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Impuestos a la gasolina transformados en ganancias privadas

¿Quién paga en Colombia las fuertes alzas en la gasolina?

Jorge Enrique Robledo 
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Los colombianos pagamos gasolina dos mil pesos más cara que en Estados Unidos. Nos cobran los combustibles como si se importaran desde el Golfo de México. Por cada galón de gasolina o ACPM, el ciudadano del común paga impuestos confiscatorios. Tres o cuatro funcionarios convirtieron impuestos en ganancias de Ecopetrol, incluidas las de los accionistas privados. El señor ministro de Minas viene de representar a los privados en la junta directiva de Ecopetrol. Es a la gente del común a quien afectan las alzas de los combustibles. El 75% de los carros particulares que se mueven por las calles pertenecen a ciudadanos de los estratos 1, 2, 3 y 4. Los poderosos no pagan los impuestos que debieran.

Se ha levantado un escándalo nacional porque estamos pagando gasolina más cara que en Estados Unidos. Las cifras de antier o ayer indican que aquí pagamos gasolina a 5,11 dólares el galón y en Estados Unidos, a 3,94 dólares. En pesos, 9.040 en Colombia contra 6.965 en Estados Unidos, diferencia bien considerable. Con una advertencia: una parte significativa del petróleo que consume Estados Unidos se lo exporta Colombia. Cómo se explica entonces qué comprando Estados Unidos el petróleo de Colombia, su gasolina tenga unos precios inferiores a los nuestros.

En Colombia, los precios de los combustibles vienen subiendo de manera muy escandalosa. Ilustrémoslo de esta manera: en 1999, con un salario mínimo mensual se compraban 147 galones de gasolina corriente; este mes, solo 63 galones. Una barbaridad, porque al comparar el volumen con el salario mínimo, queda de manifiesto cuál es el impacto que sobre el ciudadano han venido generando las alzas en los combustibles. Podría darles más indicadores, pero creo que no vale la pena porque es un hecho bastante notorio. Interesa más insistir en un debate que venimos haciendo en esta Comisión desde los días de Hugo Serrano: por qué son tan caros los combustibles en Colombia. ¿Es un castigo del cielo, una especie de maldición gitana que nos cayó, distinta a la de los gobernantes?

Expliquémoslo entonces de una manera simple. Nos cobran los combustibles como si el petróleo de Ecopetrol se importara desde el Golfo de México, es la primera razón. Nos los cobran a precios internacionales, cuando resulta que a Ecopetrol no le cuesta tanto producirlo, o sea, que ahí Ecopetrol hace una ganancia inmensa. Con un hecho nuevo. Parte de ella, cerca del 12% les está llegando es a los privados. Antes podría decir alguien que se quedaba en manos del Estado y entonces no importaba. No. Ahora el 12% y de pronto más el día de mañana les llega a los privados.

Impuestos transformados en ganancias privadas

Segunda razón, porque pagan cuantiosos impuestos. En el caso del ACPM, equivalen al 16% de lo que se paga por galón y en el de la gasolina, al 26%. Son impuestos confiscatorios. No hay, pienso yo, empresa trasnacional o gran monopolio que pague impuesto de 26%, nominales de 33%, pero reales, todos sabemos que son bastante menos. Y son impuestos que recaen fundamentalmente sobre los pobres, sobre el ciudadano del montón. Llamo además la atención sobre un asunto y voy a pedir al doctor Arbeláez, delegado de la contralora general, que lo examine con detenimiento, un llamado que les hago también a los alcaldes y a los gobernadores, para que miren cómo ha cambiado la composición de los impuestos que pagan los combustibles y el llamado ingreso al productor, que es el ingreso de Ecopetrol, adonde van las ganancias de Ecopetrol, incluidas las ganancias privadas. Por el año 2005, cuando empezamos a hacer aquí los debates con Hugo Serrano, recuerdo que la cifra que dábamos del impuesto a la gasolina era del 40%. Bajó al 26%, y uno diría, qué bueno. ¿Pero qué sucedió? Que la plata le subió a Ecopetrol de 40% al 59%, es decir, que tres o cuatro funcionarios cogieron impuestos y los convirtieron en ganancias de Ecopetrol. Creo que es ilegal o por lo menos abusivo, porque la norma mínima de la democracia dice que solo los congresos pueden mover los impuestos de uno a otro lado. No puede haber impuestos sin representación, proclamaron los parlamentos durante la transición del Medioevo a la Modernidad. Bueno, aquí en Colombia se reúnen tres o cuatro ministros y cambian los impuestos como se les da la gana, sin consultarle a nadie. Pero con este agravante, doctor Arbeláez, aquí lo que están haciendo es aumentándole las ganancias a Ecopetrol, incluidas las de los accionistas privados. Si esto no genera un debate, qué lo genera. Lo que era impuesto para municipios y departamentos se volvió ganancias para los privados. Y qué coincidencia. El señor ministro de Minas viene de representar a los privados en la junta directiva de Ecopetrol. Pido formalmente a la Contraloría que en este caso de transformación de los impuestos, investigue primero la legalidad y segundo la conveniencia. ¿Aquí dos o tres ministros le aumentan a su gusto las ganancias al gran capital financiero accionista de Ecopetrol? Estamos hablando de hechos demasiado graves que están sucediendo en el país.

