La derrota electoral del gobierno de Alberto Fernández en las primarias de Argentina: el costo de situarse en el “centro” del espectro político
“No podemos echarle la culpa de todo al macrismo. Si se hace un gobierno de centro, vuelve la derecha”, expresó la exdiplomática argentina Alicia Castro, luego de la debacle electoral sufrida por la coalición gobernante, el Frente de Todos, el pasado domingo 12 de septiembre, al conocerse los resultados de las primarias que determinan los candidatos que aspiran a llegar al Congreso de la Nación en los comicios previstos para el próximo mes de noviembre.
Y es que durante los dos años que lleva liderando el gobierno en la Argentina el presidente Alberto Fernández ha buscado quedar bien con todos. Es decir, ha pretendido prenderle una vela a dios y otra al diablo. O como se dice coloquialmente en Colombia para definir a los tibios o moderados: “no es ni chicha ni limoná”.
La coalición gobernante de estirpe peronista que lidera la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha experimentado en estas elecciones primarias en que la derecha que conduce el cuestionado exmandatario Mauricio Macri con su alianza neoliberal denominada Juntos por el Cambio le sacó algo más de dos millones de votos de diferencia, los efectos adversos de encarnar un progresismo muy menguado, tibio se podría decir, agravados por una disociación entre la realidad y el discurso que no escapó a la percepción colectiva.
En medio de los rigores de la pandemia del coronavirus, el gobierno de los Fernández si bien ha atendido los requerimientos de inmunización de todos los sectores de la población para enfrentar la crisis sanitaria, se ha preocupado fundamentalmente por “tranquilizar la macroeconomia”, que es un eufemismo que encubre la decisión de arreglar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los acreedores extranjeros y armonizar decisiones con los grupos concentrados de la economía local. Y en ese sentido ha habido avances, sin embargo la realidad social es explosiva: la capacidad adquisitiva de los hogares es precaria, el alto nivel de desempleo no cede, y los precios de los alimentos siguen descontrolados.
En ese contexto, el voto a la oposición de derecha constituyó un refugio para muchos; un destino lamentable a la hora de expresar disconformidad. Habrá que preguntarse por qué tantos ciudadanos no encontraron otro cauce para manifestarse. El esfuerzo de los candidatos oficialistas por presentar una imagen “descafeinada” del peronismo, con ministros más preocupados por “tranquilizar la economía” que por atender necesidades reales jugó sin duda un papel en ese aparente olvido de lo que significó el neoliberalismo puro y duro del gobierno anterior que lideró Mauricio Macri.
En definitiva, por tratar de contentar a todo el mundo, el gobierno de Alberto Fernández desde un principio ha querido mantenerse en el “centro” del espectro político, olvidando las reivindicaciones de los sectores que lo eligieron y ahí están los resultados.
Un Gobierno peronista debilitado, la derecha fortalecida y el avance de un político de ultraderecha: saldos de las elecciones primarias en Argentina
A continuación el análisis de la periodista mexicana Cecilia González, residente en Buenos Aires, para Actualidad RT sobre la nueva correlación de fuerzas en la política argentina, tras las primarias del pasado 12 de septiembre.
“Algo no habremos hecho bien”, reconoció el presidente Alberto Fernández después de que las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) realizadas en Argentina culminaran con una dura derrota del peronismo que no esperaba ni siquiera la oposición.
El desenlace modifica por completo la correlación de fuerzas políticas, porque obliga al presidente a realizar cambios de Gabinete y a la coalición peronista Frente de Todos a repensar la estrategia de Gobierno en los próximos dos años que, ahora, parecen eternos.
También fortalece la precandidatura presidencial del jefe de Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, rumbo a 2023, ya que fue el artífice de las campañas de la victoriosa alianza opositora de derecha Juntos por el Cambio, en la que participa, ya sin ser líder, el expresidente Mauricio Macri.
Aparece, de nuevo, la alternancia. Hace menos de dos años, Fernández ganaba la presidencia en primera vuelta y Macri fracasaba en su intento de reelegirse debido, sobre todo, a la crisis económica provocada por su Gobierno y que hizo estragos sociales.
Pandemia mediante, la crisis económica se profundizó, y ahora las urnas se la cobran a Fernández. La pobreza en Argentina ya supera el 40 % y los programas sociales no alcanzan para paliar la emergencia. La inflación es otro problema irresuelto. Y a todo ello se le suman la cadena de escándalos en los que ha estado envuelto el Gobierno.
El último, y más grave, fue la difusión de las fotografías que demostraron lo que el presidente negaba: que él y su pareja, Fabiola Yáñez, habían celebrado el cumpleaños de ella con un grupo de amigos en la residencia presidencial en julio de 2020, cuando regía la cuarentena más estricta que él mismo había decretado.
En ese momento no se podía circular libremente y las reuniones sociales estaban prohibidas. Pero ambos celebraban con una decena de invitados y brindaban con champaña. ¿Cómo se recupera la confianza y la credibilidad?
Antes ya había estallado el llamado “vacunatorio VIP”, que implicó la inoculación irregular y privilegiada de amigos de funcionarios cuando las vacunas todavía eran escasas. La revelación le costó el puesto al exministro de Salud, Ginés González García.
Ahora el Frente de Todos está obligado a iniciar una reflexión urgente para evitar que la catástrofe electoral sea todavía mayor en las legislativas del próximo 14 de noviembre en las que competirán los candidatos que fueron confirmados en estas PASO, unas elecciones primarias que, desde que comenzaron a realizarse en Argentina, representan una especie de balance ciudadano sobre el Gobierno de turno.
