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REPATRIACIÓN DEL TESORO QUIMBAYA, ACTO DE SOBERANÍA CULTURAL E HISTÓRICA

Repatriación del Tesoro Quimbaya: Un acto de soberanía cultural e histórica

Por Jairo Trujillo M. – Gotas de Tinta

Se contaba ya con estudios sobre los agustinianos del sur del Huila realizados por Codazzi en 1853, sobre los chibchas y los quimbayas escritos por Uricoechea en 1854, por Posada Arango en 1873, por Zerda en 1882, por el médico Manuel Uribe Angel en 1885, por Vicente Restrepo en 1892.


Historia

Hasta hace tres años el Tesoro quimbaya para mí era desconocido , o al menos eso creía.

Sin saberlo, treinta años atrás, en el Field Museum de Chicago, había tenido contacto con parte de ese tesoro. Al entrar a una gran sala, vi un letrero que se refería a la cultura quimbaya. Me acerqué y quedé muy impresionado al estar frente a una exposición tan grande de dicha cultura de mi país en aquel majestuoso museo. Era una muestra de los quimbayas más completa que la que había visto en el Museo Nacional de Bogotá. Creí que era una exposición itinerante, pero ahora me entero que algunas de esas piezas arqueológicas fueron compradas a los guaqueros colombianos y que después llegaron a Chicago por no sé qué medios.

En el 2013 estuve en Madrid. Fui al Museo del Prado a ver las maravillas de los grandes pintores. Luego estuve en el Museo Reina Sofía deleitándome nuevamente con el famoso Guernica de Picasso, que había conocido en 1987. Pero quería algo más. Busqué en internet otros museos y vi uno llamado Museo de América. Pregunté por él y ni siquiera españoles y paisanos míos lo habían oído nombrar. Llegué allí y casi no lo encuentro. Al entrar hice algunas preguntas. Una de las guías del museo, que había estado en Bogotá, detectó inmediatamente mi acento colombiano.

−Venga le muestro algo que puede interesarle −me dijo amablemente, con cierta sonrisa de satisfacción.

Me condujo a unas vitrinas y cuando vi aquella maravilla, estupefacto, en seguida le dije:

−¡Estas piezas de oro son colombianas! ¿Verdad?

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−¡Claro! Nos las regaló el presidente Holguín de Colombia en 1892. Son extraordinarias. Pensé sin decirle nada: ¡Ah, presidentes nuestros!

Pasó luego a contarme que se conocían como el Tesoro quimbaya. Y me explicó algo al respecto. Quedé asombrado de la perfección de esas piezas de oro, de la calidad artística de nuestros antepasados. Era curioso que me enterara del tesoro quimbaya precisamente en el exterior, aquel tesoro con el que había tenido ya una relación treinta años antes.

−¿Puedo tomar fotos?, pregunté.

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−¡Naturalmente! Tome todas las que desee. El resultado se puede ver en las fotos que aquí aparecen.

Tiempo después estuve en Armenia, Quindío, y visité el Museo del Oro del Banco de la República. Un hermoso edificio construido por Rogelio Salmona. Allí vi varias colecciones de oro y de cerámica de los quimbayas. A mi joven y despierto guía, quien me dijo con dolor que las mejores muestras del trabajo orfebre de aquellos antepasados estaban en España. Entonces le mostré las fotos que había tomado en el Museo de América y sus ojos le brillaron de la emoción. Me pidió que se las copiara y así lo hice y orgulloso se las mostró a su jefe, quien a su vez también solicitó una copia.

Por esos días fui a Filandia, Quindío, a visitar unos amigos que viven cerca de una reserva forestal. Al mostrarles las preciadas fotos, me comentaron que en esa región fue donde se encontró el famoso tesoro.

Unos meses más tarde, en un congreso de historia, conocí a varios miembros de la Academia de Historia del Quindío. Cuál sería la sorpresa y la admiración cuando les mostré y regalé las fotos del famoso tesoro de los indígenas de su tierra. Ahora una de esas fotos la han puesto en su blog. Me contaron de su lucha por la repatriación de ese patrimonio tan querido. También les comenté lo que había visto en el Field Museum de Chicago. “También estamos en una campaña por su repatriación y parte de esas piezas pertenecían a las mismas tumbas de Filandia”, fue su comentario.

