1. La contumacia y perversidad del poder
El modo en el que nos han gobernado durante los últimos años es el que ha llevado a esta creciente ola de inconformidad social
MARCOS SILVA MARTINEZ
Foto: Twitter @infopresidencia
Las mayorías nacionales, regionales y locales, de diversas formas y desde hace años, están manifestando descontento por los resultados del ejercicio del poder público.
Las manifestaciones públicas masivas de los últimos días notifican al gobierno de turno que se llenó la copa y formulan exigencias específicas sobre la aberrante inequidad socioeconómica, la corrupción rampante que tolera el régimen, la impunidad y el clientelismo.
Resolver esas demandas genera condiciones de desarrollo socioeconómico equitativo. He ahí la dificultad. Aunque deben ser acuerdos de soluciones por consenso, dicho consenso no debe ser entre gremios económicos. Ahí están los eslabones peligrosos y no confiables del actual gobierno y su partido, si así puede llamarse.
Desde la selección de su gabinete y fronda burocrática marcó el sesgo del oportunismo, la mezquindad, la irresponsabilidad política, todo con la impronta del diabólico uribismo. Es el talón de Aquiles del actual gobierno, que le garantiza fracaso administrativo y desastre socioeconómico para las mayorías nacionales.
El manejo de las finanzas y el patrimonio público lo hace el gobierno a través de burócratas secuaces, afines a los objetivos del sector económico-social que representa y que recibe exorbitantes beneficios del Estado.
Los responsables del desastroso ejercicio del poder son burócratas secuaces, incondicionales, maleables y sumisos a órdenes, ciegos dogmáticos del modelo económico, con lo que garantizan el monopolio del poder económico y político. Es estrictamente lo que ocurre en Colombia.
Ese panorama siniestro del poder en Colombia es un hecho. Explica por qué las naciones no progresan. Explica por qué el 1% de la población del mundo y de Colombia es dueña del 99% de las riquezas respectivamente, consecuencia de la arribista posición de gobernantes ante el siniestro poder económico político-económico, nacional y transnacional.
En disertaciones posteriores al lanzamiento del libro El capital en el siglo XXI (U.NAL), Thomas Piketty precisó: en Colombia el 1% es propietario del 99% de la riqueza de la nación y el 99% de ciudadanos colombianos es propietario del 1% de la riqueza nacional. Similar a EE. UU. y a la mayoría de países desarrollados. La tendencia es a concentrarse más la riqueza, como ha ocurrido en los últimos años, especialmente a partir de la vigencia del consenso de Washington.
Todo ocurre dentro del marco jurídico-legal impuesto por el régimen gobernante a las mayorías nacionales. Y es lo que genuinamente representa y defiende el presidente Duque con derroche de cinismo y contumacia.
Resolver la encrucijada socioeconómica-política colombiana exige un gran acuerdo nacional que responda positivamente al malestar socioeconómico y político ciudadano expresado en las manifestaciones públicas. Este debe fundamentarse en rectificación y restructuración del modelo económico-político vigente, de tal manera que garantice equidad socioeconómica mediante eliminación de la corrupción, la impunidad, la laxitud jurídica y la anarquía y complicidad institucional.
Las mayorías nacionales para resolver el cúmulo de problemas socioeconómicos, políticos y fiscales son la única herramienta de la que dispone es la protesta social.
La crisis, socioeconómica y fiscal es inocultable e insostenible en el inmediato y mediano futuro. El gobierno anuncia reforma tributaria integral y otras reformas, bajo el sofisma de ley de financiamiento y ahora de crecimiento. Pero el objetivo es reducir la tributación empresarial en $9.0 billones anuales, exonerarlos de pago de aranceles por importaciones de bienes de capital, con lo que deja de recaudar más de $6.0 billones, más lo que se prevé dejará de recaudar con el embeleco de la economía naranja, entre otras. Son reformas para reducir tributación a los grandes contribuyentes bajo el engañoso sofisma de generar empleo y fortalecer el desarrollo industrial.
Es la golosina con que pretende justificarla. No desmonta exenciones y deducciones, ni seguridad jurídica perversa a los grandes inversionistas.
Fuente:
https://www.las2orillas.co/la-contumacia-y-perversidad-del-poder/
2. ¡Violentos son los que provocan la desigualdad, no quienes luchan contra ella!
Esto no es de derecha, centro o izquierda, es contra una clase política corrupta que ha abusado de su pueblo durante siglos
Juan David Florez Garcia
Foto: Nelson Cárdenas
"Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Solo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho” (Constitución Política de Colombia, artículo 37).
He participado en el paro nacional desde que inició el 21 de noviembre, lo hice consciente de las razones de este y con la irrisoria esperanza de que aprovechando la coyuntura de Latinoamérica, nos tomaríamos las calles por días y así ha sido, Colombia, un país sin piernas, sigue caminando por octavo día consecutivo.
Las manifestaciones en las que he participado me han generado dos sentimientos opuestos, pero íntimamente relacionados: indignación y esperanza, en este artículo no quiero dedicarme a contar mi experiencia estos ochos días de paro, lo haré después, quiero dedicarme a exponer la desconcertante y preocupante respuesta del gobierno colombiano controlado por una pequeña, pero muy poderosa clase política, ante seguramente, el estallido de indignación social más grande y sostenido que haya tenido el país.
