Un gobierno de los ricos y para los ricos
Libardo Sarmiento Anzola*
Este artículo analiza el gobierno de Iván Duque desde la perspectiva del poder como fundamento de la política. Metodológicamente se consideran tres niveles: i) la base social que cuantitativa y cualitativamente le dio el triunfo electoral, el pasado 17 de junio, ii) el círculo de poder que rodea al mandatario, iii) las fuerzas políticas que le dan gobernabilidad a la actual administración nacional.
Al desnudo, así va quedando el nuevo Presidente colombiano. Y el encargado del destape es él mismo. Lo hace para que no quede duda sobre el carácter de su gobierno, al nombrar en su gabinete una decena de ministros con claros intereses corporativos (ver infograma “Gabinete corporativo). Un hecho sin precedentes en nuestra historia republicana, un gobierno de los ricos y para los ricos. Sin tapujos. Por si quedara duda de la prioridad en su gestión, en la 74ª Asamblea de la Andi, ante una nutrida participación de 2.000 empresarios, Iván Duque se comprometió a gobernar en favor de los gremios económicos; en este sentido, expresó que en la reforma tributaria que promoverá su gobierno habrá una “exención del impuesto de renta de las empresas”, a la par que su ministro de Hacienda anuncia una reforma pensional que también les aminorará egresos.
La base social del duquismo
El comportamiento electoral de un individuo es el resultado tanto de factores socio-estructurales como de otros referidos a su personalidad, los que le permiten captar la realidad (aspecto cognoscitivo), expresar valoraciones (aspecto afectivo), reproducir las orientaciones partidistas recibidas en la familia (socialización política) y establecer relación entre el yo propio, sus intereses y necesidades, y los demás, en un contexto socio histórico determinado (identidad).
Consecuente con ello, en Colombia el comportamiento electoral en 2018 muestra que el potencial de los 36.783.940 (100%) votos del actual censo electoral, se distribuyó entre una mitad que optó entre dos candidatos y otra mitad que se abstuvo, votó en blanco o su voto fue no marcado o nulo (ver infograma “Base electoral de la fuerza política).
Quienes votaron por algún candidato, le dieron el triunfo a la coalición de partidos de derecha, representados por Iván Duque, quienes fueron preferidos por 10.373.080 de los votantes (28,2% respecto al potencial electoral). La alianza entre la izquierda y el centro obtuvo 8.034.189 de votos (21,8% en relación al censo electoral).
El triunfo de las fuerzas de derecha se explica por razones de clase, ideológicas, cultural regionalistas, tradición electoral, condicionamiento de la opinión pública por parte de los medios de comunicación, prácticas violentas institucionalizadas y ejercicio del poder político. Además, aunque menos en número, la clase dominante participa en su totalidad y vota de manera disciplinada en defensa de sus intereses (la clase popular es mayoría pero vota menos y su conciencia de clase es débil o inexistente); sin olvidar que la oligarquía tiene el poder de influir en sus subordinados, controla los mecanismos económicos, orienta la opinión pública, manipula los resultados de los eventos electorales y tiene la capacidad de comprar votos (práctica tradicional, por ejemplo, en la región Caribe).
Es así como el 38,6 por ciento de los votos que obtuvo el candidato (un poco más de cuatro millones), hoy en ejercicio de la presidencia, tiene su fuente en los dueños del capital, las familias ricas y la clase media alta de tendencia derechista (proveniente esta última, en su mayoría, del sector fajardista antioqueño de la llamada Coalición Colombia). En última instancia, la oligarquía dominante determina el juego político, controla los mecanismos electorales e impone su poder y liderazgo en nombre de la mayoría.
