Aunque esta trágica historia haya sido parte del físico más perspicaz e importante del siglo XX, el legado de Albert Einstein ha quedado impregnado en la ciencia para siempre
Por: Ecoo sfera
Si uno se pregunta por las mentes más importantes del mundo de la era moderna, quizá quien sale a relucir entre los candidatos para postularse al número uno, es Albert Einstein. Sin embargo, tras su muerte su cerebro no corrió con una suerte muy afortunada, cuando un desconocido decidió robarlo sin el consentimiento en vida del físico, ni el de su familia.
Albert Einstein es quizá el físico más importante de la ciencia moderna, gracias al desarrollo de sus diversas teorías que vinieron a cambiar para siempre la manera en que los humanos entienden la física. Con su Teoría de la Relatividad General, echó abajo una tradición de más de 200 años creada por Isaac Newton con su Ley de Gravitación Universal. Einstein postuló su revolucionaria ecuación E=mc2 que introdujo la velocidad de la luz como una constante que viaja a través del espacio tiempo y que nos hizo comprender que el Universo es mucho más complejo de lo que creíamos.
El robo que indignó al mundo
El mundo conmocionó cuando en la madrugada del 18 de abril de 1955, Einstein partió de este mundo a la edad de 76 años. El físico alemán murió en el Hospital de Princeton, Nueva Jersey de un aneurisma aórtico abdominal, así lo determinó la autopsia practicada por Thomas Harvey, el patólogo guardia que se encontraba cubriendo turno en aquella madrugada.
Pero la autopsia no fue lo único que Harvey realizó en el cuerpo ya sin vida de Albert Einstein, simplemente sin permiso alguno, decidió tomar el cerebro del célebre físico a escondidas de todo el mundo.
Antes de su muerte, Einstein había tomado una decisión importante sobre cómo terminaría la materia que lo acompañó durante toda su vida. “Quiero ser incinerado para que la gente no venga a adorar mis huesos”, había dicho el físico ganador del Nobel a su biógrafo. La última voluntad de Einstein fue que se le incinerara inmediatamente después de su muerte y con esto dejaba claro que no quería que se estudiara su cuerpo y mucho menos su cerebro.
Pero Thomas Harvey sin consentimiento alguno, simplemente profanó la decisión de Einstein y la noche en que murió, tomó su cerebro para luego esconderlo durante 45 años en un frasco y mantenerlo escondido. La familia de Einstein no supo que algo andaba mal con el cuerpo del físico y no fue hasta una noche después que se enteraron que no estaba completo.
Albert Einstein con electrodos conectados a su cabeza para recoger los impulsos de su cerebro y magnificarlos, para su estudio en 1950 en Princeton, NJ El Dr. Alejandro Arellano se arrodilla junto a él. Crédito: AP/DÍA
Harvey entonces actuó y se las arregló para obtener el permiso retroactivo del hijo de Einstein, Hans Albert, Supuestamente el acuerdo sostenía que el objetivo de haber sustraído el cerebro tendría su recompensa al someterlo a análisis científicos para determinar qué habría hecho de Einstein una de las mentes más importantes del siglo XX.
Desde luego que Harvey perdió su empleo en el Hospital de Princeton y trasladó el cerebro hasta Filadelfia, donde lo seccionó en 240 piezas que mantuvo en conservación en celoidina, que es una forma de celulosa dura y gomosa. Luego separó las disecciones en dos frascos diferentes y los almacenó en su sótano.
Las cosas desde luego que se complicaron cuando su esposa lo amenazó con deshacerse del cerebro, por lo que Harvey decidió trasladarlo a Wichita, Kansas. Allí, el cerebro de quien fuera un día un gran científico, quedó abandonado en una caja de sidra escondida debajo de una nevera para cerveza, en el laboratorio de pruebas biológicas en donde Harvey trabajó.
Estudios sobre el cerebro de Einstein
Durante 45 años Harvey incumplió su palabra y lejos de analizar el material genético de Einstein, lo mantuvo guardado en una frasco. No fue hasta 1985 cuando publicó su primer estudio en National Library of Medicine, en donde argumentaba haber encontrado una proporción anormal de dos tipos de células, las neuronas y la glía.
Luego de la primera publicación, le siguieron cinco estudios más en donde se postuló que el cerebro de Einstein tenía pliegues anormales y una serie de diferencias más que supuestamente le brindaron su pensamiento tan agudo para la física. Sin embargo, todos fueron mal recibidos por la comunidad científica que los tildó de falsos debido al gran sesgo de investigación. Además detrás de todos los estudios residió una gran controversia por el simple hecho de haber tomado el cerebro sin el consentimiento del dueño.
Harvey no consiguió la gloria que creía lograría tras su hurto y por el contrario, su nombre quedó manchado para siempre entre la comunidad científica.
Créditos: Mütter Museum of The College of Physicians of Philadelphia
Actualmente la única institución que exhibe de manera pública disecciones del cerebro de Einstein es el Museo Mütter de Filadelfia. Pero incluso esta, ha aceptado que las muestras en las que Harvey diseccionó al cerebro, no dan pie alguno para una investigación con seriedad. “Hay una diferencia abismal entre un cerebro vivo y un cerebro muerto”, dijo Anna Dhody, conservadora del Instituto Mütter al Smithsonian Magazine. “Un cerebro vivo tiene una cantidad infinita de cosas que se pueden estudiar y aprender. Lo que se puede aprender de un cerebro muerto es bastante limitado”, concluyó.
Aunque esta trágica historia haya sido parte del físico más perspicaz e importante del siglo XX, el legado de Albert Einstein ha quedado impregnado en la ciencia para siempre. El desventurado hurto ningún poder ha tenido sobre la grandeza de las ideas del físico alemán que demostró en más de una ocasión que no sólo tenía una mente aguda para la ciencia, sino también para la amabilidad humana.
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