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LA CRISIS ARGENTINA ES LA CRISIS DEL MODELO NEOLIBERAL

DOSSIER: 
El panorama actual, con cierre de empresas y comercios, aumento de la demanda en comedores y merenderos populares, creciente precarización laboral y una clase media asfixiada por los tarifazos y la pérdida de poder adquisitivo, es negro...

¿Estalla?

El fantasma de una hecatombe, sin embargo, nunca está conjurado del todo...

Por José Natanson

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Ni siquiera el gobierno puede negar el deterioro socioeconómico. Tras un 2017 que todavía permitía imaginar alguna recuperación, hoy todas, absolutamente todas las variables se alinean en contra: crecimiento (cayó 6,7 por ciento en junio), desempleo (pasó de 7,2 a fin del año pasado a 9,1 en la última medición), salario real (se estima un deterioro de entre 3 y 10 por ciento este año), actividad industrial (disminuyó 7,5 en junio, profundizando el desplome), inflación (se calcula entre 35 y 40 por ciento hasta fin de año) y pobreza (volvió a aumentar) (1). Sin embargo, a pesar de un declive que el discurso macrista ya ni intenta disimular, los niveles de conflicto social se mantienen, para los parámetros históricos argentinos, relativamente bajos. Todos los días se organizan protestas, movilizaciones y cortes de calles, pero asumen la forma de reclamos sectoriales que no logran articularse en un movimiento de contestación más amplio. Bajo este curioso estado de cosas, hasta ahora el gobierno luce más preocupado por el déficit fiscal que por la protesta social. 

Los motivos que explican esta situación, clave para entender la coyuntura política actual, son múltiples. El primero es el costado positivo de la herencia económica del kirchnerismo. En Los tres kirchnerismos (2), Matías Kulfas divide los doce años de gobierno K en tres períodos claramente diferenciados: el primer kirchnerismo, que se corresponde más o menos con el gobierno de Néstor, caracterizado por una mejora de todos los indicadores; el segundo (Cristina I), que sintió el impacto de la crisis financiera global pero que todavía contaba con margen para, mediante una enérgica acción anti-cíclica, sostener el crecimiento y la redistribución, y el tercero (Cristina II), durante el cual todas las variables empeoraron salvo dos: empleo, que se mantuvo estancado pero no explotó, y deuda, que siguió disminuyendo en relación al PBI. Fueron justamente estas dos dimensiones –un desempleo controlado y un enorme espacio para financiarse– las que le permitieron al macrismo desplegar su programa de ajuste morigerando los costos sociales.

El segundo motivo es territorial. El orgullo zonzo que predica que Argentina tiene todos los climas encierra sin embargo una verdad, la de la enorme heterogeneidad regional y productiva de nuestro país. Así, en el marco de una recesión general, con caídas especialmente graves en los conurbanos más dependientes de la actividad industrial, ciertas zonas, y unas pocas actividades, logran mantenerse a flote: la zona núcleo está comenzando a superar la sequía y, empujada por la devaluación y la decisión oficial de mantener la baja de retenciones, recuperará su dinamismo en los últimos meses del año, con proyecciones optimistas para el 2019. Un escalón más abajo, algunas provincias evitan el bajón nacional gracias al auge de la minería (San Juan muestra índices positivos de crecimiento desde hace una década), la recuperación del precio de los hidrocarburos (Neuquén vive un boom de la construcción, el comercio y los servicios asociado a Vaca Muerta) y el despegue de algunos cultivos regionales (arándanos y limones en Tucumán).

Por supuesto, se trata de excepciones, de provincias –y a veces menos que eso: ciertas zonas dentro de una provincia– asociadas a ramas de producción cuyo crecimiento se explica por motivos exógenos, como el clima, el precio de la soja o los oscuros designios de la OPEP: aunque no alcanzan a compensar el deterioro general, sí explican por qué el malestar con el gobierno no se expande del mismo modo en todo el territorio.

Si la primera explicación descansa en la herencia y la segunda en el territorio, la tercera es de clase: como señalamos en otra oportunidad, el gobierno de Macri, escarmentado de la experiencia menemista, decidió sostener las amplias políticas sociales creadas por el kirchnerismo. Más allá del desmantelamiento de algunos programas y la pérdida de poder adquisitivo, al cierre de este editorial la ANSES pagaba todos los meses 8,4 millones de jubilaciones, 5,1 millones de asignaciones familiares y 3 millones de AUH. Al mismo tiempo, la alianza táctica con los movimientos sociales –aquellos que, en palabras de Juan Grabois, tienen como una única mercancía para vender la “paz social”– le provee antenas con los sectores más desprotegidos, un sistema de alerta temprana que hasta ahora viene funcionando, todo lo cual garantiza una relativa calma en los barrios más castigados por la inflación, la recesión y el freno de las changas.

