Cambios geopolíticos de impacto global y los EEUU en tiempos de crisis
Salvador González Briceño
-El imperio se cree en la cima, pero está al punto de irse al abismo
-Las señales indican que la debacle está cerca, de la crisis estructural
-¿Será que, pese a Trump, EUA pierde la batalla ante Rusia y China?
No hay imperio, por más grande, al que no le llegue su hora.
En la coyuntura actual hay un perdedor en la estrategia de la dominación mundial, situación que se aprecia desde la geopolítica global, y quien se encuentra en la palestra es el imperialismo estadounidense; todavía vigente, pero con la amenaza del derrumbe a cuestas. ¿Será? Como de cualquier imperio del pasado, el reloj marca la pauta.
El capitalismo, en cualquiera de sus formas, trae consigo la autodestrucción: Marx dixit, y las crisis cíclicas de Kondratieff con sólidas bases numéricas indican que la caída está acerca. Lo primero a señalar es que la economía de Estados Unidos de América (EUA) es víctima de su propia dinámica interna.
Sí, la economía del país que se presume imperial se encuentra al borde de una crisis profunda, mejor dicho, de una quiebra existencial y está previsto suceda este 2020 o 2021 a más tardar, incluso más profunda que la de 1929 —algunos como Daniel Estulin la tipifica de carácter civilizatorio—. Por cierto, una situación desestabilizadora de la cual no se recupera desde la crisis 2008-09.
Los indicadores de crecimiento, desigualdad, deuda interna y externa, dominio del sistema financiero y especulativo, con una Reserva Federal como sostén de la economía burbuja, así lo muestran. Una economía que se coloca en la cima, pero está a punto de rodar.
Aparte, el orden mundial se ha modificado durante las últimas décadas, en todos los casos por la actuación o presencia misma de EUA como principal y provocador mundial, trazando siempre o imponiendo directrices geopolíticas al mundo. Siempre, claro está, con fines imperialistas en el sentido moderno del desarrollo de un capitalismo mundial hoy altamente especulativo.
Grandes cambios
Claramente identificados en la historia mundial, destacan los siguientes escenarios geopolíticos que hoy encuentran notoria corroboración:
1) La estabilidad creada, el equilibrio entre las dos fuerzas opositoras, dos sistemas económicos —el capitalista y el socialista— tras la Segunda Guerra Mundial (2aGM), el periodo conocido como guerra fría, el contexto desde el cual se creó el entramado institucional que le dio sustento. Hoy es un asunto del pasado, y hay quien se aferra desistir.
2) Los cambios generados luego del derrumbe, orquestado y provocado desde Occidente, de la Unión Soviética, con el pretendido control del mundo por EUA como actor único, la unipolaridad o hegemón —lo que dio la pauta al llamado “fin de la historia”—, intento que se quedó en proyecto por el resurgimiento de otros países que instalaron una multipolaridad hoy innegable.
3) La ofensiva “contra el terrorismo”, a raíz de los perfectamente planeados (¿autoatentados?) contra las instalaciones del Pentágono y las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, actos que modificaron el escenario internacional por los cambios agresivos emprendidos desde entonces por el gobierno estadounidense. El mundo cambió de entonces, pues se pretendió justificar las guerras, por cualquier pretexto o “amenaza” a EUA.
4) A las tres etapas anteriores se suma la ofensiva de hoy, la que se inaugura con llegada de Donald Trump al poder en la Casa Blanca. Presidente disruptor del otrora coloso imperio, Trump se abre hoy paso atropelladamente, irrumpiendo agresivamente en el escenario internacional, violentamente a todo lo establecido.
No obstante, para el propio Trump el orden internacional anterior ya no funciona y lucha para cambiarlo. Es decir, va a contracorriente del Estado Profundo, del acuerdo de 1944 en Bretton Woods y del orden monetario, contra un Estado tradicional que se resiste a cambiar. Por ese motivo, las fuerzas tradicionales están reaccionando con todo, contra Trump y para sobrevivir.
Por ello la ofensiva permanente de la OTAN contra Rusia, porque trabaja bajo el esquema de la guerra fría. Apunta con todas sus fuerzas a los principales competidores, China y Rusia, para no perder la supremacía, seguir con los privilegios de siempre y resistir a la competencia mundial, a la presencia de otros países en la disputa global, contra la multipolaridad que representan ambos países frente a los EUA y sus grandes empresas.
