Ni siquiera la burguesía en su época de esplendor revolucionario, consideró viable la igualdad política de la mujer
Opresión y desigualdad que es disimulada por las hipócritas declaraciones de la democracia burguesa, sobre la garantía de igualdad para la mujer en todas las esferas de la sociedad
POR REVOLUCIÓN OBRERA
La causa profunda de la situación desigual y opresiva de la mujer fue y sigue siendo de carácter económico. Con el surgimiento de la propiedad privada, en palabras de Engels, el hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Desde entonces, en todas las sociedades basadas en la propiedad privada, la situación de la mujer ha sido de opresión y desigualdad frente al hombre.
En la historia de la humanidad, el capitalismo es la última sociedad dividida en clases y cuyas relaciones sociales de producción y régimen de propiedad sobre los medios de producción están basados en la existencia y la protección de la propiedad privada, esa es la razón por la cual aún persiste y es más brutal la situación de opresión y desigualdad de la mujer.
Opresión y desigualdad que es disimulada por las hipócritas declaraciones de la democracia burguesa, sobre la garantía de igualdad para la mujer en todas las esferas de la sociedad, hipocresía que se torna “brillante y envidiable” si se le compara con la abierta opresión y desigualdad de la mujer, regidas por las leyes islámicas en los Estados de dictadura teocrática de los explotadores.
Una de esas esferas sociales es la política, frente a la cual la burguesía afirma que en el capitalismo la mujer goza de plena igualdad porque las leyes constitucionales de las repúblicas burguesas le garantizan plenos derechos políticos, incluido el derecho al voto y a ser elegidas como gobernantes.
La clásica reivindicación de las sufragistas, ─y en particular de las feministas de principios del siglo XX─, de igualdad política para las mujeres dentro del Estado capitalista, no solo ha sido insertada en la letra constitucional de las repúblicas burguesas, sino también hoy aparenta ser “igualdad real” con la práctica de la paridad en las listas electorales y en la designación de cargos burocráticos en el Estado; paridad que el reformismo defiende como la máxima conquista en la lucha por la igualdad política de la mujer.
En realidad, el Estado reaccionario burgués no puede brindar igualdad política a la mujer, ni siquiera a la mujer burguesa, porque el Estado por sí mismo —contrario a la supersticiosa creencia reformista en un Estado igualitario y ecuánime para todas las clases─, es la expresión concentrada de la desigualdad política, por ser la máquina de dictadura de una clase sobre las demás; pero principalmente porque ni la burguesía ni la pequeña burguesía reformista pueden garantizar en la superestructura social la igualdad política de la mujer, dado que han dejado intacto el poder de la propiedad privada capitalista, base económica de la opresión y desigualdad de la mujer.
Ni siquiera la burguesía en su época de esplendor revolucionario, consideró viable la igualdad política de la mujer; el mismo Jean Jacques Rousseau cuando defendió la razón de la igualdad política para todos los ciudadanos, no incluyó expresamente a las mujeres. La lógica de Rousseau fue que las mujeres deben ser educadas de una manera a fin de inculcarles que la obediencia es la virtud más alta, según escribe la comunista india Anuradha Ghandy.
Hoy algunas mujeres burguesas e incluso pequeñoburguesas ejercen altos cargos políticos, por elección o por designación como presidentas, vicepresidentas, ministras, alcaldesas, gobernadoras…, pero siempre sometidas a la decisión mayoritaria de los jefes políticos hombres, y siempre con salarios inferiores a los que reciben los hombres. Tal participación no resuelve la desigualdad política de la mujer, ni de las que gobiernan ni de las gobernadas, pues todo Estado burgués, sea cual sea su forma, es una dictadura de clase, y las mujeres que ejercen cargos gobernantes son instrumentos de esa dictadura para preservar la desigualdad social que presupone la desigualdad de la mujer. Un ejemplo reciente es el de Dina Boluarte, quien en Perú elevada a la presidencia el 7 de diciembre del 2022 por un golpe constitucional de Estado, al finalizar enero sumaba bajo su responsabilidad política más asesinatos de manifestantes (58) que días en el cargo (55), y continúa lanzando la sanguinaria máquina represiva estatal contra el pueblo movilizado, del cual no menos de la mitad son mujeres.
Diametralmente distinto es el Programa del proletariado revolucionario para hacer realidad la emancipación de la mujer y, como parte de ella, brindarle una verdadera y real igualdad política.
