En el libro se puede entender por qué Marx es un gigante del pensamiento, con una influencia que ha sobrepasado fronteras, tiempos y las barreras del idioma.
Vigencia de Marx
En el libro se abordan diez de los planteamientos más criticados, incomprendidos o polémicos del teórico de Tréveris (Alemania).
Genaro Rodríguez Navarrete
Ha empezado a circular la primera edición mexicana del libro Por qué Marx tenía razón de Terry Eagleton (Editorial Ariel, octubre de 2018). Desde 2011 apareció la versión original en inglés bajo el sello de la Universidad de Yale. Su traducción al español a cargo de Ediciones Península (Barcelona, España) data de 2015. El libro fue bien recibido por la crítica, tal como se espera ahora con este nuevo tiraje.
La obra del reconocido escritor británico es a todas luces recomendable porque permite un acercamiento al pensamiento de Karl Marx −en el bicentenario de su natalicio−, desde una mirada desprejuiciada, a veces crítica y por momentos, con cierta dosis de buen humor.
En términos comparativos se expone que así como Newton descubrió la ley de gravedad, Freud el inconsciente, Marx desveló el funcionamiento del modo capitalista de producción.
Terry Eagleton
Por qué Marx tenía razón.
Traducción de Albino Santos Mosquera.
Editorial Ariel.
México.
Octubre de 2018.
250 páginas.
En el libro se abordan diez de los planteamientos más criticados, incomprendidos o polémicos del teórico de Tréveris (Alemania).
Se examina, por ejemplo, si sus postulados incurren en una suerte de determinismo. Ante lo cual, Eagleton niega rotundamente que Marx sea un determinista porque, en principio, su noción de la historia no es teleológica. Además, los modos de producción que describe –sea el primitivo, asiático, esclavista, feudalista, capitalista, socialista o comunista– no se suceden necesariamente uno tras otro, con un patrón inalterable. Las diversas formas de organización entre fuerzas y relaciones productivas podrían coexistir o experimentar múltiples rutas de salida, sin que necesariamente tengan, de manera ineludible, liga alguna frente a etapas previas.
“Lo que moldea el curso de la historia en opinión del autor alemán es la lucha de clases, y las clases no son reductibles a factores meramente económicos”. Las clases sociales “implican costumbres, tradiciones, instituciones sociales, conjuntos de valores y hábitos de pensamiento. Son también fenómenos políticos… Las clases, según parece dar a entender, solo pasan a serlo de verdad cuando adquieren conciencia de sí mismas como tales”.
Sin embargo, se hace notar que las nociones de modo de producción y lucha de clases no son originales del autor de El Capital. Lo realmente significativo es que Marx puso en interacción a ambas ideas “para producir un escenario histórico que resulta ciertamente novedoso”.
Se analiza también el supuesto de si habría defendido un proyecto de carácter utópico. A Marx se le podría considerar un pensador utópico, argumenta Eagleton, “si por ello entendemos que imaginó un futuro que representaría una enorme mejora respecto al presente. Creía en el fin de la escasez material, la propiedad privada, la explotación, las clases sociales y el Estado tal como lo conocemos”.
“La etapa moderna está aquejada por una virulenta forma de utopismo, pero no se llama marxismo”, acota el profesor Eagleton. “Se trata de la creencia delirante en que un único sistema global conocido como libre mercado puede imponerse en las más diversas culturas y economías curando todos sus males”.
Eagleton destaca igualmente que el tema fundamental de la obra marxiana es el disfrute humano. “La vida buena, para él, no es una vida dominada por el trabajo, sino por el tiempo libre. La realización personal en libertad es una forma de “producción”, sí, pero no una producción coactiva. Y el ocio es necesario para que hombres y mujeres dediquen su tiempo a la gestión de sus propios asuntos”.
En este marco, se recuerda que Marx perteneció “a la gran tradición aristotélica para la que la moral no es una cuestión preeminentemente de leyes, deberes, códigos y prohibiciones, sino de cómo vivir del modo más libre, pleno y personalmente satisfactorio. La moral para Marx está relacionada en última instancia con el disfrute personal. Pero como nadie puede vivir en aislamiento, la ética también tiene que implicar política”.
De igual forma, aunque reconocía que era necesario como organismo administrativo, se oponía al Estado. Lo que esperaba ver desaparecer es ese aparato en su faceta de instrumento de violencia que apuntala el gobierno de una clase social dominante sobre el resto de la sociedad. “El Estado que Marx aprobaba era el del gobierno de los ciudadanos sobre sí mismos, y no el de una minoría sobre una mayoría”.
Respecto a la democracia habría dicho que es “algo demasiado precioso como para ser dejado exclusivamente en manos de senados y cámaras legislativas. La democracia tenía que ser local, popular y transversal a todas las instituciones de la sociedad civil. Tenía que hacerse extensiva tanto a la vida económica como a la política. Tenía que significar autogobierno real, y no un gobierno confiado a una élite política.”
Para el autor –en colaboración con Friedrich Engels– del Manifiesto comunista, el modelo de autogobierno popular lo representó la Comuna de París de 1871, “donde, durante unos pocos y tumultuosos meses, la gente trabajadora de la capital francesa se hizo con el mando de su propio destino”. Fue ejemplo de la dictadura del proletariado. El sufragio universal se puso al servicio del pueblo organizado en comunas. El Estado dejó de ser un poder alienado para adoptar la forma de un autogobierno popular. Y pese a que fue una infortunada experiencia, Marx encontró allí muchos componentes de una política socialista.
Por qué Marx tenía razón de Terry Eagleton es una obra ampliamente recomendable para precisar nuestros conocimientos sobre el paradigma marxista.
En el libro se puede entender por qué Marx es un gigante del pensamiento, con una influencia que ha sobrepasado fronteras, tiempos y las barreras del idioma.
Es cierto: no pudo prever fenómenos del presente, imposibles de percibir en su época –como la catástrofe ecológica–, porque no era un profeta y el marxismo está lejos de ser la panacea universal.
Terry Eagleton (Salford, Reino Unido, 1943) es filósofo, escritor y profesor de literatura inglesa. Se le ha reconocido como “uno de los intelectuales europeos más brillantes”.
Es autor de múltiples obras entre las que destacan Una introducción a la teoría literaria (1983), Las ilusiones del posmodernismo (1997) y Cómo leer literatura (2016).
Por lo expuesto, se da por descartado que el marxismo esté acabado, ya que hacia el final del siglo XX y principios del XXI –en particular, tras la crisis financiera de 2008–, parece haber recobrado una vigencia inusitada.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/196503