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LA INFANCIA Y EL FILÓSOFO, DE JORGE ÚBEDA

La infancia y el filósofo. Entrada y salida de la perplejidad del presente 
 
Juan Antonio Martínez de la Fe.
 
Ficha Técnica
Título: La infancia y el filósofo. Entrada y salida de la perplejidad del presente
Autor: Jorge Úbeda
Prólogo: Miguel García-Baró
Edita: Ediciones Encuentro, Madrid, 2012
Colección: Filosofía
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 192
ISBN: 978-84-9920-156-6

 
Nos encontramos ante un libro sumamente atractivo y sugerente. No solo por el tema que aborda, ya de por sí suficiente motivo, sino, también, por la forma en que lo hace el autor. Se nos presenta en un lenguaje muy asequible, didáctico, pero cargado de profundidad en sus planteamientos. Cada capítulo arranca con un escueto resumen del contenido de los precedentes, los relaciona con el que se va a abordar y, sucintamente, explica qué ideas se van a desarrollar en esa parte de la obra; lo que, evidentemente, contribuye a su claridad expositiva.

Miguel García Baró prologa esta ópera prima de Jorge Úbeda. En este prólogo, dice que la filosofía ha meditado sobre la muerte, o sea, sobre la madurez y sobre la decrepitud de la vida, pero apenas ha prestado atención frontal a la infancia. Y esto es precisamente lo que hace el autor, prestar atención a esa época de nuestra vida, aunque desde un interesante enfoque.

Plantea Úbeda que, si tuviésemos que reducir a una sola emoción el estado actual de la vida individual en nuestra sociedad, esa emoción sería la perplejidad; perplejidad entendida como aquella emoción que suele dar noticia de que hemos entrado en una situación de crisis. Y, para él, tres son las crisis de carácter intelectual, durante el siglo XX, que explican su peculiaridad: 1) La crisis de las ciencias formales y naturales; 2) La crisis del sujeto moderno; y 3) La crisis de las instituciones políticas fundadas en el discurso ilustrado.

En cuanto a la primera, explica cómo todo el ámbito del saber científico se ha visto sometido a una gran revisión, tanto de sus fundamentos lógicos como de su propia metodología. Ahora, la ciencia no busca la verdad, sino que la técnica, un producto derivado de la teoría y subordinado a ella, se ha convertido ella misma en productora de conocimiento, algo ciertamente útil, pero que no es lo mismo que la verdad. Dice el autor: “La ciencia aparece siempre vinculada a la verdad del todo, pero la verdad a la que está hoy vinculada no es propiamente una verdad, sino la utilidad que es el fin de la técnica”.

Para comentar la crisis del sujeto moderno, lo describe bajo dos ingredientes esenciales: la reflexividad o auto-conciencia y la autonomía. Y la disolución de la subjetividad moderna ha comenzado, precisamente, por cuestionar estos dos ingredientes esenciales y su consecuente revisión de la temporalidad subjetiva. Y se detiene, seguidamente, en los cuatro elementos heterónomos que se han aducido para despojar al sujeto moderno: 1) La materialidad de la historia en el marxismo; 2) La materialidad del deseo en el psicoanálisis; 3) La materialidad del lenguaje en el estructuralismo; y 4) La materialidad de la vida en el darwinismo.

El tiempo pasa a ser el protagonista de las siguientes reflexiones, porque, para el autor, nuestro amargo siglo XX nos ha traído, precisamente, la quiebra ilustrada en el futuro. Nos dice: “Observamos que ninguna de ellas [las instituciones sociales] son ya los referentes principales que el individuo busca para organizar con sentido su vida. Ni las iglesias, ni los partidos políticos, ni el Estado como proyecto, ni los grandes discursos de liberación humana, ni siquiera la propia familia. Todas estas instituciones beben del futuro para saciar su realidad presente, pero si el futuro se ha disuelto como ingrediente del tiempo, ¿qué sentido pueden tener todas ellas? Y, más adelante, se cuestiona si es posible salir de la perplejidad, esa emoción que se halla en la génesis de su exposición; a lo que responde: “El primer paso imprescindible para salir de esta perplejidad es comprender cómo se ha entrado en ella. La perplejidad es una emoción propia de adultos, por lo que será decisivo tratar de describir y comprender el significado que la infancia tiene, como espacio y tiempo previos al ingreso en la vida adulta, en esta entrada en la perplejidad […] Si queremos saber cómo salir de la perplejidad, tenemos que entrar en la infancia y quizá buscar en ella alguna salida”. Nos deja, así, situados de lleno en lo que será el desarrollo de esta interesante obra, que continúa en un segundo capítulo de sugestivo capítulo: Si no hubiese sido un niño.

