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A 230 AÑOS, TOMA DE LA BASTILLA, SIGUE COMO PUNTO DE PARTIDA DE UNA NUEVA SOCIEDAD


1. La Toma de la Bastilla, el punto de partida de una nueva sociedad



Fernando Del Corro

El 14 de julio de 1789, 230 años atrás, el pueblo de París se sublevó contra el orden monárquico establecido. Es lo que se conoce como “La Toma de la Bastilla”. A partir de entonces se inició un proceso de cambio que modificó a futuro, con avances y retrocesos, la sociedad mundial hasta nuestros días. El proceso revolucionario francés en el que tuvieron influencias los recién nacidos 13 estados fundadores de lo que hoy son los Estados Unidos de América se fue expandiendo, complicó a los imperios de la época, como británicos y españoles, y facilitó la descolonización de América Latina.

Con tal motivo el 14 de julio de todos los años se conmemora el “Día Nacional de Francia” instituido en 1880 durante la presidencia de Paul-Jules Grévy, opuesto a una nueva guerra contra Alemania tras la derrota de 1870, quién estableció la enseñanza obligatoria entre los 6 y los 13 años, al tiempo que redujo el poder de la Iglesia Católica con hechos como la expulsión de los jesuitas del territorio nacional y la legalización del divorcio. Dicha celebración se enmarca en el “Día de la Federación” que los revolucionarios de 1789 festejaron el 14 de julio de 1790 en el “Campo de Marte” al cumplirse el primer año de “La Toma de la Bastilla”.

Entre 1793 y 1803 se había conmemorado la “Fiesta de la Fundación de la República” el primero de vendimiario, el primer mes del año republicano francés, coincidente con la llegada de la primavera. En simultáneo se había dejado de celebrar el “Día de San Luis”, nombre de numerosos reyes franceses, mientras que a partir de un decreto del propio Napoleón Bonaparte del 19 de febrero de 1806 se instituto la fecha del 15 de agosto como la de “Saint Napoleón” en tanto que a partir del 18 de mayo de 1804, tras autoproclamarse emperador, se prohibieron los festejos del 14 de julio sólo rescatables en la clandestinidad hasta 1848.

Las idas y vueltas en los festejos franceses siguieron durante todo el Siglo XIX. En 1849 pasó a ser fiesta nacional el 4 de mayo en virtud de la proclamación de la Segunda República por la Asamblea Nacional Constituyente pero en 1852 Luis Bonaparte, Napoleón III, restauró la de “Saint Napoleón” a la que se le dio particular importancia, de claro contenido nacionalista y con grandes desfiles militares a partir de la derrota sufrida en 1870 en la Guerra Franco-Prusiana. En 1878, a raíz de la Exposición Universal, se dio particular importancia a una fiesta nacional realizada el 30 de junio, la que fue inmortalizada por los célebres cuadros de Claude Monet (La Rue Montorgueil á Paris) y de Edouard Manet (La Rue Mosnier aux drapeaux).

Al instaurarse la Tercera República en 1879 apareció la necesidad de establecer una fecha nacional que simbolizara ese concepto y así fue como Benjamín Raspail, diputado por el departamento del Sena, el 21 de mayo de 1880, presentó el proyecto de ley para declarar fiesta nacional el 14 de julio, el que fue promulgado el 6 de julio tras haberse logrado el consenso necesario entre todos los republicanos aunque hubo quienes consideraban que “La Toma de la Bastilla” había dado lugar a un hecho muy sangriento. El proyecto fue firmado por 64 diputados y aprobado por la Asamblea Nacional el 8 de junio y por el Senado el 29 de junio. Para lograr el acuerdo entre los republicanos se usó, frente al rechazo por el día sangriento, enfatizar acerca de la gran fiesta que se realizara un año después, el 14 de julio de 1790, con una enorme participación del pueblo francés en la llamada “Fiesta de la Federación” por el apoyo dado a los parisinos desde diferentes regiones del país. Fue importante su sanción para terminar de definir derechas e izquierdas en la política ya que los diputados agrupados a la diestra fueron los que marcaron su oposición y los de la siniestra los que lograron su aprobación.

Nacimiento del proteccionista Julio César

La Bastilla era un fuerte medioeval en el que se custodiaban prisioneros, sobre todo de tipo político. El día de la revuelta popular había siete de ellos que fueron liberados. De hecho la toma por parte del pueblo implicó el punto de partida de la Revolución Francesa y el fin del Antiguo Régimen. El hecho provocó una gran conmoción en buena parte de Europa gobernada bajo formas autoritarias como la Rusia de los zares, por entonces liderada por Catalina II, llamada “La Grande”, la que expandió y occidentalizó el país pero a quién la Revolución Francesa exacerbó los problemas que ya tenía con la intelectualidad como sucediera en otros países incluyendo a futuros libertadores americanos.

Como resultado sangriento de la victoria del pueblo parisino se contaron 98 muertos y 73 heridos entre los alrededor del millar de revolucionarios liderados por Pierre-Augustin Hulin y Camile Desmolins y siete muertos entre el centenar de soldados conducidos por Bernard-René de Launay, príncipe de Lambésc quién contó con 30 piezas de artillería contra solamente dos de los alzados.

