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SÓLO LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA PODRÁ HACER REALIDAD LA PLENA IGUALDAD DE LA MUJER

"La opresión de la mujer tuvo su origen, en el surgimiento de la propiedad privada, causa del derrocamiento del derecho materno"
"La igualdad que le otorga la burguesía a las mujeres es sólo formal y jurídica, no en los hechos, su situación sigue siendo no sólo de explotación y de opresión por parte de la burguesía y el Estado"

8 de marzo: Un largo camino de luchas entre olvidos y esperanzas

Manuel Humberto Restrepo Domínguez


Los imperdonables olvidos

Las significativas revoluciones de 1776 en América y de 1789 en Europa, dejaron conscientemente por fuera de las declaraciones de derechos a los esclavos y a las mujeres. El levantamiento del pueblo de Virginia, se selló en el parlamento, (creado a instancias del pacto de Bill Of Rigths, que limitó la potestad del rey en materia de impuestos, confiscaciones y asesinato), con una declaración de derechos del pueblo contra la dominación Británica. El principio fundamental de la declaración fue que todas las personas tenían derechos naturales inherentes y por tanto merecían su libertad e independencia, pero olvidaron a los cerca de 600.000 esclavos, que virtud de las leyes de sometimiento, continuaron siendo simples mercancías.

Los propietarios según la ley no tenían límite de compra y venta de esclavos y poseían de 10 a 12 cada uno, a quienes continuaron tratando como animales sin alma, raptados del continente africano. Al pueblo de Virginia llegaron justamente los primeros 19 esclavos en 1619 traídos por comerciantes holandeses como parte de un botín de más de 12 millones de estas mercancías humanas que enriquecieron a América. Fue gracias a los levantamientos contra tal barbarie y no en virtud de leyes de abolición que obtuvieron su libertad.

En la Europa de las guerras y de la lucha por la libertad de cultos, fue sellado en las calles de Paris, el primer gran pacto de clases antagónicas, para reconocerse humanos, iguales y libres, dejando cada una para si la mejor parte de su poder. La una dejó la propiedad privada y la otra su derecho de resistencia y rebelión ante la tiranía. La declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789, dejó en el centro la figura masculina del varón y propietario. Allí también quedaron en el olvido los esclavos y las mujeres.

En 1794 fue abolida la esclavitud en Francia y apenas en 1926 declarada para todo el mundo, por la Sociedad de Naciones, como una práctica ilegal. Las mujeres que estuvieron en las luchas de parís, se levantaron rápidamente en rebeldía a cuestionar el texto de la declaración de derechos personales y universales, que la dejaba por fuera y formularon su propia declaración de derechos de la mujer y la ciudadana, en 17 artículos, leídos en 1791 en la tribuna pública, por Olimpe de Gouges, que por tal acto de sublevación enseguida fue guillotinada y algunas de sus compañeras como Rosa Locombe, encerradas en hospicios acusadas de locura.

La historia oficial ha hecho caso omiso de estos hechos en un estratégico y consciente olvido, ejercitado desde unas estructuras elitistas de poder, que a pesar de las innumerables declaraciones y conquistas, se resiste a entender que ser iguales y libres implica construir el poder político y distribuir la riqueza social en colectivo, sin ventajas, sin ansias de dominación, colonización, explotación, ni sometimiento de unos por otros. De la esclavitud del siglo XVIII, se pasó a la Trata de Personas o moderna esclavitud, del Siglo XXI, con cifras de más de 70 millones de personas en esta condición.

De la mujer el silencio se mantuvo hasta 1972, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, después de múltiples revueltas y grandes movilizaciones a lo largo de los siglos XIX y XX, declaró a 1975 como el año de la mujer y al 8 de marzo como el día internacional de la mujer trabajadora, que ratificó en 1977 instando a los estados del mundo a reconocer conforme a sus costumbres y tradiciones un día de reconocimiento a los derechos de la mujer y la paz internacional.