En la noche del primer día del Paro Nacional, el país quedó indignado con la respuesta del Presidente Duque, quien se refirió únicamente a que habían mantenido el orden y la seguridad, mientras ciudades como Cali estaban en medio del caos, no tuvo la más mínima muestra de respeto por la multitudinaria movilización nacional. Seguramente, convencido de que, restándole importancia al paro, lograría mantener a la gente en sus casas, logro todo lo contrario, el paro se sostuvo y con más fuerza.
El viernes 22, se dieron manifestaciones en todo el país, yo participe en las marchas que se concentraron en la plaza Bolívar y allí, más que nunca, comprendí de lo que es capaz el gobierno por mantener el orden, mientras la policía protegía las instalaciones del Congreso y el Palacio de Justicia, se enfilaron agentes del Esmad, dispararon ráfagas de gas a la mitad de la plaza y posteriormente, a las cuatro salidas, por las cuales, avalanchas de personas desesperadas, asfixiadas y quemadas queríamos salir. Entendí que el contrato social se rompió y el poder sobre la violencia que como pueblo le otorgamos al Estado para mantener nuestra seguridad, estaba siendo usado contra nosotros, se convirtieron en el monstruo bíblico del Leviatán como lo llamaba el filósofo Max Weber.
Ese día, después del constante abuso y actuar represivo de la fuerza pública, la cual es ejecutada por mujeres y hombres víctimas de la misma desigualdad social que aqueja a quienes protestan, con la diferencia de que están detrás de un uniforme empuñando armas contra su propia gente bajo órdenes que dictan desde la comodidad de sus oficinas, los comandantes de la policía y una clase política que duerme tranquila mientras el pueblo sangra.
El gobierno nos mostró sus filosos dientes, desesperado por haber perdido el control en las calles, pero especialmente, con un miedo intenso, pues se dieron cuenta que el país había despertado de un largo y profundo sueño por algo que no lo dejaba dormir tranquilo, algo llamado desigualdad social, decidieron decretar toque de queda en la capital del país y jamás olvidaré las palabras del General Hoover Penilla, comandante de la policía de Bogotá, “…Haremos hasta lo indecible por sofocar estos disturbios…”, porque solo rondaba en mi cabeza a que se referían con lo indecible en un país en el que se hacen capturas ilegales, desaparecen, torturan y hasta matan a quienes incomodan el establecimiento.
Amanecimos con una capital militarizada, con una horrible noticia de un atentado contra una estación de policía en Cauca donde murieron tres policías, con un video de como vándalos usaron un bus público robado para destrozar la puerta de un supermercado y esto envió a cuatro trabajadores a cuidados intensivos, con una sociedad enardecida y con miles de personas en las calles, sin la menor idea de que en la tarde del sábado, el gobierno mostraría su peor lado, cuando un agente del Esmad hiere de muerte a Dilan cruz con una bolsa de balines que se incrusto en su cabeza, el gobierno colombiano mató a ese joven mientras ejercía su derecho a la protesta.
El asesinato de Dilan, no la muerte, porque hay una diferencia gigante en esas dos formas de decirlo, se convirtió en un símbolo de las protestas y quienes participamos activamente en las marchas, comprendimos de que efectivamente estábamos poniendo nuestras vidas en juego mientras ejercíamos el derecho a manifestarnos, lo cual incomoda al gobierno y a una clase política respaldada por unos poderosos empresarios, a quienes les molesta los reclamos sociales y con quienes el presidente se reunió primero, porque una realidad innegable es que la sociedad colombiana está al servicio del mercado controlado por unos pocos, como Sarmiento Angulo, el hombre más rico del país, que tiene su propio delegado en la mesa de diálogo y tal vez ustedes lo conozcan, se llama, Iván Duque Márquez.
Ante este escalofriante hecho, el gobierno anunció que iniciaría el diálogo y una gran conversación nacional con todos los sectores políticos y civiles, en ese momento entendí, hasta qué punto debemos llegar para ser escuchados, tenemos que esperar que uno de nosotros reciba un disparo en la cabeza para que se nos inviten a dialogar, es decir, primero nos reprimen, nos matan y si resistimos, nos escuchan.
La respuesta del gobierno ha sido irrespetuosa y vergonzosa con la ciudadanía, en medio de la crisis social decidieron firmar el decreto que le da vida al grupo bicentenario, es decir, el holding financiero (una razón del paro) que reúne a las empresas estatales y las pone a competir con el sector privado, por lo tanto, ahora lo importante es netamente la rentabilidad y pierde su sentido social. Además, el Ministro de defensa y los generales de la policía se han dedicado a justificar sus actuaciones abusivas y represivas como si la ciudadanía fuese ignorante y ciega ante la realidad, pero es un discurso normalizado en este gobierno que por ejemplo, le responde a la sociedad que “no se tiene una varita mágica para solucionar todo los problemas” y nada mal le queda esa forma de expresarse al Presidente, pues sus decisiones y respuestas parece que las diera como si fuésemos un cuento de hadas; empeorando la situación, el presidente ha dicho que él ha cumplido con el programa de gobierno por el que votaron sus 10 millones de electores, que alguien les explique al Presidente que su figura representa un símbolo de unidad nacional y debe gobernar para todos, no solo para los que lo eligieron.
