Mientras Beijing busca con tecnología y cooperación un mundo mejor, Washington usa la ciencia para mantenerse anclado a una etapa de hegemonía y conflicto
Los dos países tienen perspectivas y usos diferentes de la ciencia y la tecnología
Luis Manuel Arce
almaplus.tv 17 Julio 2025
El mundo tecnológico y científico de hoy se puede definir como una carretera de dos vías, la que avanza hacia el futuro y la que regresa al pasado, y a ambas se les puede dar nombres: la primera, China, la segunda, Estados Unidos.
Se distinguen en que China busca fortalecer su economía y el bienestar social mediante la investigación científico-técnica y un desarrollo digital positivo de la Inteligencia Artificial en función casi absoluta de los objetivos del desarrollo de un mundo mejor, que es posible, para lo cual se sirve de una época de cambios a fin de obtener como resultado un cambio de época que borre de forma absoluta las desigualdades.
Es la vía de la paz, la cooperación y el diálogo. Una nueva forma más pareja de ver la convivencia humana.
Al contrario, Estados Unidos busca fortalecer su economía mediante un desarrollo científico-técnico que avanza a contrapelo de un bienestar social generalizado y que usa la investigación científico-técnica para empujar al mundo a una regresión que le devuelva el poder perdido a su imperio.
Estados Unidos intenta acoplar la Inteligencia Artificial al propósito de dirigir la actual época de cambio a impedir el cambio de época, y con ello reconquistar una hegemonía retrógrada y desfasada opuesta a la igualdad de la civilización en todas sus manifestaciones, base para preservar la integridad de la casa común.
Es la vía de la guerra, de la conquista territorial, la destrucción de los factores de equilibrio, del obstáculo permanente al diálogo, del conflicto con pólvora o sin pólvora, la sanción económica y comercial, el chantaje abyecto. La vieja y perversa forma de ver la convivencia humana por encima del hombro.
China lidera el futuro y no tiene discusión. Lógica y racionalmente le corresponde, porque, como en los congresos legislativos de la actualidad, goza de la mayoría calificada no solamente por aglutinar a la población étnica más numerosa del planeta que la ha convertido en la fábrica de fábricas del mundo, sino en especial porque ha logrado en tiempo récord convertirse en un mega centro científico y tecnológico que ha superado con creces la imagenería de la ciencia ficción.
Las ciudades chinas, con su robótica en todos los sectores de la vida y del saber, la impresionante digitalización en sus actividades cotidianas, desde la más mínima acción rutinaria de clavar una puntilla o construir un gran edificio, un monumental puente, un gigantesco trasatlántico, un avión impresionante, cohetes de todo tipo, o ser lo contrario a una torre de Babel en las que cientos de idiomas son uno solo y se entienden y conjugan en el lenguaje de la colaboración y la amistad, y se constituyen hoy por hoy en el prolegómeno bien adelantado del futuro prodigioso que se vislumbra ya.
No hay equívocos en esta comparación entre China y Estados Unidos, y solo quienes profesan la misma política del miedo, la avaricia, la mentira, la falacia, el engaño, la estupidez, la vergüenza mancillada, el narcisismo ideológico, el fascismo trasnochado, el abuso de poder, la ignorancia, la soberbia y la vanidad de un personaje despreciable que se nombra Donald Trump, pueden dudar de esa realidad.
Esas personas no admiten que pueda haber un cambio de época que transforme los valores y principios de la persona que ellos han pergeñado en toda su existencia a su imagen y semejanza, ni que sean otros los paradigmas, y no los de su clase social, que rijan los destinos de las nuevas sociedades, y que ya son inevitables pues, si no se hace de esa manera, este universo se caotiza y hasta desaparece.
Pero la diferencia es notable entre el mundo que nace y el que desaparece, y los defensores de lo viejo deberían reflexionar más racionalmente sobre lo nuevo y sus consecuencias, pues son ellos, con su negativismo retrógrado, quienes están precipitando el cambio.
Mientras la industria digital de China mantuvo un fuerte impulso durante el primer trimestre de este año, con ingresos que alcanzaron los 8,5 billones de yuanes, unos 1,18 billones de dólares estadounidenses, lo que representa un aumento interanual del 9,4 %, procedentes de actividades para elevar el nivel de bienestar humano, Estados Unidos gastó cifras similares o mayores para crear armas letales y ocasionar la muerte a miles de personas en distintos escenarios geográficos.
China reportó en abril un crecimiento del 37 % en la vitalidad de las empresas emergentes y un aumento del 29 % en las firmas tecnológicas innovadoras, lo que refleja el sólido dinamismo en los nuevos sectores económicos. Esta tendencia está en línea con la apuesta del gobierno de Beijing por digitalizar la manufactura y fortalecer a las pymes, lo que consolida aún más su liderazgo global en la economía digital.
Los crecimientos de Estados Unidos, en cambio, están en línea con la apuesta del gobierno y el establishment de regresar al pasado, como se expresa en el Make America Great Again, que se basa en una filosofía neofascista de hojalata para elevar a rango ario nazi el supremacismo blanco con prácticas como las razias y limpiezas étnicas hitlerianas y sionistas, que aplica contra los inmigrantes de forma deshumanizada.
Y es así como transcurre todo en Estados Unidos bajo un gobierno impío como el de Donald Trump, que retrocede voluntariamente al pasado, mientras ve asustado y nervioso cómo le pasa por al lado a una velocidad pasmosa la locomotora china y la cantidad de vagones que arrastra hacia un futuro inexorable, sin marcha atrás.
Luis Manuel Arce
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Periodista cubano con más de seis décadas de trabajo profesional ininterrumpido. Fue corresponsal de guerra en Vietnam, Laos, Camboya y Nicaragua, y corresponsal de la agencia Prensa Latina en naciones como Venezuela, Uruguay, España y México. Fue vocero del guerrillero Ernesto "Che"
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