¿Quién paga los combustibles? Es también un debate de toda la vida. Aquí siempre se ha propalado una gran mentira y es que son los ricos de Colombia quienes los pagan. Y cuando dicen ricos quieren sugerir magnates, que supuestamente, según el populismo del gobierno, se merecen todas las desgracias, como la de pagar gasolina cara. ¡Para lo que le importará a un magnate que le cobren 9 mil ó 15 pesos por un galón de gasolina! Es menos que quitarle un pelo a un gato. Pero resulta que a las gentes del común y a las capas medias sí los afectan los precios de los combustibles, como lo voy a detallar. La UPME reveló en el 2002 que era el transporte público de carga y de pasajeros el que pagaba el 80% de la gasolina regular en Colombia, o sea, el ciudadano raso. Porque no sé cuántos magnates habrá en Colombia, señor ministro. ¿Mil, dos mil, cinco mil, un millón? ¿Y qué son los otros 44 millones, los del transporte público de carga y de pasajeros? En 2005 la UPME publica otro estudio, mediocre como normalmente son las cosas de la estadística nacional, porque es con una inferencia del de 2002, y concluye que ya es 56% el combustible que consume el transporte público de carga y pasajeros.

Sigue siendo una cantidad inmensa la que está pagando el ciudadano del común.

Demostrémoslo de otra manera. Dice un estudio del Banco de la República, de 2008, que por cada 10% que aumenta el precio de los combustibles aumenta en 0,85% la inflación, el costo de la vida, el IPC. Y ese porcentaje lo pagamos todos los colombianos, incluidos los más pobres, los habitantes de Ciudad Bolívar o del Distrito de Aguablanca. Al ciudadano que vive debajo de un puente también le cobran este impuesto cuando consume una panela o cuando compra un pan. Demos detalles. Por ejemplo, en el pasaje de Transmilenio, el conocido transmilleno, del que no se puede decir que sea un sistema de transporte de los magnates y que con razón irrita tanto a los bogotanos, 15 pesos de cada 100 son precios de combustibles. En el caso de la producción de leche, 7% son costos de combustibles, y lo podemos seguir detallando hasta la náusea. Les pediría entonces a los representantes del gobierno que no fueran a caer hoy aquí nuevamente en la desproporción de argüir que son los magnates y los ricos de Colombia quienes pagan los precios de los combustibles porque no es cierto, es una afirmación que no se corresponde con la realidad. Podría costarles incluso el retiro de su título de economistas si persistieran, porque se trata de una verdad universalmente sabida que los precios de los combustibles afectan la inflación, afectan la tasa de interés del crédito y afectan el precio del dólar y por esa vía afectan a todos los colombianos. Luego no insistan. Lo mínimo que uno pediría es que se reconozca que el debate se hace entre personas ilustradas a las que no se les pueden echar cuentos. Claro que aquí hay dos o tres magnates, los hay en Colombia, que cuando le suben el precio de la gasolina algo pagan más, pero les importa un pepino, mientras que al ciudadano del común le afecta el costo de la vida y por esa vía, en su pobreza, le afecta sus ingresos en materia gravísima.

Miremos quiénes son los que poseen carro en Colombia, a ver si es verdad que cualquiera que lo tenga se vuelve una especie de indeseable que merece ser castigado con un mayor precio en el combustible. Les doy este dato: en Bogotá, el 75% de los carros particulares que se mueven por las calles pertenecen a ciudadanos de los estratos 1, 2, 3 y 4. Y el 50% de los vehículos particulares, a ciudadanos de los estratos 1, 2 y 3. No sé si ustedes hayan tomado nota, pero en Colombia los vehículos no se chatarrizan. Son como eternos, unos pichirilos que los pobres sostienen con mil esfuerzos y venciendo mil escollos, uno de ellos, los precios astronómicos de la gasolina.