La larga carrera de lucha por el derecho a ser reconocidas humanas

La larga carrera de lucha social, de grupos, colectivos, comunas y activistas en el camino de humanización encontró al final del Siglo XVIII, a una Francia convertida en potencia política, a Inglaterra victoriosa en sus guerras civiles contra el absolutismo y a Holanda trazando un camino de tolerancia religiosa y política. Este marco de triunfos contra el oscurantismo, de derrota de la era feudal y de compuertas abiertas para redefinir al ser humano libre de humillaciones y crueldad, afianzó las condiciones para que las mujeres levantaran su voz en las tribunas, anunciaran controversias con sus escritos y se dispusieran a enfrentar el olvido provocado por el capitalismo naciente que se resistía a abandonar las prácticas de sumisión y enajenación del modelo patriarcal. Las mujeres pusieron a prueba toda su capacidad de lucha y de expresiones de libertad para proponer y promover el reconocimiento de la mujer en los derechos. De entre esa multiplicidad de ejemplos, me referiré brevemente a una mujer: Mary Wollstonecraff. De clase media, filosofa y escritora Británica, que se enfrentó al poder reinante a través de sus escritos, señalando que ninguna mujer es inferior en nada a un hombre y que es la falta de oportunidades de una falsa educación que se le ofrece la que la desiguala y le permite a los hombres mantener la sumisión y tratarlas como seres subordinados y no como parte de la especie humana. Su libro llamado Vindicación de los derechos de la mujer, pregunta ¿por qué sí las mujeres no son una manada de seres frívolos y efímeros, se les mantiene en la ignorancia bajo el engañoso nombre de inocencia?

Cuestiona a Rousseau, -de quien su obra si fue ampliamente difundida-, reprochándole que sus escritos insistan en una educación para el hombre que lo capacite para el logro de sus prácticas de virtud y de independencia y otra para la mujer que la prepare para los quehaceres de la casa y para dar placer a sus esposos. Pone en conocimiento que a las niñas se les enseñaba a llevar una casa, manejar técnicas de conversación y de arreglo personal que les sirviera para ser institutrices como mucho. En el ensayo sobre la educación de las hijas de 1887, convoca a entender que la educación debe comenzar en el pecho materno, lo que resultaba profundamente revolucionario, porque las clases privilegiadas consideraban desde la antigüedad que las mujeres eran solo hembras que no debían amamantar a sus críos si no dejar que el instinto los distanciara de su animalidad, mientras que el cuerpo del bebe era atado a tablas rígidas para que logrará la posición erecta. Wollstonecraff, considera que las clases altas son infantiles y se opone a aceptar que sea normal que su padre maltrate a su madre y que las mujeres de los sectores populares apenas existan en la condición de servidumbre, expuestas al maltrato.

La naciente clase media les ofrecía a las mujeres la posibilidad de acceder a oficios como costureras, modistas o dependientas, mientras que el foro político, los negocios, la economía, la administración, el derecho, la marina o el ejército eran cosa de hombres. Ellas no podían tener sueños, ni hacer públicos sus deseos e inconformidades, menos aún trazar por cuenta propia su propio destino, su realización como mujeres solo se podía obtener en la casa, con un marido, unos hijos y guardando un eterno silencio. Wollstonecraff de manera personal renuncia a casarse, intenta abrir una escuela, lee a Locke y a Rousseau y participa como testiga directa de la revolución francesa y de las movilizaciones de mujeres en rebeldía, que estuvieron en la conquista del primer gran pacto de derechos que aun así las dejó afuera. Como Wollstonecraff son decenas, cientos y miles de mujeres olvidadas y negadas por la historia, que en pasado y en presente, mantienen la memoria de que los derechos no caen del cielo, ni se deben a los gobernantes, ni son simples leyes de garantía, definidas por expertos de oficina. La gran conquista humana en términos de derechos es el reconocimiento pleno de la existencia política de la mujer como ser humano, dueña de sus conductas, de su destino, de su cuerpo y de sus sueños, rebelde y libre para construir nuevos mundos sin sumisiones, ni dominaciones.

