Los trompeteros de la OTAN propagan el bulo del «euroatlantismo» y los belicistas se lo creen, sin darse cuenta de que nunca antes los intereses de Europa habían sido tan opuestos a los de Estados Unidos
Marco Travaglio
Hemos abolido la historia. Prohibido contar lo que ocurrió en Ucrania antes del 24 de febrero de 2022: los ocho años de guerra civil en el Donbass tras el golpe blanco (o más bien negro) de Euromaidán en 2014 y los miles de muertos y heridos causados por los constantes ataques de las tropas de Kiev y las milicias pronazis que las acompañaban contra las poblaciones rusófonas y rusófilas que, con el apoyo de Moscú, reclamaban la independencia o al menos la autonomía. Todo ello desafiando los dos acuerdos de Minsk.
La versión oficial, la única autorizada, es que no pasó nada antes de 2022: una mañana Putin se despertó más loco que de costumbre e invadió Ucrania. Si la gente se enterara de la verdad, se daría cuenta de que el mantra atlantista «Putin el agresor y Zelensky el agresor» solo es válido desde 2022: antes, durante ocho años, los agresores fueron los gobiernos de Kiev (el último, el de Zelensky) y los agredidos los pueblos del Donbass.
Abolimos la geografía. Prohibido mostrar el mapa de la ampliación de la OTAN hacia el Este en los últimos 25 años (de 16 a 30 miembros)… Sin embargo, que la OTAN se haya expandido hacia el Este, rodeando y asediando a Rusia, amenazando su seguridad con instalaciones de misiles nucleares cada vez más cerca de la frontera, desafiando las promesas hechas a Gorbachov en 1990, hasta la última provocación de anunciar la inminente entrada de los vecinos de Rusia –Georgia y Ucrania– en la Alianza, es un hecho histórico indiscutible…
El otro mapa prohibido es el de los países que no condenan ni sancionan a Rusia, o permanecen neutrales: casi toda Asia, África y América Latina, es decir, el 87% de la población mundial. Pero a nuestro pequeño y viejo mundo occidental le gusta hacer creer que Putin está aislado y nosotros le rodeamos. Sobre el hecho de que China, India, Brasil y otros pequeños países están con él o no están con nosotros, es mejor pasar de puntillas: de lo contrario, todo el mundo entiende que las sanciones no funcionan…
Sólo aboliendo la historia se puede creer al presidente Sergio Mattarella cuando repite que «Ucrania es la primera guerra en el corazón de la Europa de posguerra«. Y Belgrado, que también fue bombardeada por Italia en 1999, ¿dónde está, en Oceanía? ¿Y quién era el viceprimer ministro del gobierno D’Alema que bombardeó Belgrado? Un tal Mattarella…
Hemos abolido el respeto por otras culturas. En una loca oleada de rusofobia, hemos visto cómo se condenaba al ostracismo a directores de orquesta, cantantes de ópera, pianistas de fama mundial, fotógrafos, atletas (incluso paralímpicos), incluso gatos y robles, sólo por ser rusos. Y luego censurar cursos sobre Dostoievski, cancelar ballets de Tchaikovsky de los teatros, incluso expulsar a la delegación rusa de las celebraciones por la liberación de Auschwitz. Como si el lager hubiera sido liberado por los americanos o los ucranianos y no por el Ejército Rojo…
Los trompeteros de la OTAN propagan el bulo del «euroatlantismo» y los belicistas se lo creen, sin darse cuenta de que nunca antes los intereses de Europa habían sido tan opuestos a los de Estados Unidos.
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Fuente:
contropiano.org