Ante la desigualdad, organización juvenil
Por Fabiana Salgado
La desigual división de la riqueza a nivel global, nos sitúa en el patio trasero del mundo. Habitamos en un continente que tiene sus dueños regados por el globo, de forma injusta y sin nuestro consentimiento, se dividen las tierras latinoamericanas bajo la excusa del desarrollo y la libertad. Somos testigos de una barbarie, un […]
La desigual división de la riqueza a nivel global, nos sitúa en el patio trasero del mundo. Habitamos en un continente que tiene sus dueños regados por el globo, de forma injusta y sin nuestro consentimiento, se dividen las tierras latinoamericanas bajo la excusa del desarrollo y la libertad.
Somos testigos de una barbarie, un testimonio andante que lleva a sus espaldas la riqueza de una clase social explotadora que nos sacude los bolsillos y bebe de nuestras fuerzas. Los ojos latinoamericanos cuentan la historia del saqueo, la dominación y la pobreza; del campo y la montaña, de una vida guiada a trabajar por el progreso ajeno.
Entre tanto, nuestra cultura e identidad se esfuman frente a la oleada de neofascismo que nos ataca. Esta vez representada en diferentes cuerpos que se prestan para jugar las cartas del juego impropio, respondiendo a intereses oscuros, avaros y sangrientos. Sin darnos cuenta, otros han ganado gracias a que nosotros perdimos, es la realidad la que golpea nuestras caras día a día y nos hace sentir las consecuencias de la derrota.
Salvo algunos casos extraordinarios y dignos, Latinoamérica está con las venas rotas y su sangre en las bocas de los peces gordos del mundo.
Colombia no está fuera de las garras del capital, hace más de 200 años vive una dictadura liderada por un grupo de familias reducido. Tenemos tatuada una guerra interna que impregna al país de melancolía. Nuestras tierras fértiles se encuentran, en gran medida, en manos de grandes empresarios, políticos y banqueros, mientras los campesinos son ahogados por los altos precios de producción, las paupérrimas ganancias, el despojo y el olvido.
Nuestro sistema educativo es una competencia en la que el dinero es más importante que el desarrollo científico o la investigación. La salud está condenada a un desequilibrado sistema ineficaz. Son pocos los que tienen derecho a hacer uso de centros y entidades que velen por su bienestar. El nivel de desempleo crece a la par con el hambre. Las ventas informales, a pesar de ser castigadas, son la manutención del 48,5% de colombianos. El acceso al arte, deporte y cultura está supeditado al dinero, los pueblos no tienen tiempo ni dinero para disfrutar de esta necesidad, están ocupadas sobreviviendo.
Entre este caos, existe una parte de la población que, de manera aguda, sufre las decisiones históricas erradas y los pasos de un futuro en construcción. Son los jóvenes quienes están sometidos a las consecuencias de la violencia y la desigualdad, sobre todo porque son ellos quienes reciben un país dañado y los que deben tomar las riendas del porvenir.
Es por esto que escenarios como la Escuela de Comunicación Michael Jean y demás proyectos populares liderados por jóvenes, son esenciales para la creación de un nuevo modelo de relaciones sociales, basado en la comunidad y el respeto al territorio.
Son estas experiencias las que confirman la necesidad de la organización juvenil y la concienciación de la responsabilidad que se tiene con el presente, además de demostrar las necesidades a las que se enfrentan los hijos del país.
Esto también nos lleva a reflexionar sobre la guerra de cuarta generación que estamos enfrentando y cómo los jóvenes toman papel en ella. Por medio de la escuela y el trabajo comunitario, jóvenes de barrios populares, tuvieron la oportunidad de crear conocimientos colectivos y herramientas para informar acerca de su cotidianidad y hacerle frente a la responsabilidad de acceder a lo que el Estado les niega.
Es decir, a pesar del límite que se impone, los jóvenes no se resignan a aceptar las inconformidades como una fuerza oscura y maligna que nos ataca, sino como un resultado de la codicia del hombre, al que se debe responder con propuestas alternativas que promuevan la justicia, equidad y transformación social, que abran las puertas a un país libre de saqueo, explotación y dominación, capaz de tomar sus decisiones y respetar sus bienes naturales.
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La autora del texto es parte de la Asociación Nacional de Jóvenes y Estudiantes del Colombia – Seccional Facatativá