El guardado patriarcal de la sumisión

Las declaraciones iniciales de derechos humanos, Americana de 1776 y del hombre y ciudadano de 1789, guardaron muy adentro de sus contenidos algunas inconcebibles explicaciones expuestas por hombres liberales ilustrados de la época que dijeron cosas como que: La mujer debe dedicarse a las ocupaciones domésticas, tiene escasa instrucción, su único poder que puede ejercer sobre el hombre es el de su sexo y sus conflictos solo pueden ser domésticos (Bentham, condecorado como ciudadano honorario por la naciente república francesa). El dominio del hombre sobre la mujer está por fuera del ámbito político como también lo están la subordinación conyugal, la autoridad del varón y la sumisión de la mujer (Locke). Hay dos esferas en la sociedad, una pública para los hombres y otra privada para las mujeres y; a un monarca le puede resultar indiferente reinar sobre hombres o mujeres con tal que obedezcan, pero en una república se necesitan hombres en la base de sus constituciones (Rousseau).

La educación de las mujeres es el mayor absurdo de la época (Stendhal). Solo eran ciudadanas las que servían mejor a la republica quedándose en casa y dejando hacer la revolución a los hombres (Proudhom, Louis). En el seno de la revolución francesa con este espíritu de que la subordinación de la mujer es un asunto natural, normal y legítimo, 4 mujeres fueron llevadas al cadalso el 30 de octubre de 1793, acusadas de ser malas mujeres, pretender hacer cosas de hombres y de abandonar tareas propias de su sexo. Ese mismo día fueron prohibidas todas las organizaciones femeninas. J. Sieyès, uno de los teóricos principales de la constitución francesa, definió que la diferencia entre ciudadanos activos y pasivos era que los primeros eran varones y los otros eran niños, sirvientes, extranjeros y mujeres.

En el fondo de la letra y el contenido se mantuvo en estas declaraciones el espíritu del principio constituyente de que en la familia el hombre es la protección y la mujer la obediencia, que sigue ahí convertido en la barrera infranqueable del poder para limitar el acceso a los bienes materiales y simbólicos indispensables para realizar a plenitud sus derechos a trabajar, actuar, disponer de dinero y tomar sus propias decisiones sin intermediación de los hombres y sin la injerencia de la sociedad, que desde el siglo XIX le confirió el poder absoluto al varón consagrado a través de la familia.

Colorario de homenaje

El 8 de marzo es un día cuyo significado y sentido hace parte de las conquistas humanas por el reconocimiento de los seres humanos como tales y sobre todo para las mujeres que exigen respeto por parte de las estructuras del poder excluyente y discriminatorio que se empeñan en impedir la realización de su dignidad en igualdad de condiciones y libertades como parte de la civilización y no solo como encargadas de parir y ser objeto de deseo. El 8 de marzo es un día para hacer memoria, seguir buscando la verdad de los olvidos y las manipulaciones y sumando fuerzas para derribar los muros que impiden la emancipación, tanto del sistema patriarcal y sus estructuras de poder autoritario, como del capitalismo indolente que todo lo convierte en mercancía.
__________________
P.D. Bienvenidas a este día de conmemoración y esperanzas de transformaciones políticas, sociales y económicas todas las mujeres. Las que resisten cada día las adversidades del hambre, la miseria, la exclusión, el machismo, la estigmatización y la crueldad de sociedades con déficit democrático y superávit de odio. Bienvenidas las mujeres víctimas de la guerra evitable que nunca se evitó; Bienvenidas las mujeres que convierten las celdas de venganza en trincheras de dignidad; Bienvenido otro 8 de marzo, feliz día a las mujeres incansables en sus luchas... mis estudiantes y mis colegas...