Descartes constituye el núcleo de este apartado sobre el que reflexiona Jorge Úbeda. Fue este filósofo quien nos explica que los hombres, antes de dedicarnos a la tarea de la búsqueda de la verdad, hemos sido niños, circunstancia que supone que, solo superando este estado, se puede acceder a un adecuado análisis de lo que sea la verdad. ¿Qué significa, entonces, la filosofía? Pues, simplemente, la superación definitiva de la infancia. ¿Por qué? Porque la infancia ha sido un tiempo en el que han cuajado hábitos y prejuicios que exigen, en la vida adulta, un acto por el que se pueda dudar de todo ello, con la mirada puesta en acceder al corazón mismo de la verdad. Así, Úbeda se dedica en este segundo capítulo a describir cómo comprendía Descartes la infancia y cómo tal descripción se vincula con el origen de la filosofía. Pero no se queda ahí; su exposición permitirá asistir al nacimiento de un proyecto filosófico en el que la detención en el presente juega un papel fundamental. A tal fin, analiza las dos primeras partes del Discurso del Método, relacionando sus resultados con las descripciones fenomenológicas de la subjetividad contenidas en las dos primeras meditaciones metafísicas.

Y, tras Descartes, Rousseau; a éste dedica Jorge Úbeda el tercer capítulo de su obra, titulado En la infancia está la pureza, título que se corresponde perfectamente con el planteamiento del filósofo. Descartes nos llevó a la evidencia del Cogito, fundamento de todo saber posible desde el que se puede considerar a la infancia como un mal inevitable en orden a fundar la vida sobre una verdad cierta. El adulto ha de encaminarse por la senda segura de la ciencia, un postulado netamente moderno. Una visión sometida a matices de diversos autores, entre los que se encuentra quien ha sido uno de los intelectuales que más páginas ha dedicado a la infancia: Jean-Jacques Rousseau. ¿Qué visión tenía este filósofo de la infancia? Esta es la pregunta a la que pretende dar respuesta Jorge Úbeda, basándose en dos textos: el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres y Emilio. Y nos lo explica así: “En el primero de ellos, asistimos a una primera descripción de lo que sea el estado de naturaleza y su importancia, metodológica y más que metodológica, para la comprensión de lo que sea el ser humano en sus relaciones sociales presentes”. Y, más adelante: “Esta noción de naturaleza será profundizada y matizada en Emilio, pero esta vez será el niño el que mejor exprese, no ya el estado de la naturaleza, sino la propia voz de la naturaleza en su momento más originario”. Y a explicar estos planteamientos dedica Úbeda las páginas siguientes, con un discurso metodológicamente muy bien organizado y con excelente claridad expositiva.

Tras Descartes y Rousseau, Kant. A él se dedica el cuarto capítulo, Filosofar es salir de la minoría de edad. En él, se aborda la infancia en el pensamiento filosófico kantiano, basándose en tres artículos, de los que Úbeda nos ofrece una más que interesante interpretación. Se trata de Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?, [iProbable inicio de la historia humana ]iy la primera parte de La religión en los límites de la razón, que trata sobre el mal radical en la naturaleza humana. Acerca del primero de estos tres artículos, nos expone el autor qué sea la Ilustración, a la que define como la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. Y, ¿qué se entiende por minoría de edad? La incapacidad de servirse del propio entendimiento sin una guía externa a uno mismo; es ésta la definición kantiana de la infancia. Y no es sencillo salir de esa minoría de edad, asunto del segundo de los artículos citados, como expresa el propio Kant; un artículo que se plantea como un viaje de placer en el que se deja a la imaginación vagar, con la compañía de la razón, por el primer despliegue de la libertad a partir de su disposición original en la naturaleza del hombre, como bien expone Jorge Úbeda. Aunque pasar de la tutela de la naturaleza al estado de la libertad exige un precio: aquí se halla el origen de los males y el fin de la inocencia. A esta dificultad se añade otra de no menor consideración: la presencia en el hombre de dos principios en franca contradicción, el natural y el moral; la superación de tal contradicción solo se producirá cuando la naturaleza moral humana integre la naturaleza natural humana, tema este que el autor desarrolla en los epígrafes ¿Malo o bueno por naturaleza?, ¿Qué quiere decir que el hombre sea bueno y malo por naturaleza? y El mal radical. Y nos dice Jorge Úbeda: “En la propia infancia ya se hace presente el terrible drama de la condición humana y el alto precio que el hombre paga por ser racional y libre. Este alto precio es el de haber dado entrada al mal que se mezcla en todas las intenciones que mueven sus actos y que le da noticia de un deseo más allá de cualquier deseo conocido: el deseo del bien”.