De esta manera, tomando en cuenta a quienes votan efectivamente, la sociedad colombiana se divide en torno a los partidos políticos, los movimientos sociales y el voto de opinión, los dos primeros de los cuales constituyen formaciones que congregan sectores de la población alrededor de la representación de intereses comunes en el plano político y económico. El partido, como los movimientos sociales, expresan ideas, sentimientos, valores, miedos, intereses y aspiraciones de los grupos que los conforman, así como ejerce entre los individuos la función de identificación política. Con uno y con otro se crea la lealtad política, expresada en el voto o en la movilización directa tras ciertos objetivos. En el país, la tradición constituye la primera de las grandes características de la afiliación política partidista; la segunda, la constituye la localización regional. La resistencia, la búsqueda de caminos alternos para concretar derechos básicos y la autoprotección, son algunos de los motivos para integrar una expresión social independiente.
Precisamente, retomando la adscripción partidista con una mirada histórica, resalta que la región antioqueña (departamento de Antioquia y zona cafetera) posee el mayor número de municipios conservadores, caudillistas, entidades territoriales en donde, además del parroquialismo cultural, se registra la coacción del voto ejercida sobre los campesinos por los gamonales políticos, los terratenientes y por la movilización del clero o los pastores de las iglesias cristianas o evangélicas, y la utilización de los principios religiosos y educativos que defienden los valores de la derecha, la lucha de cada quien por sus propios intereses y el culto al dinero unido a acumulación de capital como medida del éxito en la vida. La violencia institucional y paramilitar ejerce también presión en los pobladores al momento de hacer presencia en las urnas. El eje cafetero y el departamento de Antioquia aportaron 2.542.187 votos (24,5%) de los 10.373.080 acumulados por la campaña duquista.
Otras fuentes de sus votos
En 2005, el extraditado cabecilla de las Autodefensas Unidas de Colombia, Salvatore Mancuso, confirmó ante la Corte Suprema de Justicia que el 35 por ciento de los congresistas fueron elegidos en zonas de influencia paramilitar. “Cuando nosotros decimos que tenemos afecto por el 35 por ciento del Congreso de la República, decimos que estos congresistas fueron elegidos en zonas de influencia de las Autodefensas”, aseveró Mancuso al término de la diligencia. El desmovilizado jefe paramilitar agregó “las Autodefensas le enseñamos a votar a esas poblaciones, porque allí no había presencia del Estado y nosotros –AUC–, suplantábamos a las autoridades oficiales”. El proyecto de extrema derecha paramilitar se institucionalizó en amplias zonas del territorio nacional y cooptó instituciones públicas, terratenientes y autoridades municipales. Las zonas de influencia e institucionalización paramilitar (en las regiones Caribe, Andina y Orinoquia) contribuyeron, según el estimativo de los abanderados paramilitares, con 3.630.578 votos (35%) a la elección presidencial de Iván Duque.
Como una de sus particularidades sociopolíticas, resalta que en Colombia el vínculo religioso influye en el voto más que el de clase. Según crece el nivel de implicación religiosa aumenta la propensión a elegir los partidos de derecha. El partido del clero les enseña a los feligreses, maniqueamente, quienes son los buenos (la derecha) y quienes son los malos (la izquierda). La atadura religiosa influye también, negativamente, en la participación política. Las iglesias cristianas, evangélicas y protestantes le aportaron a la elección de Duque, a través de sus organizaciones políticas (Mira, Colombia Justa Libre, Casa sobre la roca –la iglesia de Vivian Morales– entre otras), 2.500.000 votos (24,1%) a manera de contribución en la alianza que firmaron con el partido Centro Democrático. Los trabajadores organizados en sindicatos, con la atomización que los caracteriza y la disparidad ideológica que distancia a las diferentes centrales que los aglutinan, no logran que la totalidad de los 1,4 millones de afiliados con que cuentan voten en favor del candidato de izquierda. Votos por la derecha, el centro, así como la opción abstencionista y otras resaltan en su proceder.
Al sumar los componentes de la base electoral del duquismo, puede suceder que supere el 100 por ciento. Son conjuntos que se intersectan en una misma circunscripción electoral: un caudillo de la extrema derecha puede contar, a la vez, con votantes inducidos por los paramilitares, en regiones de fuerte herencia e identidad cultural, que son feligreses de iglesias cristianas o evangélicas, provenientes de familias oligarcas y miembros de un mismo gremio empresarial. El carácter geográfico de la distribución de los fortines partidistas queda claro en esta elección presidencial de 2018.
