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ENGAÑOS ESTADÍSTICOS SOBRE EL CORONAVIRUS

Los engaños de la estadística

Carlos Eduardo Maldonado

Óscar Pinto Pineda, Avión, ilustraciones del libro “El Principito” (Cortesía del autor)


Es indispensable considerar la información sobre la pandemia. Existen motivos que sugieren dificultades y problemas.

Desde hace diez semanas, no hay día que al revisar los medios de comunicación no nos encontremos con una avalancha de datos e interpretaciones sobre la pandemia disparada por el covid-19. Cúmulo de información que resaltado una seria dificultad: no existe una única lectura del problema; ni en el mundo –por ejemplo, los informes y análisis de la OMS, de la ONU, del Parlamento Europeo, y otros–, ni en cada país, e incluso entre las diferentes regiones dentro de un país. Las lecturas son múltiples, los informes son, todos, disímiles. Esto no tiene que ver con las características de un país a otro. Hay un problema más de fondo.

Al mismo tiempo, y consecuentemente, existe una profusión de modelos explicativos y predictivos de toda índole: los descriptivos, los predictivos, con técnicas de modelamiento basado en agentes, diferentes interpretaciones sobre Ro –el ritmo reproductivo básico– de contagio, propuestas sobre índice de contagio –entre 1.0 y 5.1, por ejemplo; es decir, una persona contagia a 1.1 o hasta 5.1 personas (la estadística permite esto), y así sucesivamente.

En perfecta consonancia con lo anterior, es verdaderamente abundante la cantidad de preprints –el término técnico en la academia y en ciencia para publicaciones rápidas o avances de investigación que señalan en una dirección precisa pero que aún no han sido acogidas por revistas como artículos evaluados y aprobados finalmente; con éstos, concomitantemente, numerosos artículos se publican sobre el tema por parte de grupos individuales y redes de grupos. Un ejemplo puntual: el Team Publons, una prestigiosa plataforma de publicación y compilación de datos acaba de sacar un nuevo índice para determinar la calidad de las publicaciones de todo tipo en producción (Convid-19 index), así como la base de datos: las más recientes publicaciones sobre covid-19 (the latest covid-19 papers).

Nunca antes, a raíz de otras epidemias –Ébola, Mers, Sars, y las demás– había sucedido algo semejante. Manifiestamente, existe una preocupación sincera por parte de las comunidades académica y científica.

La enorme dificultad de la inmensa mayoría de estudios estriba en el hecho de que son: a) interpretaciones, y b) propuestas de modelos sobre un fenómeno perfectamente desconocido. Con prudencia y sensatez lo que hay que decir es que, en el mejor de los casos se trata de apuestas, propuestas y conjeturas, nada más. Desde luego que la ciencia avanza también de esta manera. El reto magnífico consiste en explicar suficientemente un fenómeno nunca antes conocido. Al cabo, se elaboran analogías; por ejemplo, entre malaria y covid-19, y otras. Pero nada verdaderamente sólido.


Esto, para quienes tienen alguna formación más o menos sólida en ciencia y en herramientas científicas. Pero para la base de la sociedad, la mejor aproximación son las redes sociales –en las que hay numerosas cadenas de fake news–, los políticos y gobernantes de turno –que, si son inteligentes, tienen formación científica (Angela Merkel) o se asesoran de comités científicos (Macron); pero la inmensa mayoría andan a la deriva: populismos de izquierda y de derecha: desde Trump hasta Bolsonaro, desde Duque hasta Sánchez–; y usualmente los medios masivos de comunicación, que carecen absolutamente de periodismo científico investigativo. A lo sumo, invitan a un profesor o científico. Por regla general ni siquiera los rectores están capacitados para hablar del tema; al fin y al cabo ellos son sólo gestores del conocimiento.