A partir de ese momento me interesé más por el tema y a seguirle el paso a lo que ocurre con el Tesoro quimbaya.

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Cuando los antioqueños llegaron a lo que ahora se conoce como el Quindío, a fines del siglo XIX, no fue solo a colonizar, sino a saquear las tumbas indígenas que encontraran. Fue el tiempo de la guaquería. Fundaron a Filandia en 1878. En 1891, en el sitio conocido como La Soledad, en la vía que conduce al municipio de Quimbaya, los guaqueros encontraron dos tumbas indígenas con más de 400 objetos de oro y cerámica. En esa época se le conoció como el Tesoro de Calarcá. Un año más tarde, durante las celebraciones del cuarto centenario del descubrimiento de América en España, se harían famosas 122 piezas, como el Tesoro Quimbaya.

El Gobierno colombiano adquirió las piezas quimbayas el 20 de agosto de 1891 mediante un “contrato de compra de una colección de objetos de oro” entre el Gobierno y Fabio Lozano Torrijos de Ibagué, que fueron encontradas por el guaquero Domingo Álvarez en Filandia, por la suma de 70.000 pesos de la época. En dicho contrato se especifica el número total de objetos en 433 y el peso en 21.224 gramos. La transacción la realizó Marco Fidel Suárez −quien sería presidente dos décadas después−, en calidad de representante del Gobierno.

Como lo dicen algunos historiadores, también, en esos años, se había iniciado en Colombia la recuperación histórica del pasado indígena, porque se consideraba importante la búsqueda de los vestigios del pasado nacional. Se contaba ya con estudios sobre los agustinianos del sur del Huila realizados por Codazzi en 1853, sobre los chibchas y los quimbayas escritos por Uricoechea en 1854, por Posada Arango en 1873, por Zerda en 1882, por el médico Manuel Uribe Angel en 1885, por Vicente Restrepo en 1892. Estos estudios fueron los primeros intentos de encontrar las más lejanas raíces de la naciente nacionalidad republicana.

El Gobierno colombiano envía la colección de objetos de oro a España. Para conducirlo a Madrid se encomienda a Vicente Restrepo, exministro de Estado y quien posteriormente publicaría su obra sobre los chibchas, y a su hijo Álvaro Restrepo Tirado, notable tratadista sobre los quimbayas, integrantes ambos de la Comisión de Protohistoria Colombiana. Allí son expuestos en Madrid y en Sevilla. El presidente Holguín decide, sin consultar con el Congreso, obsequiar toda la muestra a la reina María Cristina, en agradecimiento a su apoyo en el conflicto con Venezuela. Por aquella época, Colombia tenía un pleito fronterizo con Venezuela relacionado con la Guajira y el río Orinoco. El Laudo Arbitral proferido por la Corona española se emite a favor de Colombia.

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El 4 de mayo de 1893, cuando era presidente Miguel Antonio Caro, cuñado de Holguín Mallarino y quien lo sucedió en la presidencia, se protocoliza el “generoso obsequio”.

El ministro plenipotenciario de Colombia en España, Julio Betancourt, en documento publicado por el Diario Oficial el 28 de junio de 1893, le informó al canciller Marco Fidel Suárez lo siguiente: “Tengo la honra de poner en su conocimiento que hoy he entregado a su majestad la Reina Regente los objetos de oro que componen la rica colección de antigüedades quimbayas enviadas por el gobierno como obsequio a España”. El diplomático manifestó lo siguiente después de entregarle el tesoro a la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena: “El regalo estaba colocado de antemano en una elegante y preciosa vitrina octogonal (…) al llegar su majestad con su numeroso séquito entregué a ella, después de un breve discurso, las llaves de la vitrina y el inventario (…) ella se sirvió corresponder las frases que le dirigí, encargándome de modo especial que manifestase su reconocimiento al gobierno de Colombia por el testimonio de cariño que envía a España”. Ella, agradecida (¡cómo no!), respondió: “Yo siempre creí que vuestro país era fabuloso en bienes artísticos, pero veo que lo es aún más en la nobleza e hidalguía de sus gentes”.

