Aparece de nuevo en la historia la funesta influencia del oportunismo y la socialdemocracia política despejando el camino y preparando la guerra
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La guerra es intrínseca al capitalismo en su fase imperialista, también la contribución del oportunismo a su desarrollo es amplia e históricamente corroborada. Dicha implicación viene de lejos. La socialdemocracia no se pierde ninguna de las aventuras belicistas e incluso alguna las dirige. Cómo olvidar a Solana, Secretario General de la OTAN que en 1999 dejó caer dos mil misiles y nueve mil toneladas de explosivos (algunos con uranio empobrecido) sobre Yugoslavia.
En el aniversario 75 de la OTAN, el mismo partido que engañó al pueblo trabajador con su referéndum de premisas falsas, el PSOE, el mismo que nos coló de lleno en la estructura militar, le regala de cumpleaños una nueva base militar en Maó. Será la tercera base en nuestro suelo que dará apoyo logístico a la flota de la OTAN en el Mediterráneo, junto con Rota y Cartagena. Silencio cómplice del partido que co-gobierna, SUMAR.
La agenda política y la estrategia económica e industrial de la Unión Europea la marca una OTAN que se extiende hasta las fronteras rusas. De ahí el ardor guerrero desplegado por los gobiernos europeos que como “buen consejo de administración de los monopolios” a los que responden, saben que tienen que ir a la guerra para intentar un nuevo ciclo de acumulación y ganancias y deben obedecer al brazo armado del capital. De ahí el incesante crecimiento de los presupuestos militares, en detrimento de todas las partidas sociales, sanitarias o educativas. No se trata de tal o cual gobernante, se trata de a donde van los dineros del estado, si a la adquisición del caza Eurofighter o por ejemplo a las partidas destinadas a evitar que más de 40.447 personas mueran al año esperando recibir las ayudas a la dependencia. Silencio cómplice de quienes, aun denunciando los recortes, omiten la verdadera causa de los mismos.
El símil de la rana, cociéndola a fuego lento, es el que han venido aplicando los gobiernos europeos, de todos los signos, con sus poblaciones. Al menos desde el 2016 cuando se lanzó la Estrategia Industrial Europea de Defensa, iniciativa para potenciar al sector armamentístico y desde entonces no ha dejado de desarrollarse la industria militar, la economía europea ha venido preparando la guerra, aunque eufemísticamente la llamaba estrategia defensiva. El gobierno “más progresista” antes con Podemos y ahora con su risueña secuela de SUMAR, ha venido alimentando la industria de la guerra incrementando incesantemente los gastos militares, no sólo vía presupuestos sino con gastos adicionales, que para 2023 fueron de 28.232 millones de euros sólo en misiones en el extranjero y programas de armamento, ¿para cuantos centros de día o de atención primaria da eso?
El Gobierno presidido por Sánchez y con la aquiescencia de sus socios de Sumar acaba de autorizar la compra de material bélico al ente sionista por valor de 207.414.102 millones de euros, ¿por qué no se destina a investigación cientifica o a erradicación de pobreza? Este país tiene el dudoso honor de contar con un 27,8 % de pobreza infantil (datos de Unicef). ¿Cuánto cuesta nuestra participación en la “Misión de Asistencia Militar de la UE-Ucrania”? Además del coste, ¿qué justifica moral y éticamente apoyar y entrenar a las hordas de un gobierno fascista como el de Ucrania? Hoy tengo muchas preguntas, saber no puede ser lujo, pero veo claramente que aparece de nuevo en la historia la funesta influencia del oportunismo y la socialdemocracia política despejando el camino y preparando la guerra.
Es el momento para que desde el movimiento obrero y sus organizaciones más avanzadas se empiece a trabajar sin descanso contra la guerra imperialista. Acumulando fuerzas y haciendo un esfuerzo de concienciación y difusión entre las masas. Vinculando la situación de precariedad social, de empobrecimiento, de carestía de la vida y de recortes con la preparación de la guerra que el capitalismo está gestando y concluir todo ese proceso con una huelga general contra la guerra.
Ana Muñoz
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