Derecho a la información: un tema jurídico, político y ético

En medio de situaciones de crisis el primer derecho –fundamental– que tiene la ciudadanía es el derecho a la información. Hasta el punto de que éste es garantía de salud y de vida. Este es, sin la menor duda, el rasgo más sobresaliente de la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento o la sociedad de redes –tres nombres para un solo y mismo momento. Buena y confiable información se traduce en comportamientos responsables que evitan el contagio, o en caso contrario extienden la epidemia.
El derecho a la información es, hoy por hoy, un derecho humano y forma parte de la cuarta generación de los derechos humanos. De suerte que cuando los gobiernos y los medios masivos de comunicación desinforman están violando los derechos humanos. Y pueden ser judicializados. La desinformación, el control de la información, la provisión de información parcial y amañada son factores que esconden violaciones de los derechos humanos. Simple y llanamente**.

En cualquier caso, el más delicado de todos los temas sobre datos y fuentes de información es que en el marco de la crisis del Coronavirus los datos de salud provienen de las gentes, y son de los ciudadanos. Estos datos les deben ser devueltos a los ciudadanos. Pues bien, la ciudadanía –¡la sociedad civil!– no conoce la realidad de los datos. En prácticamente ningún país los ciudadanos conocen con transparencia las cifras reales de contagios, de fallecidos, de recuperados, y demás. Ni siquiera es transparente la información sobre presupuestos, reales o recientemente desviados en favor de la salud; por ejemplo, compras de ventiladores, de todos los servicios de seguridad sanitarios, de UCIs y camas por pacientes y demás.

El país debería tener acceso a información transparente, comprobable y confirmada. Ni siquiera las universidades –públicas o privadas– tienen este conocimiento y si lo tienen no lo hacen público a la sociedad. Hay un muy serio problema de democracia, que como se sabe hoy por hoy es directamente proporcional a la calidad de la información disponible, de tal manera que a su mayor transparencia y calidad mayor y mejor democracia; y en caso contrario, a mayor ruido, desinformación y ambivalencias, menor democracia. Este es un tema altamente sensible, de inteligencia política; política, jurídica y ética.

Es exactamente en este sentido que se mueve una política de acceso abierto a los datos. Que es todo lo contrario a: patentes, registros, control de la información. Mientras que una parte de lo mejor de la academia y la ciencia se mueve ya en dirección a acceso abierto de datos, el gobierno y el Estado no dan la menor muestra de sensibilidad o inteligencia en esta dirección. Ni el Instituto Nacional de Salud, ni el MinCiencias, y manifiestamente no la oficina de Presidencia de la República.

Lo que prima es control de los datos y de la información. Y por consiguiente, mucha especulación, mucha basura (fake news), mucha desinformación. Así las cosas, hoy la democracia formal se funda en la ignorancia y la oscuridad antes que en la transparencia y la confianza.

Los casos específicos con el covid-19

La estadística sobre el covid-19 no es enteramente real ni confiable, así lo denuncian algunos políticos –que entonces son considerados de la oposición–, así como numerosos académicos y científicos; una dificultad posible de constatar desde diversos ángulos:

- El número de casos, que depende de las pruebas realizadas, no del número de gente infectada
- El número de fallecidos, dependiendo de las fuentes del reporte
- El número total de muertes, que se concentra en tendencias. Lo verdaderamente importante son los conteos diarios para ver si la curva se aplana o no.
- El número de infectados en escala logarítmica. Sirve para comparar tendencias, pero no sirve de nada para obtener una visión clara acerca de la gravedad del problema
- Modelos de predicciones. Hay una profusión enorme. Unos se concentran en modelar la epidemia misma, y otros, son puramente empíricos y descriptivos: curvas de crecimiento, comparaciones de curvas, que se extrapolan hacia eventuales desarrollos futuros
- Las muertes en exceso, la cual comporta diferentes factores, tales como maltrato en el hogar, feminicidios debido a los confinamientos, pobreza e inanición, abandono, contagio.
- El riesgo letal de ser infectado. Estos cambian en función de lugares de concentración, edad, la existencia de comorbilidades, y otros riesgos
- La precisión de las pruebas. Las cuales oscilan entre las pruebas existentes y las realizadas, de un lado. Y de otra parte, los llamados a la inmunidad de enjambre.

