A GONZALO PALOMINO ORTÍZ
Fue un día de enero de 1993 que decidimos llegar a la ciénaga de mil leyendas macondianas, de inspiración pletórica del autor de la piragua, aquel canto que escuchamos de niños, en una interpretación hermosa sin acordeón y sin los ruidos estridentes del vallenato posmoderno que desluce la inspiración de los juglares de la alta Guajira y del Cesar.
Queríamos ir hasta allí, al pueblo de Chimichagua, la tierra natal del “Comandante”, como afectivamente le hemos llamado desde que lo conocimos. Aunque no estaba en la casa de sus familiares más cercanos, sentíamos que aquella tierra podría ser quizá la más parecida al Tolima de la tierra caliente, esta tierra nuestra de todos los colores.
Gonzalo Palomino era entonces no solo un hombre nacional, pues conectaba afectos de tierras alejadas en la distancia pero aproximadas por los ideales ecologistas suyos y de sus discípulos, pero además lo era por su persistente y justiciera lucha en defensa de la naturaleza y del derecho de los pueblos a disfrutar de una relación humana con ella; su SOS Ecológico era ya un papel que volaba de la imprenta a los escenarios académicos y técnicos, a las agencias del gobierno y al imaginario colectivo de quienes intentábamos comprender las catástrofes ambientales sobre las que el “Comandante” advertía.
Pero Gonzalo Palomino era ya un hombre universal. Sus pasos lo habían llevado ya a los escenarios en que se codeaba con los máximos exponentes del pensamiento ambientalista internacional y recibió el Premio Global, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas – ONU, en 1988, en ceremonia celebrada en Londres y a la cual acudió “El Comandante”, para orgullo e los ambientalistas colombianos.
Para la Corporación Ciencia y Cultura para el Desarrollo Regional y para el Club de Geografía de la Universidad del Tolima, es un honor contar a Gonzalo Palomino Ortiz como un hombre de esta tierra que amamos, la tierra de todos los colores; tierra en la que pueblos ancestrales lucharon con dignidad por la defensa de sus territorios y por la salvaguarda de la madre tierra que desde entonces los antiguos y contemporáneos piratas de los imperios de todos los tiempos han saqueado, mancillado, oprimido y vilipendiado, contando a su favor con la complicidad de líderes corruptos, prestos a vender tanto en el pasado como ahora el futuro de los pueblos.
La Colombia dependiente de la colonia y la república decimonónica que llegó hasta la década de los 80 del siglo XX es ahora la Colombia dependiente de la época del neoliberalismo de la acumulación flexible, de la reprimarización de la economía y de la más salvaje acumulación por desposesión que hasta hoy haya visto la humanidad entera.
Pero Gonzalo Palomino era ya un hombre universal. Sus pasos lo habían llevado ya a los escenarios en que se codeaba con los máximos exponentes del pensamiento ambientalista internacional y recibió el Premio Global, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas – ONU, en 1988, en ceremonia celebrada en Londres y a la cual acudió “El Comandante”, para orgullo e los ambientalistas colombianos.
Para la Corporación Ciencia y Cultura para el Desarrollo Regional y para el Club de Geografía de la Universidad del Tolima, es un honor contar a Gonzalo Palomino Ortiz como un hombre de esta tierra que amamos, la tierra de todos los colores; tierra en la que pueblos ancestrales lucharon con dignidad por la defensa de sus territorios y por la salvaguarda de la madre tierra que desde entonces los antiguos y contemporáneos piratas de los imperios de todos los tiempos han saqueado, mancillado, oprimido y vilipendiado, contando a su favor con la complicidad de líderes corruptos, prestos a vender tanto en el pasado como ahora el futuro de los pueblos.
La Colombia dependiente de la colonia y la república decimonónica que llegó hasta la década de los 80 del siglo XX es ahora la Colombia dependiente de la época del neoliberalismo de la acumulación flexible, de la reprimarización de la economía y de la más salvaje acumulación por desposesión que hasta hoy haya visto la humanidad entera.
Hoy, más que en cualquier momento del pasado, Colombia depende de las migajas que le arrojan los piratas contemporáneos por permitir el robo de sus riquezas minerales todas y por estar dispuesta a sacrificar la soberanía alimentaria de su pueblo a favor de las multinacionales de los biocombustibles y de paso a sus productores nacionales, a su juventud y al futuro de sus nuevas generaciones.
Entonces, como lo advirtiera “El Comandante”, no solo vinieron y están aquí por las riquezas naturales sobre las cuales ha construido los imperios de muerte y de injusticias para todos los pueblos del mundo sino que están aquí para sellar una historia de aniquilamiento en la que ponen en peligro la riqueza más preciada sobre toda la tierra: EL AGUA.
La gran minería a cielo abierto, la producción de palma de aceite, caña de azúcar, maíz, yuca, soya, constituyen hoy la mayor amenaza a nuestras reservas forestales altoandinas, pero también a todos los ecosistemas estratégicos de las vertientes, de las tierras bajas y de los acuíferos subterráneos. La tierra, como lo refuerzan los pueblos indígenas, se va quedando sin su esencia, pues el capitalismo busca extraerle todo cuanto de valor en su mercado pervertido tiene o aún le queda.
“EL COMANDANTE” ha recorrido décadas advirtiendo sobre las guerras del futuro, cuando la humanidad desesperada se enfrente por la savia de la vida: EL AGUA. Su trabajo fue en ese sentido premonitorio y sus enseñanzas están hoy día más vigentes que nunca.
Asistimos pues a un homenaje debido, al cual acudimos con humildad para agradecerle al “Comandante” su presencia, su persistencia y el honor de podernos contar entre sus cientos de amigos.
Miguel Antonio Espinosa Rico
Corporación Ciencia y Cultura para el Desarrollo Regional
Ibagué, 5 de junio de 2010.
A quien se le ocurrio poner esa letra amarilla!
ResponderEliminar¿A quien se le ocurrió poner esa letra amarilla?
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