HOMENAJE:
1. DUSSEL: MARXISMO, TEOLOGÍA Y POLÍTICA
Su partida el 5 de noviembre pasado marca también el cierre de una generación que colocó su cuerpo y mente en la tarea de búsqueda de la dignidad de los pueblos
Jaime Ortega* y Rodrigo Wesche**
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Enrique Dussel fue, además de un filósofo de la liberación, un tributario de las ideas de Karl Marx, a cuyo estudio de su aporte contribuyó. Exiliado de su natal Argentina, el periplo le trajo a México hacia el fin de la década de los 70. Aunque ya contaba con una concepción del mundo que se ha denominado Filosofía de la Liberación, en su nueva residencia encontró un mundo intelectual y académico donde la discusión marxista resultaba vital. Con seriedad, asumió la tarea de dialogar con dicha corriente, produciendo en los años 80 y principios de los 90 una tetralogía que, en buena medida, sigue sin tener parangón en los estudios marxistas. Señalamos aquí algunas de las principales señas de identidad de su reflexión y las razones de su impacto.
Primero: Dussel no sólo incursionó en la discusión a partir de los Grundrisse de 1857, sino que avanzó en manuscritos variados de 1861-1863 y por supuesto en el comentario puntual de la primera edición del libro de El Capital. Su hipótesis se mantuvo a lo largo de sus tres primeras obras, y ésta descansaba en que la categoría fundamental para el análisis marxista no era la de totalidad –como se sugería desde Lukács hasta Althusser–, sino la de exterioridad. En los Grundrisse y textos subsiguientes, Dussel encontró que la categoría de trabajo vivo expresaba ese espacio de exterioridad, es decir, de algo no completamente determinado por la relación social de capital. Con esta hipótesis Dussel se alejaba del marxismo tradicional que consideraba que el trabajo asalariado era la negación del capital (y no una determinación más) y del marxismo occidental, al señalar que había formas comunitarias no totalmente subsumidas bajo el mando despótico del capital. Además de ello permitía pensar que El Capital: Crítica de la economía política, no era un libro, sino un gran proyecto que había tenido varias redacciones.
Segundo: la originalidad de esta lectura dusseliana de Marx estuvo completamente determinada por su formación teológica y su compromiso con lo que en aquel tiempo se denominó la opción preferencial por los pobres. Si bien es cierto que otros filósofos y teólogos europeos habían construido puentes entre el cristianismo y el marxismo, y que los teólogos de la liberación habían empatado los esfuerzos emancipatorios de las luchas sociales en América Latina con las vetas liberadoras del cristianismo, en particular, Dussel, con su obra Las metáforas teológicas de Marx, de 1993, demostró que el filósofo alemán era un profundo conocedor de los elementos teológicos y antropológicos centrales del judaísmo y el cristianismo y que, en buena medida, ellos habían inspirado sus reflexiones.
Las múltiples referencias bíblicas de Marx no eran un asunto meramente retórico, sino parte fundamental de su crítica de la economía política y de la modernidad. En este sentido, por lo menos dos fueron los aportes de esta innovadora lectura que descolocó a marxistas y cristianos (y aún lo hace). En primer lugar, al señalar que ambas perspectivas abrevaban de una antropología semita o materialista (según como la quisieran denominar unos u otros), aunque fuera expresada en términos míticos o filosóficos, respectivamente. En última instancia, la lucha por la liberación animada por la utopía del Reino de Dios de los cristianos era la misma que la del Reino de la Libertad de Marx, así que ambos sectores podían sumar esfuerzos en su lucha contra la dominación.
También contribuyó a desfondar los prejuicios jacobinos y eurocéntricos de ciertos sectores de la izquierda respecto a la religión. Marx reconoció que la modernidad había desatado un proceso secularizador que derrumbaba los altares de los dioses tradicionales, pero a la vez, instauraba al capital, el Estado moderno y la doctrina del progreso como nuevos fetiches que estructuraban a la sociedad, a los cuales ahora había que atacar. La crítica al fetichismo de la mercancía se asemejaba a la crítica de los profetas de Israel contra los ídolos, pues la cuestión de fondo, según lectura dusseliana, radicaba en cuestionar a todos aquellos dioses que implicaran la dominación del ser humano y no oponerse a aquellos dioses que impulsaran la liberación de sus creyentes.
