviana tendrá que pensar en cuál será su estrategia a largo plazo; sin embargo, probablemente habrá sectores internos, incluidos los militares, que ya estarán pensando en cómo posicionarse ante la coyuntura y cómo van a responder, especialmente aquellos que apoyaron al gobierno de facto y el golpe de Estado contra Evo Morales.
Por otro lado, están las corrientes de pensamiento y el funcionariado de derechas en todo el continente, que siente que se acaba el ciclo de gobiernos conservadores. El regreso del peronismo en Argentina y ahora el triunfo del MAS boliviano muestran que el progresismo tiende a recuperar su terreno electoral en cuanto la derecha soberbia en el poder comete errores.
El líder ultraderechista Luis Fernando Camacho celebra la autoproclamación de Jeanine Áñez tras el golpe de Estado, La Paz, Bolivia, 12 de noviembre de 2020.Luisa Gonzalez / Reuters
La derecha boliviana deberá decidir si va a trabajar para presentarse a unas futuras elecciones o si, por el contrario, va a buscar un atajo inmediato para impedir la consumación de la vuelta del MAS al gobierno. Es decir, volver al escenario del golpe de Estado, tal como ocurrió en 2019, abortando el proceso de vuelta a la democracia e imponer un régimen en el que, por ejemplo, Evo Morales y los exiliados no puedan volver o, incluso, impedir la posesión de Arce. Hoy parece improbable un escenario de dictadura militar, pero aún es temprano para descartar esa opción.
Gobierno no es poder
Por último, también hay una lección para las dirigencias de los movimientos progresistas de América Latina por dos razones que son, en el fondo, la misma.
Los grandes perdedores (y los ganadores) de las elecciones en Bolivia
La primera es que 'estar en el gobierno' no es ejercer el poder. El liderazgo político de izquierda, al estabilizarse en el gobierno, tiende a pensar que ya el trabajo se hizo y el triunfo es definitivo, pero, como todos los partidos gobernantes, va cometiendo errores y acumulando malestar. Muchas veces ni siquiera tiene suficiente mando en las fuerzas armadas y las policías, por lo que puede sucumbir en pocas horas ante una arremetida, como sucedió en el caso de Bolivia. Una formación puede llevar 14 años en el gobierno pero, a la vez, ser débil.
La otra es que no tiene sentido contrariar los sentimientos y sensaciones del pueblo. Desconocer el resultado del referendo de 2016 en Bolivia supuso un error muy grande para el MAS, dejando en evidencia su debilidad para aceptar una alternancia, incluso dentro del mismo partido. Hoy Arce saca más de 5 puntos de ventaja al Evo Morales de 2019. Sin embargo, por otro lado, cuando el liderazgo de ese partido ha diseñado una vía para entregar el testigo a un compañero de partido, no necesariamente le ha ido bien, como fue el caso de Ecuador.
Son muchas las lecciones que van a correr por el ADN de los movimientos y los poderes establecidos después de esta victoria del MAS. Por lo pronto queda celebrar el triunfo indigenista y detectar las reacciones del mundo conservador.
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Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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2. Los grandes perdedores (y los ganadores) de las elecciones en Bolivia
Cecilia González
El pueblo boliviano, al final, no estaba cansado del Movimiento al Socialismo, como muchos nos quisieron hacer creer durante un año.
Las elecciones de ayer confirmaron que el MAS es una fuerza política sólida y duradera que logró imponerse en el poder otra vez a fuerza de votos. Que es, sobre todo, el partido con mayor respaldo popular en un país que tuvo que padecer una dictadura que fue apoyada por organismos internacionales, gobiernos, políticos, intelectuales y medios de comunicación a los que no les importó avalar un golpe de Estado. Hoy, son los grandes perdedores.
"No vuelven más", les vaticinaban sus enemigos al derrocado presidente Evo Morales, al candidato presidencial Luis Arce, al candidato a vicepresidente David Choquehuanca, a todo el MAS. En realidad, era solo una expresión de deseo porque, al igual que pasó con los peronistas en Argentina, el masismo volvió y ganó en primera vuelta.
Así lo anticipan los resultados de dos sondeos a boca de urna que se dieron a conocer en la madrugada de una jornada electoral que fue contrastante. Durante el día, la gente votó en paz, en tranquilidad. Pero apenas cerraron las casillas comenzó la incertidumbre por el inexplicable retraso de los resultados oficiales.
Las horas de tensión se acumularon. Millones de bolivianos y parte de la comunidad internacional esperaban en vilo alguna tendencia, algún dato. Pasada la medianoche, la empresa Ciesmori por fin fue autorizada a publicar los resultados del boca de urna que ya tenía desde hacía horas. Y anunció que Arce se imponía con el 52,4 % de los votos, frente al 31,5 % de Carlos Mesa. Ni siquiera habría necesidad de ballotage. Al poco rato, la plataforma 'Tu voto cuenta' confirmó las tendencias con datos similares: 53 % para el MAS y 30,8 % para Comunidad Ciudadana.
