Más allá de las liberaciones: ¿Qué sigue para las Farc?
Por: Luis Eduardo Celis (*)
| 6 Feb 2009 - 11:00 pm
Sigifredo López habla ante los medios tras su liberación. Era el último secuestrado político de las Farc.
El país ha recibido con alegría la liberación por parte de las Farc de cuatro integrantes de la Fuerza Pública, así como de Alan Jara y Sigifredo López. Es una muy buena noticia, y no se puede desconocer que la liberación fue lograda por la acción de la senadora Piedad Córdoba, al frente de Colombianas y Colombianos por la Paz. La pregunta que ahora queda planteada es: ¿qué sigue?
La respuesta no es fácil y depende de quién plantee el interrogante. Si es el presidente Uribe, no hay ninguna razón para un escenario de diálogos y negociaciones con las Farc porque son una fuerza terrorista, narcotraficante, amenaza para la sociedad, y lo que sigue es continuar combatiéndolas y debilitándolas hasta que emprendan el camino del sometimiento. Para la senadora Piedad Córdoba y el grupo de Colombianos por la Paz, hay que buscar caminos de entendimiento, partiendo de la suscripción de acuerdos humanitarios que permitan la libertad de todos los cautivos, y así se pueda entrar a una negociación global del conflicto.
Estos son temas gruesos, y está por verse su viabilidad frente a un Presidente que ofertó mano dura en dos campañas y a eso se ha dedicado. Ahora bien, así como es evidente un debilitamiento importante de las Farc, no se puede afirmar que vayan camino a la derrota o que hayan perdido su capacidad de combate o de presencia territorial. Ambas las mantiene, fuerza militar y presencia en alrededor de 250 municipios, con unos efectivos que rondan los 10.000. Entonces, hay aún juego por surtir y una fuerza militar actuante, con planteamientos políticos —así cuenten con muy poco respaldo en la sociedad—, que mantienen un mando unificado y una organización, con recursos importantes del narcotráfico, por lo que no puede afirmarse que estén ad portas de la derrota.
En un año preelectoral, el tema del conflicto se debe analizar: ¿en qué momento se está y cuál es la estrategia para enfrentarlo en el próximo cuatrienio? ¿Debe haber plena continuidad en la apuesta por una derrota militar? ¿O, se puede complementar la presión y el control militar con una oferta de negociación política? Esto es lo que se debe debatir, aunque todo pareciera indicar que se va creando un ambiente de no querer abordar el asunto, porque es impopular y quita votos.
Ante el reto de cómo jugar, las Farc no se van a quedar estáticas. Tienen vocación de influir en la dinámica del país y pueden tomar varios caminos: distender el conflicto al máximo liberando a todos los secuestrados, y comprometiéndose a no continuar en esta condenable práctica que los tiene en la lista de terroristas de Europa y Estados Unidos, dando así respuesta afirmativa a la segunda carta de Colombianos por la Paz. Si asumen este camino, se sintonizarían con una sociedad que está agotada y condena abiertamente el secuestro, y ganarían un espacio de interlocución nacional e internacional. Éste sería el camino de ganar políticamente; es más, podrían plantearse un cese al fuego unilateral, así suene fantasioso.
O pueden mantenerse en su guerra de resistencia en el campo, con francotiradores y campos minados. Si siguen por este camino, nada ganan y nada pierden, pues sería la prolongación de este ya largo conflicto, en una opción sin costos ni beneficios. La confrontación militar continuaría, pero al debate presidencial le ayudarían las opciones de sólo fuerza, nada de diálogos y negociaciones. Así, espantarían las voces que promueven fórmulas de negociación. Muy a mi pesar, creo que éste es el escenario más probable de aquí a los próximos quince meses, cuando se surta la primera vuelta presidencial.
El peor de todos los caminos es la modalidad de terrorismo en las ciudades, si llegara a ser cierto que los tres carros bombas de las últimas cuatro semanas (Neiva, Bogotá y Cali) son obra de las Farc. Ésta sería una pésima noticia, pues no ayudaría a una agenda de solución del conflicto y solo aislaría cada vez más a la guerrilla y fortalecería las posturas de mano dura. Lo cierto es que si las Farc optaran por el terrorismo, sólo quedaría el camino de seguir combatiéndolas. Trágica y dolorosa perspectiva, pues cierra todas las posibilidades de negociación. Sólo cuando las Farc dejen el terrorismo puede abrirse paso un respaldo político mayoritario a las opciones de diálogo, que en nada niegan la acción de la Fuerza Pública.
(*) Coordinador del Programa de Política Pública de Paz de la Corporación Nuevo Arco Iris.
· Luis Eduardo Celis (*) | EL ESPECTADOR