Y la valoración, para el peronismo, es negativa.
Lo que viene
Las encuestas se equivocaron por enésima vez. Ninguna consultora previó los resultados en la provincia de Buenos Aires, actualmente gobernada por el peronista Axel Kicillof, y que es el distrito más estratégico del país porque representa el 40 % del padrón electoral.
El peor escenario para el peronismo era ganar por una diferencia mínima. Pero a nivel nacional terminó perdiendo con Juntos por el Cambio por un inesperado margen del 10 %. Y, si se repite la experiencia de elecciones anteriores, la diferencia en noviembre puede ser todavía más amplia.
La opositora alianza conservadora también acumuló triunfos en otros distritos tradicionalmente peronistas. En total, ganó en 16 de las 23 provincias y ratificó que es imbatible en la capital, Buenos Aires, en donde no pierde ninguna elección desde 2007, cuando Macri se convirtió en jefe de Gobierno para después saltar a la presidencia.
Además de confirmar la volatilidad del voto y que ninguna fuerza política tiene el respaldo social garantizado, las PASO permiten anticipar la reconfiguración del Congreso a partir de noviembre.
De las 72 curules que hay en el Senado, el oficialismo perdería cinco y la oposición sumaría tres. Es decir, dejaría de tener la mayoría de la que gozó hasta ahora, lo que impacta de manera particular en el trabajo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien, como actual vicepresidenta, dirige este órgano. Si su bancada está en minoría, le será más difícil impulsar proyectos legislativos. Es más, la oposición podría boicotear las sesiones porque contaría con los votos necesarios para ni siquiera dar quórum.
En la Cámara de Diputados, de un total de 257 escaños el oficialismo tiene 120 que ahora se reducirían a 117, mientras que Juntos por el Cambio aumentaría de 115 a 116. La polarización y la necesidad de negociaciones seguirá siendo la norma.
La nota relevante de la nueva conformación en Diputados es el posible ingreso de un político de ultraderecha que, como en muchos otros países, comenzó siendo un personaje mediático y se convirtió en una alternativa posible para los desencantados de la política tradicional.
El presidente argentino Alberto Fernández y su antecesor, el cuestionado Mauricio Macri.
Ultras
Javier Milei es un economista de 50 años conocido por sus posiciones ultraconservadoras al amparo de un supuesto “liberalismo”. A fuerza de exabruptos, gritos, insultos, desinformaciones e histrionismo, se hizo un lugar destacado en los medios locales que lo consultaban como si de verdad fuese voz autorizada de algún tema.
En la noche del domingo 12 de septiembre, celebró el 13 % de los votos que obtuvo en la ciudad de Buenos Aires y que prácticamente le garantizan que, en las legislativas de noviembre, alcanzará un escaño en la Cámara de Diputados. Lo hizo acompañado de sus compañeros de lista, entre los que se encuentran negacionistas de la pandemia y de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar (1976-1983), detractores de los feminismos y los colectivos LGTBI y de todo tipo de luchas por derechos sociales.
Su partido, Libertad Avanza, es un émulo del fascista español Vox, y en los últimos años fue adquiriendo popularidad entre jóvenes autodenominados como “liberales” que lo aplauden como si fuera una estrella de rock. Con su cabello largo y despeinado y vestido siempre de ropa de cuero, Milei, fan declarado del presidente brasileño Jair Bolsonaro, asume con gusto el papel.
Su fortalecimiento electoral enciende las alarmas de un país que ya legalizó el aborto, el cupo laboral travesti trans y el matrimonio igualitario, que está juzgando a los represores que cometieron crímenes de lesa humanidad, entre muchas otras políticas que este tipo de “nuevos” políticos ponen en riesgo.
En contraste, el Frente de Izquierda, que siempre ha sido marginal, avanzó también de manera inesperada. En todos los distritos alcanzó caudales de votos mejores a los que esperaba, pero en Jujuy directamente sobresalió al alcanzar el 23 %.
A pelearla
Se vienen semanas agitadas en Argentina. El peronismo intentará recuperar lo más que pueda para evitar que la debacle sea todavía más estrepitosa en noviembre. Los primeros nombres que suenan para dejar el Gabinete son el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán. Fernández ya no tiene margen para sostenerlos.
Pareciera que no hay tiempo para digerir la derrota. Si bien es cierto que el peronismo ya había perdido las legislativas intermedias de 2009, 2013 y 2017, y luego se recuperó hasta ganar en dos casos las presidenciales (2011 y 2019), los de este domingo fueron sus peores resultados en dos décadas.
Por eso la oposición mediática y partidaria se solaza, festeja y vaticina por enésima vez que, ahora sí, el peronismo desaparecerá. Más que análisis es una proyección de deseos, porque si algo ha demostrado una de las fuerzas políticas más importantes de la historia argentina, es su capacidad de recuperación.
En este caso, es cierto, no será fácil. Apremia el tiempo. Nueve semanas de campaña parecen insuficientes para remontar los resultados de las PASO. Pero intentarán frenar el golpe.
Desde el otro lado, el derechista jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, se fortalece como el principal precandidato presidencial opositor a Fernández, a quien hoy la reelección aparece como imposible. Pero para eso faltan todavía dos largos años. Habrá que esperar, porque en Argentina nada se puede dar nunca por seguro.
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