http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSbHTQPfxDuEvjf3RVAOfkJldHKnxcb0JVjmtQGGg6odtaST8Q1&t=1
Sombrero de mago
Bolillo y civilización
Por: Reinaldo Spitaletta
Ya lo sabemos desde tiempos viejos que éste, el nuestro, no es un país civilizado. Una muestra puede ser la manera de resolver los conflictos: a punta de bala, puños, puñaladas, machetazos. Qué civilización puede haber cuando, por sólo citar un caso, paramilitares jugaban fútbol con la cabeza de una de sus víctimas. O cuando en el campo de batalla de Palonegro quedaron regadas centenas de cadáveres macheteados. Ah, y qué tal el corte de franela o de corbata que fue uno de los testimonios aterradores de la Violencia.
No somos civilizados. Y menos aún cuando tuvimos presidentes que, antes de serlo, se agarraban a tiestazos con un contendor político, como fue el mal ejemplo, a fines de los noventa, de Uribe y Fabio Valencia Cossio, que más tarde terminarían aliados –lo que es la política de este país- en uno de los proyectos antipopulares más nefastos de la incivilizada historia política colombiana. Somos parte de una cultura (?), de aquella que se especializa en resolver cualquier contradicción mediante sentencias como la ya muy célebre: “Si te veo, te doy en la cara, marica”. Nada que ver con frases de filósofos o poetas.
Qué clase de civilización puede ser esta en la que para dar parte de que se está ganando la guerra contra la “insurgencia” se tienen que hacer pasar por guerrilleros a pelados pobres y desempleados, en crímenes de Estado que todavía están impunes. ¿Acaso es civilización asesinar una mujer como Ana Fabricia Córdoba, líder de desplazados de Medellín, que ya había advertido a la fuerza pública que la iban a matar? ¿O como el asesinato de Yolanda Izquierdo, en Montería, otra líder de los desplazados que dejaron los paramilitares?
Casi todo nuestro siglo XIX transcurrió de guerrita en guerrita hasta llegar a la de los Mil Días, en la cual prácticamente se arriaron las banderas liberales y quedó el país sometido a una política en la que había que negar al otro, borrarlo, exterminarlo. Y el XX, ni hablar, porque en ese otro, en ese contradictor, estaba el enemigo, que había que “dar de baja”, y por eso el asesinato de Gaitán, y por eso los más de trescientos mil muertos de la Violencia liberal-conservadora, y después la degeneración de las guerrillas, la emergencia criminal de los paramilitares, y así, mientras la gente, los desposeídos, eran las víctimas.
El país ha vivido en medio de fraudes y toda suerte de corrupciones, y cercada por toda clase de violencia: de género, social, política, económica, armada. Y es en la complejidad de ese marco en el que se debe contextualizar el caso del entrenador de la selección Colombia, Hernán Darío Gómez, alias Bolillo. El fútbol, que debía ser un bálsamo para muchas angustias, aquí ha estado, desde hace tiempos, atravesado por la violencia, el narcotráfico, las mafias. Se han asesinado árbitros, aficionados y futbolistas (y futbolistas que matan hinchas, como sucedió en Barranquilla). Y sólo faltaba que un técnico levantara a golpes y patadas (según testigos) a una mujer.
Qué de civilizado hay en ese acto. Nada. Ah, y es más: qué se puede esperar si la selección Colombia precisamente está patrocinada por una compañía cervecera: alcohol y deporte, qué mezcla rara.
Aparte de la violencia contra la mujer, aquí hay violencia contra todos: los estudiantes, los pobres, los niños, los obreros, los contradictores del gobierno, los campesinos… Estamos en estado de barbarie. Y, además, hay mucha hipocresía social. El caso sintomático del Bolillo es, a escala, muestra de lo anterior. Lo cual, por supuesto, no le quita ni le justifica su carácter de victimario, que debe pagar por un delito y responder por una conducta reprochable.
Porque, de otro lado, el perdón no puede representar ni promover la impunidad. El perdón no es para que haya olvido ni para que no se aplique la justicia. El perdón es solo un acto de misericordia, un antídoto contra el odio. Los hechos de los que hoy se acusa al Bolillo demuestran una vez más que somos un país muy lejano de la llamada civilización. Y a todas estas ¿qué es la civilización?
Elespectador.com
http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-292090-bolillo-y-civilizacion