China, sin embargo, no es ajena a este tacticismo diplomático de EEUU y anticipa que la Indo-Pacífica es una alianza "condenada al fracaso".
Diego Herranz
Una pantalla muestra al presidente chino, Xi Jinping, el día del juramento del nuevo jefe ejecutivo de Hong Kong en Beijing, China.- EFE.
El régimen de Pekín remodela su política económica, revisa su estrategia de Defensa y altera su diplomacia con vistas a ejercer su liderazgo en un mundo global, pero menos interconectado, o disgregado en dos bloques comerciales, el capitaneado por EEUU y el liderado por el gigante asiático y Rusia, mientras pone en marcha nuevas tácticas de corte monetario y financiero para ganar independencia productiva.
Las autoridades chinas muestran su convencimiento cada vez de manera más meridiana de que EEUU ha instaurado y va a seguir persuadiendo a sus aliados de la conveniencia de aislar a Pekín. En especial desde el estallido del conflicto armado en Ucrania. Pero no solo por su estratégica alianza con Rusia. También y muy en especial, porque a los ojos de sus jerarcas del PCCh la unión aduanera que configura el Tratado Indo-Pacífico es el espejo económico-comercial del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad AUKUS. La maniobra de la Casa Blanca para poner en liza el mercado Indo-Pacífico, que involucra a EEUU, Japón e India junto a otra decena de naciones asiáticas en la promoción del comercio y las inversiones, dentro de un espacio que acapara el 40% del PIB mundial y que aúna tanto a potencias de rentas altas -Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda o Singapur- como a grandes mercados emergentes como Indonesia, Filipinas, Malasia, Tailandia, Vietnam o Brunéi, ha puesto a resguardo a la guardia económica del presidente Xi Jinping. De igual modo que AUKUS, la alianza militar forjada por Australia, Reino Unido y EEUU -de ahí su acrónimo- a la que Japón, el cuarto integrante del diálogo Cuadrangular, ha dado la bienvenida, y con la que coquetea Corea del Sur, tiene movilizada al núcleo pretoriano del jefe del Estado.
"Son pactos encaminados a establecer escudos y coaliciones anti-chinos en el mundo", aseguran voces oficiales chinas. Un mensaje que respaldan think-tanks y observadores diplomáticos y del análisis del mercado en el gigante asiático. La retórica de que la Administración Biden ha puesto un empeño especial e intenso en forzar el decoupling chino de la globalización y la irrupción en un corto plazo de tiempo de dos bloques económico-comerciales se propaga sin remedio. Como asegura Fang Singhai, vicepresidente de la Comisión Regulatoria de Activos en China, su CNMV, que ha propuesto acelerar la internacionalización del yuan -es decir, el aumento de su músculo actual en las reservas de divisas de los bancos centrales y moneda de intercambio de la energía y el resto de materias primas-, ante el riesgo de un des-ensamblaje financiero forzado.
Argumento que también se traslada desde centros de análisis de Política Exterior de Shanghái, desde donde aseguran que "el tiempo de la paz como dividendo ha concluido", por lo que es el momento de "preparar a China para un completo decoupling", una teoría que se expande por los cargos más altos y, sobre todo, intermedios, del Gobierno y el PCCh, que asumen el lema de "prepararse para lo peor y esforzarse por aspirar a lo mejor".
En este desafío futuro, el escenario post-globalización, si al final los cambios en el orden mundial se dirigen a consignar este epitafio, China irá de la mano de Rusia. Una alianza que, como alertó Vladimir Putin fechas antes de ordenar la invasión de Ucrania, es más que un pacto estratégico reforzado. El compromiso de ayuda mutua en caso de agresión, al estilo, según los observadores, del Artículo 5 de la OTAN, se ha trasladado al ámbito económico y financiero. Las dos naciones combaten contra las sanciones en los mercados de bonos en lo que consideran una Guerra Fría económica en toda regla e intentos desaforados de Occidente por debilitar sus vías de acceso a la financiación internacional. Sin embargo, el engranaje del eje Moscú-Pekín parece funcionar más que correctamente.
El último mensaje de Putin a Jinping, por su reciente cumpleaños, deja otro aviso a navegantes: China respaldará la invasión rusa, pese a que pueda perdurar el desgaste de su Ejército, ante la "necesaria alineación" de intereses geoestratégicos mutuos de la diplomacia agresiva impuesta desde EEUU y sus aliados europeos a los dos grandes mercados emergentes.
