Del fracaso de la simulación al deseo de emancipación
Algo comienza a cambiar cuando pensar seriamente un proyecto de emancipación implique el deseo histórico de sujetos que lo constituyan en síntoma social de abajo hacia arriba, desde los túneles de la patria
Por Francisco Santucho.
huelladelsur.arg
Sí, también hay optimismo pese a saber que no hay posibilidad de un proyecto serio dentro de los repetidos esquemas sobre los que se montan las proyecciones, ilusiones y expectativas políticas para salir de la calamidad actual en la que transcurre esta época. ¿Es un signo de esta época la cancelación de las ideas y la democracia como simulación? Reflexionar el presente es un condimento imprescindible. Este interrogante es un impulso del deseo por interpelar en un fin de ciclo que parece haber olvidado que el pensamiento, el debate de ideas y otra imaginación política son urgentes.
“Ceci n’est pas une pipe” (Esto no es una pipa) escribía René Magritte ante la contundente evidencia de una pipa dibujada sobre el lienzo. Aclaraba luego, lo que se aprecia como semejante contradicción, que solo es una representación a través de un dibujo que simula algo. Esa tensión insurrecta del surrealismo sobre la lógica formal del pensamiento, por un lado, expresa su formidable capacidad creativa y por otro lado la constatación de lo que el belga ponía en cuestión con esa simulación, la contradicción. Tal contradicción está dada por la distancia entre lo abstracto del concepto y las formas reales existentes. Así como con el óleo del artista, con la democracia ocurre algo similar. Lo que representa con sus formas, su carácter, su lenguaje jurídico/político, legalista, electoralista, entre la palabra democracia con su dimensión simbólica y la materialidad de su método, existe un abismo. Una imagen que es refractaria con la realidad contemporánea. La corrosión institucional engarzada al eslabón de la corrupción ha puesto en vilo a gran parte de la estatalidad. Asediada la democracia por el poder dominante en cuanto que se ha convertido en un problema para la clase empresarial, la degradación es también la resultante de la operatividad política de gobiernos -con o sin inclusión- que han capitulado sin más a la dependencia del capital.
En línea con pensar la época el postulado del filósofo Franco Berardi sobre desertar provoca una inquietante tracción para atender posibles contingencias a partir de esa categoría. De algún modo la deserción a la que refiere el pensador italiano se presenta como el epílogo de la catástrofe civilizatoria anunciada. En sus palabras: “la única oportunidad de seguir siendo humanos”. Pero entonces ¿deserción como abandono y desarme de las capacidades de resistir? O ¿cómo agazapado plan de repliegue hacia la retaguardia (la sociedad) para reordenar y reinventarse en la acción política?
El carácter histórico del capitalismo es la acumulación de crisis En la genealogía del capital, identificar a estas ultraderechas como la fase superior del neoliberalismo es comprender desde una mirada estructural el oscilante pero unívoco espíritu del capitalismo, su naturaleza arrasadora. Es el propio capitalismo, en su fase actual, el que dinamita las bases mismas del orden establecido con la modernidad.
La crisis es una normalidad en los países dependientes y periféricos como el nuestro, semindustriales en su estructura económica y semicoloniales por su matriz productiva internacionalizada. Claramente las pretendidas soluciones de la progresía, reformismo o populismos, por regla general son superficiales o insuficientes. Incluso una posible recuperación exitosa no es más que transitoria. Lo capitalista que conforma el Estado moderno se reconvierte y, en el mundo actual de dominio exacerbado del mercado, ha pasado del Estado monopolista a Estado oligopólico. Por lo que es preciso recordar que el capitalismo, antes que nada es una construcción humana.
Las burguesías controlan los aparatos del Estado en cuanto que son sus beneficiarias. Esto es casi el abc. Eligen el esquema de desarrollo en base a un modelo de acumulación. En ese proceso hay intentos inviables, por contradictorios en sí mismos, para generar la siempre ficticia ilusión de la supuesta “burguesía nacional” (capitalismo nacional). En trabajos realizados por Schorr y Wainer en base a datos proporcionados por el INDEC, analizan el período 1993 a 2008 y lo ocurrido con quinientas empresas del gran capital tras el abandono de la convertibilidad (2002). El estudio refiere a las continuidades y afianzamiento en el esquema productivo durante la última parte del período delimitado, y se destaca allí el enorme predominio del proceso de concentración y extranjerización imperante en la Argentina, es decir, los factores reales y decisorios de la economía.