El círculo del poder
En un claro conflicto de intereses, resalta en Colombia la puerta giratoria que separa, casi que invisiblemente, al sector privado y al público, puerta por la cual la oligarquía transita libremente de los cargos empresariales a los puestos públicos y viceversa, como puede apreciarse en el actual gabinete corporativo (ver infograma), donde ministros como el de Agricultura procede de Fenavi –gremio de los avicultores–; el de defensa, era presidente del gremio de los comerciantes Fenalco; de un centro hospitalario privado y elitista, afecto a la industria farmacéutica, proviene el medico que dirigirá el sector salud; el de Ambiente y desarrollo de la Andi, donde dirigía el Centro Nacional del Agua perteneciente a tal gremio; el de Vivienda, ciudad y territorio sale de Asobancaria de la cual era Vicepresidente; el de Transporte estaba en Asograsas, por solo colocar algunos ejemplos. Razón tenía Marx al afirmar: “El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa” (1).
Es una puerta giratoria que permite apropiar lo público con fines privados, y así ampliar el poderío de quienes más tienen poder en el país. El poder es una cualidad propia de las relaciones sociales, es decir, es una cualidad relacional. El poder es propio del rol y, por tanto, de la estructura (organización, institución, sistema) en la que se inscribe el rol. Cronológicamente se observa que los centros de poder se forman de hecho sobre la base de recursos, como el dinero y las armas; pero después se legitiman en el plano cultural. Una vez establecido un centro de poder legítimo a nivel macrosociológico, dicho poder regula y legitima desde arriba los centros inferiores en toda la sociedad. En consecuencia, el poder de la tecnocracia y los partidos políticos no reside en disponer personalmente de dinero o de la fuerza represiva del Estado, sino en la facultad de exigir su uso a quien lo detenta, siguiendo toda la escala jerárquica y las esferas de competencia, en las formas establecidas por la ley.
Por demás, hay que recordar que en Colombia el poder es endogámico (2). El círculo más cercano al poder presidencial de Duque proviene de las familias oligárquicas (muchos son delfines hijos o nietos de patriarcas políticos), todas relacionadas de alguna manera entre sí (asisten a los mismos clubes, viven en los mismos barrios, acuden a idénticos centros educativos, son socios en las empresas, y sus hijos se casan entre sí); provienen de las mismas universidades que forman técnica e ideológicamente a la clase dirigente (Universidad de los Andes o Colegio de Estudios Superiores de Administración, entre otros) y de carreras profesionales requeridas para cumplir con las funciones económicas o políticas de su clase (abogados, economistas, administradores). En síntesis, además de constituir un gobierno patrimonial con un gabinete corporativo, el régimen es característicamente plutócrata, como ya está anotado, de los ricos para el servicio de los ricos (Ver infograma “El poder político concentrado en la Casa de Nariño”).
El poderío que concentra este círculo del poder en el gobierno es infinito. En 2017, el Gobierno contó con una apropiación definitiva de 229,3 billones de pesos (25,1% del PIB), presupuesto del cual 60,6 por ciento fue para funcionamiento, 17,6 por ciento para inversión, y 21,8 por ciento para servicio de la deuda (intereses y amortización). En 2018 el gobierno central y los establecimientos públicos controlan de manera directa 1.100.000 puestos de trabajo y su nómina tiene un valor de $53 billones (el salario referencial de un empleado público es, en promedio, cinco veces mayor al que devenga un trabajador común). Las Fuerzas militares concentran 497.000 cargos con un costo de $14,2 billones; la burocracia 603.000 cargos, con un costo de $38,8 billones. El duquismo controla 157 entidades del nivel nacional de gobierno, agrupadas en 29 sectores que cubren todo el espectro social, económico, político, militar, cultural y ambiental del país.