Existen numerosas sospechas, muy bien fundadas, acerca de los ocasionales anuncios sobre la etapa de mitigación de la pandemia, el achatamiento de la curva y otros aspectos relacionados. En Brasil, situaciones semejantes provocaron conflictos entre el presiente Bolsonaro y su Ministro de Salud. En Colombia Duque saca un hilo de decretos a diestra y siniestra, se evidencia su ignorancia ante preguntas de Caracol o RCN, y el Ministro de Salud dice y se desdice de un día a otro, por ejemplo.

Mientras tanto, distintos órganos responsables regionales y municipales intentan hacer lo mejor. Distintas universidades improvisan acciones y redes, todas de buena voluntad y con las mejores herramientas disponibles. Pero lo que prima es desinformación: ausencia de datos comunes.

Digámoslo de forma directa y explícita: los datos y la información no son bienes privados; tampoco son bienes públicos. Son, manifiestamente, bienes comunes. Esto plantea un marco perfectamente distinto con respecto a la comprensión vigente y normal de las políticas públicas. La idea de los bienes comunes –originariamente planteada por E. Olstrom, aún requiere de una elaboración más procesada por parte de la ciencia política y el derecho. (La idea de los bienes comunes, en contraste con la división de sólo bienes públicos y privados, bien le mereció el premio Nobel en economía, en 2009).

En el caso específico de Colombia cabe acusar tres problemas fundamentales:

No existe un sistema nacional de información. Recientemente se creó la Agencia Nacional Digital que, verosímilmente podría llenar ese vacío. Según diversas fuentes, sin embargo, persisten dudas acerca de los orígenes éticos de la misma;
La sociedad civil no tiene acceso a los datos y a la información del gobierno. Tener acceso a los datos reales en tiempo real es un derecho fundamental;

El manejo de la información sobre el Coronavirus es deficiente, parcial y con mucho ruido. Esto afecta seriamente la salud y la vida de los colombianos y podría dar lugar a juicios severos, que deben quedar por fuera de este texto por razones de tema.

La estadística, ciencia del control


El manejo, lenguaje y lógica de la estadística, son esencialmente probabilísticos. Antes que la física cuántica, el mundo ha sido manejado en términos probabilísticos a partir del siglo XIX y cada vez más. Consecuentemente, la lógica política, económica, militar y de salud, por ejemplo, es probabilística. Este reconocimiento implica dos hechos. Precisamente por ello lo que prima en la lógica del mundo actual son temas como: teoría de riesgos, estudio de crisis, planeación, prospectiva, estrategia y otros campos y tema afines.
De un lado, el problema de la interpretación. La estadística arroja datos. Pero el reto consiste en leerlos e interpretarlos. En este punto la estadística es una ciencia esencialmente imperfecta. Cada quien puede interpretar los datos de manera distinta a los demás. Vivimos un mundo cultural y socialmente anumérico. El control político se funda en el analfabetismo anumérico de la sociedad.

De otra parte, la estadística es una ciencia de control político, en toda la línea de la palabra, a través del control y la unidimensionalización de la interpretación de los datos y las distribuciones. Esta es la función política que cumplen organismos como el Dane (Departamento Nacional de Estadística) y en general las oficinas de censos y datos en cada país. Organizativamente, vale recordar que el Dane es una oficina de segundo orden a nivel nacional sólo detrás de los ministerios.

Digámoslo de manera directa: la estadística no está hecha siempre para mostrar; sino, generalmente, para ocultar. En las guerras, los ejércitos de hoy ocultan el número de bajas –en marcado contraste con toda la historia de la humanidad, cuando era un honor ser herido o morir por la patria–. La esfera sanitaria es considerada como estratégica, en toda la acepción de la palabra. Pues bien, el manejo de la información y los datos sucede a la manera de estrategias y planes militares: se oculta la información real, se la controla, se la jerarquiza.