El diseño de los países centrales para la gobernanza global está mediado por etapas de crisis. Para los países que ofician de colectoras de sus riquezas les queda soportar los estragos cíclicos en la economía. En efecto, la etapa actual está atravesada por guerras de nuevo tipo y amenaza nuclear, un genocidio perpetrado por Israel en Gaza sobre el pueblo palestino, el recrudecimiento de un supremacismo blanco, el ahuecamiento del planeta por extractivismo ilimitado, la degradación del ambiente y la indetenible expoliación de bienes comunes ejecutada por toda una maquinaria de devastación que somete brutalmente a la naturaleza, a la humanidad y al pensamiento.
La cruzada reaccionaria La voracidad expandida de este capitalismo senil como lo tipifican analistas en varias partes del mundo, al cual estamos asistiendo a diario como testigos directos a través de pantallas portátiles, se cristaliza en el desmantelamiento de estructuras internacionales legalistas de control y sanción. La velocidad con que el presidente Milei maneja la improvisación es un patrón que se desprende de este mundo de apabullante inmediatez tanto como el de la digitalización y las finanzas. Totalmente sincronizados con el modo de acumulación por desposesión en la era de la IA y comprendidas en las generales del aceleracionismo del capitalismo de plataforma.
En sintonía con los tiempos de funcionamiento algorítmico hay una brutalidad desinhibida que sucede planetariamente y en su cruzada reaccionaria embiste contra la matriz liberal que sustenta las nociones de la democracia occidental. Visiblemente cuando el orden mundial se encuentra en un momento de agotamiento, en esta etapa de transición, pareciera determinar que las formas del sistema político de la democracia occidental son ahora un obstáculo para la voracidad capitalista.
Ocurre también en esta esquina del planisferio que la precarización y la transferencia de ingresos del trabajador al capital son garantizados con un despliegue inusitado de violencia. Persecución política con derivas y mecanismos autoritarios que avasallan derechos y no solo desde el aparato estatal sino con los comandos androides de las redes sociales de Milei-Bulrich. El presidente más ajustador de la historia y sus funcionarios, tan primarios todos, adosan la agresividad de sus actos de gobierno a una virulencia discursiva que expone una inepcia proverbial como forma narrativa del Estado. El régimen de LLA se compone de una gramática de la crueldad que impacta en la sociedad como el garrote disciplinador.
La simulación En la Argentina del último ciclo es una realidad que la descomposición gradual del sistema político en el período democrático viene desde el momento mismo en que ha nacido esta democracia. Es crucial no dejar de examinar críticamente y, sobre todo, nombrar el camino que nos ha traído hasta aquí. La embestida ultraderechista es el corolario sintomático de profundos malestares previos, desoídos y ninguneados. Esos malestares que han impactado significativamente en la sociedad, al no ser asumidos crítica y responsablemente por la clase política, obstruyen cualquier posibilidad de análisis serio. Por demás conocido es que todo negacionismo conduce a error en la apreciación histórica del presente. Por eso, recuperar el valor de la palabra y la crítica honesta es saludable para las tareas del presente, la construcción de un renovado discurso político y la verdad histórica como base del porvenir.
Por caso, asistimos en esta época a la gran simulación de la democracia. Una evidencia de esta afirmación es la verificación categórica de sus resultados. Las recientes elecciones muestran la desafección de una parte considerable de la ciudadanía de la maquinaria electoralista. La novedad política está condensada en ese gran ausentismo. Inédito por el alto abstencionismo que abarca a diferentes provincias y cuya tendencia se mantiene elección tras elección. Lo cual supone una deslegitimación muy amplia de las representaciones. Claramente el mensaje político de la sociedad se inscribe no en la boleta, sino en el comportamiento social. Hay ahí otro sentido de democracia, el de una auténtica voluntad. En el repliegue de los cuerpos hay una contundencia discursiva que se declama en otro lenguaje. El grito sofocado del idioma del humillado, del defraudado, del decepcionado. Una acción concreta para una situación concreta, podría decirse. Por lo que no hay que desoír, tampoco aquí, que detrás del silencio popular los malestares auscultados son las verdades acalladas previamente. Con lo cual, cubrir ojos y oídos con las manos no evita la magnitud del escarmiento a la clase dirigente en particular y al sistema político en general. Sin dudas esta acción popular se convierte en una abrumadora huelga cívica contra el aparato electoralista legitimador de un sistema que les ha jugado –otra vez- en contra. Mientras tanto, no se vislumbran opciones serias que sustraigan de la asfixia.