Nietzsche es el protagonista del siguiente capítulo, De la sumisión a la inocencia: el niño por venir. En él, Jorge Úbeda nos presenta cuáles son las claves de la comprensión de la infancia en el filósofo; y lo hace partiendo de la siguiente hipótesis interpretativa: “la infancia en Nietzsche está relacionada con la noción de tiempo y con la posibilidad de que el hombre pueda ejercer algún poder sobre el poder del tiempo”. Se vale de algunos de los textos de Así habló Zaratustra y, sobre todo, a través del diálogo con una de las Consideraciones Intempestivas, la titulada Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. El profeta Zaratustra se nos presenta como un hombre transformado, convertido en un niño, así como en un despierto. Es el niño el nuevo y auténtico comienzo del superhombre, es la meta y el comienzo. A partir de aquí, el autor nos ofrece un ordenado comentario sobre lo fundamental del tiempo.

Y con el capítulo siguiente, el sexto, De la infancia a la vida filosófica: hacia una segunda inocencia, nos introducimos en el siglo XX, para considerar la empresa filosófica de la fenomenología, en la que nos reencontramos con una comprensión de lo que significa ser filósofo, en muy estrecha relación con la infancia del hombre. Úbeda toma como punto de partida el esquema general fenomenológico, basado en una “interpretación global de las descripciones esenciales que Husserl hace de los movimientos por los cuales el hombre, de la actitud natural se transforma en el hombre de la actitud fenomenológica, es decir, en un filósofo”. Se plantea el autor las siguientes preguntas: “¿Cómo está viviendo el hombre para que sea necesario, exigible o posible este cambio de actitud [para llevar una vida auténticamente adulta e ilustrada]? ¿Por qué vive como vive? ¿Ha vivido siempre el hombre como vive ahora o existe algún momento de su vida, quizá su infancia, en el que ha vivido en una protoactitud como la que ahora trata de ganar en la vida filosófica?” Y a eso dedica las páginas de este capítulo: a explicitar las relaciones que existen entre la infancia y la extraordinaria aventura filosófica que es la fenomenología.

Y llega el turno al séptimo y último capítulo, La infancia, matriz del deseo, el más extenso de la obra, con aportaciones originales del autor, sumamente interesantes. El recorrido por el que nos ha llevado Jorge Úbeda nos ha aproximado a Descartes, Rousseau, Kant y Nietzsche, así como a la fenomenología; todos ellos, pese a sus diferencias, manifiestan un aspecto en común: “la infancia es aquel momento insoslayable de la vida del hombre que habla de nuestra insuperable finitud”. Pero esta historia que nos ha explicado, para él es insuficiente; así que vuelve su mirada a los diálogos platónicos, al hallar en ellos una aproximación más nítida, más matizada y mejor de la infancia (y, por tanto, de la finitud). Así que nos presenta aquellos motivos inspiradores que ha encontrado en Platón para empezar a pensar de un modo diferente la finitud y la temporalidad humana, que se hallan en los lugares en los que habla de la infancia o donde son niños los protagonistas del diálogo. En esta ocasión, su análisis se realiza sobre dos de esos diálogos, en los que son niños las estrellas invitadas: de una parte, Lisis, en el que Sócrates habla con Lisis y Menéxeno, investigando sobre la amistad; de otra, Cármides, donde Sócrates examina a este joven para ver si es excelente y puede aprender de él en qué consiste la virtud; y esto supone, en el fondo, examinar la educación recibida y los educadores que ha tenido. Su análisis nos conduce hasta el alma, entendida como “el modo más adecuado en el que se puede llamar a esta estructura compleja y dinámica que es el hombre”. Y como cierre de este itinerario por el que nos ha guiado, concluye Jorge Úbeda con el siguiente párrafo: “El alma vive anclada en su presente, pero está continuamente saliendo de él. Pero no es este un viaje que termine en sí mismo o en el final de todo presente que es la muerte. Este es un viaje que lleva al alma a salir de sí radicalmente, a vivir una auténtica aventura en relación con los otros y con el mundo. Este viaje le llevará al lugar que ningún ojo ha visto ni ningún oído ha oído. Un viaje del que nunca volverá”.

