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NUEVA JUVENTUD DEMOCRÁTICA Y REVOLUJCIONARIA





¿GUERRA SICOLÓGICA O DESTRUCCIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL?
Fabián Escalante Font
2008-08-29
http://www.cubadeba te.cu/index. php?tpl=design/ opiniones. tpl.html&newsid_obj_id= 12335

Cada día, en la mañana, leemos en los periódicos o conocemos por otros medios, noticias, debates o artículos de opinión, relativos a conflictos políticos, sociales, laborales o de otra naturaleza, con tonos críticos, que en aparente neutralidad enjuician tal o cual situación o la actuación de determinada personalidad política o de cualquier esfera social, con las secretas intenciones de formar o crear un estado de opinión determinado. Día tras día, así se van acumulando informaciones en nuestras psiquis, muchas de ellas tendenciosas y destinadas a conformar opiniones, que más tarde devienen en juicios, estados de ánimos, opiniones adversas, contradicciones, que tienen la finalidad de actuar sobre un escenario determinado, modificarlo o incluso cambiarlo. Es precisamente eso, lo que los especialistas han denominado "guerra sicológica", cuyo fines políticos e ideológicos, resultan evidentes.
En otras palabras, la "guerra sicológica" es el arte de la manipulación de la conciencia a través de los medios masivos de información.
El concepto de "guerra sicológica" se comenzó a formar en Estados Unidos a finales de la década del 40, en el pasado siglo, con el inició de lo que se denominó la "guerra fría". Es precisamente en esa época, en la que se formuló su concepto, que van a figurar por primera vez en 1951 en el diccionario del Ejército norteamericano bajo la siguiente definición:
"La guerra sicológica, son las acciones emprendidas por parte de una o varias naciones en la propaganda y otros medios de información contra grupos enemigos, neutrales o amigos de la población, para influir en sus concepciones, sentimientos, opiniones y conductas, de manera que apoyen la política y los objetivos de la nación o grupo de naciones a la cual sirve esta guerra sicológica".

En otras palabras, el fin es socavar y desestabilizar al país, organización o persona objeto del proyecto.

Probablemente por ello, uno de los adalides de la "guerra fría", representante legal de la conocida "United Fruit Company", John Foster Dulles, secretario de Estado en los cincuenta, expresara:

"Hemos gastado millones de dólares preparándonos para la guerra de las armas, pero hemos gastado poco para la guerra de las ideas y ahora sufrimos fracasos que no se pueden compensar con nuestro poderío militar". En la misma época, el director de la Agencia de Información de Estados Unidos, USIA enriquecía el concepto con la siguiente idea: "La simple introducción de la duda, en el cerebro de las personas, ya significan un gran éxito"
Más recientemente, en la década de los ochenta, durante la feroz y despiadada guerra desatada por Estados Unidos contra Nicaragua, la Agencia Central de Inteligencia de ese país, inventó para las fuerzas contrarrevolucionar ias un "manual de operaciones para la guerra sicológica", que entre otras muchos conceptos, incluidos el asesinato político, expuso:

"La guerra de guerrilla es esencialmente una guerra política. Por eso sus áreas de operaciones exceden los límites territoriales de las guerras convencionales, para adentrarse en la conciencia del hombre (Š.) el ser humano debe ser considerado como el objetivo prioritario de la guerra política, y concebido como el blanco militar de la guerra de guerrillas, el ser humano tiene su punto más crítico en la mente. Una vez alcanzada su mente, ha sido vencido el animal político, sin recibir necesariamente balas. La guerra de guerrillas nace y crece en un ambiente político; en el combate constante por dominar esa área de mentalidad política que es inherente a todo ser humano, y que colectivamente constituye el "ambiente" en que se mueve la guerra de guerrillas, y que es donde precisamente, se define su triunfo o fracaso. Esta concepción de guerra de guerrillas como guerra política, convierte a las operaciones sicológicas en el factor determinante en los resultados. El blanco es entonces, las mentes de la población, de toda la población, nuestras propias fuerzas, las del enemigo y la población civil".
Estas definiciones treinta años después de las primeras, explican, la experiencia adquirida por los servicios y organismos especializados de Estados Unidos, en su actuar contra nuestros pueblos. Numerosas instituciones "no gubernamentales" han surgido a la palestra pública, con tales fines. Entre ellas la Fundación para el Desarrollo de la Democracia (National Endowment for Democracy - NED) y el Instituto Internacional Republicano (International Republic Institute- IRI), junto a la archireaccionaria "Heritage Foundation", ocupan un lugar privilegiado. Fabrican artículos, campañas, imágenes de personas y todo lo que imaginar se pueda, para lograr sus fines: confundir, engañar, desviar. Por otra parte, en cada embajada norteamericana, dependiendo de la CIA, la USIA u otra agencia especializada, una sección se ocupa del trabajo con los medios masivos y las campañas mediáticas. No siempre resulta ingenua tal o mas cual ataque aparecido en un medio, contra posiciones o lideres revolucionarios.
Al escribir estas líneas, me viene al recuerdo aquella magnífica película en que actúan Robert de Niro y Dustin Hoffman, en la cual, un presidente norteamericano, atribulado por el escándalo de una aventura amorosa, vísperas de su reelección, contrata a un productor de Hollywood para fabricar una guerra inexistente y desviar así a la opinión pública. Ese es el concepto. Hacer creer, lo que precisamente no existe.
De manera tal, las campañas de "guerra sicológica", lo que pretenden es descomponer la sociedad, desacreditar a sus líderes y organizaciones vanguardias, en otras palabras, subvertir políticamente el área donde se proyecta, ablandarla, descomponerla, para después, apoderarse de ella.

Recientemente se desarrolló el referendo revocatorio en Bolivia, donde por iniciativa del presidente Evo Morales y por primera vez en su historia republicana, el país, tuvo la opción de cambiar las autoridades constituidas. Examinar una sola vez los ejes de las campañas mediáticas elaboradas contra el dirigente boliviano, los insultos y calumnias, las mentiras expuestas, para comprobar como todos los conceptos enumerados, relativos a la guerra sicológica, fueron aplicados. Casos parecidos suceden en Venezuela, Nicaragua y Ecuador, donde sus dirigentes y organizaciones, son ultrajados y calumniados mediante campañas diseñadas en Washington, por asépticos "especialistas" , que desde sus refrigeradas oficinas reciben las encomiendas gubernamentales.

Sin embargo, como lo muestra la historia reciente en Venezuela, donde se ensayan todos los experimentos mediáticos y de guerra sicológicas conocidos, han fracasado y es que los pueblos son sabios y cada vez creen menos, en las novelitas rosas, de las campañas subversivas.

Trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras, al decir de Martí y Fidel, hoy en éste mundo globalizado, debemos prepararnos para enfrentar la guerra sicológica y mediática desencadenada por Estados Unidos contra nuestros pueblos. En la batalla de ideas, de conceptos, los revolucionarios también venceremos.
Fabián Escalante es general de división retirado, investigador en Asuntos de Seguridad Nacional, que ha publicado numerosos títulos referidos a la subversión de Estados Unidos contra nuestros pueblos.










DE LAS IDEAS Y DEL CAMBIO
Jorge Gómez Barata


Los hechos y los comportamientos son las ideas en estado práctico. “Todo lo que los hombres hacen pasa antes por sus cabezas”. Se trata de una compleja interacción que explica la capacidad de la mente humana para reflejar la realidad, recrearla y transformarla. Esos procesos, aunque se realizan a escala individual, por su origen, naturaleza e impacto son inequívocamente sociales.
Dado su carácter social, las ideas se constituyen y se expresan como sistemas. El más general de ellos es conocido como “conciencia social”, entidad que pudiera ser resumida como la opinión que en un determinado período histórico la humanidad tiene de sí misma y que expresa un estado de consenso acerca de la política, la moral, el derecho y la fe. Por esa cualidad, en las sociedades modernas, la conciencia social es el principal elemento cohesionador de la estructura social.
Esa percepción globalmente compartida se forma en grandes períodos de tiempo y se nutre de la herencia cultural y del aporte de miríadas de generaciones. Eso explica que en esta época histórica, por ejemplo, exista cierta homogeneidad en el credo acerca del Estado, la democracia, la propiedad, el mercado, el dinero, el poder y otros elementos de las relaciones entre las personas.
En cuanto a sistemas de ideas, por su alcance, le sigue en orden la ideología, que para mi consumo y el de mis alumnos resumo como “la conciencia social de las clases”. Se trata por tanto de un bloque de pensamiento que une a la clase -a la vez que la distingue de las otras- y en lugar de cohesionar a la sociedad la fragmenta, promueve la confrontación de los diferentes estamentos y es sostén de la lucha de clases.
Esta comprensión se completa con la inteligencia acerca de que las ideas dominantes en una época histórica son las ideas de la clase dominante que, además del control económico, ejerce el poder político, controla el Estado y se sirve del mismo para imponer su ideología. Los no iniciados pueden confundir las ideas de la clase dominante con la conciencia de la sociedad.
La importancia de estas meditaciones teóricas y otras menos didácticas y más completas y profundas permiten comprender el terreno que se pisa y asumir que los movimientos políticos, sobre todo aquellos que tienen la vigencia y la fuerza suficiente para modificar los perfiles de las épocas históricas y los líderes que los encabezan, son resultado de circunstancias históricas.
Hubo un tiempo en que la única forma de ser progresista en Europa era ser antimonárquico y anticlerical, entre otras cosas porque la monarquía y la curia se habían convertido en sostén del feudalismo, devenido entonces en un modo de producción retrogrado. La época actual dicta otras pautas y arroja otros resultados.
Si bien en términos económicos y tecnológicos, la globalización es un hecho irreversible y en general positivo, no ocurre lo mismo en la esfera política. Pretender homogenizar el sistema político a partir de la democracia liberal, soslayando las enormes diferencias entre las realidades de Africa y América Latina con las de Europa y los Estados Unidos, es política y científicamente erróneo.
No obstante, no es la realidad económica la que retrocederá para acomodarse a la política, sino a la inversa: la política deberá colocarse a la altura de las exigencias de una globalización que en su diseño, a la larga, deberá excluir el elemento neoliberal, que es incompatible con el avance de los pueblos menos desarrollados.
América Latina está cambiando y avanzando hacía sistemas políticos modernos, democráticos y esencialmente socialistas, no sólo por tener una hornada de lideres de lujo, sino porque existe la necesidad social del cambio. No se trata de restar merito a quienes conducen los proceso avanzados en nuestros países, sino de reforzar su autoridad con la convicción de que avanzan en el mismo sentido que la historia.
La buena noticia es que el imperio no puede evadir estas realidades y también deberá introducir ajustes en su comportamiento. No se trata ahora de revoluciones locales, sino de una época revolucionaria que debuta en América Latina y a la cual la oligarquía primitiva y antidiluviana, la democracia cooptada como tampoco el subdesarrollo y la pobreza, pueden sobrevivir. “Una necesidad social, dijo un brillante socialista, puede más que cien universidades” . Exactamente de eso se trata ahora en América Latina: hacer lo que es necesario hacer.










