La península de Corea atraviesa un pico de tensiones diplomáticas y militares. El anticomunismo del gobierno del sur y las modificaciones políticas acontecidas en el norte son la clave para comprender un 2024 que será muy complejo en la región.
Eduardo García Granado
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En el año 2010, la península de Corea atravesó una de las peores crisis bélicas desde el fin (en realidad, la pausa) de aquella guerra civil mediada por Estados Unidos, la Unión Soviética, China y otros actores que se desarrolló entre los años 1950 y 1953. En noviembre de 2010, cuatro surcoreanos perdieron la vida como consecuencia de los disparos de artillería que Pyongyang realizó sobre Yeonpyeong, ubicada inmediatamente al sur de la frontera marítima entre las dos Coreas. Con anterioridad, Seúl había realizado varias pruebas de artillería balística en esa misma zona y, tras el incidente en la isla, el Ejército surcoreano bombardeó las bases norteñas de Kaemori y Mudo. Durante aquellos días, la posibilidad de que estallase en forma total la guerra en Corea fue real.
En aquel momento, las débiles vías de comunicación entre ambos bandos y la contención de guerra —influida ya por aquel entonces por la proliferación nuclear de Corea del Norte— convergieron para un paulatino enfriamiento de las hostilidades. Hoy, aunque algunos nombres propios hayan cambiado, hemos presenciado tensiones que recuerdan a aquel contexto y que evidencian que entre el eje Washington-Seúl y Corea del Norte siempre reina una tensión que podría quebrarse en cualquier momento. De hecho, la situación que atraviesa la región en la actualidad comparte algunos elementos clave con aquel pico de riesgo de guerra del año 2010; otros factores son incluso más peligrosos.
Cómo ha empezado 2024
2024 ha empezado en Corea con mayores niveles de tensión que aquellos con los que terminó 2023; a su vez, el año 2023 había comenzado superando en este mismo sentido al año 2022. En las últimas horas del año 2023, la política norcoreana sorprendió enormemente. Frente a la Asamblea del Poder Popular, el órgano legislativo nacional, Kim Jong-un expresó críticas a la línea que su propio gobierno había llevado en tiempos recientes al respecto del sur, insistiendo en que había que aceptar que el gobierno de Corea del Sur era, en esencia, su principal enemigo. Históricamente, el norte había sostenido que el sur era un gobierno dominado por Estados Unidos y con escasa iniciativa, por lo que en cierta medida Seúl quedaba eximida de las culpas cuando aumentaban las tensiones. Desde este momento, Pyongyang ha comenzado a focalizar de igual forma sobre Seúl que sobre Washington.
Esta escalada diplomática, de por sí importante, se agudizó en los primeros días de enero de 2024. El Líder Supremo solicitó que se debatieran algunos cambios sustanciales e históricos, a saber: el desmantelamiento de “los órganos de solidaridad para la reunificación pacífica” y la eliminación de expresiones constitucionales como “gran unidad nacional”, entre otros. A su vez, y de la mano de la ya reiterativa alusión al “derecho a la autodefensa”, Kim evidenció que “si estallase la guerra”, Corea del Norte habría de aspirar a “ocupar, subyugar y anexar” el sur; aunque esta retórica es coherente con lo que sería en la práctica una guerra civil, pone sobre la mesa unos términos que no eran comunes hasta el momento por parte del norte.
La escalada en Corea en el año 2024 tiene dos variantes: la militar y la diplomático-política. Para comprender esta última, es fundamental acudir a la historia política del norte
En estos momentos, hay tres claves que no pueden ignorarse para dimensionar lo que está ocurriendo en Corea: 1) la novedosa renuncia (temporal) de Pyongyang a la reunificación, 2) la consolidación del accionar anticomunista del gobierno sureño y 3) la ruptura de una amplia variedad de canales de comunicación y contención. La escalada en Corea en el año 2024 tiene dos variantes: la militar y la diplomático-política. Para comprender esta última, es fundamental acudir a la historia política del norte.
Durante décadas, Pyongyang ha optado por una diplomacia de reacción, acomodándose a los vaivenes electorales de Corea del Sur. En suma, la dinámica era la siguiente: cuando el socioliberalismo “reunificacionista” de la “Política del Sol” accedía al Ejecutivo surcoreano, el norte apostaba por acercamientos en múltiples frentes en línea con los acuerdos firmados por Kim Dae-jung y Kim Jong-il en el año 2000. Por contra, cuando lograban gobernar los partidos del bloque de la derecha anticomunista, que continúa alguna de las tradiciones ideológicas de las dictaduras militares de Corea del Sur, la situación se alteraba enormemente. El cambio en 2024 es profundo. Los ya fallecidos líderes Kim Il-sung y Kim Jong-il lidiaron con varios gobiernos de tendencia anticomunista en el sur. Pese a ello, quienes precedieron a Kim Jong-un nunca dejaron de defender la reunificación como el objetivo inmediato; Kim Jong-un lo ha hecho.
