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COLOMBIA EL 21, PARARÁ COMO NUNCA

PARO NACIONAL EL 21 DE NOVIEMBRE
El Paro Nacional del 21 de noviembre va. Desde hace 30 años los gobiernos neoliberales han aplicado en Colombia las recetas impuestas por el FMI, el Banco Mundial, el BID y la OCDE, organismos internacionales dirigidos por Washington para establecer un régimen económico funcional a los intereses del capital financiero y las multinacionales, en contravía al legítimo derecho de alcanzar el desarrollo, el progreso y el bienestar, mientras se condena a millones de personas a la miseria y la exclusión. Han vuelto sistemático el recorte de derechos a través de reformas regresivas en educación, salud, tributarias, laborales y pensionales. El Presidente Iván Duque, junto a sus ministros, altos funcionarios del gobierno y los gremios económicos, ha anunciado en varias ocasiones y en diferentes medios de comunicación, un paquetazo de medidas lesivas a la inmensa mayoría de colombianos, que rechazaremos con el Paro Nacional del 21 de noviembre.
El paquetazo de Duque contiene las reformas laboral, pensional y tributaria, la privatización del aparato productivo del Estado y del sector financiero estatal por medio de la Holding, el tarifazo nacional en favor de Electricaribe, el incumplimiento de los acuerdos con sectores sindicales, sociales y estudiantiles, la restricción del derecho a la protesta social, la eliminación del salario mínimo, y la impunidad total frente a la corrupción. Todos los paquetes van en contra de los intereses de los colombianos, ninguno va a mejorar las ya deterioradas condiciones de vida y de trabajo de las personas, todo lo contrario, profundizarán las desgracias que nos colocan hoy como el cuarto país más desigual de América Latina.
El cese de la violencia y los asesinatos de los líderes sociales, en especial a los indígenas del Cauca, es un clamor nacional, la caída del Ministro de Defensa es una muestra de lo errático del tratamiento del orden público y la ausencia de garantías que protejan a la población civil.  Insistimos en el cumplimiento del Acuerdo de Paz. Es urgente implementar políticas económicas y sociales que mejoren las condiciones de vida y de trabajo de los colombianos, que se proteja el trabajo y la producción nacional industrial y agropecuaria. Se financie adecuadamente la educación y la salud públicas administradas directamente por el Estado.
La mayoría de los colombianos han manifestado su respaldo y participación al Paro Nacional del 21 de noviembre. Con entusiasmo, alegría y decisión marcharemos por las calles de todas las poblaciones del país, de manera pacífica, creativa y en paz. Rechazamos las estigmatizaciones y señalamientos de partidos del gobierno y de los incitadores a la violencia que intentan infundir miedo y terror a la población para que no salga a manifestar su descontento. Exigimos el respeto al derecho a la protesta social y las garantías efectivas para ejercerla de manera pacífica.
Gracias Colombia, gracias por todo el respaldo al Paro Nacional convocado por las centrales obreras y las organizaciones sociales.  Contra el paquetazo de Duque, la OCDE, el FMI y el Banco Mundial, por la vida y la paz, vamos todos al Paro Nacional y a las movilizaciones el 21 de noviembre.
COMITÉ NACIONAL DE PARO






El Paro del 21N y su pliego
¡Que renuncie Duque!



Horacio Duque 





El Paro cívico o laboral o el de la paz, si se quiere, ya es un hecho. Hará sentir su musculo este jueves 21 de noviembre. El mismo se filtro en el alma nacional de los colombianos y ha cobrado la forma de un potente movimiento social con toda su carga transformadora de los problemas que azotan a millones de ciudadanos tanto en la parte laboral, como social, como en la vida de los lideres, como en la seguridad y en la incapacidad gubernativa del actual jefe de la Casa de Nariño.

El Paro tiene belleza con Reina, y sintonía con juglares protestando. No es un acto delirante de la izquierda prehistórica que vive en el desfase crónico. Es toda Colombia volcada en un mismo propósito. Así que no es una correlación de debilidades sino una suma de muchas voluntades en disposición de hondo calado histórico y de poder.

