La privatización (sic) del espacio por Trump y Elon Musk
Alfredo Jalife-Rahme
▲ Lanzamiento de Crew Dragon de SpaceX en el Centro Espacial Kennedy de la NASA.Foto Ap
Arden 30 ciudades en EU por el homicidio de George Floyd, mientras que la Bolsa de Wall Street, a unas cuadras de los disturbios en Nueva York, sigue su alza desacoplada de la economía, y Trump descuelga un éxito mayúsculo con el ensamble de SpaceX, propiedad del excéntrico inventor multinacional sudafricano-canadiense-estadunidense Elon Musk, con la Estación Espacial Internacional (ISS).
El programa ISS –satélite artificial habitable en la órbita baja de la tierra a una altitud de 400 kilómetros– es de carácter multinacional donde participan cinco agencias espaciales: 1. NASA (EU); 2. Roscosmos (Rusia); 3. ESA (Europa); 4. CSA (Canadá) y; JAXA (Japón).
Desde su lanzamiento en 1998 y el arribo de sus residentes en el año 2000, ISS, 20 años después, ha recibido 239 cosmonautas/astronautas y turistas de 20 diferentes países (https://go.nasa.gov/3eK5tWt).
Marc Thiessen, quien colabora para The Washington Post, propiedad de Jeff Bezos, quien tiene su proyecto de privatización del espacio Blue Origin (https://www.blueorigin.com/), alucina que el éxito de SpaceX es un pequeño paso para el hombre y un gigante paso para el capitalismo (https://wapo.st/3dsqXXJ).
Marc Thiessen soslaya la participación de la NASA, una agencia gubernamental (sic) de EU –con un presupuesto de 22 mil 629 millones de dólares al año con 17 mil 373 empleados–, que prestó a sus dos astronautas Doug Hurley y Bob Behnken para reunirse con otro astronauta prestado Chris Cassidy de EU y dos cosmonautas rusos (https://www.nasa.gov/).
Se trata de una colaboración híbrida y/o de una asociación pública/privada entre el gobierno de Trump, quien se ha vuelto un fanático de la carrera en el espacio, y el audaz innovador Elon Musk, quien inició su odisea hace 18 años en California con un puñado de empleados y una banda de mariachis (https://bit.ly/36WoouI).
Hoy SpaceX, con ocho mil empleados,vale más que su empresa de carros eléctricos Tesla, con una capitalización de mercado de 32 mil 800 millones de dólares (https://cnb.cx/2XoTZln): su valor bursátil es 47 por ciento superior al presupuesto anual de la NASA que no cotiza en Bolsa.
Marc Thiessen arremete contra el socialismo terrenal en EU y contrasta la hazaña de SpaceX y el poder de la libre empresa con la izquierda (sic) que aboga una intervención gubernamental sin precedente en casi (sic) cada sector de la economía de EU, desde la salud a la energía.
Luego Thiessen opera una grotesca pirueta al comparar, medio siglo después, el descenso a la luna del Apolo 11 con la reusabilidad del cohete Falcon 9 que regresó a una barcaza en el océano Atlántico. Es como comparar la imprenta de Gutenberg con la Era Digital.
Trump acudió dos veces a Florida para presenciar el lanzamiento de la cápsula Crew Dragon que había sido pospuesto por mal tiempo la primera vez.
MARC Thiessen llega hasta a comparar en forma muy banal los costos para lanzar un hombre “privado (sic) –que no lo es porque es de la NASA– en el espacio en 170 millones de dólares por asiento, frente a 67 millones de dólares de la cápsula Crew Dragon, con lo cual deduce en forma bizantina que el sector privado (sic) lo hace mejor, más barato, más rápido y más eficientemente que el gobierno, debido a la competencia.
Cita una pléyade de empresas privadas –Orbital ATK, United Launch Alliance, Virgin Orbit y Blue Origin– que compiten con SpaceX y su único criterio es el de los costos que, por cierto, llevaron a la fenecida globalización a su debacle.
Thiessen pierde la brújula terrestre y espacial al ignorar que cualquier empresa privada en EU, de cualquier magnitud que sea, forma parte intrínseca de la unidimensionalidad geoestratégica del país al que pertenece.
Ya hace cuatro años Michael Byers, también del The Washington Post, había nombrado a Elon Musk como el presidente (sic) de Marte (https://wapo.st/2yWyO0C), donde contempla establecer una colonia ante el riesgo de la extinción humana. Falta ver si lo dejan los rusos, y ahora los chinos.
Es lamentable que la portentosa colaboración en el espacio entre dos superpotencias de la talla de EU y Rusia en el ISS no se pueda replicar 400 kilómetros más abajo de su órbita terrenal.
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