Sumado a esto, líderes con discursos incendiarios como los del Senador Petro que incita a todo menos al diálogo y al consenso y como los que ya hemos escuchado del Expresidente Uribe que no los ha hecho tan notorios porque tiene su cuenta de twitter bloqueada, pero ante su ausencia salen sus peones como María del Rosario Guerra o María Fernanda cabal y su esposo a justificar la violencia ejercida por la fuerza pública, sin embargo, causa curiosidad estos últimos junto con el exministro Fernando Londoño, el ala más radical de su sector político, que se han alejado del Presidente porque según ellos, no ha sabido gobernar y hasta le han recomendado pedir una licencia, lo cual la da fuerza al argumento de la incompetencia de Iván Duque para el cargo, pues hasta quienes lo pusieron ahí, ahora lo cuestionan.
Esos discursos están haciendo eco y los líderes del comité del paro están tomando una actitud equivocada de no querer negociar, por ejemplo, sentados con los grandes empresarios, cuando estos hacen parte importantísima de la sociedad y debemos tener algo muy claro, la clase política y económica poderosa no se moverán de su lugar ni negociarán fácil sus privilegios y deben estar en la mesa, hay que dialogar con todos, porque de lo contrario caeremos más bajo que ellos, que nos han excluido durante décadas en la toma de decisiones. Se tiene que demostrar la disposición de diálogo con firmeza mientras seguimos presionado en las calles y en la mesa deben estar todos los poderes del Estado, la Iglesia, empresarios, indígenas y minorías étnicas, sindicatos, profesores, estudiantes, líderes/as sociales, la academia y una fuerte representación femenina, todos con disposición y con propuestas, no solo con quejas y gritos.
No puedo evitar hablar de los discursos de los alcaldes y gobernadores que se han reunido con el Presidente, muchos hablan de diálogo y conciliación, pero voces fuertes como las del alcalde de Medellín y el de Cali, repiten la mismas palabras del presidente, ¡orden y seguridad!, e igualmente se dedican a culpar a Petro como si la realidad social no fuese suficiente causa para lo que está pasando y lo hacen erróneamente cuando el país necesita es respuestas de diálogo junto con decisiones trascendentales que le den rumbo a este gobierno que ni siquiera ha zarpado, pues lleva quince meses en el muelle.
Por otro lado, el papel de los medios como siempre es clave, los medios extranjeros presentan lo que está sucediendo como una situación justificada y aquí, los medios nacionales, como suele suceder, estas divididos, algunos como Caracol y RCN, los clásicos canales amarillistas y parcializados han presentado la información como conviene a sus dueños, a diferencia de medios como CityTv o Canal 1 que se han convertido en medios transparentes que incomodan al gobierno. Me gustaría mencionar, unas noticias que vi a la vez, mientras EL Tiempo informó que los daños causados durante las protestas ascendían a los 40.000 millones de pesos (la tercera parte que gasto la alcaldía en publicidad), el Canal 1 informaba que el costo de la contingencia de la vía al llano, un caso más de corrupción, ascendía a los 2 billones de pesos. No estoy justificando lo primero, es inaceptable el ataque a lo público, pero es para evidenciar que se enfoca y que no dependiendo de qué percepción sobre el paro quieran venderle a los ciudadanos, juzguen y reflexionen ustedes de dónde se informan.
Finalmente, lo más indignante para mí, como un manifestante de los miles que hemos participado en este paro, es leer en redes sociales a políticos y personas del común, incluyendo a familiares y amigos que desde la comodidad de sus casas nos llaman vándalos, revoltosos, justifican la violencia de la fuerza pública o justifican la violencia de los vándalos y solo presentan una cara de la moneda a su conveniencia, mientras estamos marchando es por los derechos de todos, incluidos los derechos de ellos que nos ven cómodos por la televisión, por los derechos de los policías, agentes del Esmad y soldados como Brandon Cely, que se suicidó después de denunciar intimidación en el Ejército por apoyar el Paro, que descaradamente la clase política usa como escudo para defender un status quo en el que solos ellos gozan de privilegios.
Recuerden siempre que esto no es de derecha, centro o izquierda, es contra una clase política corrupta que ha abusado de su pueblo durante siglos y que ha sido tan perversa de engañarnos de tal forma que nos matemos entre nosotros, el mismo pueblo, mientras ellos están en cócteles en el norte de Bogotá. Aquí, los violentos son ellos que provocan y perpetúan la desigualdad social, no quienes luchamos contra ella. Desde las entrañas de las marchas, les digo que cientos de nosotros que lo tenemos todo, estamos arriesgando nuestra vida por los que no tienen nada.
En honor a la vida de Dilan Cruz, Ever Danilo Canacuan, Jesús Norbey Muelas, Valentino Gallyadi Fernández y de Brandon Cely.
Fuente: