A las complejidades macroeconómicas se suman: reducción en la creación de empleo formal, aumento de la informalidad, estancamiento o pérdida de los salarios reales, caídas en la inversión y crecientes demandas sociales
Venezuela encabeza avance
México crece 2.9 por ciento
La sorpresa es Venezuela, cuya economía –tras varios años en el suelo– avanzará 12 por ciento
Carlos Fernández-Vega
▲ En el más reciente reporte de la Cepal, divulgado ayer, el panorama económico se ensombrece para 2023.Foto de la página web del organismo
En este zarandeado 2022, que se suma a la desaceleración que se observa desde mediados de 2018 y que fue aderezada por la pandemia en 2020 y 2021, de treinta y tres escalones en América Latina y el Caribe, la economía mexicana ocupa la posición número 12, lugar que comparte con la brasileña. Salvo la haitiana (-2 por ciento) y la paraguaya (-0.3), todas las economías latinoamericanas y caribeñas registran resultados positivos en el año que está por concluir.
El anterior es el más reciente reporte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), divulgado ayer, en el que desaparece la sonrisa por los resultados obtenidos en 2022, toda vez que para 2023 el panorama se ensombrece, aunque si bien los resultados –en la mayoría de los países de la región– se mantendrán positivos, serán sustancialmente menores a los observados en el año que está por concluir. Para el siguiente ejercicio, el pronóstico es que la economía chilena caería 1.1 por ciento y la haitiana 0.7.
Para México, el pronóstico de la Cepal apunta a que su economía cerrará 2022 con un crecimiento de 2.9 por ciento, una proporción idéntica a la que reportará Brasil. Sin duda, la sorpresa es Venezuela, cuya economía –tras varios años en el suelo– avanzará 12 por ciento, con lo que ocupa el primerísimo lugar latinoamericano y caribeño. Le siguen Panamá (8.4), Colombia (8) y Uruguay (4). Para la región, el promedio es de 3.6 por ciento.
Hasta allí, todo aparentemente bien, dentro de lo que cabe, sobre todo si se consideran casi tres años de pandemia y 10 meses de guerra en Ucrania, con las consabidas crisis energética, alimentaria e inflacionaria que todo han trastocado. Por ello, para 2023 el pronóstico de la Cepal apunta a que Latinoamérica mantendría cifras positivas, pero menores a las de 2022: 1.2 contra 3.6 por ciento, respectivamente. Si se incluyen las economías caribeñas, tal promedio sube a 1.3 por ciento respecto del 3.7 por ciento, en cada caso.
Así, para 2023 la economía mexicana registraría cifrass positivas: 1.1 por ciento (contra 2.9 en 2022), mientras la brasileña a duras penas lograría 0.9 por ciento (2.9 un año antes). Para ese ejercicio, de nueva cuenta el pronóstico ubica a Venezuela en la primera posición (5 por ciento), seguida de República Dominicana (4.6), Panamá (4.2) y Paraguay (4).
En vía de mientras, la Cepal reseña que la actividad económica de América Latina y el Caribe en 2022 presenta una tasa de crecimiento superior a la esperada durante el primer semestre del año y una desaceleración durante el segundo semestre. Esa desaceleración se mantendrá en 2023, lo que permite prever que la tasa de crecimiento del próximo año será significativamente menor que la del año previo.
Junto con la fuerte desaceleración del crecimiento, advierte el organismo especializado de la ONU, se mantienen las presiones inflacionarias. Si bien no se espera una aceleración de la inflación, ésta continuará siendo elevada durante 2023, condicionando las acciones de política monetaria, especialmente en lo que se refiere al manejo de las tasas de política monetaria en la región. En el ámbito fiscal, si bien se observa una reducción del déficit primario, los niveles de endeudamiento continúan siendo altos, por lo que cabe esperar que el espacio fiscal siga condicionando la trayectoria del gasto público.
A las complejidades macroeconómicas se suman: reducción en la creación de empleo formal, aumento de la informalidad, estancamiento o pérdida de los salarios reales, caídas en la inversión y crecientes demandas sociales. Todo ello ejerce presión sobre la política macroeconómica, que debe conciliar la implementación de políticas orientadas tanto a lograr una reactivación económica basada en la inversión y la creación de empleo como a controlar la inflación y procurar la sostenibilidad fiscal. Con todo, para 2023 se espera que se acentúe la desaceleración y que el PIB global crezca 2.6 por ciento. Las economías avanzadas avanzarían 0.6, mientras las emergentes y en desarrollo lo harían 3.7.
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