Tercero: pasada la crisis del socialismo histórico, Dussel no renegó de Marx, al cual mantuvo en pie aun cuando nuevas concepciones –como la decolonialidad– asomaron cabeza. Dussel criticó el eurocentrismo, pero supo distanciar a Marx de esa perspectiva. Sin abandonar el horizonte latinoamericano, marcado a sangre y fuego por las experiencias nacional-populares, no renunció a la herencia histórica legada por Marx. Todo esto lo llevó a acompañar las experiencias más francas de cuestionamiento del neoliberalismo, iniciadas en 1999 con la presidencia de Hugo Chávez en Venezuela. Así contribuyó con una lectura que no sólo encontraba sus límites en lo que él denominó el momento negativo de la crítica, destructivo del sistema imperante, sino que servía para pensar su momento positivo, el que supone la transición y construcción de otro sistema dirigido a satisfacer en la medida de lo posible las necesidades de lo más necesitados.
Cuarto: el compromiso militante con las causas de los gobiernos progresistas lo fue emparentando con expresiones que no cabían en los estrechos marcos de las instituciones académicas. Dussel se convirtió, en toda América Latina, en un formador de cuadros. No hay filósofo profesional más reconocido y leído por personas ajenas al mundo académico. Dussel entabló diálogos y discusiones con sindicatos, asociaciones campesinas, barriales o partidarias. En ese proceso nunca bajó ni adaptó el nivel de su discurso, éste se siguió manteniendo con alta pretensión de sistematicidad y densidad, pues entendía que esa era su labor como profesional. Su partida el 5 de noviembre pasado marca también el cierre de una generación que colocó su cuerpo y mente en la tarea de búsqueda de la dignidad de los pueblos, en diálogo con lo mejor de las tradiciones de nuestra región.
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* Profesor-investigador de la UAM
** Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
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Fuente:
2. Enrique Dussel, la dignidad de ser intelectual
Bernardo Barranco V.
Nos deja el gran Enrique Dussel. La verdad, me duele su partida. Siempre fue un referente en mi formación intelectual. Me arrepiento de no haberlo aprovechado más. Tuve el privilegio de tratarlo a lo largo de casi 50 años. Cuando recién ingresó a México como perseguido de la dictadura argentina, me impresionó su audacia analítica, su Teología y Filosofía de la Liberación. Su elocuencia, contundencia y energía argumentativa eran grandiosas. Sin embargo, desbordaba humildad ante su compromiso por los desheredados de este mundo, por los pobres y su cosmos popular, lleno de sabiduría y ancestralidad. La cultura popular fue uno de los grandes aprecios de Enrique. En su vejez ya no tenía la grandilocuencia de su juventud, ni la velocidad de su palabra, pero jamás perdió la agudeza de sus análisis. Su voz cansada contrastaba con la profundidad de su pensamiento siempre actual, siempre pertinente.
Conocí al doctor Enrique Dussel en el otoño de 1975, si la memoria no me falla. Decenas de estudiantes católicos nos reuníamos para analizar la realidad y también para formarnos teológicamente. Enrique recién había llegado a México exiliado por la persecución política en Argentina. Nos dio una conferencia sobre la eucaristía bajo la óptica de la economía política. Todas las relaciones de producción en el pan y el vino, la carne y la sangre de Cristo, se entrelazaban simbólicamente en una nueva espiritualidad de la liberación. El pobre, la denuncia de la injusticia y la libertad eran sus temas. Todos los jóvenes ahí estábamos deslumbrados con el conferencista, quien nos habló de sus años como carpintero en Nazaret y de las amenazas de muerte y atentado que tuvo que soportar en su país, cada vez más violento que desembocó en el golpe de Estado de 1976. Entonces hizo un comentario que me abatió, y aun ahora me retumba; dijo: Si ustedes trabajan duro intelectualmente estarán en condiciones de producir a los 40 años. Claro, él tenía casi 42 años y yo solo 20. ¡Tenía que vivir todo el tiempo de mi vida para poder decir algo en este mundo!
