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Ojo con los alimentos
Carlos Tobar, Diario del Huila, Neiva, enero 25 de 2011
Durante los últimos dos meses se ha venido presentando un alza significativa en los precios de los alimentos. Tanto los de abastecimiento interno (frutas y verduras), como los importados (trigo, maíz). Es tan importante el impacto que el dato de inflación de diciembre desbordó los cálculos del gobierno, obligándolo a modificar a las volandas el pírrico aumento del salario mínimo cuyo porcentaje inicial fue superado por la inflación acumulada anual.
El tema de los precios y el abastecimiento de alimentos tan sensible para los ciudadanos, ha tomado visos de preocupación no solo en analistas internos sino internacionales. Los desórdenes climáticos que han afectado a nuestro país y a otras regiones importantes del mundo, empiezan a afectar, de manera sensible, la producción de alimentos vitales en la dieta alimentaria mundial, creando alta volatilidad en los precios de los mismos.
La FAO, organismo de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, desde septiembre del año pasado llamaba la atención sobre el incremento desmesurado de los precios (carne roja 18%, cereales 39%, aceites 56%, azúcares 55%), así como la disminución de los inventarios en algunos de ellos. Es tanta la preocupación de este organismo que en el informe de diciembre señalaba que “Los últimos episodios de volatilidad extrema de los precios en los mercados agrícolas presagian mayores y más frecuentes amenazas a la seguridad alimentaria mundial.”
Lo triste del asunto para los colombianos es que siendo el país un productor potencial de alimentos –solo usamos una cuarta parte de la tierra cultivable–, las políticas agrarias antinacionales y proterrateniente, tienen desmantelado el aparato productivo del campo. Las políticas de apertura económica indiscriminada llevó en 15 años que pasáramos de importar 600.000 toneladas de alimentos a cerca de 10 millones hoy, la mayor parte alimentos que podemos producir internamente en buenas condiciones de productividad y precio; y la política de privilegios y permisividad al poder terrateniente, incluido el narcopropietario, ha llevado a la perpetuación de relaciones económicas atrasadas que impiden el uso productivo de la mayor parte de la tierra.
Poner a depender buena parte del abastecimiento alimentario de los colombianos de productos importados es supremamente riesgoso, y, a la larga, costoso. No solo por la escasez física de los productos, sino porque en medio de la crisis financiera mundial los precios de los “commodities” –especialmente alimentos no vinculados a la producción de energía–, han venido siendo “financializados”, cayendo en las redes de especuladores financieros que alteran artificialmente los precios con el fin de crear ganancias virtuales en la ruleta financiera mundial.
Si sumamos los riesgos internos y externos el futuro de la seguridad alimentaria nacional está en serio peligro.