En el paro del jueves hay tanto estrategia como táctica.

No será solo el evento del día 21, es tanto el acumulado que explota en dicha jornada como los sucesos posteriores con los repertorios propios de la acción colectiva. Al efecto hay que recordar la prolongada huelga universitaria del año pasado (2018), hasta que Duque, presionado por la movilización, debió hacer un pacto medianamente adecuado a las demandas universitarias. O retomar la sostenida, por semanas, lucha de la Minga indígena que alcanzo importantes logros no obstante la mezquindad oficial.

El Pliego.

Para el jueves 21 hay un Pliego de demandas referidas al modelo laboral y pensional neoliberal que Duque, en acuerdo con el capitalismo global del FMI, va a imponer “gota a gota” en adelante, aunque ahora lo niegue y se rasgues las vestiduras; es el “modelo chileno” ampliamente repudiado por la ciudadanía de ese país; demandas sobre la efectiva implementación constitucional y legal del Acuerdo de paz con las Farc, que el uribismo ha hecho trizas, con nefastas consecuencias en la vida de cientos de líderes sociales, indígenas y reincorporados de las Farc, sometidos al más espantoso exterminio por parte de grupos neoparamilitares aupados por militares y policías cargados hacia las teorías del enemigo; peticiones para que se frenen los bombardeos asesinos a los niños campesinos por parte de la Fuerza Aérea; exigencias para que se atiendan casi 9 millones de victimas de la violencia, apoyados en simulacro con programas de asistencia efímera, plagados de corrupción protagonizada por las fichas del uribismo y de sus socios liberales; demandas para hacer efectiva la lucha contra la corrupción protagonizada por una elite política venal, cargada de privilegios y en situación de impunidad por la crisis del sistema judicial.

La crisis política y la renuncia de Duque.

Pero conviene anotar que el corazón de la movilización nacional del jueves apunta a la crisis política del régimen uribista del señor Iván Duque y a la formulación de un modelo alternativo de democracia ampliada que garantice la paz entre la comunidad. El desbarajuste institucional del Estado, del gobierno y del sistema de gestión utilizado es la base de la complicación de todos los problemas que azotan a millones de personas, es la base del morbo político que nos trajo el retorno siniestro del uribismo y potencia la protesta cívica.

El ejemplo chileno.

Chile indica la lógica de esta movilización social. Allí hay un repudio en masa del sistema político, de su podrida elite política y la exigencia de una Asamblea constituyente que siente las bases de un nuevo orden político. Ese el resultado de las acciones de masas que se suceden casi todos los días desde el 18 de octubre y que la rosca pinochetista intenta superar con un simulacro que deje todo tal cual esta en favor de la oligarquía empresarial, burocrática y política.

Protesta pacífica.

La protesta del 21 N será pacifica y contra la voluntad del gobierno pues esta ya ha preparado, con lenguajes invertidos, el vandalismo para justificar la acción violenta del Esmad; desde los oscuros laboratorios de la provocación policial están en curso los planes de infiltración de las marchas para apalancar la arremetida sangrienta de los piquetes del Escuadrón anti disturbios, con muertos, heridos y lisiados oculares.

Uribismo cierra filas frente al Paro.

El indicador evidente de lo que será el comportamiento violento del régimen el próximo jueves es el enroque uribista del gabinete presidencial. Los dos nuevos ministros, el de Defensa y la Canciller, indican el mayor empoderamiento de la ultraderecha fascistoide, narco y parapolítico del actual régimen. El uribismo retardatario y delirante ha cerrado filas para arremeter con toda, a la manera como ocurre hoy con el golpe de estado bíblico y policial de Bolivia, y aplastar el justo movimiento ciudadano del jueves 21. Frente al paro, hay una nueva realidad, el uribismo ha copado los lugares neurálgicos del gobierno y el poder.

