Resulta que el modelo anglosajón de librar guerras mediante sanciones, iniciado por Londres y luego imitado por Washington, ya no opera en forma efectiva frente al ascenso de China y cuando Moscú se prepara para una extenuante guerra
Alfredo Jalife-Rahme
▲ Destrucciones en Bakhmut, en la región de Donietsk, Ucrania, una de las más afectadas en los combates con las tropas rusas.Foto Ap
La revista británica The Critic, cercana al partido Conservador, en el poder –que pretende colocar al defenestrado ex premier Boris Johnson en la Secretaría de la OTAN, señalado de haber impedido las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia– pregunta en su portada: ¿Y si Rusia gana? (https://bit.ly/3J0Dqnv), junto a un balón de la ascendente China que intenta desinflar el Tío Sam estadunidense con una bayoneta, haciendo otra pertinaz pregunta: ¿Tomó Pekín el lado equivocado? (bit.ly/3ZnzLFG)
En el artículo propiamente dicho, The Critic asevera que en una verificación de la realidad: Rusia puede ganar.
Su diagnóstico es sencillamente tétrico cuando las cosas van a empeorar para la población de Ucrania, con muchos más miles de muertos y al país tomará décadas recuperarse, por lo que sugiere que la anglósfera “debe saber qué desea obtener en Ucrania (…) porque como las cosas se desenvuelven, serán en favor de Putin”.
Resulta que el modelo anglosajón de librar guerras mediante sanciones, iniciado por Londres y luego imitado por Washington, ya no opera en forma efectiva frente al ascenso de China y cuando Moscú se prepara para una extenuante guerra.
Fustiga que los objetivos de un cambio de régimen en el Kremlin y la balcanización de Rusia sean descabellados, dado el apoyo de su población para la guerra cuando fracasaron las sanciones.
Hoy se derrumban las líneas defensivas de Ucrania; los rusos avanzan en amplios sectores del frente y la mayoría de los factores (sic) indican que Rusia probablemente alcanzará algún tipo de resultado favorable en Ucrania, aun con la llegada urgente de armamento moderno de la OTAN para apuntalar a Kiev.
La revista señala que el potencial para charlas de paz ha sido envenenado por el torpe lenguaje de una pléyade de funcionarios de EU, entre quienes destaca la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland (VN; bit.ly/3ZqCsGL), quien estuvo profundamente implicada tras bambalinas en las maquinaciones políticas de la crisis de Ucrania de 2014 y se acaba de refocilar al perorar que se encontraba “muy gratificada (sic) de saber que el NordStream 2 es ahora (…) un pedazo de metal en el fondo del mar”. ¡Otro “ Fuck Europe” de VN!
Tras las confesiones de la ex canciller alemana Angela Merkel –sobre el engaño de los acuerdos de Minsk (bit.ly/3xYcNJB)– y el ex presidente ucranio Petro Poroshenko a la BBC –que dio ocho años a Ucrania para construir una coalición global anti-Putin–, Moscú ya no tiene confianza en tratar con EU y la OTAN.
The Critic coloca en relieve el angustioso aserto existencial de Putin: el objetivo de nuestros adversarios estratégicos es debilitar y fracturar a Rusia porque creen que nuestro país es muy grande y representa una amenaza, cuando la maquinaria militar de la OTAN ha sembrado caos y destrucción en Serbia, Irak, Libia y Siria.
La revista comenta que el hoy director de la CIA y anterior embajador de EU en Rusia, William Burns, envió un cable en 2008 (sic) al jefe estadunidense de las fuerzas conjuntas recordándole que el ingreso de Ucrania a la OTAN es la más resplandeciente de todas las líneas rojas (sic) para la élite rusa.
The Critic aduce que la intervención de Rusia en Ucrania fue un acto de desesperación y no de fortaleza, y adopta al respecto la tesis del geopolítico estadunidense John Mearsheimer de la Universidad de Chicago (bit.ly/3xXVecH ) y ( bit.ly/3kDPkKP).
Llama la atención que The Critic fulmine ferozmente –como analíticamente asnal (sic)– no haber tomado en cuenta los intereses vitales de Rusia cuando hoy goza con el “balance de la resolución ( balance of resolve)”.
Le faltó a The Critic dimensionar que la singularidad militar en el teatro de batalla de Ucrania ha sido rebasada con dos supremos giros: la desdolarización/fin de la hegemonía financiera anglosajona y la visibilidad de un nuevo orden multipolar (https://bit.ly/3meoN7m).
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