La gobernabilidad política
La gobernabilidad puede entenderse como la situación en la que concurren un conjunto de condiciones favorables para la acción de gobierno, que se sitúan en su contorno o son intrínsecas a éste. Este concepto se enmarca en el ámbito de “la capacidad de gobierno”. La alianza que establecieron los partidos políticos del establecimiento, ante el riesgo que los movimientos de centro e izquierda ganaran las pasadas elecciones presidenciales, es garante de la gobernabilidad con que cuenta la administración Duque (2018-2022). En concordancia con el significado de la noción, el establecimiento es el conjunto de personas, instituciones y entidades influyentes en la sociedad, que procuran mantener, controlar y reproducir el orden establecido.
Establecimiento que se mantiene, reforma y prolonga su dominio o entra en crisis, total o parcial, según las coyunturas que atraviesa y las fuerzas que lo confrontan. Así, según el Estatuto de Oposición que el sistema político colombiano está implementando a partir de este período presidencial, y tras 27 años de haberse ordenado su redacción, es obligación de los partidos políticos declararse de gobierno, independientes o de oposición.
En este panorama ya hay dos cosas claras: de una parte, los partidos de gobierno son el Centro Democrático, el Partido Conservador, Mira y Colombia Justa Libres, que suman 93 curules en Senado y Cámara; solo en Senado, donde la mitad más uno son 55 votos, estos cuatro partidos llegan a 38 escaños. De otra parte, un poco más lejanos del círculo de poder, se encuentran otros tres partidos del establecimiento: liberalismo, Cambio Radical y la U que en alianza tienen la mayoría relativa del Congreso: 134 curules; en solo Senado son 44. Según lo han anunciado, estos tres partidos se van a declarar independientes, lo que va a representar un verdadero reto para el actual Gobierno.
Del otro lado está la oposición. Este bloque (Alianza Verde, Colombia Humana, Farc, Polo, Mais y la Lista de la Decencia) tiene en Senado y Cámara 44 curules; en Senado 24 bancas. Al sumar los partidos de derecha, su poder se expresa en el control de 80 por ciento del Congreso. A partir de que los partidos se declaren independientes o en oposición, el Gobierno no podrá ofrecer cargos de responsabilidad política a sus dirigentes; así lo establece la ley.
Esta realidad, de la que no hay muchos antecedentes, deja al Gobierno de Duque en relativa vulnerabilidad para pasar sus proyectos y para enfrentar los debates de control político en el legislativo.
Otro riesgo de gobernabilidad que enfrenta el nuevo Presidente es el desplome de su popularidad. Una medición de la firma encuestadora Yanhaas, a finales del mes de agosto, muestra que la favorabilidad del mandatario ha descendido 12 por ciento en la última semana de mandato presidencial. Duque lleva tres semanas en la Casa de Nariño y, según esta encuestadora, la aprobación de su gestión ha pasado del 53 por ciento, que obtuvo en la primera semana de mandato, al 41 por ciento, que arrojó la medición del 20 de agosto. Además, el 38 por ciento de los encuestados desaprobó la labor del nuevo inquilino de la Casa de Nariño (la última medición era del 23%).
La encuesta también indagó por la imagen del gabinete presidencial, y el resultado tampoco fue el mejor para el Gobierno: mientras que el 36.7 por ciento de los encuestados aprueban a los ministros nombrados, el 42.8 por ciento los desaprueba, y el 14 no sabe o no responde. La imagen del gabinete también empeoró con relación a la última encuesta: la desaprobación aumentó en 10 puntos porcentuales y la aprobación disminuyó 13 por ciento. Finalmente, el 49.6 por ciento de los encuestados consideró que el país va por mal camino; mientras el 39. por ciento piensa que la realidad nacional mejorará.
La búsqueda de gobernabilidad de la administración Duque se centra, adicional a los partidos del establecimiento, en el apoyo de los gremios empresariales, las fuerzas armadas, las iglesias cristianas y el gobierno estadounidense.
Toda una trinca. A pesar del avance histórico, de las transformaciones socioeconómicas, el poder político se reproduce y se mantiene sin cambios desde la Colonia hasta la época republicana. En particular, el poder del clero y de las fuerzas armadas se mantiene intacto. Estas dos fuerzas son leales al régimen oligárquico y al gobierno patrimonial. Duque confía en que estas dos columnas le garantizen la gobernabilidad; en consecuencia, se muestra bastante dadivoso con ellos en materia de impuestos, exenciones, seguridad social y aumentos de salario.