Atrás quedó la larga década de animadversión entre el líder soviético Nikita Kruschev y el padre del régimen chino, Mao Zedong, que antecedió a la reanudación de las relaciones diplomáticas impulsada el secretario de Estado, Henry Kissinger, durante la presidencia de Richard Nixon y se prolongó durante toda la Guerra Fría. Ahora, aunque desde la llegada de Putin al poder y, muy en especial, durante el periplo presidencialista de Jinping, las tornas han cambiado. No en vano, Putin y Jinping se han reunido 39 veces desde 2013. Nunca con anterioridad hubo un matrimonio de conveniencia tan férreo y con tantas coincidencias estratégicas de primer nivel. Dentro de un nuevo episodio, arraigado desde el estallido del conflicto bélico en Ucrania, de Guerra Fría en el terreno económico y geopolítico. Moscú y Pekín hablan de reducir de forma conjunta la "mutua vulnerabilidad" que les traslada el nacimiento del nuevo orden mundial. Con Taiwán como el enclave ucranio de China a los ojos del nacionalismo de Jinping y la alianza Indo-Pacífico en el punto de mira telescópica de sus reticencias económicas.
El temor indo-Pacífico
Los trece mercados del llamado Marco Económico, que se comprometen a compartir el objetivo de "una región libre, abierta, justa, inclusiva, interconectada, resiliente y, a la vez, segura y más próspera y "alcanzar un crecimiento económico sostenible", según reza la declaración conjunta de la iniciativa auspiciada por EEUU, que contó en su reciente acto protocolario de rúbrica con la presencia del presidente demócrata Joe Biden.
El dirigente demócrata, en un guiño de la Casa Blanca que desvela la predisposición de la Administración demócrata al decoupling, enfatizó la "interconexión de intereses" y la necesidad de profundizar en los "desafíos económicos" y de "garantizar las cadenas de suministro" de importancia estratégica como las materias primas o los semiconductores, cuya disponibilidad se ha visto mermada en el bienio pasado por la crisis sanitaria y los confinamientos sociales que condujeron a la hibernación de las economías. Así como por los cuellos de botella comerciales y logísticos que persisten desde otoño y que se han intensificado por la guerra de Ucrania y los efectos colaterales de las sanciones que las naciones occidentales han decretado contra el Kremlin.
La alianza Indo-Pacífica, que absorbe cuatro de cada diez dólares del valor económico mundial, nace con unas perspectivas de dinamismo más moderado de lo previsto. En línea con la revisión a la baja del crecimiento global por los daños colaterales de la guerra de Ucrania, que se suman a la escalada energética y lo cuellos de botella comerciales y logísticos surgidos desde el otoño pasado, y a los coletazos de la Covid-19, el crecimiento en toda la región Asia-Pacífico también se ralentizará este año. Hasta un 3,2%, según el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y frente al ritmo del 5,9% con el que repuntó su PIB conjunto en 2021.
Denis Hew, jefe del departamento de investigación de esta unión aduanera, que incluye a socios americanos con salida al Pacífico, señaló que la región asiática se vio afectada por "la emergencia de la variante Ómicron que forzó la reimposición de restricciones en algunas economías" y afectó a "centros de manufacturas de todo el continente", que se han visto en la obligación de idear "nuevas vías marítimas y descongestionar puertos, con déficits de trabajadores y de producción" , lo que está perjudicando "el vigor previsto para este ejercicio". También con incrementos inflacionistas, que ya duplicaron la tasa continental en 2021, hasta el 3% y que, para el segundo trimestre de 2022, los estudios predictivos de la APEC lo sitúan en el 4,5%. Por efecto de la contienda bélica.
Pero, visto en conjunto, Asia sigue siendo el eje productivo del planeta y su fuente primigenia de vigor económico. De hecho, Biden "está determinado a que China no desplace a EEUU en el liderazgo global", lo que incluye su aislamiento del mercado Indo-Pacífico, tal y como avisa Rush Doshi en un reciente ensayo The Long Game: China’s Grand Strategy to Displace American Order que estudió e investiga en Brookings Institution, think-tank con sede en Washington en el que argumenta que el régimen de Pekín ha trabajado soterradamente durante años para minar el dominio geopolítico americano y deteriorar el orden liberal para proteger mejor sus intereses.
A su juicio, estas directrices "deben ser cortadas de raíz para restaurar los principios de libertad de movimientos y flujos de personas, comercio e inversiones" que hunden sus raíces en valores éticos y democráticos. Por lo que la Casa Blanca debe revocar su diplomacia en lo que respecta al uso decidido de mecanismos para involucrar a China en la gobernanza internacional. Doshi es ahora el director del Consejo Nacional de Seguridad en asuntos del gigante asiático y opera codo a codo con su mentor, Kurt Campbell, arquitecto de la estrategia oficial hacia China dentro de la Administración Biden.