RECORDANDO A GARCÍA MARQUEZ:
“EL CATACLISMO DE DAMOCLES

Gabriel García Márquez (1)

Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.
Señores presidentes, señores primeros ministros, amigas, amigos:
Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión -dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias.
Así es: hoy, 6 de agosto de 1986, existen en el mundo más de 50.000 ojivas nucleares emplazadas. En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar 12 veces todo rastro de vida en la Tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más que los que giran alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del Sistema Solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear desde su origen, hace 41 años, ni ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el destino del mundo.
El único consuelo de estas simplificaciones terroríficas -si de algo nos sirven-, es comprobar que la preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que la peste nuclear. Pues con el sólo hecho de existir, el tremendo Apocalipsis cautivo en los silos de muerte de los países más ricos está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es una verdad de aritmética primaria. La UNICEF calculó en 1981 un programa para resolver los problemas esenciales de los 500 millones de niños más pobres del mundo, incluidas sus madres. Comprendía la asistencia sanitaria de base, la educación elemental, la mejora de las condiciones higiénicas, del abastecimiento de agua potable y de la alimentación. Todo esto parecía un sueño imposible de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, ese es apenas el costo de 100 bombarderos estratégicos B-1B, y de menos de 7.000 cohetes Crucero, en cuya producción ha de invertir el gobierno de los Estados Unidos 21.200 millones de dólares.
En la salud, por ejemplo: con el costo de 10 portaviones nucleares Nimitz, de los 15 que van a fabricar los Estados Unidos antes del año 2000, podría realizarse un programa preventivo que protegiera en esos mismos 14 años a más de 1.000 millones de personas contra el paludismo, y evitara la muerte -sólo en África- de más de 14 millones de niños.
En la alimentación, por ejemplo: el año pasado había en el mundo, según cálculos de la FAO, unos 565 millones de personas con hambre. Su promedio calórico indispensable habría costado menos de 149 cohetes MX, de los 223 que serán emplazados en Europa Occidental. Con 27 de ellos podrían comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países pobres adquieran la suficiencia alimentaría en los próximos cuatro años. Ese programa, además, no alcanzaría a costar ni la novena parte del presupuesto militar soviético de 1982.
En la educación, por ejemplo: con sólo dos submarinos atómicos tridente, de los 25 que planea fabricar el gobierno actual de los Estados Unidos, o con una cantidad similar de los submarinos Typhoon que está construyendo la Unión Soviética, podría intentarse por fin la fantasía de la alfabetización mundial. Por otra parte, la construcción de las escuelas y la calificación de los maestros que harán falta al Tercer Mundo para atender las demandas adicionales de la educación en los 10 años por venir, podrían pagarse con el costo de 245 cohetes Tridente II, y aún quedarían sobrando 419 cohetes para el mismo incremento de la educación en los 15 años siguientes.
Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de todo el Tercer Mundo, y su recuperación económica durante 10 años, costaría poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y doloroso el despilfarro humano: la industria de la guerra mantiene en cautiverio al más grande contingente de sabios jamás reunido para empresa alguna en la historia de la humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio natural no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya liberación es indispensable para que nos ayuden a crear, en el ámbito de la educación y la justicia, lo único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz.
A pesar de estas certidumbres dramáticas, la carrera de las armas no se concede un instante de tregua. Ahora, mientras almorzamos, se construyó una nueva ojiva nuclear. Mañana, cuando despertemos, habrá nueve más en los guadarneses de muerte del hemisferio de los ricos. Con lo que costará una sola alcanzaría -aunque sólo fuera por un domingo de otoño- para perfumar de sándalo las cataratas del Niágara.
Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia.
Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso milenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón. Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia. Pero aún si ocurre -y más aún si ocurre-, no será del todo inútil que estemos aquí. Dentro de millones de millones de milenios después de la explosión, una salamandra triunfal que habrá vuelto a recorrer la escala completa de las especies, será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación. De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de las artes y las letras, hombres y mujeres de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los invitados a esa coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de hoy. Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que esta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del Universo”.
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1. Discurso pronunciado el 6 de agosto de 1986, en el aniversario 41 de la bomba de Iroshima. (Conferencia de Ixtapa, México, 1986)
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
García Márquez, G. (2008) El cataclismo de Damocles, en TEPYS, Textos de Economía, Paz y Seguridad, Vol 1, Nº 3, http://www.eumed.net/rev/tepys/03/ggm.htm
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