Estos son factores internos, pero también cuenta lo externo, en lo cual el apoyo del gobierno estadounidense es fundamental, sin importar que para ello el colombiano deba ceder soberanía, entregar recursos minero-energéticos a las transnacionales, implementar las estrategias antinarcóticos diseñadas desde el Norte y servir de alfil en las aventuras intervencionistas de los yanquis en los países vecinos.
Estamos ante un poder que, como el establecimiento del cual hereda su ejercicio y fortaleza, parece fuerte, pero una conjunción de fuerzas provenientes desde varias coordenadas podrían quebrarlo o, cuando menos, colocarlo en aprietos, llevándolo a la defensiva. Todo depende de la capacidad de estas para reunir, concentrar y movilizar por distintas vías a los suyos. Para evitarlo, Duque conjuga los factores heredados, de la agilidad para lo cual depende su “buena suerte”, con la cual cuenta para los próximos cuatro años (ver infograma “Poder político concentrado...).
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1. C. Marx y F. Engels. Manifiesto Comunista, en: Obras Escogidas. Editorial Progreso, Moscú, pp. 34-35]. (Diciembre de 1847-enero de 1848/1976).
2. Se entiende como comportamiento endogámico el rechazo a la incorporación de miembros ajenos a un grupo social en particular.
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* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos Le Monde diplomatique, edición Colombia, y desdeabajo.
El duquismo y el poder como fundamento de la política
En Colombia la democracia es lejana al pueblo y está concentrada en la clase dominante, es por ello que es denunciada como una democracia formal –electoral– o mínima. El poder político infiltra todas las formas institucionales del Estado. El patrimonialismo caracteriza al aparato de Estado; este es una forma de gobernabilidad en la que se mezclan los intereses de los sectores público y privado. Es una forma de dominación tradicional centrada en familias oligárquicas que garantiza el blindaje a la clases dominantes y excluye del poder a las clases media y popular. Normalmente, los ejércitos de estos países son leales a la clase que monopoliza el poder, no a la nación. Las iglesias, los medios de comunicación, el sistema educativo y demás aparatos ideológicos también son funcionales a la reproducción del monopolio patrimonial y a la acumulación de capital.
Habitamos una sociedad dividida y ordenada jerárquicamente en clases. El pueblo no ejerce de manera efectiva el poder, por tanto la soberanía popular, al igual que la democracia, es formal y no sustantiva ni radical. Se vive bajo un régimen de dictadura de clase, de un poder que imponen a través de todas las formas de violencia, incluso cuando los instrumentos de estas violencias son institucionales y constitucionales. La dictadura de clase, a la vez, permea todas las relaciones sociales, económicas, políticas y ambientales, sean estas raciales, étnicas, territoriales, culturales, religiosas, generacionales o sexuales. En esta complejidad histórica, hablar de democracia efectiva, más allá de lo formal, carece de sentido y significado por completo.
El concepto fundamental de las ciencias humanas es el poder, como la energía lo es a las ciencias físicas o el dinero al sistema económico. En sociología, el poder se define como la capacidad de una clase de imponer sus intereses y producir los efectos deseados o intencionales influyendo en el comportamiento de las demás clases subordinadas. Dado que el poder se identifica con la fuerza sociomotriz (la capacidad de hacer que funcione y se reproduzca el sistema societal en una determinada dirección), el poder es ubicuo y, por tanto, difícilmente observable en su totalidad, a no ser en sus manifestaciones particulares. El poder, como la energía y el dinero, es un constructo hipotético, cuya existencia se postula para explicar de forma unitaria una serie de fenómenos, sus relaciones, valores, cambios y cuantificaciones, y la transformabilidad de unos en otros.
Libardo Sarmiento Anzola
Fuente:Le Monde diplomatique, edición Colombia N°181, septiembre de 2018
https://www.desdeabajo.info/colombia/item/35112-un-gobierno-de-los-ricos-y-para-los-ricos.html