Durante décadas la Bastilla había sido una cárcel usada por los reyes para sus arbitrariedades y que tenía un elevado costo de mantenimiento por lo que el financista suizo Jacques Necker, quién hacía las veces de ministro de hacienda del rey Luis XVI tenía previsto destruirla y cuya destitución fue uno de los desencadenantes de la toma. A la hora del asalto popular se encontraban presos allí el enfermo mental Auguste Tavernier, un noble que había cometido un incesto, cuatro falsificadores y como preso político a un cómplice en el intento de asesinato del rey Luis XV organizado Robert Francois Damiens, luego torturado y ejecutado.

De hecho la Bastilla había perdido hacía mucho su función carcelaria que le había dado durante el Siglo XVII el entonces secretario de Estado Armand Jean du Plessis, el famoso cardenal Richelieu de las novelas de Alejandro Dumas. Por lo tanto esa imagen de terrible prisión a la que iban a parar las víctimas del despotismo monárquico ya había perdido mucho sentido. Sin embargo, su toma por los patriotas que terminaron destituyendo la monarquía tuvo y conserva un gran valor simbólico como expresión de las luchas de los pueblos por sus derechos.
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- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Fuentes: 

https://www.blogger.com/blogger.g?tab=mj&blogID=1399589182669067293#editor/target=post;postID=1878904521114791218



2. La toma de la Bastilla

Fue la fortaleza que simbolizó el éxito del mito revolucionario en Francia. Este lugar, representante de la libertad y la lucha contra las desigualdades sociales, es hoy en día testigo de las protestas de los ‘chalecos amarillos’

UN REPORTAJE DE JON ARTABE - 


Thomas Jefferson dijo que cada generación necesita una nueva revolución. En pocos lugares del mundo tiene más sentido esa afirmación que en Francia. Su historia está plagada de revoluciones, entre ellas la más famosa, la Revolución Francesa, que celebró ayer 14 de julio los 230 años de uno de sus grandes episodios, la toma de la Bastilla.

A finales de 2018, en el año que conmemoraba el 50º aniversario de otro hito revolucionario de Francia, Mayo del 68, la actual plaza de la Bastilla fue testigo de una nueva oleada de protestas. Los chalecos amarilloshan tenido en jaque al gobierno de Macron hasta bien entrado 2019. Tomar de nuevo la Bastilla ha sido uno de sus lemas más coreados, lo cual demuestra que lo ocurrido aquel 14 de julio de 1789 sigue alimentando el imaginario político de los franceses incluso hoy.

La toma de la Bastilla no fue el inicio de la Revolución Francesa. Sus orígenes se remontan a años anteriores. La Revolución americana de 1765 fue uno de sus grandes inspiradores. El mismo término revolución, que hasta entonces solo se usaba en astronomía, adquirió el significado de cambio político gracias a la rebelión norteamericana. Francia apoyó a los colonos sublevados enviando tropas a luchar junto a los rebeldes contra la corona británica. Aquellos franceses que lucharon en América trajeron aquellas ideas revolucionarias a su país. Pero la aventura americana trajo también otra consecuencia, un enorme agujero económico en las ya maltrechas cuentas de Francia.


Y LLEGÓ LA REVOLUCIÓN

Las arcas francesas llevaban años de déficit desbocado tras décadas de guerras. Luis XVI trató de salvar la situación a través de la recaudación de impuestos. Fueron además años de malas cosechas, por lo que el precio del pan subió enormemente. La situación económica se deterioraba año a año. Todos los estamentos sociales se levantaron frente a los nuevos impuestos. Ante esto el rey trató de buscar una salida convocando los Estados Generales en mayo de 1789. Y allí, el tercer estado, que representaba a las clases populares, se rebeló frente al clero, la nobleza y el rey autoproclamándose asamblea constituyente en junio y redactó una constitución. Eran los primeros pasos de la Revolución Francesa.

Aquel julio, París estaba en estado de ebullición. La primera semana del mes, fecha para el pago de las rentas, coincidió con una fuerte subida del precio del pan que puso en aprietos a la mayoría de los habitantes de la ciudad. Se extendió por París el miedo a que el rey atacase la ciudad para acabar con el nuevo poder de la asamblea. La noticia de que el ministro de finanzas Necker, el hombre al que las clases humildes veían como el salvador de Francia de la bancarrota, había sido destituido por el rey, fue la gota que colmó el vaso.

ESTALLA LA BATALLAAquello fue tomado como un ataque del soberano y la aristocracia al nuevo poder del tercer estado. Para empeorar la situación, Luis XVI había enviado tropas a París, lo que reforzó la idea de un posible ataque del monarca para poner orden en París por la fuerza. El 12 de julio comenzaron los disturbios cuando llegaron las primeras noticias de la destitución de Necker. Varios regimientos fueron enviados a desalojar la plaza Vendôme. Tuvieron que retroceder ante la fuerza organizada de la multitud. Comenzaba la batalla por París.