Todavía el imperio se resiste a perder. Por ello posee el mayor número de bases militares (unas 800) desplegadas en lugares estratégicos del mundo. El Pentágono primero y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) después.
De ahí el ejercicio de los presupuestos con fines militares más elevados cada vez, para sostener al principal promotor de la guerra, para un país catalogado como el principal Estado terrorista por Noam Chomsky.
Las dos guerras mundiales
En el capitalismo —una constante desde que se desarrolló como imperialismo en las primeras décadas del siglo XX—, cuando la “competencia” le abrió paso a la “guerra económica”, las empresas trasnacionales primero y multinacionales después, partieron al mundo para apoderarse de las riquezas, humanas y materiales de los países. La violencia tiene simiente capital en cualquiera de sus formas, elementales o desarrolladas.
En las guerras mundiales los países se disputaron el rompimiento del viejo orden: como las antiguas colonias (Asia y África), reparto de territorios (entre países europeos y los EUA), así como apertura y dominación de mercados (en todo el mundo). Significaron también la desaparición o reacomodo de algunos imperios (Rusia, Austrohúngaro, Checoslovaquia, dos Alemania), surgimiento de otros.
Las rencillas anidaron al seno de los mismos pueblos, por los millones de vidas humanas sacrificadas (16 millones en la “Gran Guerra” 1aGM —nada de grandioso, salvo el genocidio—; de 55 a 60 millones de vidas la 2aGM, holocausto incluido, la perla del nazismo), donde al final quienes resultaron beneficiados fueron unos cuantos, banqueros, fabricantes de armas, etcétera.
El mundo se dividió, finalmente, territorial y geopolíticamente entre los dos sistemas económicos. Pero el principal ganador de la 2aGM fue EUA, porque entró al final, por la masiva venta de armamento a todos los frentes y por el negocio que le significó financiar la reconstrucción de la demolida Europa.
La llamada guerra fría
Luego entonces, tras el bombazo atómico contra Japón, EUA se convirtió en el jugador principal del ajedrez mundial. Era el inicio del periodo conocido como guerra fría.
Claro que EUA se condujo siempre aplicando tácticas, acorde a sus intereses económicos tras el surgimiento de las Naciones Unidas: el predominio del dólar, la Comisión Trilateral, el Plan Marshal, el GATT, la OCDE, el Banco Mundial y el FMI; luego los acuerdos comerciales posteriores por bloques económicos, etcétera.
Ilícito como es el capitalismo en todas sus formas, de la mano de actividades formales en economía se desbordaron las ilegales, como las estrategias tendientes al crimen y la generalización del terror por todo el mundo: invasiones, financiamiento para derrocar gobiernos, robo de recursos naturales, entre otras técnicas desarrolladas por la CIA en el mundo; la violencia contra los pueblos y regiones enteras, negocios millonarios.
De ese modo, el imperio, con el uso y abuso de todos los artilugios de por medio —como principal productor de armas del mundo, el más armado y con el mayor número de bases militares en todo el orbe—, de todo organismo e institución, como la ONU, Consejo General incluido, acuerdos contra la proliferación nuclear, etcétera.
Sea con la guerra u otras herramientas, como el financiamiento vía “organismos civiles” o militares, las políticas agresivas de los EUA pronto quedan al descubierto durante la guerra fría; como en escaparate, sus acciones quedaron a la vista de todos, tanto de gobiernos como de los pueblos del mundo.
Del terror a la posverdad
En los tiempos en que EUA se presumió hegemón tras el derrumbe de la URSS, pronto los halcones de Washington inauguraron un nuevo periodo, a partir del 11 de septiembre de 2001 cuando George W. Bush: se inauguró la “guerra contra el terrorismo”, una política exterior de consigna: “O estás conmigo o contra mí”. Calificando a un puñado de países como “ejes del mal”, enemigos de la democracia y los EUA por financiar al terrorismo internacional.
En su momento, la declaratoria de Bush se convirtió en una directriz de política exterior, en guerra declarada abierta en contra de los “enemigos” de Occidente. Más nadie olvida que el primer responsable señalado fue Osama bin Laden, líder de la organización terrorista Al Qaeda que operaban desde las montañas en Afganistán, era el antiguo socio de la CIA.