En el marco de la crisis del covid-19, unos gobiernos enmascaran la información contabilizando los fallecidos solo en hospitales, y no en casa; otros, registran las cifras de contagio o de muertes cinco días después; otros más, buscan aplanar la curva a como dé lugar para efectos de macro-indicadores y comparaciones mundiales; otros más, centralizan fuertemente la información y no permiten que se filtre; hay gobiernos que hacen pruebas CPR únicamente y otros de tipo serológico principalmente, y así sucesivamente con otros casos.

El presidente Macron impuso la idea –errónea y peligrosa– de que estamos viviendo una guerra. Se trata de una mentalidad militarista, beligerante y armamentista. Muchos otros gobiernos se subieron en esa interpretación, generando entre la población zozobra, estrés y desasosiego. Y entonces manejan la crisis sanitaria con medidas eminentemente militares: policía, ejército, y demás.

En contraste, el gobierno alemán enfrentó la crisis con una actitud perfectamente diferente: esta crisis saca a relucir la capacidad de humanidad que tenemos los gobiernos y los ciudadanos. Así, mientras que la actitud de Francia se enfoca en la enfermedad, la actitud de Alemania se concentra en salud y en vida. Dos cosas diametralmente diferentes. Y lo que está exactamente de por medio son dos interpretaciones distintas de la estadística, y lo que sigue de ella.
Estadística, ética y política

El manejo de la información de la crisis del covid-19 tiene muchos elementos por delante y por detrás. Uno de los más evidentes es que el manejo de las cifras da a entender la fortaleza del sistema sanitario de un país, y por tanto, la importancia de las políticas sociales. Políticas corporativas contra políticas sociales. En Colombia impera ampliamente una política corporativa, esto es, de beneficio al sector bancario y al gran capital, industrial y comercial.

De ahí que desde el punto de vista educativo sea necesaria una buena formación de la población en estadística, y en sus matices, variantes y complicaciones. Una democracia diferente pasa por la apropiación de las herramientas de la estadística y la capacidad de apropiación social crítica de la misma; específicamente en tiempos y contextos de una fuerte asimetría de información. Que es lo que impera, ampliamente, en América Latina. Así como la economía no puede quedar en manos de los economistas únicamente, asimismo, la estadística debe ser un bien común; en esto, los colegios, las universidades y las Ongs deben poder cumplir un papel mediador fundamental.

Es claro, por tanto, que la información debe ser un bien común para todos. Precisamente por esto los grandes poderes persiguen o tratan de cooptar o de infiltrar a movimientos como Wikileaks, Anonymous, el movimiento de Hacker Ético, y muchos más. Una democracia diferente pasa medularmente por una apropiación social de datos e información. Esto se denomina acceso abierto a la información y los datos. Esta es una exigencia de tipo al mismo tiempo educativo, ético, epistemológico y político.

Este es el ideal, pero no ocurre así, aunque es evidente que no es posible engañar más a la sociedad con cifras adornadas y falsas: lo que está en juego es la salud y la vida: y con eso no se puede jugar. Y manifiestamente, no se trata de una guerra; por el contrario, las crisis sacan a relucir quiénes son efectivamente éticos, humanitarios y solidarios, y quiénes egoístas, alarmistas y enfermizos. Saldremos de esta crisis con profundos aprendizajes que, verosímilmente, podrán cambiar las relaciones de poder y las relaciones sociales globalmente. Mientras tanto, cuidado de la vida y mucha precaución ante quienes pretenden engañar y desinformar.

No en última instancia, hay que subrayar lo siguiente: alrededor de todos los casos de infección sólo el 5 por ciento son considerados graves, entran a las UCIs, y son entubados o no. Y de ellos, sólo el 1 por ciento fallece. Hay, de lejos, más vida que muerte.

