Inútil es creer que en un país centralista, los partidos políticos tradicionales y centralistas crearán progreso regional. Desde el albor frentenacionalista, los partidos transmutaron en baronías electorales socialmente insensibles, ideológicamente insolventes y éticamente gelatinosas y por ende no fiables. Esta seria razón suficiente para creer que el Tolima debe idear y edificar otra realidad política que haga posible su progreso y, de paso, conjurar ese absurdo hechizo que lleva a personas decentes y capaces a creerse buenos políticos solo porque son duchos en artimañas electorales y no expertos en construcción de desarrollo.
Así muchos sufran de ese hechizo, que podría ser pasajero, la región cuenta con actores potenciales del desarrollo, especialmente gente joven, que renovada en cordura, decoro y mentalidad, puede cambiar la historia del Tolima y de ahí que es sensato y aconsejable no caer en maniqueísmos y si revivir la fe en que las personas cambien para que todo cambie, o lo mismo: “si a uno le gustan las mariposas no puede andar por ahí pisando las orugas”.
Pensar que el país debe reconstruirse desde las regiones es aceptar tácitamente la teoría que señala que ello solo es posible si nos negamos a orbitar sobre caudillismos heredables apiñados concupiscentemente en agencias electorales sin doctrinas, principios e ideología y por ende sin proyecto político. Se colegirá entonces que construir la “región Pijao” exige forjar cultura de desarrollo, sentido histórico y otra realidad política, cosa viable si muchos de “los tres millones de tolimenses” optamos por crear un partido político regional.
De ser oída y acometida, la propuesta rompería la inercia histórica del Tolima porque las ideas regionalistas y un colectivo realmente democrático, causarían hechos nuevos como: afirmar la nacionalidad desde la región y no desde el centro; crear empoderamiento local y regional como virtud para lograr peso político especifico nacional; inducir el concepto de región autonómica; hacer lecturas tolimensistas desde la complejidad y diversidad de los municipios; animar enfoques estratégicos en cada subdivisión geopolítica regional; honrar el bien común; imprimir ética al ejercicio político; instar a la cohesión, la coherencia y los acuerdos desde una visión compartida de futuro; orientar y determinar el rol político de líderes y militantes; erradicar los primitivos personalismos y grupismos.
Un colectivo político tolimensista moderno, dinámico y legitimado por el elevado sentido histórico de su misión política y su visión estratégica, avivará la identidad y la unidad social para encarar el futuro; enaltecerá la democracia política al basarla en ideas de democracia económica afirmadas en el hecho de que siendo cierto que el desarrollo supone negocios, igual es cierto que los negocios no siempre suponen desarrollo; probará que los planes de desarrollo hoy son un orfeón sofístico y pragmático que no permea la voluntad de quienes deben encarar la hegemónica e inequitativa economía de mercado y restaurar el capital social y solidario; ratificará, refutando ficciones que impone el gran poder, que entre más regionalistas seamos más universales seremos. En nuevo escrito ampliaré la propuesta.
Astutos si son quienes detentan el centralismo económico y político. Como el sagaz ladrón que grita… ¡cojan al ladrón!, ellos ahora embolatan el clamor de la Colombia olvidada con iniciativas riesgosas para sus verdaderos propósitos. Enfoque territorial, descentralización y reforma política son neo promesas de los que jamás se harán el harakiri con reformas de tal alcance, pero que sí alucinan a quien rehúsa admitir que las grandes reformas nacen de la lucha colectiva de sociedades conscientes, unidas y decididas a lograr sus sueños y no de pueblos donde está arraigado el espíritu gregario y la resistencia al cambio.
Todo cambiará si los tolimenses, con un renovado enfoque sistémico de nuestro propio territorio, logramos peso político específico frente al país para que así la descentralización sea conquista y no falsa promesa centralista y este histórico hecho de empoderamiento solo surgirá de un partido regional cuyo sesudo y veraz proyecto político sea el progreso del Tolima. La dura experiencia ya tendría que habernos enseñado que el solo fin electoral de un partido político actual o alianzas y coaliciones, así sea de buena intención (?), lejos está de tener margen de maniobra alguno para cambiar nuestra endémica realidad.
Negar la idea de que el desarrollo y la universalidad se construyen desde dentro y no por dádiva ajena es ahijar la ruina política del Tolima. Explico esta aserción con uno de tantos casos sabidos: la Comunidad Autónoma Vasca o País Vasco, en sus 7234 Km2 (30.7% del Tolima) ha logrado un nivel de desarrollo muy superior a la media de las 17 autonomías Españolas y por sí misma (algo innegable) es región tan universal como lo es España y, en gran medida, estos logros se deben a 4 o 5 partidos políticos raizales, el más histórico el PNV (Partido Nacionalista Vasco) fundado en 1895 y que hoy gobierna esta comunidad y no tanto al PP ni al PSOE, partidos nacionales y tradicionales. El tema daría para largo.
Desde este enfoque de lo político-regional parafraseo un viejo refrán y digo que es mejor ser cabeza de guatín que antediluviana cola de dinosaurio y de este modo argüir que, visto cualitativamente, es más grande un partido regional autentico que un anacrónico partido nacional y asimismo argüir que desde lo regional seremos actores de la política grande, en tanto que en el centralismo partidista, solo víctimas o súbditos del politiqueo menudo. Se colegirá entonces que todo es cuestión de girar 180º “la tuerquita paradigmática”
En la tertulia casual suele oírse que el Tolima es liberal, conservador o renovador, según el contertulio. Tan respetable juicio no significa que un buen “gen político” deba estar atado a la antigualla política, pues es realmente posible que a un partido regionalista y pluralista converjan “genes” tradicionalistas, aperturistas y alternativos para cambiar la historia del Tolima y de paso forzar a partidos y actores políticos nacionales a compartir una dialéctica sensata sobre el desarrollo socioeconómico tolimense. Finalmente señalo que así algunos adalides del cambio rotulen esta idea con un pálido “no se puede”, al menos queda como constancia de que más que a la protesta, nos conviene ejercer el derecho a la propuesta.
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Ibagué, Colombia