El “atentado terrorista” del 11/S, para la posterior invasión de países como Irak y Afganistán, por presuntamente financiar al terrorismo o poseer armas de destrucción masiva, respectivamente. Fake news extensivas a otros países como Libia o Siria, todo por el control de la región para el hurto de los energéticos. Sin dejar de lado la importancia geopolítica de permanecer en la región.
Son los escenarios que a la fecha se sostienen, solo por la presencia militar y la superioridad armamentística —hoy los ataques se ejecutan con drones—, más no en cuanto a la defensa antiaérea, donde EUA es superado por Rusia, que hoy están en pleno proceso de descomposición por los dos motivos señalados.
De la mano de esto, propaganda en curso, en EUA se inauguró la era de la “posverdad”, en donde se erige como válida cualquier propuesta —tenga o no rigor probatorio—, porque ahora todo depende de quién lo diga.
La posverdad llegó para justificar el caos, sin más ley vigente que la del Gran Hermano, el dictador de los peores tiempos del fascismo. Luego entonces se invadió países, se desestabilizó gobiernos, se asesinó a dirigentes, se generalizó el robo de recursos —particularmente petróleo y gas—, se criminaliza poblaciones enteras, se ampliaron todas las modalidades de la guerra (Bush y su gabinete de guerra).
Es claro que el Internet y las herramientas de uso generalizado, han contribuido a la difusión inmediata de los acontecimientos y el corolario de atropellos del imperio, lo que contribuye tanto al desgaste por sus actos como a la exposición de sus métodos y estrategias violentas generalizadas.
Escenarios geopolíticos
Luego de lo dicho, los siguientes puntos forman parte del desgaste, escenarios geopolíticos del escaparate histórico del mismo imperio estadounidense, en parte porque han caído en desuso, o porque Donald Trump se ha encargado de hacerlos casi trisas.
En otras palabras, se empatan en el mismo curso geopolítico las secuelas del viejo sistema con las decisiones que desde la Casa Blanca emprende el presidente Trump. Todo apunta a la toma de decisiones desesperadas, a patadas de ahogado y a que el actual presidente hace todo lo posible por —primeramente—, no llevar al mundo a otra guerra nuclear, y/o a tratar de salvar lo que sea rescatable, así ello implique golpear a los estados antes aliados como la propia China o Rusia.
Países competitivos en el terreno geopolítico, pero al mismo tiempo rumbo a la supremacía global. La disyuntiva es: o luchar contra el enemigo o unirse a él. La tendencia aparente es que Trump busca alianzas más que la guerra, así las fuerzas internas que promueven el impeachment caminen en sentido contrario. El desenlace se verá pronto: en la reelección de Trump o lo lancen a la calle.
Luego entonces tenemos:
1) La quiebra de las herramientas económicas internacionales, los organismos carecen ya del poder económico del pasado y tanto la globalización como sus herramientas derivadas del neoliberalismo están —en algunos casos ya—, o han caído en desuso.
2) Una pretendida ayuda planeada y dirigida por Washington, por la “democracia” y la “libertad”, porque los pueblos deben “elegir a sus gobiernos” a que “tomen el destino en sus manos”, y para ello cuentan con ayuda de EUA y sus “aliados” de la “comunidad” o “coalición internacional”.
3) La presencia armada para la intimidación, la “protección” de los socios y en general una política de orden internacional, pero claramente operada por la OTAN, el brazo exterior del Pentágono.
Los tres escenarios claramente desfasados, rebasados o descubiertos por la “comunidad” de pueblos del mundo, más allá o en pleno rechazo tanto a la presencia, las imposiciones como la amenaza imperial al viejo estilo (el descrito responde casi en todo) de la guerra fría ya en desuso.
Es decir, que el orden internacional que sigue forzadamente imponiendo EUA en el terreno global es un orden caduco. Contra eso avanza Trump. Sigue planeando y operando como en el viejo mundo, pero sin dejar de lado el potencial que poseen ahora los dos competidores geopolíticos: China y Rusia.
Ocurre, además, con lo siguiente:
El orden petrolero mundial, ahora que los estadounidenses alegan ser autosuficientes hoy por el fracking; no obstante, mantienen la invasión de Iraq para controlar los pozos petroleros, al igual que los de Siria.