Enrique fue gran precursor de la Teología de la Liberación. Junto con Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría, John Sobrino y tantos otros. Marcaron no sólo el pensamiento cristiano sobre lo social, sino que alimentaron poderosos movimientos sociales en todo el continente latinoamericano. También sufrieron la represión secular de las dictaduras, así como la guerra fría eclesiástica, desatadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Otto Maduro, experto venezolano en la relación entre marxismo y cristianismo, visitó México. Estamos en 1981, cenando pizza en el amplio departamento de Enrique en la colonia Roma. La conversación se centra en la relación de Marx con la religión. Enrique decía que había tenido acceso a los manuscritos originales que sugerían hacer reformulaciones del tema. Se levantaba una y otra vez de la mesa para traer libros. Sus hijos pequeños arqueaban las cejas como diciendo cariñosamente: aquí va de nuevo. La mesa estaba invadida de dos pilas de libros, obstruían la visibilidad de las pizzas, asistíamos a una apasionada cátedra del doctor Dussel. Al paso de 20 minutos, de pronto Otto da un golpe fuerte en la mesa. En tono de súplica, dijo: Enrique, ¿no podemos tener una charla normal y simple? Conversemos con tus hijos, quiero preguntar cuántos años tienen, en qué grado van. Y Enrique Dussel sonrió, con esa sonrisa fresca casi de niño que le caracterizó, dijo con humildad: Tienes razón.
A lo largo de los años, me acostumbré ver y aprender de Enrique Dussel en coloquios, conferencias, mesas y debates. Me encantaban sus intervenciones con la gran Carmen Aristegui. Varias veces coincidimos en la formación de militantes de Morena en temas de ética, política y religión. Pero fue en mi espacio de Sacro y profano, del Canal Once, donde disfruté su sabiduría analítica. Siempre fue un invitado de lujo. Lo dosifiqué y ahora me arrepiento. Tuvimos dos programas sobre la Teología de la Liberación, siempre agudo con un sentido de la historicidad. Recuerdo una emisión particularmente sugerente sobre la sexualidad cristiana; Dussel se remontó a los griegos, para confrontar la sexualidad helénica a la cristiana. Otro programa particularmente memorable fue cuando comentó la Cartilla moral. Dussel lamentó la distancia entre los principios éticos y el ejercicio de la política; de manera lapidaria, comentó: Padecemos una generación de políticos en México que carecen de calidad ética. Buscan enriquecerse y han naturalizado la corrupción al grado que ésta se ha cosificado, desnaturalizando a la sociedad.
Enrique Dussel es uno de los últimos referentes de esa generación dorada del Concilio Vaticano II. Católico que nació en Argentina, pero desde México fue un referente en el mundo para repensar la realidad desde los movimientos populares. Su creatividad intelectual en el campo de la ética también es vasto. Desde su talante católico, construyó la ética y Filosofía de la Liberación. Fue autor de más de 50 libros y se dice de más de 400 artículos, traducidos a más de seis idiomas.
Querido Enrique: ya te estarás uniendo y polemizando con tus filosofos favoritos. Acá abajo, te extrañaremos con la razón y con el corazón.
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Fuente:
3. Enrique Dussel: ejemplo de humanidad
Marcos Roitman Rosenmann
Se ha ido un grande entre los grandes. Pensador comprometido, asumió responsabilidades. Se enfrentó al peronismo reinstalado bajo la batuta del hombre fuerte que manejaba los hilos del poder, el ministro de Bienestar Social, José López Rega. El 2 de octubre de 1973, la triple AAA hizo explosionar una bomba en su casa, llevándolo al exilio. Su destino fue México, donde realizó la mayor parte de su obra como profesor de ética y filosofía de la UNAM, y ya en el siglo XXI, asumiendo como rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Incansable batallador, el atentado que casi le cuesta la vida a él y su familia no fue suficiente para acallar su voz. Al contrario, le dio fuerza y reafirmó sus convicciones en la lucha por la emancipación política de los pueblos y así también del ser humano.