La Bastilla era algo más que una simple fortaleza militar en la zona este de París. Fue construida en el siglo XIV como defensa contra posibles ataques de los ingleses y convertida, años después, en la cárcel. Pero no fue hasta que el cardenal Richelieu la utilizó como prisión contra los enemigos del Estado cuando se convirtió en un símbolo del despotismo real. Todos los que conspiraban contra los monarcas terminaban con sus huesos en la Bastilla. También los que atacaban el orden moral de la época terminaban recluidos en ella. El marqués de Sade, que salió de ella justo la semana anterior a la toma de la fortaleza, fue uno de sus prisioneros más conocidos.

En 1789, la fortaleza no era más que un recuerdo del despotismo de antaño y estaba proyectada su demolición debido al alto coste de su mantenimiento. Por ello solo había siete prisioneros en aquel momento y ninguno de ellos había sido encarcelado por conspirador. La literatura había convertido a la Bastilla en el símbolo máximo de la represión del rey contra el pueblo, pero en aquellos momentos la Bastilla no era más que otra carga económica para el Estado. El hecho de que aquel 14 de julio fuese lo único que quedaba del poder de Luis XVI en París lo convirtió en el principal objetivo de la ira popular.

EL SITIO DE LA BASTILLA

Aquel 14 de julio unos 1.000 ciudadanos se dirigieron a la fortaleza por la mañana. Pidieron hablar con el alcaide De Launay para que entregase los cañones y las armas que había dentro de la fortaleza a la milicia de París. Esta la repartiría después entre la población. De Launay y sus oficiales se negaron. No podían entregar la fortaleza sin la orden del rey procedente de Versalles. Las negociaciones continuaron durante horas, impacientando más a la multitud que se había congregado.

De entre la multitud, un pequeño grupo se deslizó por el tejado de un edificio contiguo a la fortaleza entrando al patio de la Bastilla. Uno de aquellos hombres logró cortar las cadenas del puente levadizo. Este cayó sobre la muchedumbre, matando a una persona, y los sitiadores intentaron entrar en la fortaleza. Desde dentro se les respondió a tiros. Comenzaba la batalla por tomar la Bastilla.

Los soldados del interior no se rendían. Unos 80 soldados veteranos, que ya no servían para el ejército, junto a una treintena de granaderos suizos repelieron a la muchedumbre. La milicia popular trajo cañones apuntándolos a las zonas donde los soldados resistían. El alcaide De Launay, ante la desesperada situación y la incapacidad de soportar el sitio, incluso pensó en volar la fortaleza con todos dentro. Alrededor de las cinco de la tarde, tras varias horas de combate, el alcaide agitaba un pañuelo blanco. No había posibilidad para los sitiados. La fortaleza se rendía.

Unas 100 personas murieron tratando de tomar la Bastilla. De los guardianes de la fortaleza solo fallecería uno durante el combate, pero algunos perecieron linchados tras ser apresados. El alcaide pagó la ira de los ciudadanos por las muertes que se produjeron durante el asedio. De Launay fue herido a cuchillo y bayoneta, y rematado con una pistola. Su cabeza fue expuesta sobre una pica. El símbolo de la opresión del rey había caído y comenzaba la leyenda de la Bastilla.

Hubo dudas sobre cuál debía ser su destino, si demolerlo o utilizarlo con fines militares. Al final se demolió. Había que hacer desaparecer el gran símbolo del poder de la realeza. En su lugar se colocó durante un tiempo un gran altar.

SÍMBOLO DE LIBERTAD

Los objetos y restos de la fortaleza se convirtieron en reliquias para los revolucionarios. Incluso se tallaron pequeñas maquetas de la Bastilla con las piedras de sus ruinas que fueron enviadas por toda Francia para su exhibición. Se redactó una lista con los nombres de los casi 1.000 ciudadanos que participaron en la toma con el fin de que sus nombres pasaran a la posteridad.

El historiador Jean Clemént Martin dirá que “una cosa es indiscutible: la toma de la Bastilla es la primera tentativa de detener la decadencia en la que está sumida el país”. Con ella la Asamblea Nacional se legitimó y se puso en duda al antiguo régimen. París se había impuesto a Versalles. Como explica Simon Schama, la Bastilla “confirió forma e imagen a todos los vicios contra los que la Revolución se había declarado”. Un mito revolucionario cuyo poder evocador continúa hoy.

Este 2019 la plaza de la Bastilla se ha teñido de amarillo. Ha sido el lugar elegido para terminar las manifestaciones de los chalecos amarillosen sus sábados de protesta. Una nueva revolución ha tratado de tomar la Bastilla, echando un pulso al Gobierno Macron. El presidente francés ha sobrevivido gracias a su Gran Debate y a las nuevas reformas. La marea amarilla ha bajado y la Bastilla no ha sido tomada como pretendían. Pero ha demostrado que en Francia el mito de la revolución sigue aún vivo y que la Bastilla se puede volver a tomar hoy de nuevo…

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