Sucede con la permanencia del dólar en el comercio mundial, cada vez más debilitada (frágil porque más países utilizan sus divisas en el intercambio).
Las instancias de orden económico con menor incidencia en cuanto al rigor de sus políticas (BM, FMI, OCDE, la propia ONU, OTAN, etcétera), que han caído en desprestigio.
Se da con el rechazo cada vez más claro de las bases militares (donde los pueblos ya no las quieren, y Japón es claro ejemplo), ahí en donde operan invadiendo territorios de países cansados de su presencia.
La incomodidad de países como la Unión Europea a seguir sometidos al control geoeconómico y geoestratégico de los EUA, cansados de la imposición del orden liberal y al mismo tiempo sujetos a los dictados económicos de Washington.
Un repudio de países como los africanos que pese a protestar siempre y renegar de la explotación de sus recursos por empresas multinacionales tanto estadounidenses como europeas, carecen de la fuerza (diplomática y hasta militar) suficiente para sacarlos de sus territorios.
En América Latina EUA se sostiene por la fuerza, con políticas como el relanzamiento de la Doctrina Monroe, y de donde recibe el apoyo es de algunos gobiernos de la derecha golpista, o servicial a sus intereses, que traicionan la aspiración de unidad de los pueblos latinoamericanos, salvo en países como Cuba o Venezuela, donde sus gobiernos son perversamente acosados con el fin de desestabilizarles y cambiarlos por políticos afines.
Solo aquellos países que soterradamente hacen o practican políticas más o menos independientes, como la India, Turquía o Irán, por ejemplo, parecieran liberarse de la influencia perversa del decadente imperio, en tanto parecieran llevar sus propias fichas al escenario global.
Trump, un loco contra todos
¿Quién ganará? El resultado es y será de impacto global, en todos los terrenos, sobre todo geopolítico. Las dos tesis expuestas son: o gana Trump o se imponen las fuerzas dominantes tradicionales.
Por un lado, el actuar del presidente Trump rompiendo tabúes, esquemas establecidos, incluso rompiendo el orden mundial. Una política internacional contrario al decadente modelo Bretton Woods y hegemonía del Estado profundo, que acompaña la política especulativa, del sistema financiero y la Reserva Federal para sostener una economía hoy al borde del colapso.
Para Trump, su país requiere de un nuevo orden mundial en donde no pierda la hegemonía ni colapse derrumbándose como se espera. También no caer ante otros poderes, y por tanto no ceder ante la ofensiva geopolítica de Rusia o la fuerza y empuje económico de China. Tampoco perder el predominio del dólar en el comercio internacional, o los acuerdos con la preeminencia de su país bajo los controles o candados del viejo orden al estilo guerra fría, entre otras.
Es por ello que EUA reprende a sus principales competidores, en la economía global y la geopolítica. Pero China está a un tris de ser la principal potencia económica del mundo, por cierto, aprovechando —como ha sido— los preceptos de la globalización neoliberal procedente de Occidente.
Rusia no solo en la geopolítica. Ha rebasado en materia de armamentos a los estadounidenses, tanto ofensivos como defensivos, cohetes de alcance intercontinental más poderosos y antiaéreos también. Rusia pasó ya de los S600 a los S700 (como ejemplo, el S400 ruso es equivalente THAAD de EUA). Lo que es altamente disuasivo.
EUA no la tiene fácil
China practica una estrategia geoeconómica de largo aliento con la nueva ruta de la seda o “un cinturón-una ruta”; Rusia conquista al viejo continente con los energéticos, pese a las restricciones de Washington.
Una competencia, así de la Rusia de Putin como la China de Xi Jinping, de economías claramente emergentes, en gran medida sustentadas en el creciente rechazo de gobiernos y pueblos en general tanto a la presencia e injerencia estadounidense en sus territorios, como a sus políticas de saqueo y rapiña, de asesinatos e invasión de países con fines de extracción o robo.
De eso están cansados los pueblos del mundo. Pese a Trump, EUA como imperio otrora dominante, poco a poco se queda solo. Lo sostiene la inercia del pasado, pero el derrumbe económico lo puede dejar pronto en donde debe estar: en el basurero de la historia. Ese es el contexto de la más reciente crisis con Irán, motivo de la siguiente entrega. (A 27 de enero de 2020).
Salvador González Briceño
Profesor Universitario. Director de geopolítica.com. @sal_bric.
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