En cuanto a la clase media, el macrismo ya no parece capaz de asegurar su principal demanda histórica, la misma que le permitió ganar las elecciones del año pasado: un dólar barato que satisfaga las necesidades de viajes, bienes importados y ahorro. Todavía no está claro si podrá neutralizar esta pérdida material concreta agitando el sonajero abstracto de la temida restauración kirchnerista, bolsos y cuadernos incluidos: si el primer arrepentido produjo una conmoción y el segundo un shock, el décimo corre el riesgo de terminar saturando. En todo caso, las encuestas confirman que el “affaire Gloria” no modificó sustantivamente las preferencias electorales, que se mantienen tan congeladas como la economía (3).

El último motivo que da cuenta de la relativa calma social es político. Frente a un gobierno declinante pero en pie, el peronismo sigue disperso. La perspectiva de una unificación de todas sus facciones en un solo espacio –la idea de una gran PASO– parece cada vez más lejana, y todo sugiere que terminará dividido entre el kirchnerismo y una o dos variantes del peronismo federal-massista. Esta persistente fractura opositora dificulta aun más las posibilidades de articular políticamente el malestar social que produce la economía macrista, limita las chances de canalizarlo institucionalmente, y empuja a una parte de la sociedad a una posición de desencanto que podría derivar en la búsqueda de figuras extra-políticas: la hipótesis Tinelli. Mientras tanto, frente a la ausencia de alternativas reales, los argentinos parecen dispuestos a estirar al máximo su paciencia, en una especie de “administración de la desilusión” que le permite al gobierno ganar justamente lo que más necesita: tiempo.

Volvamos al comienzo. El panorama actual, con cierre de empresas y comercios, aumento de la demanda en comedores y merenderos populares, creciente precarización laboral y una clase media asfixiada por los tarifazos y la pérdida de poder adquisitivo, es negro. Pero la profundización de la recesión económica y el deterioro social no se han traducido en niveles de conflictividad que pongan en riesgo la gobernabilidad; ni siquiera han sido suficientes para forzar a Macri a un cambio de rumbo político, por ejemplo mediante un recambio del gabinete que incluya a un sector del peronismo para ampliar la base de sustentación política y asegurar la gobernabilidad hasta las elecciones. Es más: las encuestas confirman que, aunque por supuesto perdió popularidad, la imagen del gobierno, y la del propio presidente, todavía se mantienen en niveles razonables (4). Macri está haciendo casi todo mal pero no es –todavía– Michel Temer.

Concluyamos entonces con un comentario general sobre crisis y estallidos. Como explicó en el Dipló Alejandro Grimson (5), los criterios objetivos para definir una crisis económica (tanta inflación, tanta recesión), social (tanto desempleo, tanta pobreza) y política (tanta legitimidad) deben combinarse con una mirada más cultural, que dé cuenta de la percepción social de lo que está ocurriendo. Niveles de inflación que en Alemania se considerarían una catástrofe pueden resultar normales en un país como el nuestro. La caída de un presidente puede ser leída como un trauma gravísimo o como parte del juego normal de una democracia vibrante. ¿Cuándo una sociedad percibe la crisis? ¿Cuándo comienza a interpretar su realidad cotidiana en términos de crisis? Con tres antecedentes dramáticos en menos de 35 años (la crisis de la deuda del final de la dictadura, la híper del 89 y el 2001), la sociedad argentina guarda amplias reservas de tolerancia, como si estuviera dispuesta a elevar el umbral a partir del cual finalmente decide que ha llegado la crisis.

El fantasma de una hecatombe, sin embargo, nunca está conjurado del todo. Contra lo que suele pensarse, las crisis no necesariamente son resultado de la decisión deliberada y consciente de los actores; pueden desencadenarse por una serie de errores de cálculo, problemas de comunicación, tácticas equivocadas. No hace falta que nadie desee una crisis para que ésta finalmente explote con su potencial disgregador y destructivo. Como los traumas fundantes de las películas de terror hollywoodenses, permanecen agazapadas, a la espera del momento oportuno: sé lo que hicieron el diciembre pasado. Las crisis se cocinan silenciosamente hasta que de golpe estallan.
____________
1. Fuentes: crecimiento: estimador mensual de actividad del Indec; desempleo: Indec; salario real: cálculos de CIFRA-CTA; actividad industrial: Indec; inflación: estimaciones de Ecolatina; pobreza: pronóstico del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.

2. Siglo XXI Editores, 2017.

3. “Para los encuestadores, los cuadernos tendrán un impacto electoral limitado”, La Nación, 13-8-18.

4. 32,8 por ciento de imagen buena y muy buena según la consultora Synopsis; 35,9 según Ricardo Rouvier y Asociados; 38 por ciento según Poliarquía. 