La reina se lo entrega al Museo Arqueológico Nacional de España y lo tiene a su cargo por varios años.

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Durante la Guerra Civil Española el tesoro es conducido, junto con varios cuadros del Museo del Prado, a Suiza para su protección. Luego de muchos ires y venires, que incluyó la muestra de una réplica del tesoro, éste finalmente es enviado en 1994 al Museo de América, donde se exhibe desde entonces.

Al revisar los archivos de la época se lee que el presidente Holguín Mallarino le dijo al Congreso el 22 de julio de 1892 que ese tesoro era una obra de arte y una reliquia de una civilización antigua y que antes de mandarlo a Madrid le propuso al Gobierno de Venezuela “que tomase la mitad de la colección para que el obsequio fuese de varios gobiernos. No habiendo sido aceptado el ofrecimiento, determiné hacerlo por nuestra sola cuenta”.

El 20 de julio de 1892, poco antes de dejar la presidencia, Carlos Holguín Mallarino, en su mensaje al Congreso, dice de esta colección: “Es la más completa y rica de objetos de oro que habrá en América, muestra del grado de adelanto que alcanzaron los primitivos moradores de nuestra patria. La hice comprar con ánimo de exhibirla en las Exposiciones de Madrid y Chicago y obsequiársela al Gobierno español para un museo de su capital, como testimonio de nuestro agradecimiento por el gran trabajo que se tomó en el estudio de nuestra cuestión de límites con Venezuela y la liberalidad con que hizo todos los gastos que tal estudio requería. Como obra de arte y reliquia de una civilización muerta, esta colección es de un valor inapreciable.”

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La Ilustración Española y Americana reprodujo grabados de algunas de las piezas más importantes y un artículo de J. Ramón Mélida, en la edición del 8 de diciembre de 1892, en el que dice: “Por lo que a España respecta, baste recordar la brillante concurrencia de Colombia a la Exposición Hispano-Americana, la novedad y la riqueza de sus antigüedades, y muy especial la espléndida colección regalada a España, a no dudarlo, el presente más valioso que ésta ha recibido hasta el día de sus hijas allende el Atlántico.” El arqueólogo español Pérez de Barradas, conocido en Colombia por sus trabajos sobre los agustinianos y por su monumental obra Orfebrería prehispánica de Colombia, decía al respecto: “La colección quimbaya […] constituyó una revelación para los americanistas y fue uno de los atractivos de la exposición, puesto que tales antigüedades eran mostradas por primera vez a los amantes de la arqueología y la historia del arte.”

La importancia de este tesoro está en el número de piezas que integran el conjunto, en su excepcional calidad artística y técnica. Son auténticas obras maestras del arte precolombino. Demuestran que nuestros antepasados quimbayas eran verdaderos maestros en el arte de la orfebrería, quizás los más avanzados de toda América.

Realmente, el tesoro Quimbaya es otro más de los grandes de la América prehispánica: el tesoro de Moctezuma en México (que está rodeado de leyendas y suposiciones y no se ha podido encontrar) y el de la tumba del señor de Sipán en Perú, encontrado en 1987.

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El tesoro, de cerca de dos mil años de antigüedad y perteneciente al período quimbaya clásico, está integrado por 122 piezas, con un peso aproximado de quince kilos, obras que responden a necesidades rituales y funerarias. En su inventario hay doce clases de objetos, clasificados así: seis estatuillas, una cabeza, dos instrumentos musicales de viento, once recipientes o poporos, dos cuencos, ocho alfileres, una corona, seis cascos, veintiuna narigueras, treinta y una orejeras, once collares, cinco cascabeles, seis pendientes y nueve pasadores. Estéticamente, las obras de mayor interés son las estatuillas desnudas masculinas o femeninas, de pie o sedentes; pequeñas esculturas áureas de bulto redondo, huecas, modeladas previamente en cera y luego fundidas con la destreza característica que lograron los quimbayas en la representación del cuerpo humano, caracterizado por el modelado anatómico muy esquemático, mediante formas simples y macizas, pero haciendo especial énfasis en el tratamiento de la cabeza, de acentuado naturalismo en la ejecución de rasgos faciales. Es de advertir que estas figuras son huecas porque, a la vez, son recipientes. El tesoro también cuenta con los clásicos poporos, de formas globulares que representan frutos, o de formas esquemáticas y redondas, y algunos decorados con figuras. No todas las piezas son quimbayas: hay alfileres de estilo calima y pendientes del Darién, lo que supone que los quimbayas intercambiaban con otras tribus más allá de sus fronteras.