Para abolir la propiedad privada y suprimir para siempre el derecho que ella le otorga al hombre para oprimir a la mujer, el proletariado revolucionario debe primero asumir el gobierno de la sociedad, por lo cual La tarea inmediata de la Revolución Socialista en Colombia, es destruir el poder político de la burguesía, los terratenientes y los imperialistas. Pero no basta con la destrucción de su aparato estatal; esta es apenas la condición para el verdadero triunfo: la creación de un nuevo tipo de Estado, el Estado de la Dictadura del Proletariado.
¿Cuál es la esencia de ese nuevo tipo de Estado? “En que la fuente del poder está en la iniciativa directa de las masas desde abajo [donde las mujeres del pueblo tienen plena participación]; en la sustitución de la policía y el ejército –instituciones apartadas de las masas y contrapuestas a ellas–, por el armamento general del pueblo [incluido el armamento general de las mujeres]; en la sustitución de la burocracia por funcionarios elegidos y removibles por las masas, y remunerados con salarios de obrero [donde las mujeres trabajadoras sí tienen plenos derechos y garantías para ser elegidas]”.
Así, el nuevo Estado de Dictadura del Proletariado, mediante la participación de las mujeres en pie de igualdad con los hombres, abre el camino para su verdadera emancipación, y por primera vez en la historia de las sociedades divididas en clases, las mujeres conquistan una real igualdad política para ser parte del nuevo “Sistema de gobierno, las asambleas de obreros y campesinos pobres, sostenidas por el armamento general del pueblo”, organizaciones del poder directo de mujeres y hombres armados ligados realmente al manejo de todos los asuntos del Estado, el órgano de poder que “Expropiará y confiscará sin indemnización todo el capital financiero, industrial, agrario, comercial, de transporte y de comunicaciones, en manos de la burguesía, los terratenientes y todos los imperialistas asociados con estas clases”.
Consolidar la nueva propiedad socialista sobre los medios de producción, le exige al proletariado continuar la revolución bajo su Dictadura de clase, realizando entre otras, tareas específicas que eliminen materialmente el viejo yugo de la esclavización económica, política y marital de la mujer, y así, garantizar realmente su igualdad política en el socialismo. Tareas necesarias para:
“Romper todas las ataduras que impiden a la mujer su plena participación en la sociedad:
1. Prohibir de inmediato toda forma de discriminación contra la mujer: en su participación en los órganos de poder, en el trabajo, en los salarios y en los demás ámbitos de la vida social.
2. Socializar las tareas del hogar…
3. Promover la socialización de la crianza…
4. Atender con especial cuidado asuntos tales como el embarazo, que afectan a la mujer trabajadora…
5. Las relaciones socialistas de producción garantizarán las condiciones materiales para la reproducción y crianza de los hijos…
6. Impulsar una gran actividad ideológica y política para educar a hombres y mujeres, extirpando su punto de vista burgués –expreso o encubierto-, sobre el “derecho” del hombre a dominar a la mujer. Comenzando por erradicar toda forma de maltrato físico, verbal y psicológico de los hombres sobre las mujeres”.
Tal fue la experiencia de los años de Revolución Socialista en Rusia y en China, cuando las mujeres participaron realmente en el ejercicio del poder político del nuevo Estado, como representantes de la clase y elegidas desde la base, no por acuerdos de paridad; no para cogobernar con la burguesía, sino contra la burguesía y todas las clases reaccionarias, desde los Soviets, los Comités Revolucionarios, la Asamblea Popular…
Sin embargo, solo la sociedad comunista garantizará la total emancipación e igualdad de la mujer, pues aún con todas las transformaciones revolucionarias socialistas para quebrantar la base económica de la opresión y la desigualdad de la mujer, y el gran avance en la conquista de su igualdad real, —en especial de su igualdad política—, la brecha se mantiene durante el socialismo, como se vio en la experiencia del Poder Soviético:
Hoy, cuando el poder del Estado está en manos de los explotadores capitalistas, el puesto de las mujeres revolucionarias no debe estar en las instituciones del poder político de los enemigos del pueblo, sino en las organizaciones que se enfrentan a ese poder: en las organizaciones de masas, sindicales, campesinas, estudiantiles, populares, femeninas… y principalmente en las organizaciones políticas revolucionarias que como la Unión Obrera Comunista (mlm), luchan por la construcción del Partido revolucionario del proletariado y por la construcción de un Movimiento Femenino Revolucionario.
¡EL ALCANCE Y EL ÉXITO DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA, SE MIDE EN LA MOVILIZACIÓN Y EMANCIPACIÓN DE LA MUJER COMO PARTE DE LA EMANCIPACIÓN DEL PROLETARIADO!
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