Su vida intelectual giró en torno a dos desafíos. La búsqueda de una ética para la liberación y una política emancipadora. Su visión de un mundo, dirá en Política de la liberación. Historia mundial y Crítica, se conecta y entronca con el espacio político de los pobres, de las víctimas, las del sur del planeta, los oprimidos, los excluidos, los nuevos movimientos populares, los pueblos ancestrales colonizados por la modernidad, por el capitalismo que globaliza, subrayando que es el lugar desde el cual tendremos que ir efectuando la crítica de todo el sistema de categorías de la filosofía política burguesa. Para ello dio vuelta a la historia. La puso patas arriba, repensó discursos y propuso una visión crítica y global de la cultura occidental, cuestionó que el origen de la democracia se encontrase en la cultura greco-romana y rompió con el helenocentrismo. Fue lejos y reivindicó su origen en las culturas semitas establecidas en Mesopotamia, Medio Oriente, milenios antes de Cristo. Estudió las culturas asiáticas, africanas y prestó atención a la historia de los pueblos originarios conquistados de Nuestra América.
Si queremos encontrar a Enrique Dussel, deberá ser entre estos parámetros. De ahí su propuesta de forjar un pensamiento capaz de romper la violencia del sistema mundo dando la voz a sus víctimas, silenciadas o invisibilizadas. Así se teje su propuesta del pensamiento poscolonial. Una alternativa capaz de explicar la paradoja de la exclusión de las grandes mayorías en la globalización, cuyos efectos son la destrucción ecológica afincada en el proceso de valorización de un capitalismo predador y su corolario: la extinción de la vida en el planeta con la muerte de la especie homo sapiens.
Profundizó en la obra de Fanon, dialogó con Pablo González Casanova, Darcy Ribeiro, Franz Hinkelammert, los teóricos de la dependencia, y cuestionó las visiones de una conquista y colonización bajo la idea de progreso. Reivindicó la historia de Nuestra América. Supo unir su saber a las luchas de los pueblos originarios y puso especial atención a la revolución cubana. Tuvo palabras para defender la revolución bolivariana. Fue un semita, de ahí su propuesta de una cultura fundada en la transmodernidad, en el reconocimiento de un saber anterior al pensamiento grecorromano como fuente de un poder ético y forjador de lo humano.
Fue un convencido de la necesidad de estudiar a fondo la modernidad capitalista y su racionalidad política. No se trataba de un saber erudito, de un conocimiento academicista. No pretendía ser considerado un especialista en Marx. Dussel buscó en Marx una respuesta a sus interrogantes. Para Dussel, Marx proporcionaba herramientas, argumentos y facilitaba la comprensión del capitalismo realmente existente. Sus reflexiones sobre Marx no tienen parangón en el ámbito de la epistemología.
Encuadrar el pensamiento de Enrique Dussel en una sola disciplina supondría cercenar su propuesta. Dussel no se puso límites a la hora de buscar respuestas a una pregunta que le acompañó durante toda su vida. Una y otra vez volvió sobre ella, la reformuló desde todos los ángulos posibles. Para darle mayor consistencia, se apoyó en la historia, en la economía, la sociología, la teología, la ciencia política, la antropología, las ciencias de la materia o la vida. Nada le fue ajeno. Manejaba con soltura el griego y el latín, alemán, inglés, hebreo o el francés, no menos que el castellano. Su rigor le obligaba a referenciar sus fuentes. Necesitaba de precisar los conceptos. Comprometido con su tiempo histórico, no le faltó tiempo para la militancia política, siempre acudió al llamado de las organizaciones populares. Cercano y afable, Dussel no puede ser encasillado en un partido. Su saber no pertenece a una organización. Entregó su vida a la lucha a una militancia más allá de unas siglas. Su compromiso estuvo al lado de las madres de la Plaza de Mayo, de los oprimidos y explotados, de los pueblos originarios, de los zapatistas, del pueblo cubano, chileno o boliviano. Su pregunta ¿Cómo construir una política emancipadora, anclada en una ética de la liberación?, sigue en pie. Su legado obliga a seguir perseverando. Las nuevas generaciones, aquellas a las cuales Dussel se acercó como maestro y compañero de viaje, encontrarán en sus escritos argumentos suficientes para no desfallecer en tiempos de traición y desafección ética.
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