La expresión de poder más primaria y que termina incluso subyugando al conocimiento, es la fuerza, la agresión.
Bastardos sin gloria –a la colombiana
Patricia Restrepo
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Cada vez es más manifiesto el manejo estructurado del poder en Colombia. Ejemplo de ello es la acción de los grupos policiales, integrada en gran porcentaje por jóvenes, algunos casi infantes, que protagonizan de manera rutinaria hechos de violencia contra la población civil, que de manera pacífica sale a expresar su inconformidad con la vida cotidiana que le toca sobrellevar.
Como lo han vivido cientos de personas que han sufrido el embate de quienes dicen estar formados para protegerlos –quedando marcados en sus cuerpos por los golpes, patadas, disparos, gases, etcétera, que recibieron; las decenas de muertos que han producido las denuncias con su grito silenciado–, es evidente que en el actuar de estos cuerpos violentos algo anda mal, o mejor, en su actuar queda el sello del poder, al servicio del cual actúan y por el cual son formados para intervenir violentamente, precisamente como proceden en todo sitio donde llegan. Otros miles de miles que también los han visto actuar dan fe de ello.
Precisamente por todo esto es pertinente el interrogante, ¿cómo selecciona y forma su personal la institución policial?
Para la selección de los futuros integrantes de estos grupos, hay dos condiciones iniciales: una, desde la perspectiva de la institución policial o militar –que en nuestro caso son casi lo mismo por la militarización sufrida por la Policía: identificar en el entrevistado el carácter requerido para afrontar un “entrenamiento” adecuado para convertirlo en agente u oficial con actitud para oprimir, negar, violentar; dos, adjunta precisamente a lo ya dicho, contar con un síntoma de disfuincionalidad social que lo dispone para el actuar violento; con vocación de poder de parte del aspirante, la cual lo predispone, a la par de su búsqueda de trabajo para ganar un salario fijo, a violentar, a hacer sentir su poder a quien muy seguramente es un igual a él, pero que una vez enfrentado lo ve como su enemigo, y así lo trata.
Todo una contradicción: un pobre, un negado, rompiéndole el “alma” a otro negado, a otro pobre, a uno que precisamente sale a demandar vida digna para todos, incluido su agresor.
Comprender las posibles causas de este síntoma de enfermedad social (los protectores convertidos en agresores), da ideas de cómo reparar y trabajar en cambiar esas causas, y generar circunstancias que propicien ese cambio. En la búsqueda de tal entendimiento, puede especularse un poco acerca de las diferentes estrategias incluidas en la formación de los (mal)llamados cuerpos de seguridad –de todo tipo y nivel–.
Aconductando
Es conocida la existencia de diferentes procedimientos psicológicos de condicionamiento, desensibilización, que en cierto tipo de individuos –generalmente personas carentes de patrones éticos muy internalizados y con profundas carencias emocionales–, pueden generar patrones de agresividad y falta de empatía. Para comprender mejor esto, puede analizarse la constitución interna de las respuestas biológicas, psicológicas y sociales que constituyen la naturaleza humana.
La expresión de poder más primaria y que termina incluso subyugando al conocimiento, es la fuerza, la agresión.
Compartimos esta naturaleza de instinto con el reino animal. Fuerzas primarias que con el condicionamiento apropiado se manifiestan, actualizan y pueden llegar a formar parte del comportamiento rutinario, más aun si a posteriori son premiadas con un refuerzo significativo, en moneda emocional, de reconocimiento y supremacía sobre otro grupo de individuos.
En cuanto al componente psíquico, por lo general historias familiares de maltrato físico, sexual y psicológico, están presentes en la vida de los que posteriormente incurren en acciones de violencia o llegan con relativa facilidad a estados de dehumanización. Cuando la agresividad está por encima de la racionalidad y se desborda en categorías de violencia y maltrato, entra en status de patología.
En este proyección, la referencia de cuáles deben ser las características socio económicas y psicológicas de los aspirantes es muy importante, porque no todo grupo o individuo puede ser moldeado o condicionado con un nuevo sistema de valores. Una historia de miedo, abandono, dolor o frustración ante el poder de otros, es muy factible en el perfil requerido, para formar nuevos patrones de comportamiento orientados a ese ejercicio de poder instintivo y brutal que caracteriza a los actuales policías.
Sin la historia de indefensión y maltrato por años, es menos probable la alienación con ideas y comportamientos éticamente reprochables por el propio individuo, y la sanción social todavía genera malestar; cosa que parece ausente en los funcionarios policiales, que sin temor a ser expuestos públicamente en redes sociales, golpean, maltratan y violan los derechos humanos de sus “enemigos”, que ya como sociedad se han establecido en consenso.
Victimarios, víctimas.
La otra cara de esta triste realidad muestra como la misma población que tanta privación, violencia y sufrimiento ha vivido históricamente en Colombia, queda definida en una de las dos opciones posibles: seguir luchando por la justicia social y exponerse incluso a la muerte, o aliarse a los dueños del poder para saborear la sensación de fuerza y no de fragilidad. Razón que le hace ver al otro con enojo porque ve su propio reflejo, esa persona débil y violentada que ya no quiere ser.
Un actuar sin límite.
El potencial de la conducta psicopática o limítrofe está presente para que se produzca una desconexión empática donde el dolor del otro se torna indiferente y la satisfacción en la demostración de poder ofrece una gratificación emocional que lo impulsa a repetir tal comportamiento.
Deben existir, entonces, factores previos que propician el actuar violento y opresivo, pero aunado a ello el entrenamiento estratégico para desensibilizar al futuro agresor, tiene una estructura sistemática.
Es por ello que no puede hacerse un análisis real de los integrantes de cuerpos violentos como el Esmad, desde un solo enfoque dejando de lado la constitución humana como ser bio-psico-social e incluso espiritual. Ningún hecho está, en ninguna circunstancia, aislado de las realidades biológicas, psicológicas o sociales, donde están inmersos los que en él participan y el caso de los policías, en todas sus graduaciones, es manifestación clara de ello.
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Fuente:Periódico desdeabajo Nº243
https://www.desdeabajo.info/colombia/item/33716-bastardos-sin-gloria-a-la-colombiana.html