Como lo sugiere el “pájaro laureanista” Nieto Loaiza “si le toca, el Gobierno: no puede dudar ni por un instante en usar la fuerza necesaria y proporcional (como lo ejecutan en Bolivia y Chile) si lo obligan a ello. Si muestra debilidad, se lo tragan los acontecimientos” (Ver https://bit.ly/2KuIceG ).

El paro lo va a lidiar una Derecha endurecida y una ultraderecha haciendo demagogia con el tema laboral y pensional.

Los retos del Paro.

El reto, obviamente, para las fuerzas progresistas y los lideres del Paro, es más nervio político, más cohesión, más organización y más capacidad argumentativa para interpelar el sentido común del pueblo.

Así que lo esencial del Paro del 21 N es la negociación del Pliego de demandas que Duque y su rosca ignoran olímpicamente.

Hay que exigir en la calle, en la huelga, en la toma de vías, en las manifestaciones, que se organice la Mesa de negociaciones y que se definan acuerdos puntuales en todos los temas planteados. Especialmente en el de la paz.

Que se vaya Duque.

Es probable que la huelga general proyectada llegue hasta el tema de la renuncia del señor Iván Duque de su actual cargo dada su evidente incompetencia y complicidad criminal con el asesinato de niños campesinos en los bombardeos de la Fac y con el exterminio de cientos de líderes sociales. Esto no se debe descartar si miramos el repudio ciudadano recogido en las encuestas de opinión, casi el 70% desaprueba su gobierno. A la misma conclusión llegaron los chilenos y al día de hoy es una de las principales demandas de los ciudadanos golpeados por la brutal violencia de carabineros que ha dejado mas de 30 muertos y más de 200 jóvenes ciegos por el efecto letal de los perdigones.

En el paro del jueves están en juego muchos sueños de los colombianos que han mostrado disposición y voluntad para derribar el muro de la dominación oligárquica de la parapolítica fascista y violenta del uribismo.

Vamos todos al Paro.

Fuente:


2. La preparación del Paro del 21 de Noviembre avanza a paso agigantado en Colombia.


Colombia. El paro del 21 de noviembre, una bola de nieve

Colombia se prepara para una movilización sin precedentes en los últimos 30 años.



Por Fernando Alexis Jiménez 



“De las aguas mansas, líbrame Dios”, solía repetir mi bisabuelo Angelino Barco en sus múltiples tertulias mañaneras con contemporáneos al compartir las noticias que llegaban con una semana de atraso, provenientes de Bogotá.

Se refería al día en que los habitantes de Vijes, el macondo del Valle del Cauca, se emberracaran por las injusticias de que eran objeto o por la explotación a los mineros de la cal.

Y ese día llegó cuando una empresa gubernamental construyó una planta de tratamiento y pretendió cobrarles el agua a precio de whisky extranjero, con estampillado y todo.

Voló pintura al zarzo. Hasta doña Alicia Suárez, la partera del pueblo, serena y rezandera, participó de la revuelta que terminó con la desconexión masiva de contadores. Con tremenda inconformidad, el eterno fontanero, don Rogelio Cobo, se persignó y le dijo a su familia: “Esto se va prender y no quiero ser yo quien tenga que apagarlo.” Y no se asomó en esas largas jornadas en las que todos en el pueblo arrancaron los medidores de agua como expresión de protesta.

Lo que comenzó como un comentario al calor del café con pandebono al caer la tarde, se convirtió en un tsunami incontenible. “No podemos aguantar más esos precios tan altos por tomarnos un vaso con agua. Antes era gratis”, decían.

Después de una larga negociación, que incluyó un cabildo abierto con toda la población y que —dicho sea de paso— rompió los esquemas en un pueblo tradicionalmente godo y tranquilo como Vijes, se entró a concertar una nueva tabla de tarifas, mucho más justas. La emberracada sirvió de mucho. El incidente se ha repetido tantas veces, adicionándole cada vez un nuevo ingrediente, que ya perdió sus visos originales y se ha convertido en leyenda.