Texto editado en 2017.
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/191461

SÓLO LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA PODRÁ HACER REALIDAD LA PLENA IGUALDAD DE LA MUJER

POR RO

Las mujeres constituyen la mitad del cielo, y si esta parte del cielo permanece serena, las tempestades del cambio que deben barrer el viejo mundo, se reducirán a nubarrones pasajeros”.

Claudie Broyelle

No es casual que el 8 de Marzo Día Internacional de la Mujer, las clases dominantes quieran desviar esta conmemoración inspirada en las 129 valerosas mujeres, incineradas por su patrón porque osaron levantarse en huelga contra la opresión y explotación en la fábrica Cotton (New York) hace ya 110 años. Y aunque haya pasado más de un siglo, sigue vivo el odio de clase contra los asesinos, más ahora, cuando el capitalismo en su fase imperialista, se ensaña contra las mujeres, degradando cada vez más su papel y condición en la sociedad.

No olvidar la historia, y conmemorar un año más de este fatídico hecho es un deber en memoria de esas valientes mujeres, que dieron ejemplo y permitieron ampliar las miras, no solo de las obreras, sino de todas las mujeres en la sociedad a quienes es dedicado el 8 de Marzo como su Día Internacional de lucha.

Hoy corresponde a hombres y mujeres no dejar silenciar el verdadero motivo de la conmemoración del 8 de Marzo, recordando cómo las mujeres han sacrificado hasta su propia vida al recorrer el camino de su emancipación, y han demostrado su papel determinante en la noble causa del proletariado mundial, visto en las experiencias históricas de La Comuna de París y en las revoluciones de Rusia y China.

La opresión de la mujer tuvo su origen, en el surgimiento de la propiedad privada, causa del derrocamiento del derecho materno; desde entonces la condición de la mujer se sustenta en las relaciones de propiedad, en la forma de propiedad que se ejerce sobre los medios de producción y las correspondientes relaciones sociales de producción. En todas las formaciones económicas sociales basadas en la propiedad privada (esclavismo, feudalismo, capitalismo) la situación de la mujer ha sido de opresión. En el capitalismo, la sociedad burguesa basada en la propiedad privada, no da a la mujer la emancipación, sino únicamente la igualdad formal, jurídica. Lo que sí logra es crear las condiciones para que, con el triunfo socialista del movimiento obrero, las mujeres conquisten su emancipación. De un lado, la incorporación de las mujeres a la producción, hace que en su inmensa mayoría se conviertan en obreras iguales a los obreros en la fábrica y en el movimiento obrero, en parte inseparable del movimiento más revolucionario y emancipador que ha conocido la humanidad. De otro lado, la conquista de la igualdad formal, jurídica, hace más palpable la desigualdad real, pues el capitalismo no exonera a las mujeres de su condición de esclavas domésticas, implantando una doble opresión y doble explotación: la marital y la del burgués.

Las mujeres doblemente explotadas y oprimidas, no guardan ninguna ilusión en esperar que las mujeres de las clases opresoras tomen la bandera de su emancipación; y mucho menos que desde la ideología burguesa se exalte el valioso papel de la mujer en todos los asuntos de la sociedad. Esa es labor principal de los revolucionarios, entre quienes descuellan las mujeres, que una vez conscientes de la necesidad de destruir este asqueroso sistema, actuarán con doble odio —al opresor marital y al opresor de clase— y por tanto, con doble firmeza e ímpetu revolucionario.