Áñez hizo de todo para evitar el regreso del MAS. Era su obsesión. A través de discursos de odio, persiguió y reprimió a sus líderes, militantes y simpatizantes; se postuló a la Presidencia con la esperanza de permanecer en el poder, pero tuvo que renunciar ante el nulo apoyo popular
Los datos son tan categóricos que ni siquiera la presidenta de facto Jeanine Áñez se animó a contradecirlos. Hasta salió a reconocer muy rápido la victoria de Arce. El resultado representa una derrota para esta política de ultraderecha que el 12 de noviembre del año pasado se autoproclamó como presidenta interina. "Gracias a Dios, la Biblia vuelve a Palacio", celebró entonces, rodeada de militares.
Desde entonces, Áñez hizo de todo para evitar el regreso del MAS. Era su obsesión. A través de discursos de odio, persiguió y reprimió a sus líderes, militantes y simpatizantes; se postuló a la Presidencia con la esperanza de permanecer en el poder, pero tuvo que renunciar ante el nulo apoyo popular a su candidatura; postergó lo más posible las elecciones e impulsó una unidad opositora al masismo que jamás prosperó.
Ahora, acompañada de su Biblia, tendrá que salir de una casa de Gobierno que de nuevo, como dicta la Constitución, será ocupada por un presidente democráticamente electo en un estado laico. Pero todavía tendrá que rendir cuentas por las masacres de Sacaba y Senkata en las que, ya bajo su gobierno, fueron asesinadas 22 personas. Las víctimas merecen justicia.
Otros perdedores
A pesar de que los datos oficiales avanzan con lentitud, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ya avaló la victoria del MAS. Hasta felicitó a Arce y a Choquehuanca en un mensaje que le valió inmediatas respuestas de repudio.
La reacción era predecible dado el decisivo y deplorable papel que la OEA jugó en la crisis que estalló el año pasado y que sumió a Bolivia en una dictadura. Su animadversión contra Morales fue evidente. Acusó un fraude que no pudo probar y la validez de sus informes fueron puestos en duda por estudios independientes.
Almagro llegó al extremo de recibir en Washington a Luis Fernando Camacho, uno de los principales impulsores de la violenta destitución de Morales, y de reconocer "su compromiso con la democracia boliviana". Su supuesta imparcialidad era inexistente.
En Bolivia, el principal derrotado es Carlos Mesa, el periodista, escritor y expresidente considerado "centrista", ya que no adhería a las posiciones de extrema derecha de la mayoría de los enemigos más radicalizados del MAS. Mesa aspiraba a sumar los votos necesarios para disputar una segunda vuelta contra Arce en la que, confiaba, se convertiría en presidente. No pudo ser.
El relato que justificó el golpe en Bolivia con el pretexto de que el expresidente había cometido un fraude fue amparado y difundido por influyentes medios regionales que apostaron y anticiparon una derrota de Arce que no ocurrió, que aseguraron que la izquierda boliviana estaba terminada, que la sociedad no la quería de vuelta. Otra vez, el gran problema de confundir deseos con análisis de la realidad.
Otro es Salvador Romero, presidente del Tribunal Supremo Electoral, quien había prometido tendencias y datos rápidos, pero horas antes de la apertura de las urnas anunció la suspensión del nuevo sistema de Difusión de Resultados Preliminares. Al final, el retraso en el conteo de votos se prolongó tanto que minó la confianza y credibilidad en el organismo.
En el plano internacional, el relato que justificó el golpe en Bolivia con el pretexto de que el expresidente había cometido un fraude (que nunca se demostró) también fue amparado y difundido por influyentes medios regionales que apostaron y anticiparon una derrota de Arce que no ocurrió, que aseguraron que la izquierda boliviana estaba terminada, que la sociedad no la quería de vuelta. Otra vez, el gran problema de confundir deseos con análisis de la realidad.
Todavía en vísperas de las elecciones vaticinaban el fracaso del MAS. Hoy, se esfuerzan en minimizar o distorsionar la información sobre los resultados electorales.
Algo similar les pasó a los gobiernos de la región que ni se inmutaron ante el socavamiento de la democracia boliviana, en particular el brasileño Jair Bolsonaro, que celebró la caída del MAS y se convirtió en el mejor amigo de la presidenta de facto, y el argentino Mauricio Macri, que en la recta final de su gestión minimizó el peligro que entraña cualquier dictadura. Jamás condenaron siquiera las violaciones a los derechos humanos que se documentaron en Bolivia.
Los ganadores
La elección representa el regreso victorioso del MAS, una fuerza política que ha ganado todos los comicios desde 2005. Posiciona a Arce como el nuevo jefe de Estado que deberá reencauzar al país luego de un año de dictadura, en medio de la crisis por la pandemia y con una polarización política latente. Habrá que esperar los resultados finales para conocer la reconfiguración del Congreso.