La primavera latinoaméricana

Con el paro nacional, programado para el 21 de noviembre, todo apunta a que será el momento en que los emberracados de Colombia salgan a protestar. La gota que rebosa el vaso ya cayó con la carga tributaria que pese a que la tumbó la Corte Constitucional, volvió a ser presentada así como las reformas laboral y pensional que se avecinan —por instrucciones de la OCDE y del BID—, pese a que el gobierno nacional se empecine en negarlo para bajarle presión a la jornada.

Me parece escuchar a mi bisabuelo: “De las aguas mansas, líbrame Dios”. La indiferencia que por años caracterizó a nuestros compatriotas, pareciera que ha comenzado a ceder y lo más probable es que veamos a millares de personas en las calles.

Y como en el cuento Algo muy grave va a suceder en este pueblo, de Gabriel García Márquez, los alcances de la movilización han corrido de voz en voz hasta el punto que el presidente Duque y la ministra del trabajo, debieron recular y salir a desestimar que se vayan a producir reformas. Otra cosa se anticipaba hace dos meses, cuando se les anunciaba triunfalistas hablando de ajustes para que Colombia fuera viable fiscalmente.

Después de ver lo que está pasando como consecuencia de la Primavera Latinoamericana (Honduras, Ecuador y Chile, entre otros ejemplos de movilización masiva) temen que en Colombia la protesta termine encendiendo las chispas de una jornada indefinida. Personalmente lo dudo, aunque podría ser.

Las razones del temor

Duque y sus ministros tienen temor porque el pueblo está berraco. Todas las expresiones populares coinciden en un punto: en el país hay un desgobierno absoluto encabezado por el titiritero Uribe y el títere que todos saben quién es pero que por pacatería omiten su nombre; un gabinete ministerial que no está a la altura de las realidades del país; un ministro de hacienda que ve todo fácil desde su perspectiva de riquito vida-buena; el asesinato de líderes sociales que no cesa, y el conjunto de problemas que se ha convertido en una olla a presión a punto de explotar con el mismo ruido seco y atronador de las papas que tiran algunos estudiantes en las manifestaciones.

El ejecutivo, por supuesto, ha hecho acopio de muchas estratagemas. Pero no salió tan buen mentiroso como su mentor, el presidente eterno, quien le ganó a Spielberg montando películas taquilleras a su conveniencia.

Ahora pretende deslegitimar el paro del 21 de noviembre, aduciendo la existencia de propósitos oscuros orquestados por los organizadores, y la presencia en Colombia de terroristas provenientes de Venezuela, Cuba, Chile y Ecuador. Lo curioso es que no menciona a los golpistas de derecha de Bolivia.

Sea cual fuera la estrategia que utilicen en esta última semana, lo cierto es que sobresalen dos hechos: el gobierno y las agremiaciones que manipulan al país están dominadas por el temor, y en segundo lugar, el paro del 21 se está convirtiendo en una bola de nieve. Y como diría mi bisabuelo Angelino: “De las aguas mansas, líbrame Dios”.

Fernando Alexis Jiménez | @misnitasdeldia

Fuente: 
https://kaosenlared.net/colombia-el-paro-del-21-de-noviembre-una-bola-de-nieve/
21 N.

3. Colombia parará como nunca



¿Acaso el miedo que quiere generar el gobierno va a impedir que los colombianos el 21N exijan un salario mínimo digno, o que sectores sociales exijan el cumplimiento de compromisos adquiridos?



Pablo Nariño

La sociedad en general debe imponer el orden y frenar el desconcierto, “Lo que para unos es comida, para otros es amargo veneno” decía Lucrecio, y por eso el llamado al orden que hacen los pueblos, es caos para las élites.

