Se vislumbran detonantes preocupantes que activarían un descenso a la anarquía (¡ megasic!), donde las superpotencias recurren a la guerra
Alfredo Jalife-Rahme
▲ En Londres, un portavoz de la monarquía declinante de Gran Bretaña alucina que Milei convertirá a Argentina en la Texas de AL con sus reservas de gas esquisto y litio.Foto Afp
La revista monárquica globalista neoliberal The Economist –donde los banqueros jázaros (https://bit.ly/4bQeMT7) Rothschild detentan 26.7 por ciento– comenzó un reportaje especial de siete artículos sobre el Sistema financiero global en peligro de fragmentación (https://econ.st/3JSRboa).
En su segundo capítulo, The Economist –que mata de risa se defina como independiente (sic)– aborda el nuevo orden económico, al unísono del desgajamiento del orden liberal (sic) internacional cuyo “colapso (¡ megasic!) puede ser repentino e irreversible (https://econ.st/44K9LID)”.
Más allá de los epifenómenos que relata –desde la resiliencia de la economía mundial, pasando por el auge de EU pese a la escalada de su guerra comercial con China, hasta la ausencia de un choque petrolero en medio de la guerra del Medio Oriente–, en una mirada más profunda se vislumbra su fragilidad. A su juicio, el “orden (¡ megasic!) que ha gobernado la economía global desde la Segunda Guerra Mundial ha sido erosionado (¡ megasic!)” y hoy está cerca del colapso. Este axioma lo hemos enunciado desde hace mucho los críticos de la nihilista y misántropa globalización desregulada, pero que lo exponga la revista portavoz del globalismo, hoy en caída libre, equivale a una capitulación.
Se vislumbran detonantes preocupantes que activarían un descenso a la anarquía (¡ megasic!), donde las superpotencias recurren a la guerra. A The Economist se le olvida que la globalización fue impuesta, y perduró, gracias a múltiples guerras del “complejo militar-financiero (Dennis Small dixit)” de la anglósfera.
Se autocita con su artículo: El orden económico mundial se resquebraja cuando los críticos van a añorar la partida de la globalización (https://econ.st/3QHthQl). Hoy la desintegración del viejo orden está visible por doquier y aunque el dólar permanece dominante y las economías emergentes son más resilientes, los flujos globales de capital han empezado a fragmentarse, lo cual he expuesto desde mi libro Hacia la desglobalización, de hace 17 años (https://bit.ly/3JTJRbM), hasta el más reciente Nuevo orden geofinanciero multipolar: desdolarización y divisa BRICS (https://bit.ly/3SZZjsI).
La revista globalista es descomunalmente benigna con el manejo geofinanciero/geoeconómico de EU cuando el sistema establecido después de la Segunda Guerra consiguió el matrimonio entre los principios (sic) internacionalistas y los intereses estratégicos de EU. Concluye que apuntalado por un fuerte crecimiento en EU, pareciera como si la economía mundial pueda sobrevivir a cualquier cosa que se le presente. Pero no podrá (¡megasic!).
La propaganda anglosajona no se da por vencida y, en la misma Londres, Ambrose Evans-Pritchard, portavoz de la monarquía declinante de Gran Bretaña, en tres artículos en The Telegraph alucina que: 1. El jázaro críptico Milei convertirá a Argentina en la Texas de Latinoamérica con las pletóricas reservas de gas esquisto en Vaca Muerta (https://bit.ly/3QI2P93); 2. El litio de Argentina la propulsará a la estratósfera (https://bit.ly/4aem5SI), y 3. Con su desafío a China, el disfuncional Milei está sentando las bases para una revolución de libre mercado (https://bit.ly/3JWxnQH).
Las alucinaciones geofinancieras de los globalistas hoy son intratables por la realidad geopolítica. Quizá debido a su especialidad economicista, The Economist pasa por alto tres fechas nodales que (en) marcan la caída, para no decir colapso, del hoy ya caduco orden globalista financiero: 1. El anuncio del porvenir desde 2007 en la Conferencia de Seguridad de Múnich por el presidente ruso Putin (https://bit.ly/3RIonE4); 2. La quiebra de Lehman Brothers, que la anglósfera intentó endosársela a China (https://bit.ly/3wCcTJS), y 3. La humillante derrota de la OTAN en Ucrania.
A mi juicio, la elección del 5 noviembre decidirá si Biden prosigue su estéril guerra de hemorragia demográfica contra Rusia o si Trump opta por el aislamiento regional selectivo y la reconstrucción holística de EU.
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