El costo de oportunidad

No en todos los países del mundo, senador Mora, se le cobra al ciudadano el llamado costo de oportunidad, es decir, el barril de petróleo de acuerdo con los precios internacionales. Es una decisión en buena medida arbitraria de los gobiernos. Unos toman esa decisión, otros no. Les doy datos. Ni en México lo cobran, ni en Ecuador, ni en Angola, ni en Rusia. Porque hay hecho fácil de reconocer. Si tengo combustibles más baratos, estimulo la economía de muchas maneras, la industria, la producción agropecuaria. Ciertos procesos industriales suelen depender de combustibles baratos, y es una manera de estimular la economía. Luego la idea de que es una genialidad a toda prueba clavarse al ciudadano, aprovechándose además de las condiciones de monopolio, vendiéndole combustibles costosos, es una teoría bien discutible, incluso en los propios términos de las conveniencias del crecimiento económico. Ahí están rezando en toda Europa y en Estados Unidos y en Japón para que ojalá no suban más los precios de los combustibles, porque sus economías pueden terminar colapsando por la vía de la recesión que los acosa, afectada por los altos precios de los combustibles. Altos precios que además ya no tienen nada que ver con la producción y que son pura especulación. Todos los banqueros del mundo están dedicados a especular con los precios de los combustibles.

¿Por qué son tan altos los precios de los combustibles en Colombia? Porque hay rentas e impuestos sobre ellos. Unas rentas para la parte pública de Ecopetrol, que terminan en el gobierno nacional, y otras rentas para los privados que se están beneficiando de todos estos negocios, incluido el gran proceso de especulación con las acciones de la empresa. Y espero que haya gente rezando para que no se vaya a colapsar el precio de las acciones.

Resulta interesante señalar además, porque es el debate sobre la privatización –y no es que moleste la palabra, es que privatizar genera consecuencias–, que en el Código de Buen Gobierno de Ecopetrol se encuentra establecido que la empresa tendrá que cobrar su petróleo a los costos de oportunidad. El fenómeno empieza principalmente del 2005 para acá, y es más o menos natural que sea así, porque a un accionista privado lo único que le importa de Ecopetrol es que le rente. Por qué entonces no cobrarles el petróleo a los colombianos a precios internacionales, como está sucediendo. El exministro de Minas, José Fernando Isaza, explicaba parte del problema en El Espectador: qué dirán los accionistas de Ecopetrol si se toca de alguna manera lo que pueden ser sus utilidades.

Pero también digamos que más del 80% de Ecopetrol es del Estado colombiano, que con esta mayoría podría actuar con otra lógica, porque no tiene que obedecer a los intereses de los accionistas privados, sino que supuestamente puede pensar en el interés de la nación.

Los poderosos no pagan los impuestos que debieran

Y digamos una última cosa que puede ser aún más grave. Si algo ya empieza a generar un consenso en Colombia es que la gente más poderosa no está pagando los impuestos que debiera pagar. Las tasas reales de tributación de los grandes capitales son ridículamente pequeñas. Los impuestos están cayendo sobre los pobres, sobre las capas medias, sobre los que no pueden evadir, sobre los que no tienen zonas francas ni abogados tributaristas que les esfumen sus utilidades. Es un gran debate nacional y espero que cuando llegue la presentación de la reforma tributaria, adelantemos el debate con todo rigor y con toda seriedad. En buena medida esta exacción sobre los combustibles, que son impuestos pagados por los pobres –porque también está en el abecé de la literatura económica que los impuestos indirectos son cargas impositivas principalmente contra los débiles–, está reconocido de mil maneras distintas. Entonces, claro, es muy cómodo para los gobiernos que la banca, las petroleras, las mineras, todos los poderosos de verdad, que ya hoy son los poderosos del mundo, ni siquiera son los poderosos de Colombia, no paguen lo que deberían pagar, porque ahí está Pedro Pueblo para clavárselo hasta el alma con los precios del ACPM y de la gasolina y porque además Pedro Pueblo no se da cuenta. Como es en el pasaje, va escondido.

