Cuartito azul
Julio Fernando Enríquez con su visión de arquitecto conjugaba la nostalgia de su “Cuartito azul”, con su perspectiva grandiosa de edificar un futuro socialista para las multitudes, para ese colectivo al que nunca le falló. Paz en tu tumba, querido amigo…
Julio César Carrión Castro
Ex director Centro Cultural – Universidad del Tolima
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Julio Fernando Enríquez Miranda nació el 20 de junio de 1954 en Ipiales (Nariño). En 1977 se graduó como arquitecto en la Universidad Nacional de Bogotá. Desde su más temprana juventud Julio Enríquez militó, activamente, en la organización política que, aglutinando la tendencia maoísta de la izquierda colombiana, inicialmente se denominó MOEC –Movimiento Obrero Estudiantil Campesino– y, posteriormente, MOIR –Movimiento Independiente Revolucionario–, siendo entonces su secretario general Francisco Mosquera. Precisamente siguiendo los lineamientos establecidos por su organización, en especial la estrategia que denominaron “los pies descalzos”, –como queriendo replicar en nuestro país los desplazamientos que los universitarios, académicos e intelectuales, ligados al partido comunista de China, bajo las orientaciones de Mao Tse Tung, queriendo realizar esa especie de “revolución cultural” de muy cuestionados resultados–. Asimismo, el MOIR pretendió hacerlo en los sectores rurales y más recónditos y deprimidos de nuestra geografía nacional…
De esta manera, en una especie de generosa migración disciplinada y obediente, con jóvenes totalmente leales y convencidos de la validez de esta especie de cruzada cultural y política, llegaron a distintas regiones del país estos noveles misioneros, cosechando, tal vez, más derrotas que triunfos políticos y electorales, pero, eso sí, ganando un sinnúmero de experiencias. El recién egresado arquitecto llegó al Tolima en 1978, primero vivió y trabajó en El Espinal comprometido con los trabajadores del agro y sus luchas sindicales, culturales y políticas, luego, ya en los años 80 se radicaría en Ibagué, llegando hasta alcanzar la dirección de su partido.
Le conocí, junto a su hermano, el gran músico y compositor Jaime Enríquez, gracias a otro “pastuso” imponderable: Darío Romero Sánchez, como Julio, un revolucionario profesional que jamás ha sido seducido ni cooptado por los alcahuetes del poder establecido. Con ellos debatimos, discutimos y cumplimos con todos los trámites de una bohemia, hoy ya perdida en las gratas brumas de un pasado acariciado aún por los acordes de “Locura mía” –la más conocida de las composiciones de Jaime– y el acariciante susurro del magnífico tango “Cuartito azul”, que Julio no se cansaba de pedir, repetir y tararear…
Es válido entender que este comprometido profesional e intelectual, como fehacientemente lo demostró en todo su itinerario vital, estaba tocado por el interés del favorecimiento a las grandes multitudes; entendiendo la dialéctica del individuo y la sociedad, como una responsabilidad y una obligación, entre la labor profesional, los quehaceres políticos y militantes, sin abandonar jamás las múltiples eventualidades subjetivas, amorosas, individuales, personales y familiares, en los mismos términos en que Walter Benjamin.
A partir de un constante deambular por la ciudad, descubriendo sus calles, sus edificios y sus rincones, Walter Bejamin descubrió que: “Las calles son la morada del colectivo. El colectivo es una esencia agitada, eternamente en movimiento, que entre las fachadas de los edificios soporta, experimenta, aprende y siente tanto como el individuo en la protección de sus cuatro paredes. Para ese colectivo, las placas deslumbrantes y esmaltadas de los comercios son un adorno de pared tan bueno y quizás mejor que para la burguesía un óleo de salón. Los muros con el “prohibido fijar avisos” son su pupitre, los quioscos de periódicos sus bibliotecas, los buzones de correo sus bronces, las bancas su dormitorio, y las terrazas de los cafés balcones desde los que, terminado su trabajo, contempla sus asuntos domésticos”. Por todo ello, su visión de arquitecto conjuga la nostalgia de su “Cuartito azul”, con su perspectiva grandiosa de edificar un futuro socialista para las multitudes, para ese colectivo al que nunca le falló. Paz en tu tumba, querido amigo…
Hoy te canto mi adiós
Ya no abriré
Tu puerta y tu balcón.
Edición 745 – Semana del 4 al 10 de septiembre de 2021
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