Los orígenes de una ciencia de control

En los comienzos de la Modernidad Galileo decía que el lenguaje de la naturaleza son las matemáticas; y entonces lo que quería decir es que la naturaleza nos habla en la forma de triángulos, círculos, cuadrados o rectángulos, por ejemplo. No de cifras y relaciones de cifras. En su época no se habían descubierto o inventado algunos de los signos más básicos de la aritmética, como: x, ÷, ±, ≠, ≤, ≥, por ejemplo.

La estadística es hoy el lenguaje de las ciencias, o también, el lenguaje que por excelencia usa la ciencia en general para comunicarse con otras ciencias y disciplinas, y para comunicarse con el mundo. La estadística tiene tres orígenes distintos:

En el siglo IX en Inglaterra comienzan a llevarse cuentas en los Counties ingleses (County; condado) que van a generar la contabilidad (accountability). Se empiezan a registrar datos básicos como nacimientos y decesos. Posteriormente se registran matrimonios, inmigrantes, y finalmente bienes y posesiones. Esto va a dar lugar a la estadística descriptiva. Se trataba de registros con vistas a fines de gobierno y como fundamento de todo el derecho civil. Hay que recordar que durante mucho tiempo, el fundamento de la vida social y política fue el derecho civil. Sólo, mucho más tarde, muy recientemente, el derecho constitucional desplaza al derecho civil y se erige en fundamental para la vida política. El derecho constitucional se funda en la Carta Magna o la Constitución de las Repúblicas. La estadística, así, se funda en censos (poblacionales).

El segundo origen tiene que ver con los juegos de azar, de donde emergen los primeros trabajos sobre probabilidad, por G. Cardano, Pascal y Fermat. El obispo Bayes hace contribuciones importantes –especialmente con el llamado “Teorema de Bayes”, que en ciencia política y economía es tan bien acogida, especialmente en contextos de medición. Los juegos de azar ponen al descubierto por primera vez en la modernidad la aleatoriedad, y la probabilidad surge inmediatamente como una forma de controlar y reducir el azar.

El tercer origen es la mecánica estadística, un área de la física consistente en deducir los comportamientos macroscópicos a partir de las partículas que los componen y sus interacciones. Es exactamente en este contexto como emerge la física social con A. Quetelet, quien funda la idea del “hombre promedio” (homme moyen).

En esta historia, numerosos otros nombres deberían ser mencionados, entre ellos Gauss y Pearson, Galton y Poisson, Fischer y Laplace, por ejemplo, entre muchos otros.

En cualquier caso, literalmente, la estadística es una ciencia de control por parte del Estado: Statistik, en alemán, a la que le subyace: Staat, el Estado. La estadística es la forma como el Estado se comunica con sus ciudadanos y con otros poderes, como otros gobiernos, organismos multilaterales y demás.

** No es necesario que exclusivamente haya torturas, masacres, muertes y desapariciones para hablar de violaciones a los derechos humanos. Además, el manejo transparente o no de la información es una flagrante violación de los más fundamentales derechos de los seres humanos.
___________________
Referencias
Ball, Ph., (2004). Critical Mass. How One Thing Leads to Another. New York: Farrar, Straus and Giroux
Cajori, F., (1993). A History of Mathematical Notations. Two Volumes Bound as One. New York: Dover
Crosby, A. W., (1998). La medida de la realidad. La cuantificación y la sociedad occidental, 1250-1600. Barcelona: Crítica
Olstrom, E., (1995). Governing the Commons. The Evolution of Institutions for Collective Action. Cambridge: Cambridge University Press
Paulos, J. A., (2016). El hombre anumérico. Barcelona: Tusquets
Wintour, P., (2020). “Coronavirus: who will be winners and loosers in new world order?”, en: The Guardian, abril 11 (sábado)

Fuente:
Periódico Le Monde diplomatique, edición Colombia Nº199, mayo 2020

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