El gran poeta Rafael Pombo, en su época, fue uno de los que se opusieron a la donación del tesoro.

El historiador Germán Arciniegas consignó en el libro Secretos de El Dorado, Colombia lo siguiente: “Si en el momento de disponer del tesoro hubiera tenido Colombia la sensibilidad suficiente de admirar lo que iba a entregar y lo retiene, comienza en ese momento a formarse el Museo del Oro. Hoy sería par del de Tutankamón de El Cairo”.

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Desde los años 70 del siglo pasado, algunos empezaron gestiones para la repatriación del tesoro a nuestro país. Pero los diversos gobiernos, incluyendo el actual, sin ninguna muestra de dignidad nacional, han considerado legítimo el “obsequio” de Carlos Holguín. Luego vienen varias demandas de abogados y la campaña de la Academia de Historia del Quindío que vienen tratando de repatriar el gran tesoro de los quimbayas. Unas veces se ganaron las demandas, otras se perdieron. Y actualmente se está estudiando en la Corte Constitucional el caso de una manera más amplia. Incluso se ha realizado una audiencia pública con la participación de las partes involucradas y con expertos nacionales y extranjeros. Allí se oyó solitaria la voz del Gobierno, justificando la actitud del presidente Carlos Holguín, pariente de la actual canciller. Todos los demás clamaron por la repatriación del tesoro quimbaya.

El abogado Felipe Rincón Salgado el 18 de diciembre de 2006 interpuso una demanda de acción popular con el objetivo de que la justicia corrigiera ese error histórico. Por muchos colegas fue tildado de loco, pero continúa su lucha jurídica, porque considera que es justa. Considera que esa donación invaluable constituyó una enajenación ilegal de bienes nacionales, pues el Congreso jamás dio su aval ni hubo un debate público y ni siquiera periodístico “para detener semejante generosidad”.

El 4 de septiembre de 2009 el Juzgado 23 administrativo de Bogotá le dio la razón y estableció que la entrega del tesoro quimbaya a España fue inconstitucional y ordenó al Gobierno que adelantara todas las acciones diplomáticas y administrativas para recuperar dicha colección y conformara un comité de verificación para informarle al juzgado los avances en la repatriación de las piezas. La decisión de 58 páginas fue firmada por el juez Richard Navarro May. Desde entonces, este expediente ha sido objeto de polémicas y recursos judiciales infinitos. La Presidencia, la Cancillería y el Ministerio de Cultura pusieron el grito en el cielo y apelaron el fallo del juez Navarro May.

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Para la Cancillería, por ejemplo, en 1892 esa colección quimbaya no había sido declarada como un bien del patrimonio cultural de la nación, por lo que no se puede afirmar que esa donación hubiera traspasado los límites de lo legal. Aún más, sostuvo la Cancillería que en la Constitución de 1886 por ningún lado aparece que la cultura quimbaya, “su espiritualidad, usos, artes y técnicas pertenezcan al patrimonio cultural colombiano”.

El caso ha sido tan polémico que el veterano periodista Daniel Samper Pizano en el libroLecciones de histeria de Colombia, recordó esta historia y escribió que al presidente Holguín no se le ocurrió “mejor detallito” que darle oro a la reina de España.

Y añadió: “Fue así como el único oro que los españoles no se habían llevado de América, el Tesoro quimbaya, se los entregó el buen don Carlos sin preguntarle nada al Congreso, nada al país y por supuesto nada a los quimbayas. Y esa vez ni siquiera nos regalaron espejitos”.

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Luego de revisar la legislación de la época, las actas del Congreso y toda la argumentación de las partes, el juez Navarro May determinó que ese patrimonio debía regresar al país. En desarrollo del expediente el juez le pidió al Museo de América certificar el estado de esas 122 piezas y la respuesta fue que estaban en sus bodegas. Para Felipe Rincón esto resultaba aún más inadmisible.

