Según advirtió Solón, "las curvas del coronavirus y de los focos de calor están interrelacionadas". "Los virus que habitan en animales saltan a los humanos cuando destruimos su hábitat", alertó.
© REUTERS / Ricardo MoraesNi murciélagos ni guerra biológica: detrás de la pandemia está el cambio climático
LA PAZ (Sputnik) — Unos murciélagos mal cocinados en China fueron el origen de la diseminación del nuevo coronavirus que azota al mundo, dice una de las teorías más difundidas por las redes sociales, mientras que otras más conspirativas lo atribuyen a una guerra biológica desde un megalaboratorio de la ciudad de Wuhan.
Aunque muchos parecen tomar estas historias como explicación suficiente de la pandemia de COVID-19, el investigador, activista, ecólogo y diplomático boliviano Pablo Solón, quien ocupó diversas responsabilidades en el Gobierno de Evo Morales entre 2006 y 2011, llama la atención sobre la que considera verdadera causa de fondo del problema: el cambio climático.
"El coronavirus y la deforestación están interrelacionados", escribió Solón recientemente en un artículo publicado por el Observatorio Boliviano de Cambio Climático y Desarrollo, iniciativa de la Fundación Solón que a su vez es parte de una red global de entidades de defensa del medio ambiente.
El análisis del experto ambiental coincidía con el inicio de una aceleración del crecimiento de la pandemia de COVID-19 en Bolivia, que tras un lento avance desde marzo ha comenzado a duplicarse cada diez días en el último mes, para superar los 10.000 casos esta semana.
Paralelismo
Según advirtió Solón, "las curvas del coronavirus y de los focos de calor están interrelacionadas". "Los virus que habitan en animales saltan a los humanos cuando destruimos su hábitat", alertó.
El investigador señaló que las quemas de bosques y pastizales, que este año son en Bolivia un 30% más intensas que las de 2019, que resultó uno de los peores en más de una década, contribuyen a la deforestación que alimenta al cambio climático.
"El calentamiento de la tierra derrite los glaciares y en los polos del planeta se empiezan a liberar virus que estaban dormidos. La relación entre pandemias y afectación a la naturaleza es evidente", afirmó.
En perspectiva, dijo citando un reporte de Naciones Unidas, "el cambio climático es un peligro mayor que el coronavirus".
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"No se puede aplanar una curva [de contagios] y dejar que la otra [de quemas] se dispare. Bolivia avanza a un nuevo ecocidio este año y todo indica que el sector del agronegocio controlado por unos grandes propietarios y empresas trata de sacar provecho de la crisis y desconcierto que provoca la pandemia", advirtió Solón.
Coincidentemente, las cifras oficiales mostraban que una distribución geográfica muy parecida de la pandemia y los focos de calor.
De los 30.951 focos de incendio detectados hasta el 31 de mayo, el 85,1% estaba en Santa Cruz (este) y Beni (norte).
De los 9.982 contagios de COVID-19 reportados hasta esa misma fecha, el 85,2% estaba en ambos departamentos.
Iglesia preocupada
La influyente Iglesia Católica, a través de su organismo de asistencia social Caritas, denunció la semana pasada como un desastre sin precedentes a la combinación de COVID-19 y deforestación en la Amazonía.
"Los habitantes de la Amazonía boliviana además de enfrentar las consecuencias de los incendios de 2019 ahora enfrentan una pandemia", dijo Cáritas en una declaración.
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Señaló que ya se ha vuelto habitual que cada año se identifiquen quemas de preparación de terrenos para la siembra o para la crianza de ganado que "generan muchas veces focos de calor, que al no ser controlados pueden convertirse en incendios de gran magnitud".
La organización católica recordó que los habitantes de la Amazonía, principalmente pueblos indígenas, sufrieron el año pasado una de las peores olas de incendios forestales, de la que no terminaban de recuperarse cuando sobrevino la actual pandemia.
Quemas en aumento
Según el Ministerio de Medio Ambiente, Bolivia registró entre el 1 de enero y el 31 de mayo de este año 30.951 focos de calor, con un fuerte incremento en comparación con los 20.045 focos registrados en los cinco primeros meses de 2019.
Solo en la última semana de mayo, se detectaron 2.056 focos de calor, concentrados en los departamentos de Beni y Santa Cruz y de los cuales 44% eran fuegos ilegales, apuntó el informe oficial.
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La concentración de los incendios y la deforestación en esos departamentos tropicales podría explicar la extrema diferencia en el ritmo de diseminación del nuevo coronavirus en Bolivia: acelerado en extremo en Santa Cruz y Beni y casi imperceptible en los fríos distritos andinos del occidente, que comienzan además a sentir la proximidad del invierno.
Los incendios de bosques y pastizales en esos dos departamentos arrasaron más de cinco millones de hectáreas en 2019.
Solón añadió que el balance de incendios puede ser peor en 2020, porque las normas que favorecen la ampliación de la frontera agrícola en Bolivia, vía quema de bosques, no han sido tocadas por el Gobierno transitorio de Jeanine Añez.
Por el contrario, la actual administración parece haber dado nuevo impulso a la expansión agrícola a gran escala con un reciente decreto que facilita la introducción de semillas genéticamente modificadas.
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