Neurobiología y medicina espacial
Los organoides de cerebro mantuvieron un buen estado de salud durante el mes que permanecieron fuera de la Tierra, sino que además resultó que habían madurado más deprisa
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Se sabe que la ingravidez (y también la microgravedad) alteran los músculos, los huesos, el sistema inmunitario y la cognición, pero se sabe poco sobre su impacto específico en el cerebro. A fin de conocer mejor cómo responden las células cerebrales a la microgravedad, unos científicos enviaron a la Estación Espacial Internacional (ISS) conjuntos de células cerebrales conocidos coloquialmente como “minicerebros” y más formalmente como organoides de cerebro, cultivados a partir de células madre.
Como versiones pequeñas y simplificadas de órganos, los organoides son de gran utilidad, entre otras cosas, para discernir procesos que resultarían más difíciles de observar en los órganos propiamente dichos. Además, en un futuro, los organoides podrían ser semillas para la formación de órganos completos a la carta, la panacea para los trasplantes de órganos. En el caso de los organoides de cerebro, esto ha generado algunas controversias éticas, ya que podrían acercarse mucho a la ambigua línea divisoria entre un conjunto de unas pocas células cerebrales y el soporte de una autoconciencia completa.
Los resultados del experimento han sido sorprendentes. No solo los organoides de cerebro mantuvieron un buen estado de salud durante el mes que permanecieron fuera de la Tierra, sino que además resultó que habían madurado más deprisa en comparación con organoides idénticos formados al mismo tiempo que los enviados al espacio pero que, a diferencia de estos, pasaron ese mes sin moverse de la Tierra. Los organoides de cerebro espaciales estaban más cerca que los terrestres de convertirse en neuronas adultas e incluso ya empezaban a mostrar signos de especialización.
El estudio lo ha llevado a cabo un equipo integrado, entre otros, por Davide Marotta, del Instituto de Investigación de la Fundación Neoyorkina de Células Madre, y Jeanne Loring, del Instituto Scripps de Investigación, ambas entidades en Estados Unidos.
Los resultados del experimento abren nuevas vías de investigación que podrían ser de utilidad no solo para la medicina espacial sino también para profundizar en los mecanismos y causas de algunas enfermedades neurológicas.
Los organoides de cerebro seguían creciendo y manteniendo un buen estado de salud después del mes que pasaron a bordo de la Estación Espacial Internacional. (Foto: Jeanne Loring)
Los organoides creados constaban de neuronas corticales o dopaminérgicas, que son las poblaciones neuronales afectadas por la esclerosis múltiple y la enfermedad de Parkinson, enfermedades que Loring ha estudiado durante décadas. Algunos organoides también incluían células microgliales, un tipo de célula inmunitaria residente en el cerebro, para examinar el efecto de la microgravedad en la inflamación.
Marotta, Loring y sus colegas exponen los detalles técnicos del experimento en la revista académica Stem Cells Translational Medicine, bajo el título “Effects of microgravity on human iPSC-derived neural organoids on the International Space Station”. (Fuente: NCYT de Amazings)
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