Aquí hay un debate de mucho fondo, al que le termino agregando que es muy grave que el ciudadano del común no tenga más dinero en el bolsillo para gastar, porque ese es en buena parte del problema del país. Como la gente es tan pobre, no tiene cómo gastar, luego la industria y el agro no tienen cómo vender, porque la gente no tiene con qué consumir. Estoy seguro de que si la gente no fuera tan pobre, se podría vender más leche, más panela, más camisas, más telas y eso por supuesto estimularía la economía en su conjunto. Lo que pasa es que la economía nacional no está pensada así. Aquí lo que importa es que a tres o cuatro, particularmente trasnacionales, les vaya bien, así el resto del país viva en la barbarie. Que es en lo que estamos, porque parte del problema es que nos vienen imponiendo estas teorías neoliberales tan peregrinas desde hace más de dos décadas, 22 años ya, y no funcionan, no sirven, fallan, el país está en un estado lamentable, los problemas no se resuelven, tenemos el tercer país con la mayor desigualdad social de la tierra en el Continente más desigual del mundo y esto no genera siquiera el más mínimo debate.

El Código de Buen Gobierno de Ecopetrol me recuerda esas viejas películas de vaqueros por allá de los tiempos del blanco y negro, donde el guapo de la película libraba en las cantinas unos combates terribles con delincuentes de todas las pelambres y al final ni se le caía el sombrero. Como a los gurús de nuestra economía. Aquí pasa de todo, esto es el desastre, pero ni se despeinan. Las cosas para ellos tienen que seguir siendo así, porque ay de aquel que se atreva a plantear alguna modificación.

Réplica a la intervención del minminas

Le pido al ministro de Minas, doctor Mauricio Cárdenas Santamaría, no echar en el mismo saco a minoristas y a mayoristas en el negocio de combustibles, porque son dos casos completamente distintos. Y si se trata de mirar cómo se está repartiendo la torta, resulta clave diferenciarlos. Entre otras cosas, porque los mayoristas se están quedando con el negocio minorista, usted lo sabe, ministro, y pienso que no es una tendencia positiva. Está tan bueno el negocio para los mayoristas, que están dedicados a liquidar a los minoristas.

Nada de lo que yo digo sobre las utilidades de Ecopetrol se refiere a que Ecopetrol no deba mantener estándares de inversión. Estoy mirando es lo que Ecopetrol le transfiere al gobierno nacional y se vuelve gasto. Es más, creo que uno de los errores históricos, con dividendos como estos de los que se está hablando, es que se ha exprimido demasiado a Ecopetrol, lo que en parte explica todos los atrasos tecnológicos de esa empresa, que no han debido generarse si se le hubieran dejado a Ecopetrol más recursos. Es una exigencia que planteamos aquí con Hugo Serrano muchas veces.

El ministro Cárdenas afirma que esta es una discusión sobre la desigualdad. El punto es que en la discusión, usted, ministro, siempre tiene que mirar en qué se gastan los recursos, si contribuye o no a reducir la desigualdad, pero primero tiene que mirar quién pone la plata. Y entonces ahí el gobierno, digámoslo en términos coloquiales, está muerto, porque la plata se la están sacando a los más pobres. Entonces sea que la plata se gaste en los más pobres o en parte de ellos, o se gaste en los que no son los más pobres, la discusión se mantiene y es por qué son los más pobres quienes terminan pagando los gravámenes. Que es el caso que tenemos aquí de manera clásica.

Una de las tragedias de la desigualdad de Colombia, y está suficientemente documentada, es que, por ejemplo, en Europa y en algunos países de Latinoamérica, después de impuestos, se reduce la desigualdad. En Colombia, después de impuestos, la desigualdad se mantiene. Y eso en parte tiene que ver con temas como el que estamos tratando aquí. Entonces sí, muy bien, vamos a hablar de desigualdad, ese es mi debate: quién paga los impuestos, los gravámenes, los impuestos, las cargas. Y en este caso, dada la naturaleza de estas cargas impositivas indirectas o de utilidades que el Estado distribuye, se está cargando sobre los más débiles. Es el punto central del debate. Pero ahí también insisto en que el gobierno nacional no tiene la razón.

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1 comentario

  1. Y A PESAR DE TODO LO QUE PASA EN COLOMBIA , SE SIGUEN ELIGIENDO EN LAS ALTAS ESFERAS DEL GOBIERNO A LOS MISMOS DESVERGONZADOS QUE DIA A DIA EXPRIMEN HASTA LA ULTIMA GOTA DE NUESTROS INGRESOS HACIENDO MAS POBRE A LAS CLASE TRABJADORA Y AUMENTANDO SUS RIQUEZAS A COSTAS DE LA CORRUPCION Y LAS COMPONENDAS

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