Es extravagante, que en medio de la repulsión social generalizada contra el uribismo, del rechazo de casi el 70 % de los colombianos a la gestión presidencial, en un escenario de incesantes asesinatos de líderes indígenas en el país, 198 desde 2016 en todo el país, 134 en el actual gobierno, pero también en medio de asesinatos de líderes sociales más de 200 durante el 2019 y más de 800 desde el 2016, de asesinatos de exguerrilleros reincorporados que confiaron en la palabra del Estado colombiano; 170 desde la firma del acuerdo de paz. Es insólito que agobiado como está el país de hechos matutinos donde niños y adolescentes son aplastados por bombas que dejan cráteres de 12 metros, de otros más fusilados, o perseguidos con drones y perros amaestrados para luego rematarlos por parte de miembros del ejército nacional, que en medio de dolosos homenajes presidenciales dedicados vanidosamente a los responsables de dichas operaciones, dadas a conocer en su momento como impecables. Que en un país aturdido de denuncias como la de los hechos cometidos por el coronel Jorge Armando Pérez Amézquita, quien ordenó matar un civil y a quien por WhatsApp un subordinado le confirma con un áspero: “Mi coronel ya lo maté”, refiriéndose al asesinato y suplició del reinsertado de Farc Dimar Torres. Es inaudito que en medio de hechos como la tortura y asesinato a sangre fría de Flower Jaír Trompeta campesino defensor de DDHH en Caloto, a manos del ejército, o que en medio de una democracia electoral descompuesta donde hay candidatos en la cárcel, o con brazaletes electrónicos, por corruptos y otros delitos electorales, en medio de un país en guerra y en guerra sucia, donde para esa élite que gobierna, hablar de paz se convirtió en delito, y exigir paz con justicia social en terrorismo, y donde estructuras encubiertas como las Águilas Negras amenazan por doquier. Es extravagante que en medio de este sombrío y cotidiano paisaje; salga el presidente Duque, en referencia al paro nacional del próximo 21 de noviembre, a decir: “Hay un plan para desestabilizar al gobierno”.

Duque, quien resultó ser un fiasco en “cercos”, se ha empeñado en otra absurda tarea; cercar el paro del próximo 21 de noviembre negando las irrebatibles razones que mueven y conmueven a los colombianos a sumarse a las movilizaciones,- y mientras hoy niega sus más recientes anuncios- frenético tramita, y ruega apoyo para su segunda ley de financiamiento para cumplirle al FMI.

Y es que las respuestas del gobierno a la crisis son espeluznantes; como reacción a los hechos del bombardeo donde el ejército masacró a más de 8 niños y jóvenes en jurisdicción de San Vicente del Caguán - Caquetá, Iván Duque hace un sentido homenaje a su principal responsable, y ni una sola sílaba dirigida a las víctimas. Respecto al genocidio contra los indígenas, responde con el anuncio del despliegue de 2.500 hombres más del Ejército en el Cauca.

Por su parte la Vicepresidenta Martha Lucía Ramírez, ex asesora del Grupo Aval, y quien sino hubiese sido por el fallo del tribunal de arbitramento sobre la corrupción del Consorcio Ruta del Sol 2 y de sus socios, Odebrecht y Corficolombiana Aval; nos hubiera hecho pagar a los colombianos 1,2 billones de pesos para los bancos y con el fin de menguar la deuda de Sarmiento Angulo; amenaza hoy con fumigar los territorios indígenas.

El país ya está incendiado y los colombianos deben despertar o levantarse para evitar que sea incinerado por la élite corrupta.

Duque intenta hacer ver las protestas del próximo 21N, como una retaliación de la oposición electoral que perdió en las elecciones presidenciales con él, eludiendo la realidad sombría que viven los colombianos, y mostrando (más allá de coyunturales alianzas tácticas) a las organizaciones sociales, populares, sectoriales, cívicas, campesinas, indígenas, estudiantiles, sindicales, etc., como apéndices de partidos políticos electorales, obviando su autonomía y la historia de sus reivindicaciones, las cuales desbordan en varios aspectos las plataformas electorales de los partidos de oposición. Se soslaya la contribución, el aporte en vidas, la claridad natural y el alcance reivindicativo de las organizaciones sociales, procurando infructuosamente con ello estrechar sus límites políticos, al nivel de las tibias vallas de los “independientes” o de las propuestas del progresismo liberal, con el propósito de restarle profundidad y extensión y para que los sectores que no votan, es decir la mayoría de los colombianos aptos para votar, se marginen de un espacio legítimo e incuestionable de participación democrática no electoral, como lo es la protesta social.