Podría presumirse que la deserción está en fugar de esos oxidados anclajes y desamarrar hacia osados y rebeldes imaginarios por pensar. En sí mismo la potencia del axioma de Bifo, lo que principalmente tiene es que azuza el desconcierto. Luego es una invitación a imaginaciones urgentes. Más allá de alguna de las posibles hipótesis, todo anima a dar vuelta el pensamiento para resetear y pensar en tiempos políticos diferentes al electoral. Tal provocación, invita, sobre todo, a intentar pensar absolutamente por fuera de las lógicas vetustas de la política tal como están vigentes. ¿No sería acaso la categoría desertar, en tanto negación, quiebre, desvinculación con lo existente una forma de resistencia subterránea en búsqueda de crear otras representaciones?
El desafío para el campo popular y sus organizaciones vuelve a ser el mismo. Como ha sucedido a lo largo de la historia, siempre ha tendido a encontrar las puntas de los hilos y articular un nuevo entramado para fundar imaginarios políticos que animen pensar una salida seria y no maquillada de la destrucción en la que nos encontramos.
En esta época signada por tiempos caóticos la valoración positiva del optimismo está en una lectura en contrasentido. Hay algo que lo hace interesante, lejos del abatimiento que supone un panorama convulso ante la “opción posible de extinción de la especie” (Berardi). El lado reverso de la angustia que acontece por la ola reaccionaria es un insumo potente siempre que el pensamiento oriente la voluntad hacia ideas nuevas.
En este contexto de fin de ciclo y azoramiento por la época, el optimismo radica en el deseo, en la potencia que lo constituye. Intentemos el ejercicio mental de reemplazar esperanza por deseo, y cambia la ecuación, la escena imaginada pasa inmediatamente de la quietud al movimiento, de la espera a la voluntad, del estar al estar siendo. Nuestra América es un territorio cruzado por opresiones múltiples, a su vez por un poderoso deseo por imaginar lo nuevo y un profundo deseo de emancipación.
El pensamiento nuestroamericano ha producido en la historia reflexiones en dos vectores, el crítico y el propositivo. El dinamismo propio de nuevas formas políticas es un proceso activo que nutre la imaginación. ¿Serán tiempos en los que se erija un nuevo sujeto político con nueva subjetividad? Empiezan a aparecer algunas variaciones que insinúan un ánimo diferente y, como un río subterráneo, puede hacer vibrar la superficie. Un sujeto que muda de piel reconvierte la subjetividad, abre la opción de transitar del pesimismo al optimismo. ¿Cómo salimos del atolladero de un mundo turbado? ¿No será ese peligro reinante una ocasión necesaria para explorar otros modos de mundos posibles? Más allá de la fuga silenciosa de cuerpos, mentes y sintomáticos desasosiegos, tal vez haya que desplegar una praxis superadora a las formas del pasado como trampolín para nuevos escenarios.
Algo comienza a cambiar cuando pensar seriamente un proyecto de emancipación implique el deseo histórico de sujetos que lo constituyan en síntoma social de abajo hacia arriba, desde los túneles de la patria. Empiezan tímidamente a multiplicarse esos nuevos optimismos. Algunos tipos de resistencias se asoman pregonando el reverdecer de ideas. En una atmosfera distópica, la utopía de construir poder popular soberano para pensar en serio la emancipación, ya no como simulacro, involucra una salida anticapitalista y anticolonialista. San Martín nos dejaba claro en el adagio de que “Esta Patria fue liberada por los pobres, los hijos de los pobres, nuestros indios y los negros”.
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*Francisco Santucho – 19 de Julio del 2025 – Misky Mayu – Santiago del Estero
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