Los ataques diplomáticos del dirigente demócrata. con acusaciones de genocidio a Pekín contra las atrocidades del régimen en Xinjiang durante el primer semestre de su mandato se completan con la imposición de sanciones a importaciones estratégicas procedentes de China. Mientras refinaba la prohibición de hacer negocios con Huawei de Trump a firmas tecnológicas y militares. Biden, dicen en The Economist, ha vuelto a posicionar a su país como "estandarte dentro del G-7 y del G-20 de los intereses de las democracias liberales frente a países que, como China, han enfocado su acción exterior para alcanzar la hegemonía internacional en los próximos diez o quince años". Así como las represalias -a cuentagotas, pero constantes-, desde el Tesoro y la Secretaría de Estado estadounidenses a la política económica, monetaria y hacia el poderoso sector exterior chino, que demuestran que el órdago de Biden no es un farol: lleva cartas.
Es un secreto a voces que China trata de dominar tecnologías críticas y reescribir las reglas del orden mundial para hacer el planeta un mundo más seguro hacia los regímenes autocráticos en el que ha involucrado geoestratégica y ahora militarmente a otra potencia nuclear, Rusia. Hasta el punto de poner en un brete a la globalización y de que se exponga un modelo de coexistencia en vez de dominio hegemónico entre dos bloques comerciales, el comandado por EEUU y el que lideraría China.
El acuerdo Indo-Pacífico responde a esta tesis. En un momento en el que se están definiendo las relaciones entre las dos superpotencias económicas del planeta y se concede trascendencia a la instauración de una especie de Guerra Fría en el orden comercial, inversor, tecnológico y de los mercados de capitales. Y, por supuesto, en el energético y el de Defensa y de Seguridad. EEUU -explican desde la Casa Blanca- no puede contener al gigante asiático aislándolo, sino, más bien, incrementando su capacidad de influencia sobre la de Pekín.
De ahí que, en Asia, donde las reivindicaciones territoriales y el peso económico de China es más que notable, y donde ha dado muestras de su potencialidad comercial con la Nueva Ruta de la Seda o sus áreas aduaneras que rivalizan con el pacto Indo-Pacífico, se presencia ya un pulso geoestratégico de primer orden entre ambas superpotencias. Y que inclinará el plato económico de la balanza, en términos de competitividad, avances tecnológicos o en asuntos como la lucha contra el cambio climático o la neutralidad energética. O, por contra, hacia retrocesos de todos y cada uno de esos parámetros, con los activos actuando de termómetros de este proceso de rivalidad y con una seria fragmentación de espacios comerciales.
Escudo militar y comercial
Zongyuan Zoe Liu escribía en Foreign Policy hace unas semanas que el PCCh ha impuesto nuevas recetas de independencia y resiliencia en el centro de su revisión geoestratégica de 2021, en la que Rusia está alineada con sus desafíos de la década actual; entre los que cita a AUKUS y a los integrantes de la Cuadrilateral y la alianza Indo-Pacífico. Para lo cual ha diseñado cambios en la arquitectura financiera internacional que vienen pertrechando desde la devaluación monetaria asiática de 1997 y que busca, en última instancia, pero como reto ineludible, acabar con el dólar como divisa hegemónica. De ahí que el banco central del país lleve la delantera del yuan digital respecto a las monedas occidentales o que su diplomacia económica busque nuevos clientes en el planeta para que atesoren yuanes en sus arcas. Dai Xianglong, el gobernador de entonces, ya lo proclamó a los cuatro vientos como fórmula para "asentar la estabilidad" financiera del país.
También en el mercado energético. Grandes suministradores de crudo de China, entre los que se encuentran Rusia, Irán, Venezuela, Angola o Nigeria, aceptan yuanes como divisa comercial y según la Shanghái International Energy Exchange que inició la andadura de la moneda china en 2018, desde entonces, y hasta abril de 2021, ha logrado acaparar contratos petrolíferos por un valor de 6,7 billones de dólares con 23 países-clientes. Con un mercado alternativo en el primer importador de oro negro que también permite el uso del oro como valor de intercambio. Todo arsenal es poco -explica Zoe Liu- para acabar con la hegemonía del billete verde americano. Algo que, además, Pekín cree que se va a acentuar desde la prohibición de uso a Rusia del sistema de transferencia internacional de origen belga SWIFT al que el eje Moscú-Pekín ha sustituido sin aparentes problemas por el chino CIPS en el que participan 76 naciones, 64 de Asia y 8 europeas.