La otra estrategia contra las movilizaciones sociales, es el buscar generar miedo en el pueblo. Una campaña de amenazas directas y soterradas se ha desatado; el Centro Democrático, Iván Duque, Lafaurie y toda la fauna terrateniente, conservadora y fascista que habita el país, junto a las amenazas de grupos de choque y estructuras paramilitares; señalan las movilizaciones y protestas sociales, de estar infiltradas por agentes extranjeros.

Pero el mundo ha ido conociendo que es en Colombia desde donde se conspira contra países vecinos, el gobierno Duque participa de planes desestabilizadores en la región, como contra Venezuela, impulsa la desestabilización de la frontera, propicia, o como mínimo permite el accionar conjunto de estructuras armadas paramilitares como los Rastrojos y sectores de la fuerza pública, al tiempo que promociona y conspira con gobiernos paralelos en territorio colombiano.

Hace pocos días Romina Guadalupe, diplomática boliviana, denunció que "guarimberos" colombianos (paramilitares) “fueron utilizados para filtrar las protestas en Bolivia con prácticas fascistas”, con el fin de facilitar el primer golpe militar en Latino América en el siglo XXI, contra el reelecto presidente de Bolivia Evo Morales.

Lo cierto es que el régimen colombiano arde ya por dentro y en sus relaciones exteriores pretende calcinar a otros, cumpliendo de manera estricta la agenda impuesta por Trump. Holmes Trujillo quien perdió toda autoridad y credibilidad internacional como canciller, fue removido (aprovechando el descabezamiento de Botero) y situado como nuevo ministro de defensa para continuar desde allí sus peligrosas provocaciones contra Venezuela, al servicio de Philip S. Goldberg, embajador de los EE.UU en Colombia, y profundizar el cerco militar contra la sociedad colombiana.

La protesta social es un derecho constitucional, pero el establecimiento siempre lo ha señalado, reprimido, y prohibido. Protesta si pero por el andén, y los gases lacrimógenos y las balas llegan a los andenes, protesta sí, pero pacífica, pero la policía se infiltra y genera actos de vandalismo y de saboteo para justificar la represión, desacreditar la protesta social y darle tratamiento de guerra. El régimen crea los mecanismos para incentivar la violencia, la pregunta es: ¿Qué debe entonces hacer el pueblo? ¿Callarse, detenerse?, ¿No rechazar la destrucción de la estabilidad laboral, o la eliminación de la pensión como derecho, la privatización de las empresas del Estado, no oponerse a una corrupción que en Colombia asciende a los 50 billones al año, no rechazar la rebaja de los impuestos a las multinacionales y empresas y más impuestos para la clase media y los trabajadores? ¿Acaso el miedo que quiere generar el gobierno Duque, va a impedir que los colombianos este 21 de noviembre exijan un salario mínimo digno, o que sectores sociales exijan el cumplimiento de compromisos adquiridos con ellos? La situación es tal que la campaña de miedo emprendida por el gobierno, demuestra su propio miedo, lo que no evitará que los colombianos marchen el 21N, exigiendo, además, su derecho legítimo a la protesta y el fin del terrorismo de Estado.

Este 21 de noviembre, los colombianos, debemos estar atentos y denunciar, confrontar y aislar la violencia del Estado. El partido de gobierno y el presidente Duque han hecho en varias oportunidades públicos llamados para protestar contra las decisiones de la justicia, y contra el ya casi extinto proceso de paz; esta vez es el pueblo quien muy justificadamente se movilizará de manera contundente, y como aseguró recientemente un dirigente sindical: “Colombia parará como nunca”.

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