5. “La cultura de la crisis”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 228, junio de 2018.
______
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Fuente: 

https://www.eldiplo.org/231-estalla/estalla/


¿Hacia dónde se dirige la nueva crisis argentina?

El Gobierno de Mauricio Macri se encontró con una situación inesperada pero que es producto de sus propios errores. La incertidumbre sobre el futuro es lo que hoy impera en el país sudamericano.

Manifestación contra las políticas económicas del Gobierno argentino, 6 de septiembre de 2018. Marcos Brindicci / Reuters

El país modelo de la nueva derecha latinoamericana cruje. Mauricio Macri, que supo representar en Argentina la experiencia regional más exitosa de los nuevos partidos conservadores que se muestran modernos y 'aggiornados' al siglo XXI, hoy sufre la incertidumbre sobre su futuro.

La Alianza Cambiemos logró algo que la mayoría de sus pares en el continente no pudieron: se impuso en elecciones libres, no sólo en las presidenciales de 2015, sino que ratificó ese triunfo en las legislativas de 2017. Cerró así el ciclo de gobiernos progresistas que implicaron las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. 

De esta manera parecía encaminarse cómodamente a una reelección el año próximo, sin embargo un modelo neoliberal sustentado en el endeudamiento y la especulación financiera desnudó la fragilidad de la estructura económica argentina.

Hoy el Banco Central está subastado 500 millones de dólares para tratar de contener el dólar. Ya perdió más de 10.000 millones de dólares desde que entró el 22 de junio el primer tramo del préstamo del FMI. Es un saqueo escandaloso

La devaluación del peso, que ya es superior al 100% en lo que va de 2018, una inflación que rompió todas las expectativas y la caída de la actividad industrial, impulsaron al Ejecutivo a tomar medidas de ajuste cada vez más radicales. Estas tienen su piedra de toque en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), anunciado en mayo, y que ahora condiciona cualquier decisión en materia económica a fin de garantizar el desembolso total de los 50.000 millones de dólares pactados.

De hecho, esta semana y ante la escalada del dólar –que superó los 40 pesos– se anunciaron nuevas medidas económicas que incluyeron un impuesto a todas las exportaciones (hasta ahora solo existían para algunos sectores del agro) y un adelanto del dinero del FMI. No obstante, y a pesar del respaldo de Donald Trump a Macri, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, no logró una respuesta positiva de la entidad financiera. Al menos, por ahora.
El presidente argentino Mauricio Macri durante una rueda de prensa el 18 de julio de 2018 / Marcos Brindicci / Reuters

"No puedo dar tiempos. Pretendemos que sea votado en el 'board' de segunda mitad de septiembre", declaró Dujovne luego de reunirse con la titular del Fondo, Christine Lagarde. Por su parte, este viernes el presidente habló en rueda de prensa y señaló que "el acuerdo con el FMI" va a "dar tranquilidad" pero también es necesario aprobar el presupuesto planificado para 2019.

Aquí se plantea la necesidad de colaboración de distintos actores políticos ya que este debe ser debatido en el Congreso Nacional, donde el oficialismo no tiene mayoría automática para sancionar la ley.

Malestar social

En este contexto, se empezaron a ver en Argentina emergentes de una crisis social todavía incipiente pero que puede estallar en cualquier momento. El mismo lunes que el presidente y sus funcionarios anunciaron nuevas medidas de ajuste en la ciudad de Buenos Aires hubo cacerolazos de protesta.

Rechazaban las propuestas para alcanzar el llamado 'déficit cero' –es decir que no se gaste más dinero del que ingresa a las arcas públicas–, entre las que se cuenta la reducción del Gabinete nacional que implicó la eliminación de ministerios históricos como Salud y Trabajo.

A su vez, en distintos puntos del país hubo intentos de saqueos a supermercados. El hecho más trágico se dio en la provincia de Chaco, al norte del país, donde Ismael Ramírez, de 13 años, murió de un balazo en el pecho en el marco de la represión policial. Por este motivo, la cúpula de las fuerzas de seguridad en esa ciudad fue desplazada en el transcurso de la semana.

Una mujer sostiene un cartel pidiendo la renuncia de Macri durante una protesta, 6 de septiembre de 2018 / Marcos Brindicci / Reuters

Como contracara, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, denunció que estas acciones estaban planificadas por opositores. En entrevista con radio La Red, afirmó que hay "una especie de guerra de guerrillas, de estar por todos lados para generar incertidumbre", pero añadió que el Gobierno va a "responder con autoridad".