Tras la muerte de Kim Jong-il en 2011, Kim Jong-un hubo de continuar la línea militarista (songun) desarrollada en vida por Kim Il-sung y, sobre todo, por el propio Kim Jong-il. Pese a tensiones con el presidente Lee, la posición “intermedia” durante el gobierno de Park Geun-hye (2013-2017) facilitó ciertos niveles de distensión en la península. Tras ella, el gobierno de Moon Jae-in (2017-2022) aplicó la Política del Sol frente a Corea del Norte, mejorando ampliamente el vínculo entre ambos y posibilitando conversaciones de paz y acercamiento. Durante aquellos años, Kim Jong-un no tuvo que enfrentar situaciones de tan alta tensión como las que hubieron de gestionar Kim Jong-il y Kim Il-sung. Sin embargo, la derrota del Partido Democrático en los comicios de marzo de 2022, modificó radicalmente la situación en la península: Lee Jae-myung perdió por menos de un punto frente al fiscal anticomunista Yoon Suk-yeol y se terminaron de golpe las posibilidades de la reunificación e incluso de una distensión sostenida.
La clave: Yoon Suk-yeol
Desde enero de 2024, Corea del Norte ya no postula la reunificación como un hecho posible en el medio plazo y las comunicaciones con el sur han quedado plenamente descartadas. ¿Por qué? En esencia, por el presidente Yoon. En el año 2019, el entonces presidente Moon Jae-in nombró a Yoon Suk-yeol fiscal general. Desde esa posición, forjó un liderazgo político construido en base a una retórica outsider que le posibilitó tres años después la victoria electoral frente al sucesor del propio Moon, Lee Jae-myung. Desde que inició su presidencia, las relaciones entre las dos Coreas han experimentado un declive persistente.
Como Lee Myung-bak, el presidente Yoon forma parte del engranaje político nacional que orgullosamente se presenta como “derecha anticomunista”. Tras ganar las primarias, Yoon cuenta con el apoyo del Partido del Poder Popular (PPP), fundado en 2020 como fusión de varios bloques de entre los cuales destaca el Partido de la Libertad (ex Saenuri), sucesor de las diversas expresiones partidistas que ha tenido el anticomunismo en el país.
El horizonte del gobierno surcoreano no es la distensión, sino la anexión de la parte norte de la península, es decir, la “reunificación por absorción”
La clave para comprender la escalada pre bélica en la península se halla en este espacio político que, a diferencia del Partido Democrático, considera al norte como una suerte de “hecho maldito” de la historia nacional coreana. Para Yoon y para el PPP, todo lo que representa en la actualidad Corea del Norte debe ser erradicado, desde el propio Kim Jong-un hasta el marxismo coreano en sí mismo. Desde esta perspectiva, Seúl se planta frente a Pyongyang en forma plenamente confrontativa; no hay espacio para la negociación, para la diplomacia ni para la reunificación “federativa” acordada en el año 2000. El horizonte del gobierno surcoreano no es la distensión, sino la anexión de la parte norte de la península, es decir, la “reunificación por absorción”.
Tanto Kim Jong-un como el Gobierno y el Ejército norcoreano reconocen esta situación y, en consecuencia, toman posiciones de preparación bélica, insistiendo en que cualquier avance de Estados Unidos y Corea del Sur al norte del Paralelo 38 desencadenaría una guerra total. Sea en mayor o menor medida mero discurso, lo innegable es que los puentes diplomáticos están quebrados. Ninguna de las dos Coreas considera ya a la otra como un interlocutor legítimo y Estados Unidos persiste en presionar a Pyongyang mediante ejercicios militares conjuntos en los que Japón tiene cada vez un mayor protagonismo. A su vez, China trata de jugar un papel de mediación raramente aceptado por alguno de los actores y Rusia deja la puerta abierta a una mundialización del conflicto al mostrarse abierta a involucrarse junto a Pyongyang en ejercicios militares en la zona.
En abril de este mismo año 2024, en el marco de las tensiones como consecuencia de la radicalización del discurso anticomunista del Ejecutivo surcoreano, tendrán lugar las elecciones legislativas en el país. Aunque Yoon Suk-yeol tiene mandato hasta el año 2027 —la reelección no está permitida en Corea del Sur—, los comicios de abril pueden dar algunas pistas sobre la popularidad del PPP tras dos años de gobierno. El presidente Yoon no mide muy bien en las encuestas a día de hoy, pero la posibilidad de que su sucesor en el partido pueda salir electo en 2027 sigue intacta. Las elecciones de 2027 serán cruciales para la seguridad del Asia-Pacífico, región que ha sido privilegiada en la estrategia internacional de Estados Unidos. Por extensión, las legislativas de 2024 gozan de cierta importancia; nos darán una muestra relativamente fiable del estado electoral en el que se encuentran tanto la derecha anticomunista del PPP como la “Política del Sol” del Partido Democrático.
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