Mientras China emerge como potencia marítima comercial en plena crisis logística global, con la constante adquisición de firmas navieras e inversiones en zonas portuarias en el último lustro. En 2019, había destinado capital en 101 puertos. Con tres de sus emporios -COSCO Shipping Ports, China Merchants Port Holdings y Qingdao Port International Development- operando de forma regular en 16 centros portuarios europeos.
The Economist habla de un "eje de autocracia" al analizar la alianza económico-financiera de las dos superpotencias nucleares como táctica capaz de amortiguar las sanciones occidentales. Al menos, durante algún tiempo; eso sí, indeterminado. Pero ideado para instaurar una alternativa al modelo liberal de EEUU y sus aliados europeos y anglosajones. Al que Pekín ha sumado ciertas recetas como escudos financieros. Por ejemplo, la prohibición a más de un millón de inversores en Hong-Kong sobre los que pueden aducir falsedades en su información de tenencia de valores en el enclave más díscolo con el régimen de Pekín. Desde el 25 de julio, cuando entrará en vigor una normativa regulada por la CSRC, las siglas en inglés de la CNMV china que puede impedir la compra de activos de lo que denomina "capital foráneo falso" o fake.
O el lanzamiento de bonos especiales, con los que pretenden captar liquidez internacional para sufragar los estímulos sobre una economía anémica en 2022 por los confinamientos de la política Covid-cero en varias de las grandes capitales del país durante el invierno y la primavera pasados, en medio de una estrategia de rebajas fiscales para espolear el crecimiento y de un excesivo endeudamiento en sectores de especial efervescencia como el inmobiliario, acosado desde la quiebra soterrada y rescatada por Pekín del gigante Evergrande. Una medida, la de los bonos especiales, puesta en entredicho en Occidente y que sólo había puesto en liza durante la crisis financiera asiática de 1997 y durante el credit crunch de 2008.
El Indo-Pacífico, en medio de este pulso económico y geopolítico, es un empeño casi personal de Biden. Asolado por las críticas contra cualquier acuerdo de libre comercio desde las filas republicanas, pero también desde las demócratas, su declaración de intenciones, cada vez menos velada, es que el Quad sea su escudo de Defensa en este espacio de interés económico, como admite el asesor presidencial de Seguridad Nacional Jake Sullivan. El Quad es el centro de operaciones de la reclamación de los comandantes del Ejército americano en Asia, a donde creen que deben pivotar las fuerzas armadas estadounidenses ante el riesgo geoestratégico que planeta China.
La cúpula militar del Pentágono en la región de Asia-Pacífico así lo trasladó hace unos meses al Congreso, a cuyos representantes pidieron otros 500 millones de dólares del presupuesto de Defensa para fortalecer los sistemas de misiles y para potenciar la red de aliados americanos en la zona, así como para robustecer las bases y tropas desplegadas para hacer frente a cualquier contingencia militar, según señala el documento de registro en el poder legislativo de EEUU que revela Foreign Policy. Y el marco económico Indo-Pacífico es una herramienta de cohesión de intereses frente a Pekín de primera magnitud. Por, ejemplo, para reactivar "tácticas de contraataque alrededor de Taiwán", explica una fuente del Pentágono. Biden aprovechó su desplazamiento para el lanzamiento de la zona comercial con sus aliados asiáticos para dejar un recado de compromiso histórico adquirido por la Casa Blanca en la defensa de Taiwán.
China, sin embargo, no es ajena a este tacticismo diplomático de EEUU y anticipa que la Indo-Pacífica es una alianza "condenada al fracaso". Un comunicado de su Ministerio de Exteriores asegura que "los acontecimientos recientes prueban que la llamada Estrategia del Indo-Pacífico está creada esencialmente para dividir, es una táctica que incita a la confrontación y que va a destruir la paz". Para Biden, la IPEF, según sus siglas en inglés, es uno de los núcleos esenciales de la política exterior de su Administración frente a China que contrasta con la retirada, tildada de error estratégico de primer orden, del acuerdo Trans-Pacífico decretada por Donald Trump nada más asumir su mandato presidencial. Y el ingreso futuro de Taiwán no está excluido en un espacio abierto a nuevas incorporaciones. Como la que acaba de solicitar las Islas Fiyi. El diálogo bilateral entre el territorio que reivindica China y Washington incluye esta opción.
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