Tampoco guardan ilusiones en la contienda electoral de los opresores y sus bufones reformistas, cuyas clases y partidos refinan las mentiras de siempre y ponen a candidatos de todos los colores a parlotear sobre “las reivindicaciones más sentidas del pueblo colombiano”, cuando en realidad la mayoría de los trabajadores ya no les cree. “Superar la segregación y la discriminación” dice Petro; “brindar espacios óptimos de aseguramiento para mujeres niños y adolescentes” predica Ordoñez; “luchar contra los delitos que más afectan a la ciudadanía” rebuzna Vargas Lleras; “primero los pobres” masculla De la Calle; “Colombia necesita un cambio” vocifera Iván Duque; y las candidatas mujeres Piedad Córdoba y Marta Lucía Ramírez, gritan respectivamente: “Poder ciudadano” y “Por una Colombia honesta y fuerte”. Ninguno mienta palabra sobre abolir la propiedad privada de los medios de producción, que es la base económica material de la esclavitud asalariada y de la opresión de la mujer, pues todas las clases, partidos y candidatos que se disputan los puestos del Congreso y del Gobierno en las elecciones, lo hacen con el compromiso de preservar la explotación asalariada y el poder del Estado, es decir, preservar el poder económico y político de los capitalistas, y por tanto, mantener intacta la doble opresión de la mujer, disfrazada de normas y leyes escritas con letra muerta sobre el papel mojado de la hipocresía burguesa.

Ante la evidente situación degradante de la mujer el Estado colombiano no pudo callar más, y para lavarse las manos y posar de benefactor en el 2008 publica la ley 1257 que dicta normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres. Era tan “firme” la medida que solo 3 años después lo reglamenta en un decreto 4799 de 2011 para garantizar el efectivo acceso de las mujeres a los mecanismos y recursos que establece la Ley para su protección, como instrumento para erradicar todas las formas de violencia contra ellas.

Colombia como país capitalista inserto en el sistema mundial imperialista, se caracteriza por la amplia producción de normas, pero como en todo Estado de las clases explotadoras, existe una gran brecha entre la “igualdad” formal de la que habla la Ley y la desigualdad real que se vive en los hechos. Se hace la norma, pero en la práctica no se soluciona nada, dejando en la mente de los trabajadores la idea subliminal de un Estado protector y de un sistema igualitario y democrático.

La plena igualdad de la mujer sólo será posible con la abolición de la propiedad privada; es decir, que mientras ello no suceda la mujer seguirá estando en desventaja frente al hombre. De ahí que la igualdad que le otorga la burguesía a las mujeres es sólo formal y jurídica, no en los hechos, su situación sigue siendo no sólo de explotación y de opresión por parte de la burguesía y el Estado, en el caso de las mujeres proletarias, sino también de opresión de todas las mujeres por parte de los hombres, quienes en la familia representan el papel opresor del Estado en la sociedad.

Hoy corresponde prestar atención especial a la situación de la mujer, a sus reivindicaciones, a su falta de igualdad real, a su educación para sacarlas de la pasividad e inconsciencia sobre las verdaderas causas de su situación, sus verdaderos enemigos y la verdadera emancipación. Armarlas para la lucha, no solo a las obreras, sino también a las que están en el hogar, a las campesinas, incluso a las mujeres de la pequeña burguesía, a que participen en los movimientos liberadores, a que se organicen, a crear las condiciones para que desaten su fuerza revolucionaria, no contra los hombres, embrutecidos y degradados por el ambiente social, sino especial y primordialmente contra este maldito sistema moribundo que descarga sobre las mujeres los peores horrores. Ayudarles a que despierten a la vida política, como protagonistas conscientes en la lucha revolucionaria por su emancipación como parte de la emancipación de la clase obrera. Vincularlas a las organizaciones revolucionarias de los comunistas cuya tarea primordial hoy es construir el Partido político del proletariado, destacamento de vanguardia de la clase y de la revolución donde las mujeres no pueden estar ausentes, son indispensables, imprescindibles, pues como dijera Marx “Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino”. Por consiguiente, el cambio de base que hoy necesita la sociedad colombiana y el mundo en su conjunto, el triunfo de la revolución proletaria, es inconcebible sin la intervención de la mujer.

Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)

Fuente: https://www.revolucionobrera.com/editorial/solo-la-revolucion-socialista-podra-hacer-realidad-la-plena-igualdad-de-la-mujer/

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