El país de las maravillas
Un país roto
Por: Mario Morales
PASÓ LA NAVIDAD CASI INADVERTIda. No era para menos. La foto aérea de nuestra geografía por estos días, no es más que una cruel metáfora de lo que realmente somos en todos los sentidos posibles: un país roto, como diría el maestro Jesús Martín-Barbero.
Tanto o más que las carreteras, el país político y el país real terminan este decenio fracturados, (y ese es innegable legado uribista) llenos de odios y divisiones en lo ideológico y en lo conversacional, como si no tuviéramos ya suficiente con el abismo social, la brecha económica y la división cultural.
Las aguas subvertidas, la corrupción con sus mafias incrustadas y cooptadas hasta en los más altos niveles, y esa maldita violencia reciclada terminaron por borrar el maquillaje y desdibujar la sonrisa que esbozamos cuando incautos nos creímos el embeleco de que estábamos en la senda de los países recuperados.
¿Acaso es posible creer que somos un país viable con doscientas mil muertes violentas en lo que va corrido de centuria? Para no hablar de desplazados, indigentes y damnificados, problemas frente a los cuales el Estado ha dejado ver su protuberante impotencia, subsidiada por la solidaridad de los colombianos, conmovidos porque pareciera, parafraseando a Neruda, que las desgracias fueran una semilla y esta patria, el único surco de la tierra.
Ni el año, ni estos dos lustros dejan un buen balance. El invierno, con toda su gravedad, es sólo uno de los factores incidentes. Digan lo que digan los optimistas de oficio y los vendedores de esperanzas vacías, la década que termina será recordada, si llega a serlo, como perdida, al cabo de la cual fuimos arrojados, de nuevo y sin compasión, al siglo pasado.
Se entiende entonces por qué escasearon “el espíritu” navideño, las fiestas y celebraciones, mencionadas apenas en las canciones de tradición.
Por eso, el país hecho pedazos hace coro con los millones de víctimas de todas las causas en esta época de propósitos: “Tocará volver a comenzar”. Ni modo.
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