Es este un libro que hay que leer. Y Jorge Úbeda un autor al que hay que tener presente a la vista de este su primer libro y su actividad filosófica.


Índice
Prólogo
Capítulo 1: La perplejidad contemporánea: entradas presentes y salida futura
1. La crisis de las ciencias y de la verdad
2. La crisis del sujeto
a. La materialidad de la historia en el marxismo
b. La materialidad del deseo en el psicoanálisis
c. La materialidad del lenguaje en el estructuralismo
d. La materialidad de la vida en el darwinismo
3. La crisis de las instituciones políticas basadas en el discurso ilustrado
4. La dinámica del presente
5. La infancia y el presente
Capítulo 2: Si no hubiese sido un niño
1. El método como condición de la vida adulta
1.1. El fracaso de la confianza
1.2. El fracaso de las relaciones con los otros
1.3. La aventura interior como aventura adulta
1.4. El método de la vida adulta
2. El sujeto que piensa: principio de la vida adulta
2.1. Cuestión de confianza: del método a los primeros principios
2.2. La caída de las tres confianzas
2.3. La disolución de la confianza: el Cogito
Capítulo 3: En la infancia está la pureza
1. La evolución de una paradoja: del amor de sí al amor propio
1.1. El estado de naturaleza
1.2. El estado civil
2. La educación natural del hombre o el paradójico regreso a los orígenes
2.1. ¿Por qué un niño?
2.2. La educación es sentimental
Capítulo 4: Filosofar es salir de la minoría de edad
1. La infancia como minoría de edad y la ilustración
1.1. La ilustración invisible: ¿quién es el hombre ilustrado?
1.2. La ilustración visible: la historia, la política, la sociedad
2. La difícil salida de la minoría de edad
2.1. El abuso irreversible: La dinámica histórica de la razón
2.2. Consecuencias del abuso de la razón
3. Salir de la minoría de edad es luchar contra uno mismo
3.1. ¿Malo o bueno por naturaleza?
3.2. ¿Qué quiere decir que el hombre sea bueno y malo por naturaleza?
3.3. El mal radical
Capítulo 5: De la sumisión a la inocencia: el niño por venir
1. El niño es la meta y el comienzo
2. La infancia o el poder del presente
2.1. ¿Qué es la vida?
2.2. El olvido como condición de la vitalidad de la vida
2.3. Los modos de ser tiempo
2.4. Un nuevo hombre, una nueva temporalidad
Capítulo 6: De la infancia a la vida filosófica: hacia una segunda inocencia
1. La fenomenología: desaprender para aprender de nuevo
1.1. Narrar la propia vida o hacer fenomenología
1.2. ¿Por qué dejar de vivir como estoy viviendo?
2. Reducir el mundo
3. Antes de estar en el mundo: el nacimiento
Capítulo 7: La infancia, matriz del Deseo
1. El deseo que nunca cesa: amar y ser amado
1.1. El amor de uno mismo
1.2. El amor de los padres
1.3. El amor de los amigos
1.4. El amante no es ni el bien ni el mal
1.5. La infancia como protagonista
2. Dejar de ser un niño y ser amante
2.1. El fracaso de la educación moral
2.2. Tiempo y educación
3. Inspiraciones platónicas

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