Cecilia González, periodista y escritora
El verdadero y más importante ganador de este histórico episodio es el pueblo boliviano, que por fin recupera una democracia que jamás debió haber sido interrumpida
Los resultados implican, también, la reivindicación de Evo Morales, el presidente que durante sus 13 años de gobierno logró los mayores avances sociales y económicos de la historia de Bolivia, el que quiso permanecer en el poder y terminó derrocado y refugiado primero en México y luego en Argentina, desde donde coordinó la estrategia de la vuelta del MAS por la vía democrática. El mismo al que se le impidió postularse para el Senado. Su futuro, el papel que desempeñará bajo la presidencia de Arce, todavía es una incógnita.
A nivel regional, Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández, la dupla progresista latinoamericana que ha forjado una inédita alianza, ganan por haber condenado desde el principio la dictadura en Bolivia, por haber recibido y apoyado a Morales. El presidente argentino ahora estará menos solo en una Sudamérica copada por gobiernos de derecha o ultraderecha y la siempre cuestionada Venezuela.
Pero el verdadero y más importante ganador de este histórico episodio es el pueblo boliviano, que por fin recupera una democracia que jamás debió haber sido interrumpida.
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Fuentes:
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3. Bolivia, la victoria de las convicciones y la lección contra los atajos
Alfredo Serrano Mancilla
Es indudable que la técnica ocupa un lugar cada vez más importante en la política, y muy específicamente en el campo electoral. Todas estas valiosas herramientas, algunas más antiguas, como las encuestas y todo lo que tiene que ver con el marketing, y otras más recientes como las redes sociales o el Big Data, han cobrado gran protagonismo en los últimos tiempos. Sin embargo, todo este instrumental no puede sustituir de ninguna manera a la dimensión constitutiva de la política, esto es, el universo de las ideas, las propuestas.
Ni toda la posmodernidad del mundo ha podido ni podrá acabar con el poder de las convicciones. Esto es justamente lo que ha ocurrido en las elecciones presidenciales en Bolivia. El resultado se explica precisamente por ello: es la victoria de las convicciones. Luis Arce, candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), es hoy presidente electo por la defensa acérrima -sin disimulo ni titubeo- de un proyecto político, de un corpus de ideas basado en la soberanía, nacionalizaciones de recursos estratégicos, tanto Estado como sea necesario, la redistribución como eje ordenador de la economía.
Ni toda la posmodernidad del mundo ha podido ni podrá acabar con el poder de las convicciones. Esto es justamente lo que ha ocurrido en las elecciones presidenciales en Bolivia.
El pueblo boliviano se decidió claramente a favor del MAS, a favor de una propuesta política antagónica al modelo neoliberal. Dijeron "basta ya" al atropello antidemocrático llevado a cabo por la gran coalición golpista, conformada por el actual Gobierno de facto, la complicidad activa de Carlos Mesa, el bloque neofascista liderado por Fernando Camacho, la Policía y un sector de las Fuerzas Armadas, algunos grandes medios de comunicación -como Pagina Siete-, ciertos grupos empresariales y la Secretaría General de la OEA.
En menos de un año, esta gran coalición demostró tanto su ineficacia como su capacidad de irradiar injusticias. Cada día queda más verificado que el neoliberalismo es totalmente incompatible con la democracia y con la estabilidad económica y social.
Y, frente a ello, la alternativa es el MAS, un instrumento que nuclea el vasto archipiélago de organizaciones sociales, campesinas, indígenas y urbanas a lo largo y ancho del territorio boliviano; que tiene un líder histórico, Evo Morales, pero que también se cimenta en un sólido tejido social y organizativo. Este gran bloque permanece "junto" no gracias a un eslogan de campaña, sino que lo hace por sus propios convencimientos; es por esa auténtica razón que la unidad del MAS perseveró a pesar de las dificultades, a pesar de la persecución.
Subestimar la inmensa fuerza de las convicciones constituye un error común en esta nueva "época Google", donde todo es exageradamente superficial. Esta es la verdadera lección que nos deja esta cita electoral en Bolivia.
Subestimar la inmensa fuerza de las convicciones constituye un error común en esta nueva "época Google", donde todo es exageradamente superficial. Esta es la verdadera lección que nos deja esta cita electoral en Bolivia. Es un aprendizaje a tener muy en cuenta cada vez que dudemos del camino a seguir. Pasó ahora en Bolivia y ha pasado recurrentemente en la Historia. Por ejemplo, el Frente de Todos presentó su propuesta política con base en sus convicciones y la ciudadanía argentina la avaló de manera mayoritaria en las urnas; Pablo Iglesias es vicepresidente español sin renunciar a sus convicciones; lo mismo con el presidente Andrés Manuel López Obrador en México; al igual que el correísmo en Ecuador, que continúa siendo la principal fuerza política; o Gustavo Petro en Colombia, que crece y crece sin ponerse ningún disfraz.
Creer en algo, defenderlo y exponerlo con argumentos serios es un camino, a veces complicado, pero más sólido que otro tipo de atajos con exceso de tacticismo que acaban confundiendo el horizonte estratégico.
En Bolivia, las elecciones fueran ganadas por las convicciones.
Alfredo Serrano Mancilla
Fuente: