El arte se presenta como un ejercicio de memoria y resiliencia...
Montoya busca que la ciudad no olvide a sus muertos. Ojalá la nueva generación que no le tocó vivir esos años acceda a esos registros para generar consciencia
Por: Felix Antonio Cossio Romero
Los cuentos del profesor universitario Pablo Montoya dejaron inmortalizada la violencia en Medellín durante los años 80 y 90. Masacres, desaparecidos, madres llorando a sus hijos acribillados, ver cadáveres a plena luz del día y ajustes de cuentas fue la cotidianidad en Medellín en esa oscura época.
Las comunas de Medellín fueron testigo de la violencia más cruel e inhumana posible. En los cuentos de Niquia (1996), la muerte anda suelta y cobró la vida de cientos de muchachos que apenas llegaban a la adolescencia. La ciudad estaba pagando un karma y había una depuración de toda una generación de jóvenes.
Medellín vio correr la sangre de sus hijos en sus lomas, canchas, y zonas rurales. Los cuentos del autor dejaron registrado ese momento con una gran precisión literaria. aquellos jóvenes no futuro que la ciudad ya olvido fueron aniquilados y su sangre fue tragada por el pavimento. ‘Árbol que fruto no dio’, porque como dice el autor de estos cuentos en Medellín los asesinatos fueron tan comunes que ya no eran tomados como fatalidad. Milicias, paramilitares, delicuentes comunes y narcotraficantes destruyeron toda una sociedad. Los barrios populares llevaron la peor parte.
En la zona nororiental de la ciudad hubo un panorama tan trágico que no hubo un solo hogar que no perdiera un hijo,un hermano, primo, padre o tío de su núcleo familiar. Para los principios de los años 90 la policía calculaba que solo en el barrio aranguez había más 3000 muchachos-soldados al servicio de Pablo Escobar en su feroz lucha contra el estado Colombiano, todas las familias vivían un duelo.
De manera muy artística Pablo montoya busca que la ciudad no olvide a sus muertos, y ojalá la nueva generación de jóvenes de la ciudad que no les tocó vivir los años más duros, cuando el diablo recorria estás calles sin piedad, puedan tener acceso a estos registros literarios para sensibilizarlos y generar consciencia.
Escenas como muchachos asesinados por su amigo de la infancia por drogas, madres que tienen que soportar la muerte de sus hijos dentro de sus propias viviendas, rogándole al verdugo que perdone la vida de su primogenito sin poder salvarlos, masacres contra la ciudadanía; grupos delincuenciales que imponían toques de queda ilegales y que disparaban después de cierta hora contra todo aquel que encontrarán en las calles, sin importar quien caía, ellos lo llamaban limpieza social. Todo esto se encontrará el lector en los cuentos de Pablo Montoya de una forma literaria.
El arte se presenta como un ejercicio de memoria y resiliencia, sin hacer apología en ningún momento. ¡Qué alegría saber que la editorial Random House reeditó los cuentos del profe Montoya!
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