FMI y BM: ¿humanitarios? // Ayuda de 62 mil millones
Carlos Fernández-Vega
Los pronósticos sobre el deterioro de la economía mundial resultaban más que desagradables desde mucho antes de que el coronavirus apareciera en la marquesina mundial. Uno tras otro, informe tras informe, los organismos financieros internacionales, regionales y nacionales, advertían sobre el continuo debilitamiento (desaceleración sincronizada, le llamaron) de los principales indicadores y la eventual presencia de una nueva crisis global.
Hasta ese momento todo era económico y financiero… hasta que apareció el coronavirus, y el bicho que lo provoca se convirtió en el malo de la película, en el responsable de la desaceleración sincronizada. A partir de allí, los mercados privados –siempre de piel delicada– pusieron el grito en el cielo, promovieron la histeria colectiva y exigieron la inmediata intervención de los gobiernos para contener el deterioro económico-financiero (disfrazado de pandemia), sin que ellos arriesgaran un solo centavo.
Pues bien, una vez más lo lograron (como en la crisis sanitaria de 2009) y los platos rotos se pagarán con dinero público. Para tal efecto, y con máscara de organismos humanitarios, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial armaron un paquete de recursos –provenientes, todos, de las aportaciones gubernamentales de las naciones que los conforman– por 62 mil millones de dólares para hacer frente a los desafíos mundiales relacionados con la epidemia del coronavirus y otorgar apoyo inmediato a las naciones que deben hacer frente a los impactos sanitarios y económicos de este brote mundial.
Para los intereses y urgencias de la mafia financiera internacional, fue ideal el pretexto del coronavirus, y, raudos, sus organismos financieros internacionales actuaron en consecuencia. Ayer, el Comité Monetario y Financiero Internacional del FMI anunció que sus 189 países miembros –México incluido– estamos unidos para hacer frente a los desafíos mundiales relacionados con la epidemia del coronavirus (Covid-19), y hacemos llegar nuestras condolencias a todos los afectados. El impacto económico y financiero también se ha sentido a escala mundial, y eso ha creado incertidumbre y perjudicado las perspectivas a corto plazo.
Por ello, dice, estamos resueltos a proporcionar el apoyo necesario para mitigar el impacto, sobre todo en las personas y los países más vulnerables. Hemos instado al FMI a usar todos los instrumentos de financiamiento a su disposición para ayudar a los países miembros que estén afrontando necesidades. Estamos convencidos de que, trabajando juntos, superaremos el desafío que tenemos ante nosotros y restableceremos el crecimiento y la prosperidad para todos.
De pasadita, la directora-gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, reconoció que en 2020 el crecimiento económico global será inferior al de 2019, cuando el resultado fue famélico, aunque todavía es difícil de predecir la magnitud de la caída. De cualquier suerte, informó que, por ahora y como parte de la emergencia, el organismo a su cargo cuenta con 50 mil millones de dólares (nuestra capacidad alcanza hasta un billón de dólares) para los fines descritos.
A la desinteresada ayuda del FMI (que incluye facilidades para refinanciar deuda) se suma el generoso paquete financiero anunciado por el Banco Mundial: hasta 12 mil millones de dólares de apoyo inmediato para los países que deben hacer frente a los impactos sanitarios y económicos de este brote mundial, que incluye ampliar el acceso a los servicios sanitarios para proteger a la población de la epidemia, mejorar la vigilancia de las enfermedades, impulsar medidas de salud pública y trabajar con el sector privado (con dinero público) a fin de reducir el impacto sobre las economías.
Las rebanadas del pastel
Entonces, si la ayuda viene del FMI y el Banco Mundial, y además la presumen como desinteresada y solidaria, hay que tomar las precauciones del caso –dada la experiencia de nuestros países con estos organismos–, porque con ellos siempre sale más caro el caldo que las albóndigas.