Este 28 de julio en Colombia, la palabra justicia comenzó a llenarse de significado
El poderoso Uribe fue condenado y con ello se abre una rendija de luz para miles de víctimas, sus familias y la misma democracia colombiana.
La sentencia histórica del expresidente Álvaro Uribe Vélez fue posible porque jueces y fiscales, así como el senador Iván Cepeda no se intimidaron ni se entregaron a las oligarquías criminales de Colombia
Imagen:elespectador.com
Editorial diario-red.com
29/07/25 |12:00
Para la memoria de los colombianos este 28 de julio es un hito, de doble vía: la fiscal del caso pidió nueve años de prisión para Álvaro Uribe Velez y con ello, en parte, se hace justicia con un país que en manos del expresidente fue un territorio de muerte, violencia, persecución y corrupción política extrema, para consagrar el poder absoluto de unas élites sanguinarias y codiciosas.
La lectura de la sentencia dejó en claro el entramado de la red uribista para ocultar sus delitos y las maniobras judiciales buscando impunidad y para inculpar a sus adversarios, como lo hizo con el senador Iván Cepeda. En otras palabras, este caso, en toda su integridad judicial y política ha demostrado que la intimidación, las amenazas, el asesinato de testigos y una serie de acciones encubiertas y otras ejecutadas por sus sicarios solo apuntaron a garantizar la acción criminal de las bandas paramilitares.
Por supuesto, se le acusó y condenó por soborno y fraude procesal. Y con ello, al parecer, se lo podrá encarcelar sin que los demás juicios se puedan procesar, pues en el largo historial de crímenes y de violaciones a los derechos humanos, la justicia no reunió los elementos probatorios por la intimidación a los mismos jueces y a los testigos y víctimas.
Y, faltaba más, esto no solo es una condena a Uribe, sino que también se juzga y sentencia políticamente a toda la derecha colombiana, que tuvo en ese expresidente su pilar y sustento para la consolidación de una hegemonía criminal, en toda la extensión de la palabra. Pero no solo eso: con vista a las próximas elecciones esa derecha sufre un golpe y la izquierda se abre paso con una victoria política contra la figura del paramilitarismo como “institución” tóxica de la democracia en esa nación andina.
este caso, en toda su integridad judicial y política ha demostrado que la intimidación, las amenazas, el asesinato de testigos y una serie de acciones encubiertas y otras ejecutadas por sus sicarios solo apuntaron a garantizar la acción criminal de las bandas paramilitares.
En todo este proceso -como ya ha pasado en otros países donde las oligarquías y la embajada estadounidense han intervenido en la los juicios- la justicia se reivindica frente a la sociedad. Los jueces, fiscales y demás operadores de justicia también fueron víctimas del entramado uribista desde la década de los años 80.
Para la historia de Colombia esto es un hito -reiteramos- porque bien se podría decir, haciéndonos eco de tantos ciudadanos de ese país que si en su momento no se pudo condenar a Francisco de Paula Santander por sus delitos; tampoco a Laureano Gómez por sus fechorías, dos siglos después se hace justicia con las decenas de miles de víctimas y sobre todo en contra de un sistema político autoritario y genocida. Y fue en la figura de Uribe que se pudo llegar a esto, precisamente porque jueces y fiscales, así como el senador Cepeda no se intimidaron ni se entregaron a esas oligarquías criminales.
Porque no podemos olvidar las transgresiones de Uribe atraviesan la historia reciente de Colombia. Desde que gobernó Antioquia entre 1995 y 1997, ya se lo vinculaba con las masacres de La Granja y El Aro, y de la muerte del defensor de derechos humanos Jesús María Valle, silenciado en 1998. La Corte Suprema declaró en 2018 que estos hechos constituyen crímenes de lesa humanidad, una categoría que los hace inextinguibles. Todo ello sin dejar de lado que durante su presidencia, las “chuzadas” del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) dejaron al descubierto que el gobierno espiaba a periodistas y opositores.
esto no solo es una condena a Uribe, sino que también se juzga y sentencia políticamente a toda la derecha colombiana, que tuvo en ese expresidente su pilar y sustento para la consolidación de una hegemonía criminal
La condena de Álvaro Uribe, "uno de los mayores verdugos de toda Nuestra América" como le definió Lautaro Rivara, ocurre en momentos de fuertes tensiones de los gobiernos progresistas de América Latina con el gobierno de Estados Unidos. Es una condena por un delito menor y el expresidente aún puede apelar. Pero hace 13 años parecía imposible de ganar. Y ahora llega en el mejor momento: cuando la justicia brasileña ha puesto también ante el banquillo al expresidente Jair Bolsonaro y cuando la candidatura de la comunista Jeanette Jara ha dado un inesperado vuelco a la contienda electoral en Chile. Son vientos de esperanza en una región que resiste a los embates del Norte Global.
Este 28 de julio en Colombia, la palabra justicia comenzó a llenarse de significado. El poderoso Uribe fue condenado y con ello se abre una rendija de luz para miles de víctimas, sus familias y la misma democracia colombiana.
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