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GUERRA, REPRODUCCIÓN Y LUCHAS FEMINISTAS

Hoy no se puede pensar en una política anticapitalista sin pensar en una política contra la guerra. Y no tenemos un movimiento a nivel internacional contra la guerra, necesitamos construirlo

Silvia Federici


La autora de Calibán y la bruja plantea la necesidad de relacionar el extractivismo, las finanzas y la guerra. ¿Cuáles son los desafíos de los movimientos para pasar de la resistencia a la re-existencia?

Es fundamental hablar hoy de la guerra porque se ha convertido en un elemento permanente de la política capitalista a nivel internacional. Que hoy haya guerras en gran parte del planeta no es un accidente: es parte fundamental del desarrollo capitalista, de la expansión de la relación capitalista en el mundo. Ya Marx había subrayado que en el capitalismo la violencia es una fuerza productiva. Entonces, esta productividad de la guerra se ha manifestado desde las primeras décadas del desarrollo de la sociedad capitalista, con el imperialismo, pero ahora sigue.

Me tomo aquí un momento sobre la última forma de guerras que hemos visto a partir de los años ochenta, en conjunción con la reestructuración de la economía global, cuando comienza una nueva época de economía capitalista, una época en la cual la guerra es un elemento permanente y fundamental. Es una época que empieza con la crisis de la deuda, que ha sido creada artificialmente y que ha afectado a gran parte de los países que salían del colonialismo, de la colonización. Con la crisis de la deuda han sido recolonizados, sobre todo a través de la política del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, cuya estructura en sí misma ha sido una guerra, porque prácticamente obligó a los gobiernos de los países endeudados a destruir y cortar toda la inversión en la reproducción social. Recortó la educación, la salud, los transportes públicos, los bienes de primeras necesidades, el empleo masivo, y sobre todo los ha obligado a cambiar la dirección de su economía. La economía no debe orientarse al bienestar de la población, sino a la exportación de todos los bienes primarios y materiales que un país podía tener.

Esto significó un gran empobrecimiento, un incremento de la mortalidad. Basta pensar en toda la epidemia generada por la falta de cuidados médicos, por la malnutrición, por la falta de tantos servicios. Este ajuste estructural desestructura el tejido social y crea la condición de la guerra en el sentido más clásico.

El ajuste estructural desestructura el tejido social y crea la condición de la guerra.

Se ha creado toda una economía predatoria. Hoy vemos un ejemplo con lo que pasa en Sudán. Es muy interesante ver que las guerras que hemos visto en África y en otros países en estos años tienen su origen en el ajuste estructural. El empobrecimiento ha permitido reclutar a muchos jóvenes al ejército. Lo que no han sido obligados a migrar, muchas veces no han tenido otra alternativa que la de integrarse a los ejércitos, mientras al mismo tiempo los jefes de los países luchaban entre sí para apropiarse de las riquezas de la tierra, de la fuente de la riqueza. Entonces hoy, como al principio del capitalismo, la guerra es un instrumento de acumulación muy importante. Es un instrumento de enriquecimiento y de cambio de política económica.

La guerra prepara el terreno para imponer una derrota a la población y empujarla a una nueva forma de explotación.

Aquí quiero recordar también la obra de los años 50 del economista austriaco Joseph Schumpeter, cuando hablaba de la destrucción creativa. En el ciclo económico de la sociedad capitalista hay momentos necesarios fundantes de destrucción creativa. Este es otro aspecto de la importancia de la guerra en el capitalismo tanto hoy como en el pasado: destrucción creativa significa que la guerra sirve para cortar todo aquello que ya no es necesario, las ramas secas de la economía capitalista. A su vez, esto prepara el terreno para imponer una derrota a la población y empujarla a una nueva forma de explotación. Prepara el terreno para un nuevo ciclo económico, para una nueva forma de desarrollo. Opera sobre el terreno físico y social creando nuevas subjetividades, destruyendo las relaciones de solidaridad y trabajo colectivo.

Entonces la guerra crea un mundo nuevo. Esto explica por qué la sociedad capitalista periódica, sistemática y estructuralmente crea estos grandes momentos de guerra, incluyendo la situación actual de guerra permanente.

Una lectura feminista de la guerra

Yo creo que las mujeres tenemos una posición privilegiada para hablar de esto, ya que tenemos una gran experiencia en la guerra contra nosotras. Las mujeres hablamos desde la perspectiva de la reproducción de la vida cotidiana, social, aquella reproducción que la guerra busca destruir. Entonces, a pesar de que los hombres son los sujetos de los ejércitos, las mujeres son quienes experimentan en su cuerpo, en su vida, en sus comunidades, los efectos más devastadores de la guerra: tener niños, estar embarazadas, ocuparse de los enfermos, de los ancianos. Es algo que no se puede conceptualizar: el horror de tener la responsabilidad de la reproducción de la vida en un momento en el cual todo lo que pasa cerca tuyo te destruye la vida. Por eso creo que es importante una lectura feminista de la guerra.

Yo empecé a hablar de guerra contra las mujeres leyendo la historia de la caza de brujas de hace tres siglos, de una violencia que era organizada para cambiar el estatuto de qué significa ser mujer en la sociedad capitalista. Claro que la guerra es uno de los instrumentos más potentes de la desvalorización del trabajo y de la vida de las mujeres. En efecto, la caza de brujas ha creado una ideología y una nueva legislación sobre lo que significa ser mujer. Por ejemplo, en el período final de la caza de brujas en Europa las mujeres no tenían personería legal: eran representadas en relación al Estado para los hombres, para el varón, para el padre.

Y esta guerra ha continuado fundando subjetividades, prácticas, condiciones sociales. Se siguió repitiendo con la institución de la pena capital, con la pena de muerte contra el adulterio, con las mujeres quemadas en Inglaterra en los siglos XVII y XVII, con la ilegalización del aborto. Hemos visto en los años cincuenta la lobotomía contra las mujeres que rechazaban el trabajo doméstico, la esterilización contra las mujeres negras, la gran campaña por el control de la población en las décadas del 70, 80 y 90, donde las mujeres han sido culpabilizadas de crear la pobreza en el mundo. Hay toda una ideología, una orquestación práctica también, con millones de médicos y enfermeras que han obligado a las mujeres a tomar anticonceptivos en nombre de cortar el crecimiento de la población a nivel mundial. Por todo esto es que podemos hablar de una guerra contra las mujeres.

Si yo miro la literatura feminista de los últimos 20 años, puedo ver que la temática de la guerra está siempre presente. Claudia Von Werlhof ha hablado siempre de la guerra contra las mujeres. María Mies, la feminista alemana que ha muerto recientemente, ha escrito libros fundamentales como Patriarcado y acumulación a escala mundial. Ella decía en uno de sus libros que el patriarcado en tiempo de paz es guerra contra la mujer. Porque el patriarcado desvaloriza a las mujeres y crea la condición para que sean dominadas, subyugadas. Es una guerra sin necesidad de armas, porque el arma es la violencia doméstica tolerada por los gobiernos.

La guerra contra las mujeres no necesita de armas, porque el arma es la violencia doméstica tolerada por los gobiernos.

Cuando hablamos de guerra no hablamos solamente de guerra física, con ejércitos, con armas, con bombas. Debemos pensar la concepción de guerra como una práctica cuyo fin es destruir la condición fundamental de la vida y destruir los sujetos que no se pueden adaptar, destruir las poblaciones enteras para instaurar una nueva forma de relación económica.

Como hemos escrito con la compañera Verónica (Gago), hoy la finanza es una guerra. El ajuste estructural es una guerra, la política extractivista es una guerra contra la naturaleza, contra las comunidades expulsadas de sus tierras ancestrales. Extractivismo y finanzas se conectan, porque una vez que un país es condenado al ajuste, debe abrir su puerta a la explotación, a la minería, a la estación petrolera, al agronegocio, a la deforestación.

Entonces, debemos pensar al concepto de guerra en una forma larga y apuntar la mirada hacia quiénes son los explotados. ¿Cuáles son los objetivos? ¿Cuáles son los efectos y consecuencias? Y, naturalmente, ¿cómo se puede resistir? ¿Cuáles son las formas más eficaces de resistencia a esta guerra?

Extractivismo y finanzas se conectan, porque una vez que un país es condenado al ajuste, debe abrir su puerta a la explotación.

En mi caso, como muchxs otrxs compañerxs, hablo de lo común. Común es crear formas colectivas de reproducción. El discurso del común no es solo ideológico. La solidaridad se debe construir creando condiciones materiales de producción en común de la vida cotidiana. Estas formas colectivas de reproducción son las que crean un tejido social capaz de resistir el avance de esta guerra. Es muy importante la creación de entramado comunitario.

Para mí es muy deprimente la entrada de las mujeres en los ejércitos. Aquí vemos como una parte del feminismo se ha integrado completamente al plan del capital, en el plan de la sociedad capitalista. Porque esta integración de las mujeres que se ha celebrado como la búsqueda de igualdad, en realidad es una derrota. El capitalismo ha creado una división del trabajo muy fuerte en la cual los hombres son los que van a matar, las mujeres son las que dan a la vida y la maternidad no se valoriza.

Por ejemplo, todas las actividades relacionadas a la guerra, la producción de armas, es considerada productiva, es algo que acumula capital. Las feministas han luchado porque el trabajo doméstico sea reconocido como el trabajo productivo, pero en el plan del capital no lo es. Entonces, esta división, la igualdad, no es que las mujeres deben entrar en el ejército, La igualdad es que los hombres dejen de ser quienes sirven al capital en su guerra. Deben dejar de ser soldados o guardiacárceles. ¿Dónde está el movimiento laboral? ¿Por qué el movimiento laboral sigue produciendo cosas que destruye la vida? La revolución empieza en decir No.

En realidad lo que se pasa es que muchas mujeres han sido asesinadas y violadas por sus compañeros en el ejército, por los oficiales. ¿Por qué? Porque en el ejército te deben deshumanizar para acostumbrarte a matar a otros. Deben destruir tu humanidad.

Es un trabajo educativo que debemos hacer: educar contra cualquier forma de la guerra y entender su dimensión financiera.

El escritor africano Chinua Achebe en su libro Things Fall Apart habla de la llegada de los colonialistas en Nigeria en el siglo XIX. Él dice the center cannot hold (el centro no puede aguantar). El centro de estas sociedades, después del arribo de los colonialismos, se destruye. La sociedad se fragmenta, no hay un centro donde la gente pueda reconocerse. Esto pasó también en Libia, Afganistán, Siria, Sudán. Esto se hace con la guerra y con las finanzas. Hoy en Ucrania las finanzas tienen una presencia poderosa privatizando tierras. Al fin de la guerra el desastre no será solo por las bombas, sino también por las medidas financieras impuestas.

Hoy no se puede pensar en una política anticapitalista sin pensar en una política contra la guerra. Y no tenemos un movimiento a nivel internacional contra la guerra, necesitamos construirlo. Creo que los movimientos feministas ya han empezado a construir este movimiento. Un movimiento de construcción, que cambie las relaciones sociales, que pase de la resistencia a la re-existencia, como proponen los movimientos feministas de Abya Yala.

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Este texto es parte de la clase de Silvia Federici en el marco del Diploma Superior “Mapa de guerras. El catálogo editorial como producción de conocimiento político-militante” (Clacso y Tinta Limón).Tags:alternativasextractivismofeminismoguerramovimientos sociales

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