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El 28 de enero de 2016, el magistrado ponente de la Corte Constitucional, Alberto Rojas, convoca a una audiencia pública e invita a treinta representantes de estas partes para decidir el litigio. Asisten representantes del Gobierno nacional, el abogado demandante Felipe Rincón, expertos, académicos, representantes indígenas, miembros de academias de historia. Al final de esta nota aparecen los vínculos de dicha audiencia.

En el debate en la Audiencia Pública de la Corte Constitucional en enero de este año, se oyeron cosas como éstas: Los voceros del Gobierno, como la vicecanciller Patty Londoño, aseguraron que la “actuación del presidente Holguín tiene validez, legitimidad y legalidad”, pues podía hacerlo dentro de su autonomía en el manejo de las relaciones exteriores. Añadió que actualmente no hay recurso jurídico posible que “obligue a España a devolver el tesoro quimbaya”. A su turno, Cristina Pardo, secretaria jurídica de Presidencia, aseguró que la Corte no podría tomar una decisión en este caso, pues “no se le puede indicar al Presidente sobre sus competencias exclusivas en el exterior”.

Los organismos de control sostuvieron que su repatriación es esencial para la memoria de los pueblos indígenas. Un gestor cultural español, Fernando Vicario, director del área de cultura de la Organización de Estados Iberoamericanos, dijo que “lograr que el tesoro quimbaya regrese es un paso para consolidar un espacio cultural iberoamericano en un mundo en el que los símbolos deben tener más fuerza que los asuntos burocráticos y legislativos”. Aseguró que en este caso es necesario “defender el regreso por un efecto simbólico para la creación de una nueva realidad cultural”. Así, dijo que España debería devolver este tesoro como un “buen gesto” que constituye un acto de construcción de cultura. “Un acto de generosidad que puede no estar apoyado en razones burocráticas, sino en la relación de un medio de cultura”, dijo. Y apuntó lo siguiente: “Hagamos que el patrimonio sea un activo de la memoria y no un pasivo de las nostalgias, de dueños que nunca lo fueron y pretenden reivindicar a través suyo glorias que ellos no construyeron; hagamos del patrimonio un elemento de futuro, sólo así el pasado tendrá realmente un valor capaz de incidir en la mejora de la calidad de vida de quienes lo vamos a disfrutar. Si el patrimonio es un tesoro por lo que significa, hagamos que el significado de ese tesoro sea el de crear gestos con aquello que ahora son solo palabras, un nuevo modelo de espacio cultural iberoamericano.”

En la diligencia, el abogado demandante Felipe Rincón aseguró que el tesoro debe ser repatriado porque “hace parte del patrimonio cultural y arqueológico del país”. También habló con dignidad Jaime Lopera Gutiérrez, presidente de la Academia de Historia del Quindío. Defendió la tesis de la repatriación del tesoro y anunció que también van a solicitar el regreso de las piezas quimbayas que tiene el Field Museum de Chicago.

También en España se han dejado oír las voces de los que claman justicia por nuestro patrimonio cultural ancestral.

Aunque los casos del tesoro quimbaya y el del galeón San José son los más sonados en los últimos tiempos, no son los únicos. De todos es sabido que toneladas de piedras y metales preciosos de nuestra América indígena precolombina fueron a parar más allá de nuestras fronteras y se esparcieron por toda Europa y el mundo entero.

Actualmente en el mundo, por fortuna, ya hay una nueva visión al respecto. Tanto en los tribunales internacionales como como por la vía diplomática se han logrado devolver a sus lugares de origen objetos pertenecientes a sus legítimos dueños. El pasado fue de conquista y de saqueo. El presente y el futuro deberían ser de concordia y colaboración entre los pueblos y de respeto a sus culturas y valores ancestrales.

Tesoro Quimbaya:


Audiencia pública en la Corte Constitucional, enero de 2016:



Intervención de la Academia de Historia del Quindío en dicha audiencia:



Nota periodística sobre la audiencia:


El País de España: “El tesoro de la cultura quimbaya, un regalo que se ha envenenado”:


Museo del oro Quimbaya, Armenia:






Academia de Historia del Quindío:


Otros lugares donde hay arquelogía colombiana:



Por: Jairo Trujillo M. – Gotas de Tinta.

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