El fantasma de las crisis anteriores

La historia argentina está atravesada por crisis económicas cíclicas. El economista Martín Kalos había señaladodurante la primera corrida cambiaria de mayo que estas se deben, en parte, a que la estructura productiva "no ha cambiado en las últimas décadas e incluso se ha profundizado". Esto genera una "necesidad continua y perpetua" de dólares que cuando no pueden ser obtenidos por exportaciones, inversión extranjera directa o deuda, "se vuelve a entrar en crisis".

En esto coincide el sociólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires Rolando García. "La restricción externa no es algo que haya nacido con el macrismo sino que se arrastra a lo largo de los años y tiene que ver con las características de nuestra economía y su vínculo con el mercado mundial", explicó en comunicación telefónica. No obstante, aclaró que "nos encontramos frente a lo que sin duda va a ser una crisis de deuda", es decir, "la imposibilidad del Estado argentino de afrontar sus compromisos"."Nos encontramos frente a lo que sin duda va a ser una crisis de deuda. Es decir la imposibilidad del Estado argentino de afrontar sus compromisos"Rolando García, sociólogo y profesor universitario
"Eso no quiere decir que vamos a entrar en 'default' hoy, sino que el Gobierno montó una propuesta económica que exacerbó la ya presente fragilidad externa del modelo argentino", completó.

Ahora bien, el escenario actual ha llevado a distintas especulaciones sobre qué características puede tener en esta ocasión. La referencia más cercana es el año 2001, cuando el país vivió la peor crisis de su historia en el marco de una pobreza que rondaba el 50% y una desocupación que superaba el 20%.

Estamos viviendo una situación complicada? 
Respuesta: Si
Es una situación financiera similar a la de 2001?
Respuesta: no. 

A pesar de ello, son varios los especialistas que han puesto en duda que la crisis se resuelva con características similares a la de 17 años atrás. Así lo señaló en su cuenta de Twitter el licenciado en Economía, Santiago Bulat, quien enumeró una serie de diferencias importantes.

Entre estas se destaca, por ejemplo, que mientras en 2001 el 65% de los depositos bancarios estaban en dólares, hoy apenas son el 23%. Algo similar sucede con las deudas de los bancos privados. Mientras que en el 2004, cuando todavía se sentían los efectos de aquella hecatombe económica, "la deuda de privados era cercana a 90%", en el primer trimestre de 2018, se aproxima al 26%.

Desde su punto de vista, actualmente hay "una crisis de balanza de pagos que derivó en una corrida 'cambiaria', no 'bancaria'".

Un negocio anuncia "liquidación por cierre" en Buenos Aires, 7 de septiembre de 2018. / Marcos Brindicci / Reuters

Para García "hay una gran diferencia con la situación de 2001 básicamente porque en ese momento se configuró una crisis centrada en el atraso cambiario, porque el tipo de cambio estaba fijado por ley". Cabe recordar que en aquel entonces existía lo que en Argentina se llamó la "convertibilidad", que estipulaba que un peso equivalía a un dólar. Esto obligaba, en teoría, a que el Estado tuviera la suficiente cantidad de dólares en reservas para garantizar esa paridad. Ante la imposibilidad de solventar eso, el modelo estalló.

Sin embargo, existió una crisis anterior, a fines de los años '80, "que fue una crisis de deuda también, donde el Estado se quedó sin posibilidad de intervenir en el tipo de cambio" y se desató una hiperinflación. El sociólogo explica que la economía argentina "era muy distinta en ese momento y la relación de la población con los dólares también" ya que "la idea de la compra minorista no existía"."Hay una gran diferencia con la situación de 2001 básicamente porque en ese momento se configuró una crisis centrada en el atraso cambiario, porque el tipo de cambio estaba fijado por ley"Rolando García, sociólogo y profesor universitario

De todas formas, "lo fundamental" de esa crisis tiene puntos en común con lo que sucede actualmente, donde el Estado no tiene capacidad de afrontar sus compromisos de deuda, sostener el tipo de cambio y a la vez "contentar a los sectores capitalistas que reciben subsidios". Es entonces que "la disputa entre estos sectores y el capital financiero genera un vaciamiento de la capacidad estatal de intervención".

Así se "arrastra el tipo de cambio hacia un desbarranco que impacta en los precios", apuntó el entrevistado, y consideró que "es una situación parecida a la que podemos vivir si se profundiza la política del Gobierno actual".

Sin embargo, se mostró cauto y recordó que "la hiperinflación es algo muy drástico, muy monstruoso" por lo que hoy "es difícil aseverar que nos va a conducir a eso, pero sin duda hay que tener en cuenta que los factores estructurales de la economía argentina siguen siendo los mismos y no se puede descartar ninguna salida de crisis", concluyó.

Santiago Mayor

Fuente: https://actualidad.rt.com/actualidad/287884-argentina-desenlaces-politicos-crisis-economia

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